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‘La culpa’, de Rosa Chacel (1898 – 1994)

La culpa se levanta al caer de la tarde,

la oscuridad la alumbra,

el ocaso es su aurora…

Se empieza a oír la sombra desde lejos

cuando el cielo está limpio aún sobre los árboles

como una pampa verdeazul, intacta,

y el silencio recorre

los quietos laberintos de arrayanes.

Llegará el sueño: alerta está el insomnio.

Antes que caiga la cortina oscura,

gritad al menos, hombres,

como el pavón metálico que grazna su lamento

desgarrado en la rama de la araucaria.

Gritad con voces múltiples,

piad entre la enredadera,

entre las hiedras y rosales trepadores.

Buscad refugio en las glicinas

con los gorriones y zorzales

porque avanza la onda de la noche

y su ausencia de luz,

y su implacable huésped

de suaves pasos, el peligro.

«Escasamente sociable, pero delicadamente sensible» para Miguel Delibes. «Simpática y celosa de su intimidad» según Soledad Puértolas. «Perspicaz y despiadada, tanto con los demás como consigo misma» en opinión de Javier Marías.

El semblante público de Rosa Chacel parece que fue el de una mujer sincera hasta lo dañino, tierna, juiciosa y al tiempo un punto distante. Adjetivos todos que valen para su poesía, eje de su obra literaria a pesar de su brevedad. «Luz, verdad y forma», dice el último verso de Apolo, poema donde expresa su ars poetica.

Poesía como un molde clásico donde acoplar el espíritu al dictado de las nuevas corrientes literarias -Rosa Chacel fue miembro de la Generación del 27- y siempre con el horizonte implacable de lo culto y lo apolíneo. Así lo dejó escrito ella: «¿Por qué no hacemos versos clásicos, por ejemplo, sonetos cuya forma es intocable, metiendo en su redondez de vaso sagrado las más informes, abruptas e incongruentes imágenes?».

NOTA: La Culpa está incluido en Versos prohibidos (Tusquets; Barcelona, 1978).

FOTO: www.educa.madrid.org

Nacho S. (En Twitter: @nemosegu)