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‘El amor, el amor’, de Michel Houellebecq (1958)

En una sala porno, jubilados jadeantes

Contemplaban, escépticos,

Los brincos mal filmados de parejas lascivas;

Sin ningún argumento.

He aquí, yo me decía, el rostro del amor,

El auténtico rostro.

Seductores, algunos; esos siempre seducen,

Los otros sobrenadan.

El destino no existe ni la fidelidad,

Mera atracción de cuerpos.

Sin apego ninguno, sin ninguna piedad,

Juegan y se desgarran.

Seductores algunos, por ende, codiciados,

Llegarán al orgasmo.

Hartos ya, tantos otros, no tienen ni siquiera

Deseos que ocultar;

Sólo una soledad que acentúa el impúdico

Goce de las mujeres;

Tan sólo una certeza: «Eso no es para mí»,

Pequeño drama obscuro.

Morirán es seguro algo desencantados,

Sin ilusiones líricas;

Practicarán a fondo el arte de despreciarse,

De modo bien mecánico.

A quienes nunca fueron amados me dirijo,

A quienes no gustaron;

A los ausentes todos del sexo liberado,

Del placer ordinario;

No temáis nada, amigos, mínima es vuestra pérdida:

No existe, no, el amor.

Es sólo un juego cruel cuyas víctimas sois;

Juego de especialistas.

***

L’amour, l’amour

Dans un ciné porno, des retraités poussifs

Contemplaient, sans y croire,

Les ébats mal filmés de deux couples lascifs ;

Il n’y avait pas d’histoire.

Et voilà, me disais-je, le visage de l’amour,

L’authentique visage.

Certains sont séduisants ; ils séduisent toujours,

Et les autres surnagent.

Il n’y a pas de destin ni de fidélité,

Mais des corps qui s’attirent.

Sans nul attachement et surtout sans pitié,

On joue et on déchire.

Certains sont séduisants et partant très aimés ;

Ils connaîtront l’orgasme.

Mais tant d’autres sont las et n’ont rien à cacher,

Même plus de fantasmes ;

Juste une solitude aggravée par la joie

Impudique des femmes ;

Juste une certitude : «Cela n’est pas pour moi»,

Un obscur petit drame.

Ils mourront c’est certain un peu désabusés,

Sans illusions lyriques ;

Ils pratiqueront à fond l’art de se mépriser ;

Ce sera mécanique.

Je m’adresse à tous ceux qu’on n’a jamais aimés,

Qui n’ont jamais su plaire ;

Je m’adresse aux absents du sexe libéré,

Du plaisir ordinaire.

Ne craignez rien, amis, votre perte est minime :

Nul part l’amour n’existe.

C’est juste un jeu cruel dont vous êtes les victimes ;

Un jeu de spécialistes.

Un buen amigo, lector atento de las novelas de Michel Houllebecq, ha convertido su apellido en adjetivo con el que, como sucedió antaño con el desgastado kafkiano, describir las formas del hastío contemporáneo, catalogar los variados estadios del fracaso y entristecerse intelectualmente con -por ejemplo- el inútil barroquismo sexual de una discoteca levantina o con el vacío políticamente correcto de una cerebral calle de Berlín.

Yo, menos dotado, no sé captar con tanto acierto lo huellebecquiano, pero coincido con él (y con Huellebecq) en que las personas nos guiamos por la lógica del supermercado y que quien más quien menos se contenta con una “participación epidérmica, superficial, en la vida del mundo”. Otro cantar, creo yo, son las arremetidas contra el “reduccionismo mecanicista” o “la lectura reduccionista del ser humano basada en hormonas y neurotransmisores”, fobias ambas pobremente argumentadas y que demuestran un desprecio excesivo por la razón impropia de un moralista.

Huellebecq siente por la poesía, que es lo que aquí y ahora interesa, una confianza y un aprecio casi impropios de un escritor que es capaz de aislar lo patético de casi cualquier manufactura humana: “La literatura puede con todo, se adapta a todo, escarba en la basura, lame las heridas de la infelicidad. Por eso fue posible que una poesía paradójica, de la angustia y de la opresión, naciera en medio de los hipermercados y de los edificios de oficinas. No es una poesía alegre; no puede serlo”.

NOTA: Traducido por Carlos Cámara y Miguel Ángel Frontán.

Entrevista con Huellebecq, subtitulada, realizada en 2008 en Madrid.

Seleccionado y comentado por Nacho Segurado.