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‘Dos realidades’, Aldous Huxley (1894 – 1963)

Pasó un vagón con ruedas escarlata

y carrocería amarilla, nuevo flamante.

«¡Espléndido! -dije-, qué bueno

es estar vivo, cuando la belleza pela

la dura cáscara de la vida». Y tú

dijiste: «¡Espléndido!». Y pensé que habías visto

ese vagón brillando calle abajo;

pero miré y vi que tu mirada había caído

sobre un niño que atizaba puntapiés

a una obscena inmundicia marrón.

Nuestras almas son elefantes, pensé,

aisladas tras estrechos barrotes,

con trompas que asomadas fisgonean

y sobre la realidad se abalanzan;

y cada cual según su dulce antojo

se apodera del pastel que más le gusta

y deja atrás todos los demás.

Después de recordar con algo de inquina que nunca fue un científico de primera fila, el ambiguo defensor del diseño inteligente Michael Behe reconoce que la inagotable fuerza que movía al grandísimo Julien Huxley era «nuestro viejo amigo el progreso». Julien fue toda su vida un defensor entusiasta del darwinismo y de los logros de la ciencia. Su hermano Aldous, en cambio, se mostró obstinadamente pesimista acerca de los avances tecnológicos del ser humano; un espanto que en Un mundo feliz elevó casi a dogma distópico. Las nuevas generaciones, más predispuestas a la satisfacción instantánea o tal vez menos ingenuas, quizá no hayan oído hablar sobre sus experiencias, a medio camino entre la indagación personal y la búsqueda de los paraísos artificiales, con las drogas alucinógenas.

Pero los provechosos paseos de Aldous por delante de las puertas de la percepción y el misticismo orientalista son facetas de su personalidad y de su obra literaria que aún no estaban de manifiesto -o estaban, pero sólo en fase embrionaria- en su obra poética. La poesía fue la primera devoción artística de Aldous Huxley. Empezó a escribirla de veinteañero y la abandonó, sin haber logrado el reconocimiento de la crítica y de sus amigos escritores, rozando la cuarentena.

Sus poemas, como apuntan certeramente sus primeros traductores al español, son un borrador fiable de sus futuras obsesiones: visión trágica del mundo, amenaza constante de la hecatombe, búsqueda del significado de la inmortalidad, definición de un dios deísta, solución a los enigmas existenciales… Como dice en Villiers de L’Isle-Adam, un poema incluido en La rueda ardiente, su primer libro: «Tú llamaste al alma a emborracharse / de las cosas infinitas, diciendo: Todo lo demás no es nada«.

NOTA: Traducido del inglés por J. Isaías Gómez López. La edición, la primera en castellano, de las poesías completas de Aldoux Huxley corrió a cargo la editorial Universidad de Almería en 2008.

Seleccionado y comentado por Nacho Segurado