Mantiene una conversación sagrada
aunque sea un arte moribundo. Sonríe,
por turnos es en parte adulador hoy,
en parte Oberfüher. Sabe cuál
es el secreto.
De la delgada cartera de mano salen
mapas de todo el mundo:
desiertos, océanos,
fotografías, obras de arte-,
allí está todo, todo allí
para la pregunta
cuando las puertas se abren violentamente,
o se cierran de un portazo.
En las vacías
habitaciones todas las noches cena
solo, ve la televisión, lee
el periódico con una lujuria
que empieza y termina en las puntas de sus dedos.
No hay Dios,
y la conversación en un arte moribundo.
No es el primer poema de Raymond Carver que aparece en el blog. Hernán Zin seleccionó hace ya unos meses el titulado Miedo y trazó un sucinto y acertado perfil de la vida y obra del genial cuentista.
El vendedor del libro del mundo forma parte del puñado de poemas que Carver escribió -a contrarreloj del cáncer que acabaría con su vida- en compañía de su mujer, la poetisa Tess Gallagher. El libro se titula Un sendero nuevo a la cascada, y en él se conjugan los homenajes a sus autores predilectos (Chéjov, Milosz, Seifert) con versos sencillos, de una intimidad exenta de morbosidad, donde da cuenta de su ahora y agradece la propina de los años y de la compañía.
Seleccionado y comentado por Nacho Segurado.