Llueve. Hoy es sábado y por fin llueve
muy lentamente
casi no llueve
es un cielo estreñido. Sólo deja caer unas pocas gotas cada ocho o nueve meses
Ahora llevábamos trece meses sin llover
Ayer un contenedor con un líquido tóxico se rompió
en el puerto de Barcelona
y contaminó la ciudad
como en una novela de Ballard
las autopistas se colapsaron
(una p en el medio,
una palabra con atasco)
Una amiga me llamó
No salgas, me dijo,
no abras puertas ni ventanas
no sea cosa que pilles una alergia química
no encendí la radio ni el televisor
-nunca los enciendo-
yo sólo quería saber cómo se llamaba la sustancia
-como en una novela de Ballard-
Era dimetilamina
dime-til-amina
dimematilde
dimelamina
mialamina
nimialamina
una contaminación química
con nombre de mujer
Y hoy sábado
amaneció lloviendo
a oscuras
en la habitación
escuchaba resbalar los autos
no encendí la radio ni el televisor
para poder oír el agua
único sonido amable en la ciudad
el espacio de los sueños no tiene espacio
ni hora ni día
no tiene tiempo
es la eternidad del fluir
por lo menos
eso ocurre
en las novelas de Ballard
donde un contenedor se rompe
y contamina la ciudad.
Bueno, como yo no soy crítico, y ni ganas que tengo de serlo (y menos de poesía y menos todavía en España, por el cainismo congénito), no estoy en la obligación de decir nada rotundamente malo -o rotundamente bueno- sobre Cristina Peri Rossi y su premio, que ya no es el ultimo, Loewe.
O llego demasiado tarde a las cosas o soy demasiado blando con ellas. O será quizá que la piedad apasionada me impide separar el grano de la paja allí donde otros cargan sin reparo con el machete. Los que escribieron que Play Station es un libro «falsamente provocador» cargado de «confesionalismo trasnochado» sus razones tendrán. A mí, que cada vez me creo menos eso de que la industria cultural proscribe tales o cuales autores en beneficio de otros, confieso (¿?) que algunos de sus poemas –como este homenaje al por entonces todavía vivo James G. Ballard– me gustaron.
Por otro lado, sigo sin entender cuál fue el pecado que le dejó sin trabajo; a ella, admiradora confesa del provenzal.
VIDEO: La poetisa, recitándose.
Nacho S. (@nemosegu)