Viaje a la guerra Viaje a la guerra

Hernán Zin está de viaje por los lugares más violentos del siglo XXI.El horror de la guerra a través del testimonio de sus víctimas.

De «Nacido en Gaza» a «Nacido en Siria»

Cuando tomé la decisión el año pasado de ir a Gaza durante la guerra, en ningún momento llegué a imaginarme que aquel intento de dar voz a sus víctimas más vulnerables iba a tener tanta repercusión. Más aún cuando llevaba en la cabeza un planteamiento estético muy alejado del que habitualmente se utiliza para retratar la realidad en una zona de conflicto.

Quería hacer caso omiso de las bombas, del sonido y la furia, y tratar de mostrar qué sucede en el interior de los que la sufren. Porque la guerra, efectivamente, son los disparos, las muertes, la sangre, pero también los traumas que permanecen en la gente mucho tiempo después de que se haya acabado el conflicto (como en numerosas ocasiones hemos visto en este blog).

En este caso, dentro de los diez niños que seguí a lo largo de la ola de devastación que Israel lanzó sobre este territorio paupérrimo, cerrado a cal y canto, olvidado por el mundo.

"Nacido en Gaza", Premio del Jurado en el Festival Internacional de Al Jazeera

«Nacido en Gaza» no solo ha estado nominada a los Premios Goya, Platino y Forqué, sino que se ha estrenado en más de 30 salas de cine en España y también en Londres, Toronto, Roma y Sofía, además de haber participado en numerosos festivales (algunos con tanto recorrido como el de Cartagena de Indias).

El último reconocimiento que se le ha regalado a la película ha sido la semana pasada en el Festival Internacional de Al Jazeera, donde recibió el Premio del Jurado.

Las voces de las víctimas

La apuesta estética fue original. El trabajo del equipo, sobre todo por las prisas por terminarlo lo antes posible, de un compromiso ético y profesional por el que le estaré siempre agradecido. Pero el mérito indiscutible de la película es de sus protagonistas. La hondura y la coherencia con la que se expresan a lo largo del documental no deja de despertar mi admiración.

Y esa es, sin dudas, la mayor satisfacción que me genera que una producción tan pequeña haya llegado tan lejos: que la voz de estos niños no deja de escucharse, de multiplicarse y de mostrar bajo otra luz el horror de la guerra y del inhumano sitio que sufre Gaza.

En septiembre empecé a rodar «Nacido en Siria». Otro tanto tengo que decir de sus protagonistas. Resulta profundamente aleccionador escuchar sus testimonios. Ojalá sus voces lleguen lejos también y ayuden a no perder la perspectiva humana del conflicto que lleva cuatro años ya devastando Siria.

La banda sonora de «Nacido en Gaza»

Aunque los tiempos de rodaje y postproducción de la película documental «Nacido en Gaza» fueron de vértigo – pues quería que las voces de los niños palestinos llegaran al público antes de que la ofensiva israelí del pasado verano cayera en el olvido -, lo cierto es que me pude dar algunos lujos. Quizás el mayor fue contar con una banda sonora original interpretada no por un ordenador sino por músicos de carne y hueso.

Todo elogio que pueda dedicar a Carlos Martín, el jovensísimo compositor de la banda sonora original de «Nacido en Gaza», es poco.

También estuvo a cargo de las composiciones de «La guerra contra las mujeres» – el documental que estrené el año pasado y que está cosechando premios por todo el mundo. Y también será responsable de la música de «Morir para contar», el tercer documental de esta trilogía de la guerra, que espero estrenar en cines a finales de año.

Al resto de los músicos, agradezco asimismo su pasión, ilusión y compromiso. Lo mismo que a Nerio Gutiérrez y a Playground Estudio.

«Nacido en Gaza», trailer oficial

Con ustedes el trailer de «2014 Nacido en Gaza», la película documental que rodé este verano durante la ofensiva israelí en la franja palestina.

El día a día de diez niños bajo las bombas y el embargo.

Se estrena en cines de España el próximo 12 de diciembre.

