La carretera duraba nueve curvas
y quince fríos minutos,
hasta el muelle de los barcos grandes,
presas de nuestros revólveres.
Y disparábamos contra el hierro
como aves felices, lejanas,
blancas como un secreto de mar.
Recuerdo que ya imaginábamos
que atestiguar la infancia
resultaría penoso y ocre,
y con el saber del tiempo invertido
manejábamos con destreza las balas.
Dice Lorenzo Plana, a propósito de la poesía como género introspectivo, que “no hay un arma más efectiva a la hora de cavar hacia el interior, hacia la nieve más arrebatadora”. Y así, en continua interrogación sobre sí mismo, ha ido cimentando su obra poética: como una forma de “desalojar lo obvio” y como un deseo de “habitar la paradoja”, como en otro de sus poemas, el titulado Huckleberry Finn:
Un día me escapé de nuestro piso,
me estuvieron buscando mil ventanas.
Sé que ha pasado el tiempo:
llegarán a decirme que nadie inventó el mar.
Y qué importa, si tienes
un instante después de cada instante
y hay mil ventanas rotas,
un universo desproporcionado,
un mar sin inventar.
Seleccionado y comentado por Nacho Segurado.