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Podrán cortar todas las flores, pero no podrán detener la primavera. (Pablo Neruda)

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Empezamos el año con ciudades menos acogedoras y más contaminadas

©Jorge Paris

El año 2016 terminó mal. Nuestras ciudades, donde ya vive más de la mitad de la población mundial, se están haciendo irrespirables. El 54 por ciento de la población mundial reside ya en áreas urbanas y se prevé que para 2050 llegará al 66 por ciento, según datos de un informe de la ONU. Ya hay 30 megaurbes con más de 10 millones de habitantes y Tokio es la mayor de ellas, con 38 millones.

Se supone que para nuestra especie es una ventaja, pues todos juntos encontramos más fácilmente recursos para vivir; en cantidad, pero no en calidad. La calidad vital está cada día más alejada de las grandes ciudades, donde ahora mismo el mayor problema es el de la contaminación atmosférica. Ahí está Madrid, descubriendo como quien se despierta de una pesadilla que lleva décadas envenenándose ante la inactividad de unos políticos complacientes con los monopolios energéticos e industriales. Comprobando que ya es tarde para poner en marcha otras soluciones que no pasen por reducir el abusivo uso que hacemos de los vehículos particulares y sobre todo para renovar el viejuno parque móvil de camiones de reparto. Lee el resto de la entrada »

Vuelven las oscuras golondrinas, cada vez más pronto

 

golondrina común foto eduard reverte

El sevillano Gustavo Adolfo Bécquer era un grandísimo poeta, pero de aves no tenía ni idea. Uno de sus versos más famosos asegura: “Volverán las oscuras golondrinas de tu balcón sus nidos a colgar, y otra vez con el ala a tus cristales, jugando, llamarán”. Pero no. No eran golondrinas (Hirundo rustica) sino aviones comunes (Delichon urbicum). Lee el resto de la entrada »

Ya han llegado las golondrinas, los cucos y los ruiseñores

Golondrina ventana_Mario Cea

Las aves migratorias están de vuelta a casa. A la nuestra, pues para ellas tan casa es la zona de invernada como la de cría. Volver a disfrutar con el vuelo familiar de las primeras golondrinas en los pueblos, escuchar en el soto el primer ruiseñor, la bella oropénola, el aprovechado del cuco o el incansable abejaruco; también las meseteñas collalbas. Lo habrás notado estas vacaciones a poco que hayas salido al campo, donde el milano negro vuelve a ser habitual. La primavera es ahora mismo una evidencia pajaril, aunque cada vez estas especies llegan con el calendario más trastocado.

Las golondrinas, por ejemplo, vuelven cada vez más pronto a España. El estudio y seguimiento de las poblaciones que lleva a cabo SEO/BirdLife de manera continua está permitiendo constatar un cambio en sus pautas migratorias. En medio siglo, la llegada de estas aves desde África al comienzo de la primavera se ha adelantado dos semanas. Si en la década de los 60 del siglo XX la fecha media de llegada a la península Ibéricaestaba en torno al 30 de marzo, ahora está en el 16 de marzo.

Los primeros ejemplares de golondrina común (Hirundo rustica) llegan en el mes de febrero y los últimos en partir lo hacen en el mes de noviembre.  Además, la península Ibérica es una zona de paso de parte de la población europea. Millones de golondrinas atraviesan en primavera nuestro territorio cuando se dirigen hacia las zonas de cría en el norte del continente y vuelven a pasar hacia el sur en otoño en su ruta hacia las áreas africanas donde invernan.

Gracias al registro de los primeros avistamientos por parte de observadores aficionados a las aves es posible anotar cada año la fecha de llegada y de paso migratorio de esta especie por el mayor número posible de lugares (Programa Aves y Clima de SEO/BirdLife). El registro de estos datos desde mediados del siglo XX ha permitido constatar el adelanto de la llegada de las golondrinas a España.

