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‘A Dafne ya los brazos le crecían’, de Garcilaso de la Vega (150? – 1536)

A Dafne ya los brazos le crecían

y en luengos ramos vueltos se mostraban;

en verdes hojas vi que se tornaban

los cabellos qu’el oro escurecían;

de áspera corteza se cubrían

los tiernos miembros que aun bullendo ’staban;

los blancos pies en tierra se hincaban

y en torcidas raíces se volvían.

Aquel que fue la causa de tal daño,

a fuerza de llorar, crecer hacía

este árbol, que con lágrimas regaba.

¡Oh miserable estado, oh mal tamaño,

que con llorarla crezca cada día

la causa y la razón por que lloraba!

Su espada valía tanto como su pluma. Diverso entre contrarios, como él mismo alcanzó a describirse. Arquetipo de poeta guerrero y devoto representante de la cultura literaria del Renacimiento. Alcanzó la gloria y la muerte al servicio del emperador Carlos V. Y logró algo que hoy nos parece extraño, participar activamente de su belicoso siglo y encontrar un terreno al margen para cultivar su locus amoenus. También tiempo para la introspección:

Cuando me paro a contemplar mi’stado

y a ver los pasos por dó me han traído,

hallo, según por do anduve perdido,

que a mayor mal pudiera haber llegado.

He descartado por razones obvias de espacio sus églogas, epístolas y elegías (quienes queráis seguir leyendo o releyendo su obra podéis hacerlo en esta página espléndida). Dudaba entre una canción, una copla o un soneto. Y me decidí por éste último. El XIII es uno de los más justamente recordados: el mito de Apolo y Dafne suscita en Garcilaso el doloroso recuerdo del amor perdido y las lágrimas, siempre impotentes.

Nacho S.