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‘El tiempo’, de Luis Cernuda (1902 – 1963)

Llega un momento en la vida cuando el tiempo nos alcanza. (No sé si expreso esto bien.) Quiero decir que a partir de tal edad nos vemos sujetos al tiempo y obligados a contar con él, como si alguna colérica visión con espada centelleante nos arrojara del paraíso primero, donde todo hombre ha vivido una vez libre del aguijón de la muerte. ¡Años de niñez en que el tiempo no existe! Un día, unas horas son entonces cifra de la eternidad. ¿Cuántos siglos caben en las horas de un niño?

Recuerdo aquel rincón del patio en la casa natal, yo a solas y sentado en el primer peldaño de la escalera de mármol. La vela estaba echada, sumiendo el ambiente en una fresca penumbra, y sobre la lona, por donde se filtraba tamizada la luz del mediodía, una estrella destacaba sus seis puntas de paño rojo. Subían hasta los balcones abiertos, por el hueco del patio, las hojas anchas de las latanias, de un verde oscuro y brillante, y abajo, en torno de la fuente, agrupadas, las matas floridas de adelfas y azaleas.
Sonaba el agua al caer con un ritmo igual, adormecedor, y allá en el fondo del agua unos peces escarlata nadaban con inquieto movimiento, centelleando sus escamas en un relámpago de oro. Disuelta en el ambiente había una languidez que lentamente iba invadiendo mi cuerpo.
Allí, en el absoluto silencio estival, subrayado por el rumor del agua, los ojos abiertos a una clara penumbra que realzaba la vida misteriosa de las cosas, he visto cómo las horas quedaban inmóviles, suspensas en el aire, tal la nube que oculta un dios, puras y aéreas, sin pasar.

Además de los justamente reivindicados poemas de La realidad y el deseo, en la bibliografía de Luis Cernuda hay un librito de poesía en prosa, primoroso e impecable: Ocnos. En él, el Cernuda del exilio cartografía líricamente su infancia recurriendo a temas intemporales: la eternidad, el miedo, la biblioteca, la luz, el destino. Mi favorito es El tiempo, quizá porque en el recuerdo va asociado a los 20 años que tenía cuando lo leí.

Seleccionado y comentado por Nacho Segurado.






‘Contigo’, de Luis Cernuda

Se titula Contigo, es muy breve, y probablemente sea uno de los poemas más conocidos y reproducidos de Luis Cernuda (1902-1963): miles de enamorados se lo han enviado alguna vez a sus parejas.

CONTIGO

«¿Mi tierra?

Mi tierra eres tú.

¿Mi gente?

Mi gente eres tú.

El destierro y la muerte

para mí están adonde

no estés tú.

¿Y mi vida?

Dime, mi vida,

¿qué es, si no eres tú?»

Cernuda, que se veía a sí mismo «como naipe cuya baraja se ha perdido» y es uno de los más grandes poetas de nuestra historia, ha estado demasiados años oscurecido por el resplandor de Lorca, coetáneo y amigo suyo.

Hasta los títulos de sus libros son pura poesía: Donde habite el olvido, Poemas para un cuerpo, Vivir sin estar viviendo… Tenemos que recuperarlo y reivindicarlo. Puedes comenzar enviando este poema a otra persona a la que quieras decirle: «…mi vida, ¿qué es, si no eres tú?».

Seleccionado y comentado por Arsenio Escolar.

«Si el hombre pudiera decir lo que ama», de Luis Cernuda


Si el hombre pudiera decir lo que ama,

si el hombre pudiera levantar su amor por el cielo

como una nube en la luz;

si como muros que se derrumban,

para saludar la verdad erguida en medio,

pudiera derrumbar su cuerpo,

dejando sólo la verdad de su amor,

la verdad de sí mismo,

que no se llama gloria, fortuna o ambición,

sino amor o deseo,

yo sería aquel que imaginaba;

aquel que con su lengua, sus ojos y sus manos

proclama ante los hombres la verdad ignorada,

la verdad de su amor verdadero.

Libertad no conozco sino la libertad de estar preso en alguien

cuyo nombre no puedo oír sin escalofrío;

alguien por quien me olvido de esta existencia mezquina

por quien el día y la noche son para mí lo que quiera,

y mi cuerpo y espíritu flotan en su cuerpo y espíritu

como leños perdidos que el mar anega o levanta

libremente, con la libertad del amor,

la única libertad que me exalta,

la única libertad por que muero.

Tú justificas mi existencia:

si no te conozco, no he vivido;

si muero sin conocerte, no muero, porque no he vivido.

Este es uno de mis 15 poemas favoritos. Hace años, los copié a mano en un cuaderno y se lo cambié a mi hijo menor, David, por un CD con sus 15 canciones preferidas.

Cernuda tiene aquí dos versos que me producen escalofrios y que os recomiendo para rebotar de cualquier recaida depresiva:

1.-

«Libertad no conozco sino la libertad de estar preso en alguien»

Me recuerda una de las expresiones amorosas, casi mísicas, más profundas de nuestra literatura, que encontré en La Celestina. Calixto, enamorado de Melibea, confiesa:

«Melibeo soy»

Se puede decir más alto, pero no más claro.

2.-

«… si muero sin conocerte, no muero, porque no he vivido»

Cernuda supera aquí, en carne viva, al verso místico «que muero porque no muero».

También me recuerda a don Antonio Machado cuando escribe de Soria:

«…donde nací, no a la vida, sino al amor, cerca del Duero».

«Si el hombre pudiera decir lo que ama» es uno de esos poemas plenos que nos descolocan y que, en los peores momentos, nos ayudan a perdonarnos la vida.

Creo que es el mejor poema de Cernuda y uno de los mejores poemas de amor de la Literatura española.

Seleccionado y comentado por José A. Martínez Soler