Maras, droga y muerte en Honduras

En diciembre se estrena «La mara vida», el octavo reportaje con el que he trabajado con Jon Sistiaga para Canal Plus. Una inmersión a fondo en la realidad del país más violento del mundo.

Como bien cuenta Jon en la locución, ya en los primeros tres días de rodaje grabamos once muertos. Y las alertas de cadáveres que aparecían en la calle descuartizados, empaquetados o cosidos a tiros no dejaban de sucederse.

La pobreza extrema de América Latina, que a pesar de su reciente progreso sigue siendo la región más desigual del planeta, es una de las razones de esta plaga de brutales asesinatos.

La otra, el narcotráfico. Cuando el poder de la droga pasó de Colombia a México, las organizaciones criminales del país norteamericano se hicieron fuertes también en América Central. Un buen día dejaron de pagar en efectivo para hacerlo en droga y generar también consumo local.

La mayoría de los muertos son por pugnas entre maras por el territorio: Mara 18, Salvatrucha, Chirizos, El combo… Tanto para el narcomenudeo como para la extorsión (fuimos testigos de una ola de asesinatos de taxistas para difundir el miedo y que ninguno deje de pagar el llamado «impuesto de guerra»).

De fondo, como siempre subrayo en este blog, la hipócrita decisión de los gobiernos de no legalizar la producción, la distribución y el consumo de estupefacientes. Mejor generar decenas de miles de muertos, provocar estados fallidos, que enfrentarse con seriedad y rigor al problema.

Ojalá los presidentes de tantos países no tengan que esperar a ser ex presidentes para animarse a decir lo que piensan: que la guerra contra las drogas es mucho peor remedio que la peor de las enfermedades en costes humanos y económicos.

Quizás porque los que pagan el precio de esta decisión – que dentro de algunas décadas nos resultará incomprensible y retrógrada – sean los más pobres. Los ricos, lo tienen más fácil: seguridad privada y a mirar por encima de los muros.

«Nacido en Gaza», a partir del 11 de diciembre

Diez niños a los que seguí durante la última ofensiva israelí en Gaza nos cuentan cómo es su día a día bajo las bombas y el embargo. Diez niños a los que volví a ver hacer apenas unas semanas, pasar saber cómo seguían sus vidas a tres meses del final del conflicto.

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El resultado es la película documental «2014. NACIDO EN GAZA» que a partir del 11 de diciembre podréis ver en cines de España y luego en Canal Plus y en plataformas de VOD como Yomvi.

La ofensiva militar, llamada «Margen protector», terminó con la vida de 507 niños y dejó más de 3.000 heridos. A ellos está dedicado el documental.

«Nacido en Gaza»… próximamente

El niño que sostiene el marco frente a la cara y sonríe a pesar de todo se llama Udai. Tiene 8 años. Vive en el barrio de Siyaía, uno de los más devastados durante la última ofensiva israelí en Gaza. Manzana tras manzana reducidas a escombros. Al caminar por sus arterias plagadas de cráteres de bombas se tiene la impresión de estar en la ciudad de Dresde en el ocaso de la segunda guerra mundial.

Udai, frente a su casa destruida en Gaza durante la última ofensiva israelí en la franja y protagonista del documental "Nacido en Gaza" (Foto: Hernán Zin)

Udai, frente a su casa destruida en Gaza durante la última ofensiva israelí en la franja y protagonista del documental «Nacido en Gaza» (Foto: Hernán Zin)

En un bombardeo Udai perdió la casa en la que vivía junto a sus ocho hermanos y sus padres. También la fábrica de helados gracias a la que subsistían. Desde 2011, es la tercera vivienda que le desaparece bajo las bombas israelíes, además de haber visto cómo un proyectil mataba a su hermano y a su tío en plena calle.

Udai, niño inquieto, sonriente por momentos, acechado por los recuerdos del horror sufrido y la miseria de no tener hogar, es uno de los 10 protagonistas de la película documental «Nacido en Gaza». Todos niños que rodamos durante la guerra y que nos cuentan cómo es el día a día bajo las bombas y el embargo. Voceros de alguna manera de esos 503 niños que murieron durante la incursión armada y de los más de 2.000 que resultaron heridos.

