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Podrán cortar todas las flores, pero no podrán detener la primavera. (Pablo Neruda)

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Aprende a distinguir las golondrinas de los aviones y los vencejos

Golondrina común. Foto: Pixabay

Un vencejo no tiene nada que ver con las golondrinas o los aviones, pero mira que nos cuesta distinguirlos. El error no es culpa de nuestro actual sistema educativo ni de una sociedad cada día más urbana. Ya en 1871, el genial poeta Gustavo Adolfo Bécquer hizo alarde de sus escasos conocimientos ornitológicos.

La media docena de estrofas que componen el famoso poema «Volverán las oscuras golondrinas«, además de ser una hermosa exaltación a la fatalidad y al amor perdido, implica un grave error biológico. Porque el poeta sevillano sabría mucho de literatura, pero de pájaros no tenía ni idea.

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Vuelven las oscuras golondrinas, cada vez más pronto

 

golondrina común foto eduard reverte

El sevillano Gustavo Adolfo Bécquer era un grandísimo poeta, pero de aves no tenía ni idea. Uno de sus versos más famosos asegura: “Volverán las oscuras golondrinas de tu balcón sus nidos a colgar, y otra vez con el ala a tus cristales, jugando, llamarán”. Pero no. No eran golondrinas (Hirundo rustica) sino aviones comunes (Delichon urbicum). Lee el resto de la entrada »

Los especuladores sitian Numancia

A los romanos les costó un triunfo dominar la ciudad celtíbera de Numancia. Hizo falta enviar a Escipión el joven, el vencedor de Cartago, quien tras más de un año de cerco infernal sólo logró entrar en una ciudad devastada después de que sus habitantes la prendieran fuego y se inmolasen en ella. Prefirieron morir libres antes que vivir como esclavos.

Hoy Numancia es un apacible cerro elevado sobre el río Duero, sin más vida en ella que algún alcaraván despistado correteando por entre sus piedras milenarias. Sin embargo, la vieja ciudad vuelve a estar sitiada, esta vez por los especuladores sin escrúpulos y, lo que es peor, por la especulación institucional, la peor de todas. Son ellos los que pretenden robarnos su riqueza más sagrada, su paisaje histórico, en aras de algo tan poco original como el pelotazo urbanístico. Para nuestra desgracia, son precisamente las administraciones que deberían proteger este inmenso legado quienes lo promueven, vayan ustedes a saber por qué espurios intereses.

La situación es tan grave que el yacimiento ha sido incluido en la Lista roja de patrimonio en peligro elaborado por la asociación Hispania Nostra.

La relación completa de amenazas causa escalofríos:

Un complejo residencial de 288 viviendas junto al campamentos romano de Alto Real, a pesar de estar protegido como bien arqueológico e histórico.

800 viviendas en un nuevo pueblo de colonización VIP al que irónicamente han dado en llamar Ciudad del Medio Ambiente, y que incluye hasta un hipódromo y varios hoteles. Ya han talado 3.000 pinos y amenazan a la segunda mayor colonia de cigüeñas de la provincia de Soria, a pesar de ser un espacio de alto valor ecológico y ambiental protegido por la Directiva Hábitats.

Un polígono industrial, Soria II, de 150 nuevas hectáreas, cuando tienen 300 sin usar en Valcorba y la ciudad tan sólo necesita 1,5 hectáreas al año.

Hasta con los espíritus románticos arremeten, pues han autorizado la construcción de un tanatorio en el famoso Monte de las Ánimas que cantara Bécquer.

No se dan cuenta de que el gran valor de Numancia no son sus piedras, es su paisaje. Sólo en este cerro podemos dar un salto en el tiempo para, 2.150 años después, reconstruir en nuestra imaginación la mirada desafiante de los resistentes numantinos a sus sitiadores romanos, con la misma intensidad y emoción de entonces. Porque allí la historia está viva gracias a su entorno.

Para protegerla definitivamente sólo hay una solución: declarar a Numancia Patrimonio de la Humanidad, poner su preservación en manos de la Unesco, ya que nuestros representantes son incapaces de hacerlo.

Esta vez los sorianos no van a prender fuego a la ciudad como pretenden sus políticos irresponsables. Esta vez pondrán todo su esfuerzo y valentía en defenderla; con uñas y dientes si hace falta.

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En el mapa inferior podéis ver cómo los proyectos urbanísticos están estrechando el cerco histórico romano a la ciudad celtíbera.

Varios nidos impiden derribar un edificio en ruinas

Vamos por el buen camino en el respeto a los animales. Hace un año ya os hablé de la multa de 36.000 euros a una constructora de El Campello (Alicante) por destruir 14 nidos de una pequeña golondrina, el avión zapador (Riparia riparia).

Hoy me he llevado una nueva alegría pues ha sido la propia Policía Local de Málaga la que, tras consultarlo con la Consejería de Medio Ambiente de la Junta de Andalucía, ha paralizado el derribo de un viejo edificio de propiedad municipal. Y todo porque en sus aleros y grietas existe una pequeña colonia de aviones comunes (Delichon urbica), integrada por 43 nidos, junto con varias decenas más de parejas de vencejo (Apus sp.).

Según indicó la propia Junta en un comunicado, se recuerda que ambas especies se encuentran catalogadas como «de interés especial» por el Real Decreto 439/90 de 30 de marzo por el que se regula el Catálogo Nacional de Especies Protegidas, además de la Ley 4/89 de Conservación de los Espacios Naturales y de la Flora y Fauna Silvestre del Estado, y de la Ley 8/2003 de 28 de octubre de la Flora y Fauna Silvestre de la Junta de Andalucía. La legislación establece la prohibición tanto de «dar muerte» como de «capturar, dañar, perseguir o molestar» a estos animales, así como perturbar o «quitar de forma intencionada nidos o huevos».

La reanudación de la demolición deberá solicitarse a Medio Ambiente a finales de agosto, cuando finalice la época de nidificación.

La noticia me da pie para recordar a todos precisamente esto, que no se pueden destruir los nidos de los aviones, y menos ahora que ya están con pollos. Las oscuras golondrinas cantadas por Bécquer, esas que en los balcones sus nidos ponen a colgar, también pueden mancharlos lo suyo, pero esas molestias no son nada para el beneficio que nos reportan como eficaces insecticidas naturales. Y las multas por acabar con sus casas de barro a escobazos pueden ser muy altas.

No sé tú, pero a mi me encantaría poder tener a estas preciosas aves criando en mi casa. El problema es que son siempre ellas las que eligen. Y si te eligieron a ti, no deberías rechazarlas.