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‘[Por la gloria ruidosa de siglos futuros]’, de Osip Mandelshtam (1891 – 1938)

Por la gloria ruidosa de siglos futuros,

Por la tribu más alta de los hombres,

He perdido mi copa en el festín paterno,

He perdido mi honor y mi alegría.

El siglo –perro lobo- se me echa sobre el hombro,

Pero no tengo sangre de lobo.

Más vale que me metas, como un gorro, en la manga

Del abrigo caliente de Liberia,

Y no veré al cobarde ni la pastosa mugre

Ni los huesos sangrientos en la rueda.

Podrán lucir de noche los zorros azulados

En toda su belleza primigenia.

Oh llévame a la noche del río Yenisey,

Donde el pino se toca con la estrella.

Mi sangre no es de lobo y sólo un semejante

Me ha de quitar la vida.

Y sí, fue un semejante. En 1938. Siete años despúes de haber escrito este poema. Osip Mandelshtam desapareció demente y hambriento camino de Kolymá, el Auschwitz soviético. No hay razones.

Para quienes no conozcáis su poesía, ni la de Ana Ajmatova, deciros que es uno de los máximos representantes del acmeísmo ruso, un movimiento literario que nació por oposición al simbolismo al final de la primera década del siglo XX.

Frente a los excesos metafóricos, la retórica extática y la ambigüedad lingüística de los simbolistas, los partidarios del acmeísmo reivindicaron la sencillez, y la claridad, al hombre y sus circunstancias: su tiempo, sentimientos y necesidades.

El acmeísmo duró poco. Oficialmente fue tachado de reaccionario y decadente. No era nada de eso, claro, pero en la época esos dos adjetivos significaban un pasaporte directo a la desgracia. Que se lo digan a Ajmatova, o a su amigo Mandelshtam, cuyos lúcidos y patéticos versos reflejaron como pocos “la frágil cronología que se acerca ya a su fin”.

NOTA: Traducido del ruso por Amaya Lacasa.

Seleccionado y comentado por Nacho Segurado.