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‘Desmesura’, de Pierre Réverdy (1889 – 1960)

El mundo es mi prisión

si estoy lejos de lo que amo

vosotros no estáis demasiado lejos barrotes del horizonte

el amor la libertad en el cielo tan vacío

sobre la tierra agrietada de dolores

un rostro ilumina y calienta las cosas duras

que formaban parte de la muerte

a partir de este rostro

de estos gestos de esta voz

sólo soy yo mismo quien habla

sólo mi corazón el que resuena y palpita

una cortina de fuego pantalla tierna

entre los muros familiares de la noche

círculo encantado de las falsas soledades

haz de reflejos luminosos

lamentos

todos estos desperdicios del tiempo crepitan en el hogar

todavía un plano que se desgarra

un acto que falta al llamado

queda muy poca cosa por tomar

en un hombre que va a morir.

El surrealismo como movimiento de vanguardia no era sinónimo de absurdo. Hoy, su significado al margen de lo estrictamente artístico está pelín devaluado: desde una injusticia a una casualidad, todo lo calificamos sin más como surrealista. Aragon aseguraba que lo maravilloso parte del rechazo de la realidad.

Y Breton partía de la intuición de que había cosas que veía pero que no eran visibles. Al surrealismo le bastaba esta premisa: la realidad alberga un valor oculto que es necesario desvelar.

¿Y qué pinta en todo esto Pierre de Réverdy? Pues Réverdy es uno de los apóstoles del surrealismo, aunque su apellido haya quedado un poco oscurecido por su discreta vida monacal y por el derroche grandilocuente de sus principales popes. No hace falta rebuscar mucho en sus poesías para encontrar versos que fundan el surrealismo:

Si hubiese por lo menos sin que se la pudiera

Alcanzar una bella pradera hacia donde ir.

O:

Hacia la ciudad milagrosa donde mi corazón palpita.

O:

Todo lo bueno llega solo de arriba.

Y:

Liberar el espíritu de esta monotonía.

Luis Cernuda, en una definición que se ha convertido casi en canónica, se refirió a Pierre de Réverdy como el «más puro de los poetas franceses» del siglo XX. La fe depositada por Réverdy en la poesía «como reina del vacío» no está muy alejada de la espiritualidad anónima en la que se sumió los 35 últimos años de su vida. Confieso que no soy un entusiasmado ni del surrealismo ni de Réverdy, pero leer algún poema suyo -como este Desmesura para salir de la monotonía y matar la curiosidad más allá de los nombres clásicos de siempre, es un estupendo deporte.

NOTA: Traducido del francés por Alfredo Silva Estrada.

Seleccionado y comentado por Nacho Segurado.





‘Voy cayendo’, de Alejandra Pizarnik (1936 – 1972)

el vino es como un llanto desolado que

humedece mi juventud frente a tus besos que

otra deglute

el vino es el elixir que pulveriza los

pestilentes deseos de

mi cuerpo que

aletea gimiendo frente a tu efigie de

sombre amodorrada

el vino se aclara mezclado a mis

lágrimas tan mudas

tu rostro de gitano enharinado aparece en

cada burbuja

mi garganta es un archipiélago maldito

mi sien la tapa de un pozo inmundo

desearte amor y enfrentar tu altura con

cursis angustias

POEMA

Tú eliges el lugar de la herida

en donde hablamos nuestro silencio.

Tú haces de mi vida

esta ceremonia demasiado pura.

Creo que fue Freud -y si no, pues que sus estrambóticos discípulos me lo perdonen- quien dijo aquello, tan socorrido, de que uno puede defenderse contra el insulto, pero que contra el elogio se está indefenso. Gracias, Peckinpah, por tus comentarios (siempre sutiles) y por tus cumplidos (que no merezco).

Por cierto, que el psicoanálisis no está de más aquí, en el mismo párrafo que comienzo a escribir sobre Alejandra Pizarnik, poetisa argentina, suicida y surrealista. Y no por su nacionalidad y su final, imponderables quizá, sino por su obra, tan empapada de una vanguardia tan empapada de las lecciones del espinoso terapeuta vienés.

