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‘Esperando a los bárbaros’, de Konstantino Kavafis (1863 – 1933)

¿Qué esperamos agrupados en el foro?

Hoy llegan los bárbaros.

¿Por qué inactivo está el Senado

e inmóviles los senadores no legislan?

Porque hoy llegan los bárbaros.

¿Qué leyes votarán los senadores?

Cuando los bárbaros lleguen darán la ley.

¿Por qué nuestro emperador dejó su lecho al alba,

y en la puerta mayor espera ahora sentado

en su alto trono, coronado y solemne?

Porque hoy llegan los bárbaros.

Nuestro emperador aguarda para recibir

a su jefe. Al que hará entrega

de un largo pergamino. En él

escritas hay muchas dignidades y títulos.

¿Por qué nuestros dos cónsules y los pretores visten

sus rojas togas, de finos brocados;

y lucen brazaletes de amatistas,

y refulgentes anillos de esmeraldas espléndidas?

¿Por qué ostentan bastones maravillosamente cincelados

en oro y plata, signos de su poder?

Porque hoy llegan los bárbaros;

y todas esas cosas deslumbran a los bárbaros.

¿Por qué no acuden como siempre nuestros ilustres oradores

a brindarnos el chorro feliz de su elocuencia?

Porque hoy llegan los bárbaros

que odian la retórica y los largos discursos.

¿Por qué de pronto esa inquietud

y movimiento? (Cuánta gravedad en los rostros.)

¿Por qué vacía la multitud calles y plazas,

y sombría regresa a sus moradas?

Porque la noche cae y no llegan los bárbaros.

Y gente venida desde la frontera

afirma que ya no hay bárbaros.

¿Y qué será ahora de nosotros sin bárbaros?

Quizá ellos fueran una solución después de todo.

Con permiso de Ítaca, que todo y nada te da, Esperando a los bárbaros es el poema más conocido y citado de Konstantino Kavafis. En sentido estricto alude al desmoronamiento del Imperio Romano, pero como otros muchos poemas suyos ambientados en época clásica (Termópilas, Escultor de Tyana, La batalla de Magnesia), su significado es intemporal: la retórica de la sumisión a lo cercano por temor a lo lejano, la corrupción moral, la descomposición política, el simbolismo acaparador del poder…

En el otro polo de su poesía, el amor de Kavafis -o mejor dicho, el recuerdo del amor: «velas frías, torcidas y deshechas»- ronda en las tabernas equívocas del puerto, en las oficinas, en los estancos (Alejandría, Estambul). Esa nostalgia de cuerpos pobres y bellos, aunque hiera, es al cabo lo único que sobrevive sin la pátina del envilecimiento. De esa contemplación del pasado -«delicias y perfumes de mi vida, para mí que odié / los goces y amores rutinarios»- nacen como un estigma su versos:

En el fondo de mi vida joven y disoluta

Hallaron forma las imágenes de mi poesía,

Se gestaba el alcance de mi arte.

NOTA: De la traducción de 1976 de José María Álvarez.

Seleccionado y comentado por Nacho Segurado.