Faro de la isla de Hrísey, en el norte de Islandia. Foto: C.J. Palacios
La isla de Hrísey es conocida con toda justicia como la “Perla de Eyjafjörður”, el bello fiordo de Islandia que da acceso a la ciudad norteña de Akureyri, situada apenas a 35 kilómetros más al sur y el cuarto centro urbano del país.
Es tan pequeña como simbólica, pues este hermoso fiordo de nombre impronunciable, el más grande del norte islandés, significa literalmente ‘fiordo de la isla‘, en referencia a este pequeño territorio insular, paraíso para observar aves, que os invito a conocer.
Búho campestre en vuelo. Foto: Steve Garvie / Wikimedia Commons
Viajar lejos, criar en abundancia y morir joven. Aunque pueda parecer un estilo de vida hedonista y un tanto “rock-n-roll”, un nuevo estudio internacional ha revelado que así es como viven los búhos campestres europeos. Más allá de la sorpresa científica, el trabajo pone de manifiesto la necesidad de planificar las medidas de conservación de esta especie a escalas mayores de las que se habían considerado hasta ahora.
La investigación, que ha contado con la participación de expertos del Grupo de Investigación en Gestión de Recursos Cinegéticos y Fauna Silvestre del Instituto de Investigación en Recursos Cinegéticos (IREC – CSIC, UCLM, JCCM) y de la Estación Biológica de Doñana (EBD – CSIC), ha revelado los increíbles y sorprendentes movimientos de los búhos campestres por toda Europa y el norte de África, aportando nuevos datos que permitirán proteger y conservar mejor a esta enigmática especie en declive.
Ballena jorobada junto a un barco turístico islandés. Foto: North Sailing
El turismo especializado en la observación de ballenas no para de crecer en Islandia, uno de los mejores países del mundo para disfrutar de esta maravillosa experiencia. Lo he podido comprobar hace unas pocas semanas y puedo asegurarte que ha sido una de las experiencias más inolvidables en ese bello país ártico.
Las ves, las disfrutas, y lo que es más importante, ¡no te las comes!
Una navegación muy bien organizada, con una excelente guía. Y que incluye un inesperado final feliz… muy dulce.
Adulto de frailecillo atlántico. Foto: Wikipedia Commons
Los bellos y asombrosos frailecillos atlánticos (Fratercula arctica) son el símbolo natural de Islandia. El 60% de su población mundial vive en esa gran isla ártica, ¡más de 8 millones de ejemplares!
He visitado este verano en ese país una de sus grandes colonias. A continuación te dejo el vídeo que grabé en los acantilados de Dyrhólaey sin molestar ni interferir en su nidificación. Disfruta de su gracia y belleza.
Son todo un espectáculo. Y sí, son unos pájaros adorables.
Paseando por La Camarga en bicicleta, una experiencia inolvidable.
Estos días he tenido la inmensa suerte de recorrer en bicicleta el parque natural regional de La Camarga (o La Camargue en francés) uno de los humedales más grandes e importantes de Europa, un Doñana galo de impresionante belleza y que, al contrario que su homónimo andaluz, de momento no está amenazado.
¿No has oído hablar de La Camarga? Pues toma nota, porque es uno de esos sitios que hay que conocer sí o sí.
Te resumo mi experiencia en este vídeo. Y te doy más datos a continuación.
Trifrontera de Austria, Hungría y Eslovaquia cerca del río Danubio. Foto: C.J. Palacios
Dice la Wikipedia que una frontera es la zona territorial de tránsito social entre dos culturas o países. La línea imaginaria que marca el límite exterior del territorio de un Estado. Algo que solo existe en nuestro pensamiento simbólico pues no es tangible, y que para bien o para mal, como defiende Yuval Noah Harari, es exclusivo de los humanos.
El nombre en castellano procede del latín «fronte», «frons» o «frontis» frente y del sufijo «era» que indica paraje, lugar y objeto; por lo tanto significaría etimológicamente «lo de enfrente», lo que ya no es nuestro. Separan culturas, religiones, etnias, naciones modernas. Lo habitual es pensar en fronteras políticas que se basan en fronteras naturales, accidentes geográficos que separan espacios diferentes, tales como mares, ríos, valles, lagos o cordilleras, pero es lo menos habitual.