Los poemas de Alejandra Pizarnik son hojas de cuchilla -sus filos se llaman ‘corrupción’, ‘abismo’, ‘silencio’, ‘claroscuro’- que perforan «la suave necesidad de ser». Son casi siempre breves y casi nunca felices. Hablan de la Alejandra que está debajo de Alejandra con un vigor poético no impostado (ventajas de llegar un poco antes que los epígonos).

A pesar de la muerte, de las máscaras y de la metafísica de la ruina, las tres cosas omnipresentes en sus poemas, me aferro a lo que para mí salva a Pizarnik y por extensión a todo el movimiento surrealista: «Mirar con inocencia. Como si no pasara nada, lo cual es cierto«.

Seleccionado y comentado por Nacho Segurado




‘Lluvias’, de Aimé Césaire (1913 – 2008)

Lluvia que en tus más reprensibles desbordamientos no te

preocupas

de olvidar que las muchachas de Chiriqui de pronto sacan de

su corpiño nocturno una lámpara hecha de luciérnagas

emocionantes.

Lluvia capaz de todo menos de lavar la sangre que corre por los

dedos de los asesinos de los pueblos sorprendidos

bajo los inmenso bosques de la inocencia.

ORIGINAL EN FRANCÉS

Pluie qui dans plus répréhensibles débordements n’as

garde

d’oublier que les jeunes filles du Chiriqui tirent soudain de leur

corsage de nuit une lampe faite de lucioles

émouvantes.

Pluie capable de tout sauf de laver le sang qui coule sur les

doigts des assassins des peuples surpris sous

les hautes futaies de l’innocence.

(Para Óscar, ex porteador nubio)

«Despertad nuestras razas muertas», dice un verso de A la memoria de un sindicalista negro, de Aimé Césaire, uno de los mejores poetas negros -o mejor, uno de los mejores poetas- en lengua francesa. Su poesía, avanzadilla por escrito del concepto/movimiento de la negritud, por él inventado, parte de una poderosa raíz de denuncia política, anticolonial y liberadora.

Formalmente es una poesía apabullante, rica en imágenes, por momentos surrealista: «La poesía comienza con el exceso, la desmesura, las investigaciones determinadas por lo prohibido«. En su libro dedicado a Martinica, la isla natal de Césaire, André Breton escribió de él que «es un negro, sino un hombre que expresa todas las interrogaciones, todas las angustias, todas las esperanzas y todos los éxtasis».

Césaire, fallecido en 2008, defendió su militancia anti-colonial hasta el final de su vida. Según recordaron entonces los obituarios, en 2005 expresó de forma pública su oposición a una ley que reconocía el papel positivo de la presencia francesa en Ultramar, lo que le llevó a un roce diplomático con el entonces ministro del Interior galo, Nicolas Sarkozy.

NOTA: Traducción a cargo de Manuel Álvarez Ortega

Seleccionado y comentado por Nacho Segurado.




‘No comiste del loto del olvido’, de Olga Orozco (1920 – 1999)

Una lectora escribe para recomendarnos la difusión de los poemas de Olga Orozco, poetisa argentina de adscripción surrealista (como asidua de la vanguardia fue compañera de generación de Oliverio Girondo) fallecida en Buenos Aires en 1999.

En No comiste del loto del olvido, poema que pertenece al libro Cantos a Berenice, se perciben algunas de sus cualidades literarias, como la adjetivación audaz, las metáforas y sinestesias sublimadas o el persistente tema de la memoria y del olvido.

NO COMISTE DEL LOTO DEL OLVIDO

No comiste del loto del olvido

-el homérico privilegio de los dioses-,

porque sabías ya que quien olvida se convierte en objeto

inanimado

-nada más que en resaca o en resto a la deriva-

al antojo del caprichoso mar de otras memorias.

Y así escarbaste un día en tu depósito de sombras

y volviste a anudar con tiernos ligamentos huesecitos dispersos,

tejidos enamorados del sabor de la lluvia,

vísceras dulces como colmenas sobrenaturales para la abeja reina,

dientes que fueron lobos en las estepas de la luna,

garras que fueron tigres en la profunda selva embalsamada.

Y lo envolviste todo en ese saco de carbón constelado

que arrojaste hacia aquí, como hacia un tren en marcha,

y que en algún lugar dejó un agujero por el que te aspiran

y al que debes volver.

Seleccionado y comentado por Nacho Segurado.