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Podrán cortar todas las flores, pero no podrán detener la primavera. (Pablo Neruda)

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La noche no les sienta igual de bien a todos los búhos

A pesar del ruido de la fuerte lluvia que caía pude oírle la pasada noche, potente, inconfundible, en el cortado rocoso de un pequeño valle burgalés. Era un macho de búho real (Bubo bubo), el «gran duque» como lo llamaba Félix Rodríguez de la Fuente, marcando su territorio; presto a iniciar una nueva temporada de cría en este año que acaba de comenzar.

Hacia 1980 detectar uno de estos machos cantarines resultaba muy díficil, pues sus poblaciones eran escasas y se encontraban muy desperdigadas. Últimamente resulta fácil escuchar su impresionante ulular en el campo español, incluso en lugares insospechados. Su facilidad para adaptarse a un paisaje agrario en continua transformación donde abundan las ratas y otros micromamíferos parece ser parte de la clave de su éxito imparable.

Lo mismo ocurre con los cárabos (Strix aluco), los señores nocturnos del bosque. En su caso, el éxito se relaciona con el aumento de las masas boscosas en las cada vez más numerosas tierras agrarias marginales.

Pero la noche no le sienta igual de bien al resto de las rapaces nocturnas españolas. Gracias al programa Noctua de SEO/BirdLife, que estudia el estado de las poblaciones de aves nocturnas por toda España y en el que participan 700 voluntarios dentro de un gran esfuerzo de «ciencia ciudadana», sabemos que mientras las poblaciones de búho real, búho chico y cárabo van en aumento, las de lechuzas, mochuelos y autillos están a la baja. De estos últimos hay ahora entre un 10 y un 15% menos que en 2006.

La conclusión resulta evidente:  Las rapaces nocturnas asociadas a los medios agrarios están en declive, mientras que prosperan las asociadas a medios forestales y arbustivos. El programa Noctua (Tendencia de las aves nocturnas) es una herramienta excelente para conocer cómo les va, año tras año, a las aves de la noche.

Participar en él es tan sencillo como interesante. Escuchar el misterioso reclamo de la lechuza en medio de la oscuridad, cuando todo parece dormido, supone una emoción indescriptible. Comprobar que la noche sigue viva cuando todo se apaga. ¿No te parece interesante?

Si te apetece participar en Noctua, puedes probar tu habilidad con este «vídeo sonoro» preparado para SEO/BirdLife por el naturalista y experto en grabación de sonido Carlos de Hita. En el montaje aparece primero un coro nocturno formado por todas las aves a la vez. Pasados los primeros segundos, empiezan a aparecer individualizadas una por una y con el nombre rotulado bajo el sonograma, para que puedas aprender a distinguir cada una de ellas. De ahí y al campo sólo hay un paso… y la noche.

Foto: Búho Real. Wikimedia Commons.

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Un búho se come al Matusalén de las golondrinas españolas

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Ya os lo he contado aquí en otras ocasiones. Las aves poseen el secreto de la eterna juventud. No son eternas, es verdad, pero nunca envejecen. Da igual la edad. En cuanto adquieren el plumaje de adultos su semblante no cambia jamás.

¿Y cuánto tiempo pueden vivir? Depende de especies y de si viven en cautividad o en su medio natural, esto último mucho más peligroso. Algunas son de larga vida, como águilas, buitres o loros, y pueden llegar a los 40 años. Otras apenas sobreviven 2 ó 3 años, como nuestras golondrinas y aviones.

Pero respecto a estos últimos siempre hay quien rompe los esquemas a los científicos. Como un avión común (Delichon urbicum) de Badajoz al que los ornitólogos han bautizado como Matusalén, el personaje bíblico al que se le supone que llegó a cumplir 969 primaveras. En el caso concreto del pájaro pacense vivió 8 años,  más del doble de lo normal, todo un récord para esta especie de pequeño tamaño que cría en nuestras latitudes y pasa el invierno en África. Si fuese un ser humano tendría 150 años.

Pero esta buena noticia lleva asociada la mala noticia de su descubrimiento. El pajarito (sus restos) apareció en el interior de la egagrópila de un cárabo (Strix aluco), un búho de amplia distribución en España. La egagrópila, por si no lo sabes, es la pelota de huesos, plumas y pelos que las rapaces y otras aves vomitan después de haberse tragado a sus piezas enteras. Analizando sus contenidos es fácil conocer los detalles alimenticios del animal. Y en el caso concreto de este búho, los estudiantes de Biología de la Universidad de Extremadura descubrieron que se había cenado al venerable Matusalén. Una presa poco habitual para una rapaz nocturna.

¿Qué cómo sabían que era él? Porque entre plumas y huesos apareció la anilla metálica con la que en esa misma Facultad, apenas a 400 metros de donde apareció la egagrópila, había sido anillado el avión común como pollo en su nido en 2005. Desde entonces hizo largas migraciones entre África y Europa de miles de kilómetros de distancia. Tanto moverse para venir a morir al mismo lugar donde nació. Como diría el latino: Omnia mors aequat. La muerte lo iguala todo.

Puedes leer la noticia completa de este hallazgo en la página de SEO/BirdLife.

Foto Wikimedia Commons. Autor: Ómar Runólfsson

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