Lluvia que en tus más reprensibles desbordamientos no te
preocupas
de olvidar que las muchachas de Chiriqui de pronto sacan de
su corpiño nocturno una lámpara hecha de luciérnagas
emocionantes.
Lluvia capaz de todo menos de lavar la sangre que corre por los
dedos de los asesinos de los pueblos sorprendidos
bajo los inmenso bosques de la inocencia.
ORIGINAL EN FRANCÉS
Pluie qui dans plus répréhensibles débordements n’as
garde
d’oublier que les jeunes filles du Chiriqui tirent soudain de leur
corsage de nuit une lampe faite de lucioles
émouvantes.
Pluie capable de tout sauf de laver le sang qui coule sur les
doigts des assassins des peuples surpris sous
les hautes futaies de l’innocence.
(Para Óscar, ex porteador nubio)
«Despertad nuestras razas muertas», dice un verso de A la memoria de un sindicalista negro, de Aimé Césaire, uno de los mejores poetas negros -o mejor, uno de los mejores poetas- en lengua francesa. Su poesía, avanzadilla por escrito del concepto/movimiento de la negritud, por él inventado, parte de una poderosa raíz de denuncia política, anticolonial y liberadora.
Formalmente es una poesía apabullante, rica en imágenes, por momentos surrealista: «La poesía comienza con el exceso, la desmesura, las investigaciones determinadas por lo prohibido«. En su libro dedicado a Martinica, la isla natal de Césaire, André Breton escribió de él que «es un negro, sino un hombre que expresa todas las interrogaciones, todas las angustias, todas las esperanzas y todos los éxtasis».
Césaire, fallecido en 2008, defendió su militancia anti-colonial hasta el final de su vida. Según recordaron entonces los obituarios, en 2005 expresó de forma pública su oposición a una ley que reconocía el papel positivo de la presencia francesa en Ultramar, lo que le llevó a un roce diplomático con el entonces ministro del Interior galo, Nicolas Sarkozy.
NOTA: Traducción a cargo de Manuel Álvarez Ortega
Seleccionado y comentado por Nacho Segurado.