Película documental que, si todo sale bien, espero estrenar en los cines en el mes de diciembre.

Un gran paso contra la violación como arma de guerra

Cuando en el año 2008 comencé a rodar el documental “La guerra contra las mujeres” fue en parte porque vi que la comunidad internacional empezaba a dar pasos para hacer frente a la violación sistemática de mujeres en los conflictos armados.

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Durante miles de años el cuerpo de la mujer ha sido considerado un botín más de guerra. Una realidad por pocos cuestionada, inclusive a lo largo del siglo XX, cuando ya las sucesivas convenciones de Ginebra habían puesto en primer plano la importancia de la protección de los civiles en los enfrentamientos bélicos.

La reacción del mundo

El primer gran logro para sacar a luz, prevenir y castigar esta práctica tuvo lugar en los años noventa, cuando el Tribunal Penal Internacional para Ruanda sentenció que la violación sistemática de mujeres tutsis había sido un crimen de guerra.

Luego vino otro fallo fundamental, en el año 2001, del Tribunal Penal Internacional para la Ex Yugoslavia, que sostuvo que la violación de mujeres en la ciudad de Foca fue un crimen contra la humanidad (cuyos derroteros narré desde la propia Foca en este blog).

Dos resoluciones muy importantes del Consejo de Seguridad de la ONU apoyaron este proceso: la famosa 1325 y la 1820.

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Ahora, la comunidad internacional está a punto de dar otro gran paso. Entre los días 11 y 13 de junio, representantes de 140 países se reúnen en Londres, para acordar una serie de medidas para poner fin a esta lacra.

La convocatoria es del Gobierno Británico, de la ONU y de la actriz Angelina Jolie en su calidad de embajadora de ACNUR. El lema central es #timetoact.

Apoyo en Madrid

Tengo la suerte de que el documental “La guerra contra las mujeres” va a ser proyectado en varias ocasiones a lo largo de esos días en Londres. Y, el próximo martes 27 de mayo, a las 19:00 horas, aquí en Madrid, se hará también una proyección y posterior debate en Caixa Forum.

Desde ya, dar las gracias a Daniel Pruce y a todo su equipo de la Embajada Británica en Madrid por preocuparse y ocuparse tan sinceramente de esta cuestión.

Y a todos vosotros, invitaros a venir el martes. Presenta Anna Bosch.

Veinte años del genocidio de Ruanda: sin noticias de la prensa extranjera (6)

Hasta ahora hemos repasado la sucesión de errores, connivencias, dilaciones e ineptitudes, desde EEUU pasando por Francia y la ONU, que permitieron el genocidio de Ruanda. A esta lista podríamos sumar una circunstancia que no se suele mencionar: la ausencia casi absoluta de periodistas extranjeros.

El personaje de Joaquim Phoenix en Hotel Ruanda se inspira en el cámara británico Nick Hughes, que grabó algunas de las pocas imágenes del genocidio.

El personaje de Joaquim Phoenix en Hotel Ruanda se inspira en el cámara británico Nick Hughes, que grabó algunas de las pocas imágenes del genocidio.

No sería desacertado suponer que, de haber mostrado las cadenas internacionales y los periódicos imágenes de las matanzas, los radicales hutus no hubiesen actuado con tanta impunidad y el mundo no habría tardado tanto en reaccionar. Sin embargo, la prensa no llegó a tiempo y en esa época no existían teléfonos con cámaras de fotos e Internet estaba en sus albores, por lo que casi no hay imágenes del genocidio.

La mayor matanza de personas de las últimas décadas apenas tiene elementos gráficos que den testimonio de su horror. Carece de una imagen distintiva como sí la tuvieron Plaza Tiananmen, la ofensiva del Tet, la hambruna de Etiopía o el fracaso de Estados Unidos en Somalia.

Salvar a los extranjeros

En el momento en que es derribado el avión del presidente Juvénal Habyarimana, que provocó que en cuestión de pocas horas los radicales hutus anegaran la capital de barreras en las calles para exterminar a los tutsis, solo había dos periodistas en toda Ruanda: Katrina van der Schoot, reportera freelance para radio Bélgica, y Lindsay Hilsum, que trabajaba para UNICEF pero colaboraba con la BBC, The Guardian y The Observer.