“Esta pauta podría tener que ver con el cambio global”, explica Blas Molina, técnico del área de Seguimiento de Avifauna de SEO/BirdLife, a través de una nota de prensa. “Unas temperaturas más benignas conllevan que la disponibilidad de insectos sea mayor y haya recursos disponibles para un ave insectívora a finales de invierno, pero parece que esto por sí solo no explica estos cambios en los patrones de migración”, matiza el ornitólogo de SEO/BirdLife.golondrina3© José Manuel Arcos

Otros factores como los cambios en el uso del suelo en el norte de África parecen tener un peso mayor en el acortamiento de las distancias migratorias, comenta Blas Molina. De hecho, esto ha dado lugar a un aumento de los individuos que deciden no cruzar al otro lado del Sahara para pasar el invierno y se quedan en zonas del norte de África. Esto implica acortar el camino de ida y vuelta y que puedan llegar mucho más pronto a las zonas de cría en Europa.

Paralelamente al adelanto de la llegada de la golondrina en primavera a España, se ha registrado un aumento de los individuos presentes en pleno invierno (diciembre-enero) principalmente en el suroeste peninsular, en las zonas más térmicas, explica Blas Molina.

Sobre los viajes de las golondrinas

En sus rutas migratorias, las golondrinas tienen que atravesar zonas marinas y aunque cruzan por el Estrecho de Gibraltar, no desdeñan hacerlo también por pleno mar hasta alcanzar la costa. El cruce África-Europa puede verse frenado por los vientos fuertes de Levante que soplan con frecuencia en la zona del Estrecho. Las condiciones meteorológicas en un año concreto pueden influir por tanto en un atraso o adelanto del cruce desde África a Europa en esa temporada. Sin embargo, la larga serie histórica de observaciones permite constatar que hay una marcada y continua tendencia a adelantar su llegada a Europa, al margen de las variaciones que puedan darse entre años consecutivos.

Durante sus viajes, las golondrinas utilizan los ríos y las líneas de costa que marcan la dirección de avance. Y usan las masas de vegetación en los humedales para pasar la noche. En esas ocasiones se pueden concentrar cientos y hasta varios miles de ellas, sobre todo una vez terminada la reproducción. 

Golondrina, Ave del Año 2014

La golondrina común fue declarada Ave del Año 2014 por SEO/BirdLife, ya que se ha constatado un fuerte declive de su población, que ha descendido un 30% en la última década. En 2004 se estimó una población de 30 millones de golondrinas comunes en España. Lamentablemente, las estimaciones actuales indican una reducción en torno a 10 millones de ejemplares.

Fenología golondrina

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Los plaguicidas nos arrastran hacia un mundo silencioso… y hambriento

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Imagen: © Colin Grey / Wikimedia Commons

En 1962 Rachel Carson horrorizó al mundo al explicar cómo el DDT, peligroso y cancerígeno insecticida, arrastraba al mundo hacia una Primavera Silenciosa. Un planeta sin aves canoras. Bosques y campos sin otros sonidos que el viento y nuestros coches. 10 años después se prohibía su producción y uso. Pero no hemos aprendido nada.

Una revisión de la literatura científica publicada en los últimos años sobre los plaguicidas sistémicos o neonicotinoides confirma que están causando daños significativos a un gran número de especies de invertebrados beneficiosos y son un factor clave en el declive de las abejas.

Según los autores del estudio, el uso generalizado de estos productos está teniendo un impacto similar al del DDT y su efecto va más allá de las tierras de cultivo.

Según explica SEO/BirdLife a través de un comunicado, lejos de asegurar la producción de alimentos, estos plaguicidas están amenazando la propia capacidad productiva a largo plazo, pues reducen o eliminan los polinizadores y los controladores naturales de las plagas, elementos clave del buen funcionamiento de los sistemas agrarios.

La preocupación sobre el impacto de los plaguicidas sistémicos o neonicotinoides en una amplia variedad de especies beneficiosas ha crecido en los últimos 20 años, pero hasta ahora las evidencias no habían sido consideradas concluyentes.

