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‘Me aflijo’, un poema náhuatl

Lloro, me aflijo,

Sólo recuerdo que dejaremos

Las bellas flores, los bellos cantos.

Ahora gocemos, cantemos,

Del todo nos vamos y desapareceremos en su casa.

¿Quién de vosotros, amigos, no lo sabe?,

Mi corazón sufre, se irrita.

No dos veces se nace, no dos veces se es joven,

Sólo una vez pasamos por la tierra.

Que aún por breve tiempo estuviera con ellos.

¿Nunca será, o nunca tendré alegría, nunca estaré contento?

¿Dónde vivía mi corazón?

¿Dónde está mi casa, dónde mi hogar perdurable?

Aquí en la tierra solamente sufro.

Sufres, corazón mío,

No te angusties en la tierra.

Ése es mi destino, sábelo.

¿Dónde merecí yo nacer,

En la tierra engalanarme?

Grata cosa donde se vive,

Sólo dice esto mi corazón.

La lengua indígena mexicana, el náhuatl, no es una lengua muerta como habitualmente se cree: más de dos millones de personas la siguen hablando en distintas regiones centroamericanas. Sí que es cierto que el náhuatl, como vehículo para el estudio de las culturas precolombinas, se conserva felizmente en bellos códices repartidos en museos y bibliotecas de Estados Unidos, México, España y algún otro país europeo.

El náhuatl es una lengua ardua de aprender (yo comencé un curso de iniciación en el Museo de América de Madrid con el gran Batalla Rosado y no pasé de los verbos irregulares). Tiene los dichosos inconvenientes de ser aglutinante y estar repleta de prefijos, sufijos y afijos que le confieren esa grafía tan característica, que se percibe en las pocas palabras que han traspasado el restringido ambiente de los eruditos: Quetzalcoatl (Dios serpiente emplumada), Popocatépetl (montaña que humea)….

El eminente americanista Miguel León Portilla, que ha dedicado toda su vida al estudio de los vencidos, recopiló y tradujo de nuevo hace un año un compendio de poesía náhuatl de gran valor literario: pasajes fundacionales sobre el origen del mundo, la relación del hombre con la naturaleza, la fugacidad de la vida o la exaltación de la guerra. Me he decidido por un lamento titulado Me aflijo (Nicnotlamati), que me recuerda mucho al tópico latino del memento mori, y que forma parte de los conocidos como ‘Cantos de privación’.

Seleccionado y comentado por Nacho Segurado