Días más tarde llegaron cronistas de grandes medios, más que para hablar de la violencia, para cubrir la salida masiva de extranjeros. Uno de ellos fue Mark Doyle, reportero de la BBC con base en Nairobi. Uno de los escasos reporteros que pasó en Ruanda la mayor parte del genocidio. Entró primero al país por el norte, junto a las tropas rebeldes de Paul Kagame, pero luego, al descubrir que no podía seguir avanzando hacia Kigale, se trasladó a Entebbe, Uganda.

En este aeropuerto consiguió que un avión del Programa Mundial de Alimentos que iba a repatriar extranjeros lo llevara junto a otros periodistas a la capital de Ruanda. Según cuenta el propio Doyle, Romeo Dallaire, el general al mando de las fuerzas de la ONU, no se mostró muy contento al verlos llegar. Muchos periodistas se quedaron en el aeropuerto, que el 9 de abril había sido tomado por comandos franceses para garantizar la repatriación. Desde allí acompañaban a las tropas extranjeras en las incursiones para rescatar a sus nacionales.

Comprender la situación

Las imágenes de aquellas incursiones son desgarradoras, pues los tutsis suplicaban por sus vidas, pero solo los blancos eran sacados de allí. Lo terrible es que el día 10 de abril había más de 1.500 soldados de EEUU, Francia y Bélgica en Kigale, pero solo para rescatar a los extranjeros. De haber recibido las órdenes correctas, podrían haber cambiado el curso de los acontecimientos con facilidad.

Periódicos como The New York Times o el Washington Post publicaron crónicas diarias en aquellos momentos, pero lo hicieron en las páginas interiores, y muchas veces con fotos antiguas o sin contexto que reforzaron el mito de un enfrentamiento tribal. Las noticias de África estaban centradas en las históricas elecciones de Sudáfrica, que llevarían a Nelson Mandela al poder.

Una vez que los extranjeros – curas, diplomáticos, cooperantes – fueron repatriados, la mayoría de los reporteros se fueron con ellos. La historia en Ruanda, al menos desde lo que creían que sus públicos querían saber sobre aquel conflicto en un país perdido en el corazón de África, había terminado.

Mark Doyle permaneció. La lectura de sus crónicas muestra cómo empieza a comprender gradualmente la situación. Va dejando de hablar de la guerra para centrarse en el asesinato masivo de civiles hasta que el día 29 de abril se anima a usar la palabra clave, genocidio, en parte gracias al amparo de un informe de Oxfam.

Uno de los problemas que sufrió Doyle en su trabajo fue que la redacción en Londres seguía anclada en la teoría de que eran matanzas surgidas del caos y perpetradas de igual manera por ambos bandos. Quizás se deba a los clichés sobre África, pero les costaba aceptar que aquello fuera un exterminio metódico y organizado de seres humanos.

Un cámara escondido

Otro reportero de excepción que estuvo durante el genocidio fue el cámara freelance Nick Hughes, que terminaría por testificar como testigo en la Corte Penal Internacional para Ruanda. Las imágenes que Hughes grabó el día 18 de abril se convirtieron en el documento por antonomasia sobre el genocidio.

Las grabó escondido en lo alto de una escuela francesa en Kigale. Para no ser descubierto enfocó la cámara a través del tubo de un lanzagranadas que le dejó un soldado belga.

En las imágenes se ve a una mujer al costado de una carretera polvorienta, rodeada de cadáveres. Aturdida, levanta los brazos y suplica uniendo las manos. Pasan varios minutos. Los asesinos interhamwe van y vienen con sus machetes. Parecen no verla. Hasta que un par de ellos se detienen, la asestan varios golpes mortales, y siguen caminando de forma casual.

El personaje del periodista que interpreta Joaquim Phoenix en «Hotel Ruanda» se basa en Hughes. De hecho, hay un momento en el que Phoenix realiza una grabación similar. Hughes volvió a Ruanda en 2008 para la grabación del documental «Iseta, detrás del puesto de control», en el que se encuentra con la familia de la mujer cuyo asesinato grabó en 1994.