Para realizar un análisis completo de la situación, el Task Force on Systemic Pesticides, un grupo internacional de científicos independientes que asesora a la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (IUCN), ha revisado durante cuatro años toda la literatura científica disponible, más de 800 estudios publicados en revistas de alto impacto sometidas al sistema de revisión por pares.

Este meta-análisis, el Worldwide Integrated Assessment (WIA), será publicado próximamente en el Journal Environment Science and Pollution Research. Su conclusión es que hay claras evidencias de que los plaguicidas sistémicos causan un impacto tan grave que exigen una imperiosa regulación de su uso.

 

Las aves agrarias están en declive 

Para SEO/BirdLife, ésta es una prueba más de la degradación ambiental de los sistemas agrarios, detectada ya a través de sus programas de seguimiento de aves, que muestran un declive continuado de las especies comunes asociadas a los paisajes agrarios.

Por ejemplo, la golondrina, Ave del Año de 2014, muestra una reducción de su población de más del 30% en la última década. Y otras, como la codorniz, el sisón o la calandria están en una situación similar.

El uso de plaguicidas se une a otros factores que influyen en este escenario de pérdida de biodiversidad, como la reducción directa de hábitats favorables o enfermedades nuevas traídas con el comercio internacional de mercancías.

Aunque la UE ya ha prohibido temporalmente el uso de estos productos en algunos cultivos, el problema tiene una escala global. De acuerdo con SEO/Bird Life, sería necesario empezar a trabajar en un cambio profundo del modelo agrario, reconectando los sistemas productivos a los ciclos naturales.

Esto podría tener un impacto en los rendimientos por hectárea en ciertas zonas, pero igualmente acabaría reduciendo los costes crecientes en inputs y ofrecería más garantías de futuro sobre el suministro de alimentos. Cuestión que por otra parte requiere atajar también otros problemas como la distribución, el acceso y el desperdicio de comida, junto con los modelos de consumo y las dietas.

En todo caso, lo fundamental ante los neonicotinoides sería aplicar el principio de precaución, pero no se hace. El principio máximo de nuestra sociedad actual es el del negocio. Los que vengan detrás, ya sean abejas, pájaros o nuestros hijos, que arreen.

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Un búho se come al Matusalén de las golondrinas españolas

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Ya os lo he contado aquí en otras ocasiones. Las aves poseen el secreto de la eterna juventud. No son eternas, es verdad, pero nunca envejecen. Da igual la edad. En cuanto adquieren el plumaje de adultos su semblante no cambia jamás.

¿Y cuánto tiempo pueden vivir? Depende de especies y de si viven en cautividad o en su medio natural, esto último mucho más peligroso. Algunas son de larga vida, como águilas, buitres o loros, y pueden llegar a los 40 años. Otras apenas sobreviven 2 ó 3 años, como nuestras golondrinas y aviones.

Pero respecto a estos últimos siempre hay quien rompe los esquemas a los científicos. Como un avión común (Delichon urbicum) de Badajoz al que los ornitólogos han bautizado como Matusalén, el personaje bíblico al que se le supone que llegó a cumplir 969 primaveras. En el caso concreto del pájaro pacense vivió 8 años,  más del doble de lo normal, todo un récord para esta especie de pequeño tamaño que cría en nuestras latitudes y pasa el invierno en África. Si fuese un ser humano tendría 150 años.

Pero esta buena noticia lleva asociada la mala noticia de su descubrimiento. El pajarito (sus restos) apareció en el interior de la egagrópila de un cárabo (Strix aluco), un búho de amplia distribución en España. La egagrópila, por si no lo sabes, es la pelota de huesos, plumas y pelos que las rapaces y otras aves vomitan después de haberse tragado a sus piezas enteras. Analizando sus contenidos es fácil conocer los detalles alimenticios del animal. Y en el caso concreto de este búho, los estudiantes de Biología de la Universidad de Extremadura descubrieron que se había cenado al venerable Matusalén. Una presa poco habitual para una rapaz nocturna.

