Con mi yo
y mil un yo y un yo
con mi yo en mí
yo mínimo
larva llama larva ávida
alga de algo
mi yo antropoco solo
y mi yo tumbo a tumbo canto rodado en sangre
yo abismillo
yo dédalo
posyo del mico ancestro semirefluido en vilo ya lívido de
líbido
yo tantan yo
panyo
yo ralo
yo voz mito
pulpo yo en mudo nudo de saca y pon gozón en don más don
tras don
yo vamp
yo maramante
apenas yo ya otro
petudo yo tan buzo
tras voces niñas cálidas de tersos tensos hímenes
yo gong
gong yo sin don
un tanto yo San caries con sombra can viandante
vidente no vidente de semiausentes yoes y coyoes
no médium
nada yogui
con que me iré gas graso
sin mí ni yo al después
sin bis
y sin después.
El buen gusto de Bob Pop ya dejó por aquí un Oliverio Girondo. Han pasado suficientes meses para que no resulte repetitivo traer otro. Yo llegué a Girondo cronológicamente un poco después que a Borges y sólo un poco antes que a Huidobro.
Quizá por ese azar, entre el ultraísmo de juventud del primero y el creacionismo del segundo, su divertidísima poesía (al menos así me la tomo yo, no concibo el surrealismo ni ninguna de sus variantes como algo serio) me dejó una huella menos duradera.
Tiempo después traté de compensar la injusticia con una lectura frenética de Veinte poemas para leer en el tranvía, Espantapájaros y En la masmédula. Este Tantan yo de hoy, que me resulta tan cómico, tiene unos aciertos brutales (el impagable verso «yo, dédalo») y una voluntad de cubrirlo todo de nubes de una ingenuidad sobresaliente.
Seleccionado y comentado por Nacho Segurado.