Todos a Zaire

Cuando Francia lanza la Operación Turquesa, es entonces que los periodistas llegan en masa. Se instalan servicios satelitales para que las cadenas internacionales puedan transmitir en directo. La paradoja es que en ese momento la noticia ya no es el genocidio sino el hacinamiento de los refugiados hutus en la vecina Zaire, donde mueren por millares a causa del cólera.

Veinte años del genocidio de Ruanda: Kangura, la revista del odio (5)

Hassan Ngeze fue el equivalente ruandés de aquel perverso propagandista alemán, Julius Streicher, que dirigió Der Stürmer, el periódico que funcionó como epicentro de la difusión de la ideología nazi en los años previos a la segunda guerra mundial. Julius Streicher terminó siendo juzgado y ejecutado. Ngeze cumple cadena perpetua en una prisión de Ruanda.

Portada de la revista Kangura, donde se publican por primera vez los Diez Mandamientos Hutus. Museo del Genocidio de Murambi. Foto: Hernán Zin

Portada de la revista Kangura. Museo del Genocidio de Murambi. Foto: Hernán Zin

Musulmán de origen hutu, Ngeze ejerció un rol fundamental en la propaganda victimista y racista que llevaría a decenas de miles de ruandeses a levantar los machetes contra sus vecinos tutsis. Lo hizo a través de su revista, llamada Kangura, que estaba financiada por elementos radicales del partido del presidente Juvénal Habyarimana.

El ideologo

Por supuesto que, en un país como Ruanda, que en aquel momento tenía un alto índice de analfabetismo, Radio Télévision Libre des Mille Collines (RTLM) resultaba mucho más eficiente a la hora de llegar a la población en general (os recomiendo el trabajo de Allan Thomson sobre la prensa en aquellos días).

Sin embargo, la perversa habilidad de Ngeze radicaba en que las consignas que lanzaba en la revista Kangura se convertían rápidamente en el credo de los extremistas hutus.

Los diez mandamientos hutu

De todas las macabras invenciones de Ngeze, que dirigía Kangura, los llamados «Diez mandamientos hutu» fueron los más populares. Se leían en las radios, en los mítines, en las iglesias.

. El primer mandamiento hablaba de las mujeres tutsis, que si bien eran las más guapas y deseadas, trabajaban para su propio grupo étnico, por tanto, el hutu que se casa con una tutsi es un traidor.

. Las mujeres hutus deben vigilar a sus maridos, hermanos e hijos para que no se dejen seducir por las tutsis.

. Los tutsis son siempre deshonestos en los negocios. Un buen hutu no realiza transacciones con ellos.

. El octavo mandamiento es el más sintético y terrible de todos: «Los hutus deben dejar de tener piedad de los tutsis».

El número en el que se publicaron los Diez Mandamientos Hutu traía una gran foto del presidente francés Francois Mitterand en la que se leía «El amigo que te ayuda cuando lo necesitas, es un gran amigo».

Portadas que vislumbran el genocidio

Desde que apareciera en 1990, los distintos números de la revista Kangura – cuyo nombre quiere decir «despertadlos» – fueron anunciando lo que iba a ser el Genocidio.

. La portada de noviembre de 1991 se preguntaba «¿Qué armas usaremos para vencer a las cucarachas para siempre?». Junto a esta frase aparecía un machete.

. El número de enero de 1994 anunciaba que el presidente Juvénal Habyarimana iba a ser asesinado en marzo.

. En ese mismo ejemplar pedía en tono amenazante a la misión de la ONU en Ruanda, UNAMIR, que reconsiderada los riesgos a los que se exponía.

Si bien sus principales víctimas eran los tutsis – a los que acusaba de venir de Etiopía, de tener planes secretos para aniquilar a los tutsis – la publicación de Ngeze también azuzaba a los hutus moderados. Sostenía que el presidente Habyarimana no era lo suficientemente duro con los tutsis.