¿Qué cómo sabían que era él? Porque entre plumas y huesos apareció la anilla metálica con la que en esa misma Facultad, apenas a 400 metros de donde apareció la egagrópila, había sido anillado el avión común como pollo en su nido en 2005. Desde entonces hizo largas migraciones entre África y Europa de miles de kilómetros de distancia. Tanto moverse para venir a morir al mismo lugar donde nació. Como diría el latino: Omnia mors aequat. La muerte lo iguala todo.

Puedes leer la noticia completa de este hallazgo en la página de SEO/BirdLife.

Foto Wikimedia Commons. Autor: Ómar Runólfsson

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Las aves viajeras se van con el otoño pero podemos seguir espiándolas desde casa

No lo vas a notar, pero según cálculos del Observatorio Astronómico Nacional mañana sábado 22 de septiembre, exactamente a las 16:49 horas, llega el otoño. No será el día 21, como nos enseñaron en el colegio, por culpa de la poco ajustable órbita de la Tierra alrededor del Sol con nuestro calendario gregoriano. De hecho, a lo largo del siglo XXI el otoño se iniciará en los días 22 y 23 de septiembre, pero nunca el 21.

Sea como fuere, tenemos por delante 89 días y 20 horas de melancólica estación hasta que el 21 de diciembre (esta vez sí) nos llegue el invierno. Tiempo de hojas marchitas y tardes doradas cuando, como dijo Juan Ramón Jiménez,

“en una decadencia de hermosura

la vida se desnuda”.

Es tiempo también de grandes cambios en la naturaleza. De berreas de ciervos encelados y de viajes imposibles de las aves estivales hacia África.

Hasta hace poco, la migración de los pájaros era un misterio. ¿Dónde se iban las golondrinas finalizado el verano? Aseguraba Aristóteles que se escondían en agujeros y allí hibernaban. Otros las imaginaban enterradas durante meses en el barro. El anatómico inglés John Hunter trató de demostrarlo empíricamente en el siglo XVIII: capturó un grupo de golondrinas, esperó al otoño y las sumergió bajo el lodo. Llegada la primavera, y tras comprobar que todas habían muerto, comenzó a dudar.

Más prudente, su contemporáneo el naturalista alemán Johann Leonhard Frisch ató cintas de colores a las patas de las avecillas y las soltó. Cuando meses después todas ellas regresaron con la primavera, dedujo que no habían estado enterradas pues las cintas se veían limpias.

Hoy tenemos una tecnología maravillosa que nos permite saber con exactitud a dónde van las aves. Y gracias al proyecto migraciondeaves.org de SEO/BirdLife y al apoyo de los satélites, podemos seguir sus movimientos desde el ordenador día a día.

Así sabemos que Picoto, un halcón abejero (Pernis apivorus) marcado en el cacereño Valle del Jerte, devora ahora insectos en Liberia. O que una carraca europea (Coracias garrulus) de Villamanta (Madrid) campea en estos momentos por el sur de Níger con la misma confianza que hace poco lo hacía por la cuenca del río Alberche.

Aunque millones de ellas no llegan. Como la pequeña buscarla pintoja (Locustella naevia) que esta semana se estrelló contra los cristales del Museo de la Evolución Humana de Burgos. Otra víctima inocente más de nuestros modernos edificios transparentes inútilmente iluminados toda la noche. Pero así es la naturaleza y el hombre. Es el otoño. Es la vida.

Foto: Técnicos de SEO/BirdLife instalan en Madrid un emisor GPS a una carraca, Ave del Año 2012, que ahora pasa el otoño en Níger (África centro occidental) tras recorrer más de 3.200 kilómetros y atravesar seis países en apenas un mes. Guillermo Prudencio/EFE

Mapa: Pantallazo del viaje de la carraca anillada en el sur de Madrid, según el mapa ofrecido por el proyecto migraciondeaves.org de SEO/BirdLife.

