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‘No digáis’, de Jean Móreas (1856 – 1910)

No digáis que la vida es un festín alegre;

Lo dice un alma tonta o bien un alma baja.

No digáis sobre todo: es desdicha sin fin;

Lo dice un alma débil que temprano se cansa.

Reíd como las ramas en primavera agítanse,

Llorad como los vientos o la ola en la playa,

El placer y el dolor padeced y gozad; y decid:

Es mucho todo esto y es la sombra de un sueño.

En aquellas reuniones un tanto amorfas del Vachette y la Closerie des Lilas, había quien simplemente bebía y escuchaba -para luego contarlo- y quien participaba frenéticamente del debate intelectual y artístico parisino, que no tenía más finalidad que rellenar las horas y los egos.

Manolo Hugué, Manolo, el escultor catalán, aunque artista era más bien de los que se decían espectadores. Él, por persona interpuesta, legó a la causa de la historia de los movimientos literarios del siglo XX alguna deliciosa anécdota de tipos tan acuosos como André Salmon o Max Jacobs. También del protagonista del post de hoy: Jean Móreas.

Móreas, como todo buen simbolista, tenía su rincón oscuro, que exageraba a voluntad, y que debía hacerle parecer un excéntrico entre excéntricos. Cuenta Hugué que un día un joven poeta trató de leerle sus composiciones. Móreas se levantó, le cerró el cuadernillo en su cara y le dijo: “Voyons, Monsieur, il faut être sérieux”. Todo un carácter.

Móreas se tomaba tan en serio el simbolismo que hasta escribió un manifiesto. Fue en 1896. La poesía simbolista, escribió, debía buscar la Idea de una manera sensible, como una aspiración nunca satisfecha. Además, como los manifiestos artísticos se publicaban en parte para dejar claro quienes eran los enemigos, la poesía simbolista, la verdadera, era enemiga declarada de la enseñanza, la declamación, la falsa sensibilidad y la descripción objetiva. Cinco años después, descontento con la deriva del simbolismo, publica el Manifiesto de la Escuela Romana, en el que pide el retorno a la métrica y el estilo clásicos. Más enemigos.

Móreas tuvo bastante influencia en la poesía latinoamericana de comienzos del siglo XX así como en la de Grecia, su país de origen. Si no recuerdo mal, en España el modernista (Manuel) Machado le dedicó alguno de sus poemas.

NOTA: Traducido del francés por el también poeta Miguel Frontán.

IMAGEN: www.wiu.edu/Apollinaire/Promenade_interactive.htm

Nacho S. (@nemosegu)