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‘Metrónomo’, de Gabriel Ferrater (1922 – 1972)

Chica, mujer, chica,

mujer. Oyes el batir

de un metrónomo duro

y velas la alterna

naturaleza que amas.

¿Cuál prefieres,

Chica que se exhala,

Mujer que se recoge?

Urdes la segura

conspiración

de todas las cosas:

abolid a la joven,

traed a la cumplida,

la bien reclamada.

Ahora, de la joven

no sabes ni hablar:

vida anterior,

como de pájaro o fruta.

Mujer instaurada,

la interpretarás.

Tendrás, para contarla,

valores bien entendidos

y tacto, suave

terciopelo de silencios,

y palabras. Tus palabras,

que te van refinando.

Incisivas durante años,

no usas otras

para hablar de ti:

las palabras que te arrancan

la piel de la lengua

cada vez que las dices.

POSEÍDO

Estoy más lejos que amándote. Cuando los gusanos

hagan una cena fría con mi cuerpo,

encontrarán un regusto de ti. Y eres tú

que indecentemente te has amado por mí

hasta llegar al fondo: saciada de ti,

ahora te excitas, te me marchas

tras otro cuerpo y rechazas la paz.

No soy sino la mano con la que vas a tientas.

Qué fastidio, y hasta qué pena, empezar un párrafo sobre Gabriel Ferrater hablando de su suicidio antes que de su poesía, pero la terca idolatría -justificada- que se le rinde se alimenta tanto de sus augustas dotes para la vida (felicidad, mujeres, libros) como de su cerebral pacto con la muerte a sus exactos cincuenta.

Gran amigo de Jaime Gil de Biedma, de quien era, al decir de su biógrafo Miguel Dalmau, el sparring perfecto para aquellas conversaciones cultas empapadas en alcohol y noche, Gabriel Ferrater pasó por la Barcelona de los cincuenta y sesenta bebiendo, traduciendo, follando, leyendo y, de forma condensada, escribiendo una poesía memorable a la que unos pocos rebuscados adjetivos nunca harían justicia.

NOTA: Tanto Metrónomo como Poseído pertenecen a Las mujeres y los días, el volumen que recoge los tres libros de poesía que escribió Ferrater y que fue traducido del catalán por María Angels Cabré en 2002.

Seleccionado y comentado por Nacho Segurado.