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Una golondrina se llevó a mi amigo más indignado

Hoy el día amaneció en Fuerteventura extrañamente gris, frío, triste. A primera hora de la mañana una golondrina nerviosa se cruzó por delante de mi camino nerviosa, tenaz. Estaba empeñada en la titánica tarea de llegar a Europa contra viento y marea, arrostrando con decisión casi suicida un fresco alisio que la empujaba en sentido contrario, hacia el océano. Poco a poco iba avanzando hacia ese lejano lugar grabado en el cerebro como el mejor posible para sacar adelante su pollada una primavera más, quizá la viga de una cuadra en un pueblecito de La Cabrera. En ese momento un mensaje me llegó al teléfono móvil: «José Luis ha muerto«.

No soy nada espiritual ni menos religioso, pero por influencia de mis estudios etnográficos tengo tendencia a tratar de leer los símbolos de la naturaleza como antiguamente lo hacían pastores y brujas. Sin creer en ellos, me gusta pensar que son ciertos. Y en esta ocasión, para mi desgracia, lo ha sido.

José Luis Estrada Liébana fue mi director durante una larga década en que trabajé en Diario 16 de Burgos. Compañero, amigo y confidente, se empeñó en hacer de mí un periodista de raza, más allá de los temas históricos y medioambientales a los que yo me aferraba como refugio profesional. Me puso al frente de la sección de Economía, me empujó a los puestos de redactor jefe, y me convirtió en su mano derecha durante unos durísimos años de lucha periodística de trincheras contra la corrupción en una ciudad que, como él repetía, seguía sin enterarse de que Franco había muerto.

A pesar de las muchas cicatrices que le infligió la vida seguía siendo una persona profundamente idealista. Se sumó con entusiasmo al movimiento del 11-M en León y llegó a publicar un pequeño libro de lectura obligatoria: «¡A la plaza! Panfleto para jóvenes sin futuro y adultos mal aparcados por la crisis«.  Un texto dirigido a los jóvenes para que su hartazgo se convirtiera en indignación y ésta en movilización para reconquistar un futuro que la crisis nos ha robado.

Como cada vez que se nos muere un ser querido, lo que más nos duele son esas miles de cosas que ya no podremos compartir con él, esas conversaciones truncadas, esas emociones sin reciprocidad. Cuando un amigo se va algo se muere en el alma, es verdad. Y apenas nos queda como presencia ese vuelo tenaz de la terca golondrina leonesa y los versos amargos de Miguel Hernández:

«A las aladas almas de las rosas

del almendro de nata te requiero,

que tenemos que hablar de muchas cosas,

compañero del alma, compañero».

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Llega la primavera más florida

Toda la primavera dormía en nuestras manos este largo invierno de fríos, lluvias y nieves. Parecía imposible, pero al final ha despertado. Exactamente, astronómicamente, la nueva estación hará su entrada triunfal en nuestro hemisferio mañana sábado a las 18.32 horas (hora oficial peninsular).

Sin necesitar reloj, los primeros almendros y cerezos hace días que visten sus más floridas galas, anticipando la fecha junto a violetas, narcisos y orquídeas. También han hecho su aparición las primeras aves viajeras, aquellas cuyo prodigioso instinto no precisa calendarios. Golondrinas y aviones, recién llegados de África, empiezan a arreglar sus frágiles nidos de barro, ajenos a los gritos nerviosos de los siempre con prisa vencejos, al canto aflautado del zorzal. Milanos, alimoches, águilas culebreras ciclean sobre los cielos en un placentero baile nupcial, mientras se despiden las últimas grullas y los gansos más tardíos. Eslizones y lagartos salen de su letargo para saludar al sol, la boca abierta de asombro ante otro duro reto de la vida.

La nueva estación durará 92 días y 18 horas, y será mucho más luminosa a partir de que el próximo domingo 28 de marzo recuperemos el horario de verano. Cada día amanecerá dos minutos antes y atardecerá un minuto más tarde, haciéndonos así más felices a todos.

Es verdad que “una golondrina no hace verano”, que hasta el 40 de mayo no nos podremos quitar el sayo, pero el espectáculo está servido. Para todos, incluso para los alérgicos al polen, quienes por la misma razón se enfrentarán a una época complicada. Más luz, más calor, después de un invierno inusualmente lluvioso, nos augura una primavera florida como pocas.