Esta estrategia de cuestionar al gobierno le valió a Ngeze una breve temporada en prisión. Lo curioso es que Amnistía Internacional abogó por la liberación del editor de Kangura, al que calificó de crítico del sistema, cuando en realidad fue uno de los hombres que lo modeló ideológicamente hasta el genocidio.

Veinte años del genocidio de Ruanda: la indiferencia de la ONU (4)

Estados Unidos nunca pidió perdón por haber negado durante semanas el Genocidio. Francia tampoco ha hecho acto de contrición alguno por haber armado, entrenado y apoyado militarmente a los radicales hutus que llevarían a cabo el exterminio tutsi (fanáticos que ya habían perpetrado la matanza de decenas de miles de tutsis en 1991 y que, tras el genocidio, una vez exilados en la República Democrática del Congo, provocarían una guerra que costaría la vida a cinco millones de personas).

Restos de víctimas en las escuelas Murambi, Ruanda. Marzo 2014. Foto: Hernán Zin

Restos de víctimas en las escuelas Murambi, Ruanda. Marzo 2014. Foto: Hernán Zin

Paradójicamente, quien sí pidió perdón en numerosas ocasiones fue el hombre que desde la propia Ruanda alertó a la comunidad internacional sobre lo que iba suceder. Supongo que esa es la diferencia entre tomar decisiones desde un despacho o estar en el terreno, a pie de calle, mirando a los ojos a la gente, como lo estaba el Mayor General Roméo Dallaire, comandante de la misión de la ONU en Ruanda.

Crónica de un genocidio anunciado

El 11 de enero de 1994, casi tres meses antes del comienzo del Genocidio, Dallaire envió un fax urgente a la ONU en el que describía con asombrosa precisión lo que iba a suceder:

. Los radicales hutus planean asesinar a soldados belgas de la ONU para provocar la salida de Bélgica del país.

. Los interharamwe se están agrupando en grupos de 40 hombres dispersos por Kigale, tras haber sido entrenados por el ejército de Ruanda.

. Los registros que la ONU ha hecho de los tutsis en Kigale podrían ser usados para su exterminio. Los grupos armados se dicen capaces de matar a mil tutsis en apenas 20 minutos.

Esta información Dallaire la recibió de un antiguo miembro de la seguridad del presidente de Ruanda, al que le habían encargado entrenar a los interharamwe. Este hombre, que pedía a la ONU protección para sí mismo y su familia, respaldaba la lucha contra los rebeldes tutsis del RPF pero no la matanza indiscriminada de civiles.

Dallaire, en su fax a la ONU, no solo informa sobre lo que va a suceder sino que traza un plan de acción para evitarlo. Lo primero que solicita es intervenir los depósitos de armas en Kigale. Según el tratado de Paz de Arusha, firmado entre los rebeldes tutsis y el gobierno Hutu de Ruanda en 1993, la capital debía estar libre de armas.

Sin embargo, como sostiene Philip Gourevitch en su magnífico libro We Wish To Inform You that Tomorrow We Will Be Killed With Our Families, los aviones franceses cargados de armamentos ligero no dejaban de llegar a la capital. Los machetes llegaban desde China.

Sin respuesta de NY

Kofi Annan, futuro Secretario General de la ONU, estaba al frente de las misiones de paz de la organización. Iqbal Riza, su mano derecha, respondió esa misma noche al fax de Dallaire, en el que se sería uno de los mayores fallos en la historia de la ONU.

Le decía que no podía incautar las armas, según el mandato de la misión en Ruanda, conocida por el acrónimo UNAMIR. Su obligación era informar al presidente del país de esa actividades y pedirle que actuase.

Tiempo más tarde, Riza se justificaría diciendo que a su despacho en Nueva York llegaban todos los días faxes con noticias alarmantes. Y que aquella información que podría haber salvado la vida de un millón de personas, había naufragado entre las llamadas de teléfono, las visitas, las reuniones, el hilo musical y la distancia.

Dallaire envió el mismo fax a las embajadas de EEUU, Francia y Bélgica, por lo que otros tantos funcionarios y políticos en estos países también fueron informados de lo que iba a suceder.