Será en una estación
con techo de cristal
tiznado de hollín
de los trenes y
abrazados milla a milla
de la llegada. No se
soltarán en todo el largo viaje,
su brazo en la curva
del deseo de ella. Caminando por una ciudad
que apenas conocen,
observando a mujeres con taleguillas
darle monedas a un cura para los veteranos de guerra;
al encontrarse con la iglesia en un agujero
del viejo muro que cruza la ciudad, la cúpula
ocupando exactamente el agujero,
como un ojo. En la morada
del invierno, bajo una madriguera
de mantas, le hace entrar en calor
cuando salta dentro desde el aire.
Hay camino por el cual nuestro cuerpo
deja de pertenecernos, y cuando él la encuentra
hay posada al fin
para aquellos a los que aman,
en el lugar que él encuentra
que ella encuentra, cada palabra de la piel
una decisión.
Hay tierra
que nunca se suelta de tus manos,
lluvia que nunca cesa
en tus huesos. Palabras gastadas que se desprenden
de nosotros porque sólo pueden
caerse. Ellos no se
soltarán porque hay un tipo de amor
que se desprende del amor,
como las piedras de
de la piedra,
la lluvia de la lluvia,
como el mar
del mar.
Su trabajo minucioso y paciente (su producción es escasa y dilatada en el tiempo) parece hecho de la misma naturaleza física que el tiempo geológico. Anne Michaels posee la rara virtud poética -pero sobre todo moral- de contar con la ciencia, de resultar abrumadoramente cálida a pesar de escribir así: «Si el amor te elige, de repente / tu pasado se convierte / en una ciencia obsoleta. Mapas viejos, / teorías refutadas, un diorama».
Cuando Michaels llama al cerebro «perla rugosa en el lodo negro» o pugna por nombrar «el único momento del día / en que la teoría del quantum parece razonable«, uno se alegra de haberse olvidado ya de cierta poesía pre-preindustrial que no habla «del choque de electrones» para que no la acusen de cientifista o, peor, de falta de sensibilidad.
«Todo amor es un viaje por el tiempo». La poesía de esta canadiense mezcla en una probeta estos tres ingredientes básicos: amor, tiempo y memoria. De la memoria hace estratos de tierra, del tiempo «pasado con la forma de un largo hueso» y del amor un proceso minucioso que desemboca en «una verdad tan pequeña que se palpe con la lengua».
NOTA: Traducido del inglés por Jaime Priede.
Seleccionado y comentado por Nacho Segurado. (En Twitter: http://twitter.com/nemosegu.)