A Dafne ya los brazos le crecían
y en luengos ramos vueltos se mostraban;
en verdes hojas vi que se tornaban
los cabellos qu’el oro escurecían;
de áspera corteza se cubrían
los tiernos miembros que aun bullendo ’staban;
los blancos pies en tierra se hincaban
y en torcidas raíces se volvían.
Aquel que fue la causa de tal daño,
a fuerza de llorar, crecer hacía
este árbol, que con lágrimas regaba.
¡Oh miserable estado, oh mal tamaño,
que con llorarla crezca cada día
la causa y la razón por que lloraba!
Su espada valía tanto como su pluma. Diverso entre contrarios, como él mismo alcanzó a describirse. Arquetipo de poeta guerrero y devoto representante de la cultura literaria del Renacimiento. Alcanzó la gloria y la muerte al servicio del emperador Carlos V. Y logró algo que hoy nos parece extraño, participar activamente de su belicoso siglo y encontrar un terreno al margen para cultivar su locus amoenus. También tiempo para la introspección:
Cuando me paro a contemplar mi’stado
y a ver los pasos por dó me han traído,
hallo, según por do anduve perdido,
que a mayor mal pudiera haber llegado.
He descartado por razones obvias de espacio sus églogas, epístolas y elegías (quienes queráis seguir leyendo o releyendo su obra podéis hacerlo en esta página espléndida). Dudaba entre una canción, una copla o un soneto. Y me decidí por éste último. El XIII es uno de los más justamente recordados: el mito de Apolo y Dafne suscita en Garcilaso el doloroso recuerdo del amor perdido y las lágrimas, siempre impotentes.
Nacho S.