Este fin de semana es un buen momento para descubrir los primeros indicios. Para pasear por parques y campos. Para sentir esa naturaleza sin la que, como decía Miguel Delibes, no somos nada.

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Rambo sobrevive al invierno

Rambo es una heroica golondrina común (Hirundo rustica) que ha logrado una hazaña inimaginable, sobrevivir en Inglaterra al invierno más frío de los últimos 30 años.

Pájaro extremadamente delicado, debería haber migrado al cálido África subsahariano el pasado otoño, pero por razones desconocidas no lo hizo, prefirió quedarse en una reserva natural cercana a la ciudad de Penzance, en la península de Cornualles.

Otras seis compañeras que se quedaron con ella no lo resistieron y perecieron con la llegada de los primeros fríos. Pero emulando al sufrido personaje de Sylvester Stallone, esta joven golondrina (cuyo género se ignora) sigue viva para desconcierto de los ornitólogos, tras haber superado temperaturas inferiores a los 12 grados bajo cero. Un frío que acaba con moscas y mosquitos, su único alimento y fuente energética disponible. ¿Qué comía? Nadie lo sabe.

Una noticia como ésta habría pasado completamente desapercibida en España, pero en el Reino Unido, donde el amor por las aves es generalizado, ha acaparado estos días televisiones y periódicos, entre ellos los populares Daily Mail y The Sun.

Aquí en nuestro país la climatología es más benigna, por lo que siempre se quedan algunas golondrinas y aviones a pasar el invierno en el sur peninsular. Y aunque el frío todavía sea generalizado, las primeras valientes están comenzando a regresar de su viaje africano. Por ejemplo en el sur de Madrid, donde estos días se han visto varias en unas graveras encharcadas.

Nosotros no lo notamos, pero ellas, aunque no sean Rambo, ya huelen la primavera.

Fotos: Daily Mail.

Varios nidos impiden derribar un edificio en ruinas

Vamos por el buen camino en el respeto a los animales. Hace un año ya os hablé de la multa de 36.000 euros a una constructora de El Campello (Alicante) por destruir 14 nidos de una pequeña golondrina, el avión zapador (Riparia riparia).

Hoy me he llevado una nueva alegría pues ha sido la propia Policía Local de Málaga la que, tras consultarlo con la Consejería de Medio Ambiente de la Junta de Andalucía, ha paralizado el derribo de un viejo edificio de propiedad municipal. Y todo porque en sus aleros y grietas existe una pequeña colonia de aviones comunes (Delichon urbica), integrada por 43 nidos, junto con varias decenas más de parejas de vencejo (Apus sp.).

Según indicó la propia Junta en un comunicado, se recuerda que ambas especies se encuentran catalogadas como «de interés especial» por el Real Decreto 439/90 de 30 de marzo por el que se regula el Catálogo Nacional de Especies Protegidas, además de la Ley 4/89 de Conservación de los Espacios Naturales y de la Flora y Fauna Silvestre del Estado, y de la Ley 8/2003 de 28 de octubre de la Flora y Fauna Silvestre de la Junta de Andalucía. La legislación establece la prohibición tanto de «dar muerte» como de «capturar, dañar, perseguir o molestar» a estos animales, así como perturbar o «quitar de forma intencionada nidos o huevos».

La reanudación de la demolición deberá solicitarse a Medio Ambiente a finales de agosto, cuando finalice la época de nidificación.

La noticia me da pie para recordar a todos precisamente esto, que no se pueden destruir los nidos de los aviones, y menos ahora que ya están con pollos. Las oscuras golondrinas cantadas por Bécquer, esas que en los balcones sus nidos ponen a colgar, también pueden mancharlos lo suyo, pero esas molestias no son nada para el beneficio que nos reportan como eficaces insecticidas naturales. Y las multas por acabar con sus casas de barro a escobazos pueden ser muy altas.

No sé tú, pero a mi me encantaría poder tener a estas preciosas aves criando en mi casa. El problema es que son siempre ellas las que eligen. Y si te eligieron a ti, no deberías rechazarlas.