Pastor majorero con sus cabras cerca de Casillas del Ángel. Foto: C.J. Palacios
La isla de Fuerteventura se puede conocer de muchas maneras, pero la mejor sin duda es a través de esas mujeres y hombres que la hacen diferente.
Son hijos de una tierra dura situada a menos de 100 kilómetros de un desierto del Sahara con el que comparten paisaje, pero al que a lo largo de los siglos han conseguido domar hasta convertirlo en un oasis de biodiversidad y cultura.
Porque detrás de esas playas paradisíacas de aguas color esmeralda, de esas dunas infinitas, de sus volcanes y malpaíses adornados por palmerales que sueñan con la lluvia, hay muchas personas dispuestas a mejorar el mundo desde este pequeño rincón en medio del Atlántico. Y que también nos ayudan a entender el suyo, el de un territorio tan singular como hermoso.
Te invito a conocer Fuerteventura a través de 4 embajadores que promueven la sostenibilidad de una isla declarada Reserva de la Biosfera precisamente por el equilibrio que allí existe entre naturaleza y habitantes.
Grabados pétreos del Oued Zag, en el desierto del Sáhara. Foto: C.J. Palacios
El yacimiento arqueológico del Oued Zag, en el sur de Marruecos, es tan espectacular como desconocido.
He tenido la suerte de poderlo visitar y aún no salgo de mi asombro. En medio del desierto más extenso del mundo, unas rocas grabadas retratan la fauna que allí vivía hace miles de años, cuando los primeros ganaderos de la humanidad compartían agua y pastos con manadas de gacelas, jirafas, avestruces e incluso rinocerontes.
También documentan nuestras primeras peleas por controlar este territorio, entonces fértil y hoy convertido en un terrorífico erial.
Ves esa vieja fotografía en la ardiente piedra reflejando tanta vida perdida, después miras a tu alrededor, puro desierto, y se te ponen los pelos como escarpias.
El avance del desierto va a toda velocidad por culpa del cambio climático. Y te preguntas: ¿Dentro de unos pocos siglos Europa también será un desierto como éste?
En este vídeo subido a mi canal de YouTube [¿Ya te has suscrito?] te resumo esta extraordinario viaje al Sáhara. Si sigues leyendo el post te contaré un montón de cosas interesantes, incluyendo una cata de su paisaje extremo.
Vendimia en El Cercado, La Gomera. Foto: C.J. Palacios
Se habla cada vez más de viticultura heroica, aquella de geografías imposibles donde el trabajo de la viña se convierte en una actividad de alto riesgo; donde cada racimo de uvas cosechado supone todo un triunfo a la constancia, tenacidad y sacrificio de las personas que se empeñan en mantener este osado tipo de cultivo.
Pero pocos se acuerdan de la isla española donde plantar viñedos, cuidarlos y vendimiarlos se convierte en un auténtico disparate o, más exactamente, una maravillosa locura. Hablamos de La Gomera, la isla española donde en estos momentos se hace una de las vendimias más duras (y peligrosas) del mundo. Lo digo por experiencia.
Acabo de participar en una larga y agotadora mañana como vendimiador amateur en la localidad de El Cercado, en la finca La Montaña de Bodegas Fausto. Y he vuelto a casa reventado, con los riñones desechos de tanto agacharme, las manos doloridas y las pantorrillas despellejadas.
Dirás que todas las vendimias no mecanizadas son duras, pero echa un vistazo al vídeo que he grabado allí [y subido a mi canal de YouTube] para que descubras su enormidad.
A continuación te lo explico también con detalle, a modo de crónica.
El pintor Marc Chagall fue hijo errante de su tiempo. Era bielorruso, de pueblo y judío. Fue ruso, soviético y francés. Sufrió los horrores de las dos grandes guerras y de la Guerra Fría, y quizá por eso en los últimos años de su vida en la Costa Azul, acabó refugiado en su arte y en la religión.
Creó un universo mágico, sobrenatural, exclusivo y personal, habitado por parejas de enamorados voladores, gallos y cabras de todos los colores. Picasso sostenía que Chagall fue el artista que mejor entendió el color. El escritor Henry Miller lo definió como «un poeta con alas de pintor», pues volaba con sus pinceles por paisajes oníricos soñados en colores agridulces. Lee el resto de la entrada »
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