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‘A la merced del sábado’, de Vicente Verdú (1942)

A la merced del sábado

Pegado a la merced del sábado

Sin angustias u otras consecuencias

Abierto a la hora inútil

Me apiado del sábado y su contigua

Conflagración dominical.

Muy resignado:

El anillo matrimonial y la decencia de orinar en casa propia.

La posibilidad de discernir

Y creer que todo va a ser definitivamente mejor.

Sólo la memoria es sobrehumana o real

Las uñas infamantes

A pesar de que, en ese día, estrictamente,

Se pueda –según norma- recomponer la salud

Y olvidar el trabajo abandonado:

Desestimar las armas las medallas

La idea de la soledad como un revólver

El horror de la cuchara ardiente

O a la acción justiciera del jefe en su mínima actitud.

Sábado de cataclismo demorado.

Establo donde la provisión se conforma y fondea,

En el corazón,

Como la bomba pura.

La poesía de Vicente Verdú formula las mismas obsesiones que sus libros y artículos pero presentadas con un envoltorio diferente. Lo dice él mismo en el prólogo que en 1990 escribió para una antología propia de un género en el que al cabo no ha triunfado. Y lo digo yo, que he elegido este A la merced del sábado sin saber que el último artículo (5-4-2010) que Verdú ha publicado en su blog lleva por título, precisamente, El fin de semana.

Verdú tiene unas dotes de observación extraordinarias, y parece que no pueda dejar nunca de escribir artículos, bien sea sobre las mutaciones sociales en las que parece que estamos perpetuamente sumergidos o bien sobre el crepúsculo del capitalismo que se esconde tras el anuncio de una cuchilla de afeitar de cinco hojas. A veces tanta exuberancia me satura, otras me estimula.

Sus poesías tienen sin duda algo de intimidad posmoderna y de costumbrismo futurista. Sus versos están cargados de avisos terminales, de mescolanzas inusitadas y furiosas: «niños absortos y raticidas«, «muebles venenosos», «bebés ácidos». Su visión de la ciudad como «metáfora descomunal» donde «el pánico de vivir se ahoga» es un clásico de hoy y de siempre (no he podido dejar de pensar en las Edge cities, que él mismo describe en su cataléptica visión del planeta americano) y sus referencias al amor, la edad o la muerte no sabría distinguir si son más poéticas que sociológicas:»Amamos la vida, pero no hemos aprendido a amar la edad».

NOTA: El poema A merced del sábado está incluido en la antología Poleo menta, publicada por El Instituto de Cultura Juan Gil Albert en 1990.

Nacho S. (En Twitter: @nemosegu)