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‘Los nadies’, de Eduardo Galeano (1940)

Sueñan las pulgas con comprarse un perro y sueñan los na-

dies con salir de pobres, que algún mágico día llueva de pronto

la buena suerte, que llueva a cántaros la buena suerte; pero la

buena suerte no llueve ayer, ni hoy, ni mañana, ni nunca, ni en

lloviznita cae del cielo la buena suerte, por mucho que los na-

dies la llamen y aunque les pique la mano izquierda, o se le-

vanten con el pie derecho, o empiecen el año cambiando de

escoba.

Los nadies: los hijos de nadie, los dueños de nada.

Los nadies: los ningunos, los ninguneados, corriendo la

Liebre, muriendo la vida, jodidos, rejodidos:

Que no son, aunque sean.

Que no hablan idiomas, sino dialectos.

Que no hacen arte, sino artesanía.

Que no practican cultura, sino folklore.

Que no son seres humanos, sino recursos humanos.

Que no tienen cara, sino brazos.

Que no tienen nombre, sino número.

Que no figuran en la historia universal, sino en la crónica

Roja de la prensa local.

Los nadies, que cuestan menos que la bala que los mata.

La primera vez que leí Las Venas abiertas de América Latina, el mismo año que entré en la universidad, quedé rápidamente fascinado. Fascinado por la propia historia de persecución y censura del libro, y fascinado también por el modo punzante y combativo con que se narraba la epopeya del continente. Cualidades ambas que encajaban muy bien con la idea de una Latinoamérica refugio último del mito y las causas perdidas… más mitificadas cuanto más perdidas.

Sólo tres años después abominaba de él por historicista y maniqueo. De exaltarlo pasé a considerarlo una obra escrita para convencidos, para creyentes, y por lo tanto muy mermada de rigor histórico (esto último es objetivamente cierto). Y hace unos meses, cuando sobre la mano tendida de Obama Hugo Chávez depositó orgulloso el libro de Galeano, comprendí con algo de pena que la sombra de sus defectos doctrinarios era, en efecto, muy alargada. Cuento esto porque quizá sea, grosso modo, la manera en que ha evolucionado la opinión de muchos, incluso muchos situados en posiciones de izquierda.

Personalmente, y a pesar de este desencanto, Eduardo Galeano me sigue pareciendo un estupendo narrador y un poeta más que aceptable. Cuando no cae en el victimismo ni en el sentimentalismo sus cuentos y poemas son desgarradores y detallan historias cuyo trasfondo social haríamos bien en no olvidar. Como historiador amateur no sobrevivirá más décadas de las que sobreviva el populismo, pero como escritor con notables cualidades artísticas, creo que sí lo hará.

Seleccionado y comentado por Nacho Segurado.



«Ya no será», de Idea Vilariño

Ha muerto Idea Vilariño, una grandísima poeta latinoamericana. Se enamoró, según ella, «del último hombre del que debía enamorarse«. Se refería nada menos que a Juan Carlos Onetti (muerto en Madrid en mayo de 1994, tras pasar en la cama los cinco últimos años de su vida).

Varios amigos y amigas me habían recomendado, hace años, que leyera los «Poemas de amor», de Idea Vilariño, una uruguaya de armas tomar. Fue profesora de Literatura y animadora de la revolución cubana. (Compuso este poema a la muerte del Che: «Digo que no murió«). Huyó de la dictadura uruguaya y viajó -poeta y militante- por Europa y América.

Leí algunos versos suyos descarnados, de gran lirismo, que me sorprendieron por la fuerza salvaje de sus contrastes y su musicalidad. Me pareció una gran pesimista, una moribunda lleva de vida, o sea, llena de pasión. Pero no puedo decir que conociera su poesía.

El martes pasado, 28 de abril, me enteré de su muerte, a los 89 años, tras una operación quirúrgica. Al día siguiente, leí los obituarios y busqué su obra -cómo no- en Google.

Desde entonces, estoy pensando elegir uno de sus poemas de amor (mas bien de sangrante desamor) para incluir en este blog, que algunos tenemos medio abandonado por la crisis. (Precisamente cuando más falta nos hace la poesía).

Tras su muerte, crecen y se agigantan sus poemas. Ahora no me canso de leerla. Por eso, la recomiendo vivamente. ¡Qué tarde!

Finalmente, me he inclinado por el poema más conocido de Idea, que es precisamente el que escribió cuando puso fin a su relación con Onetti:

«Ya no será»

Ya no será

ya no

no viviré contigo

no criaré a tu hijo

no coseré tu ropa

no te tendré de noche

no te besaré al irme

nunca sabrás quién fui

por qué me amaron otros.

No llegaré a saber por qué ni cómo nunca

ni si era de verdad

lo que dijiste que era

ni quién fuiste

ni qué fui para ti

ni cómo hubiera sido

vivir juntos

querernos

esperarnos

estar.

Ya no soy más que yo

para siempre y tú

ya

no serás para mí

más que tú. Ya no estás

en un día futuro

no sabré dónde vives

con quién

ni si te acuerdas.

No me abrazarás nunca

como esa noche

nunca.

No volveré a tocarte.

No te veré morir.

Es un poema que me encanta, pero esta mujer «me llega» especialmente, casi me golpea, con esos poemitas de una o dos frases como ese «Uno siempre está solo» que escribió un día a la muerte de una persona muy querida para ella:

Uno siempre está solo

pero

a veces

está más solo

A los pocos días de la muerte de Idea, no me resisto a incluir también -con la venia de Virgina, la jefa del blog- este otro poema suyo:

Si muriera esta noche…

Si muriera esta noche

si pudiera morir

si me muriera

si este coito feroz

interminable

peleado y sin clemencia

abrazo sin piedad

beso sin tregua

alcanzara su colmo y se aflojara

si ahora mismo

si ahora

entornando los ojos me muriera

sintiera que ya está

que ya el afán cesó

y la luz ya no fuera un haz de espadas

y el aire ya no fuera un haz de espadas

y el dolor de los otros y el amor y vivir

y todo ya no fuera un haz de espadas

y acabara conmigo

para mí

para siempre

y que ya no doliera

y que ya no doliera.

Seleccionado y comentado por José A. Martínez Soler