Y se queda uno con la esperanza,
colgando de su delgado hilo
de tantas cosas colgando,
de tantas esperanzas deshaciéndose,
con tanto temor oculto,
con tantos olvidos como caben
en un instante, tantos olvidos
vividos y padecidos,
como para llenar una estrella.
Y esa mujer que llegó hoy con su misterio,
con su etereidad, que lo hace posible,
que la define y la sostiene
y ha dejado la casa
llena de su misterio.
El casi centenario (hubiera cumplido el siglo el 9 de octubre) José Antonio Muñoz Rojas falleció el pasado lunes en su casona de Málaga. Poeta, memorialista, traductor, prosista, Muñoz Rojas, pese a la gran amistad que le unió con muchos de los escritores del 27, se inserta cronológicamente en la generación siguiente, al lado de figuras como Leopoldo Panero, Luis Rosales o Dionisio Ridruejo.
Políticamente, lo recuerda hoy miércoles Andrés Trapiello en un sentido artículo, Muñoz Rojas perteneció, como Gaziel o Chávez Nogales, a la “improbable tercera España”. Poéticamente fue no sin fastidio más machadiano que juanramoniano, un escritor intimista, sencillo, nostálgico de la infancia y las primeras experiencias y también del mundo rural en extinción, al que se acercó con un lirismo exento de paternalismo.
Foto: EFE
Seleccionado por Nacho Segurado.