Archivo de la categoría ‘Género No Binario’

Un poquito de amor, humor y reflexión: desvelando identidades no binarias

Por Nieves Gascón, (@nigasniluznina), la cuentista de nuestro refugio

 

Hace un par de meses que no escribo para vosotres, lectores y lectoras de 1decada10. Me parece mucho más tiempo, quizás porque en el mientras llegó 2022, en el continúa el vertiginoso contagio de Omicrón, que aunque nos pille vacunadas en este privilegiado lado del mundo, nos agota por la constante incertidumbre en la que vivimos desde hace dos años. Les echaba de menos y espero que no sea demasiado tarde para desear un 2022 más generoso de inversión en gasto social, sanitario y garantía estatal de derechos humanos para los colectivos LGTIB+.

No se me olvidará el final de 2021, en concreto el 27 de noviembre, día en el que perdimos a Almudena Grandes, a la que quisiera rendir un pequeño homenaje recordando a uno de sus personajes, un hombre homosexual y superviviente de la novela Las tres bodas de Manolita (2014, Editorial Tusquets): Francisco Román Carreño conocido como “La Palmera”, bailaor que entabla amistad con una chica vulnerable de barrio, a la que bajo su influencia, se transforma en una exótica bailaora. En el mundo de la farándula y los tablaos, antes, durante y después de la Guerra Civil Española (de 1936 a 1939), sus integrantes sobreviven en un contexto de violencia, permitiéndose pequeñas licencias de excentricidad, debido a que en este mundo del espectáculo con el que “coquetean” los fascistas, permite la supervivencia de personas de sexualidad y reputación “dudosa”, no exentas de riesgo de poder ser represaliadas, torturadas, abusadas o asesinadas en cualquier momento. También es un lugar donde se ocultan republicanos perseguidos o un ambiente propicio para el espionaje. Pero mejor lean esta fascinante novela y si me apuran, todas las que conforman estos Episodios de una Guerra Interminable de la grande Almudena Grandes. Se congeló el tiempo en el que nos dejaste. No podemos olvidar una obra tan brillante y trayectoria tan valiente, a la vez tan reparadora con nuestra memoria histórica.

 

También perdimos a Verónica Forqué, una de las mejores actrices de nuestra escena. En uno de sus últimos trabajos encarnó una mujer lesbiana en la película Salir del Ropero (2019), donde es la pareja de la también desaparecida Rosa María Sardá. Ambas hacen un tándem insuperable, tan tierno y romántico que llegan a lo más hondo de nuestros corazones mostrando que el amor no tiene edad, ni identidad sexual ni de género, y que es una enorme satisfacción el poder encontrarlo.

Sin más preámbulo y para recuperar pilas, paso a recomendar dos publicaciones estupendas para adolescentes en adelante: Del Otro Lado de – vivencias en cómic de mujeres trans de aquí y de allá, edición coordinada por nuestra compañera de blog Teresa Castro, y Paty Ortiz de Zárate, editado por las ONGs Mugen Gainetik y Gethiu, en octubre de 2021, y otra segunda recomendación: Más puta que las gallinas, y otras animaladas machista, de Luis Amavisca y Sonia Pulido, editado a finales de 2021 por NubeOcho, de la colección NubePimienta.

Centrémonos primero en Del Otro Lado de- vivencias en cómic de mujeres trans de aquí y de allá, segunda publicación tras Viñetas de tortas y bollos- Cómic lésbicos desde dos orillas, primer trabajo recopilatorio de relatos de diferentes artistas gráficas de España y Latinoamérica, que ya comentamos en este espacio tras su publicación en 2018. De entonces ahora, nos consta que Teresa Castro ha continuado trabajando sus tiras e historias con un sentido del humor inteligente, a modo de microrrelatos o escenas que ponen de manifiesto tanto el activismo por la defensa de los derechos de las mujeres lesbianas y colectivos LGTBI+, con una visión crítica y personal de nuestra sociedad, aún insoportablemente heteropatriarcal y de imposición de género binario propio de una concepción arcaica y negadora de una realidad diversa.

Esta segunda publicación se trata de una preciosa edición de diseño en tapa blanda, algo más rígida que la anterior, con estupendas portadas bilingües en castellano y euskera, sin contraportada, en la que disfrutamos de nuevo de relatos gráficos de diferentes artistas que nos describen la vivencia transexual, visión necesaria para poder conocer cada vivencia variada, concreta, y tan puesta en tela de juicio y debatida en el proceso de elaboración del proyecto de ley trans en España, e incluso atacada tanto por parte del colectivo feminista (el más institucional), como por las ideologías más conservadoras. En definitiva y una vez más, esta edición reúne a autoras españolas y latinoamericanas, en concreto a Teresa Castro, María José Manzano, Susanna Martín, Sydney Hilton, Amalia Darien, Estuarda Recinos, Catalina Parra, Elsa Ruiz, Sara Soler, y Xulia Vicente, cada una con su propio estilo e influencias, todas interesantes y sobre todo, con una forma de relatar muy especial.

No se pierdan este diseño de edición en el que la mitad del libro está en un sentido en castellano, y girándolo en sentido contrario, ciento ochenta grados, la otra mitad está en euskera.

Cabe señalar que desde los escenarios de fondo de Donosti en la primera página, hasta la última historia de imagen en un estilo más manga, cada uno de los relatos son absolutamente diferentes, sorprendentes, y nos hacen reflexionar explorando emocionalmente experiencias trans diferentes entre sí. Un gran trabajo y colaboraciones absolutamente brillantes.

Volviendo a nuestra segunda recomendación, Más puta que las gallinas, y otras animaladas machista, y después de La perra, la zorra y la loba, primer álbum ilustrado de la colección NubePimienta, tanto el escritor Luis Amavisca y la ilustradora Sonia Pulido realizan en esta ocasión, un repaso a dichos populares machistas que relacionan a las mujeres de forma peyorativa y sin sentido, con animales, atribuyéndoles cualidades y características absurdas, basadas en prejuicios y estereotipos.

El relato es una sucesión de escenas que en su desarrollo desmontan cada expresión o dicho, como Más puta que las gallinas, Más pintada que una mona, ¡Menuda loba!…, dándoles la vuelta desmontando este imaginario popular de atribuciones despectivas e insultantes hacia las mujeres, y en definitiva, manifestaciones de una cultura de violencia de género absolutamente asimilada e instalada en las relaciones sociales de forma reductiva, caduca, con perspectiva de género exclusivamente binario, patriarcal y represivo. El lenguaje es un claro reflejo de ideología y manifestación de las relaciones de poder.

Este álbum ilustrado combina una obra gráfica impresionante, cuidada, colorida, y que en relación al texto, se complementan en cada una de las ideas y audaces críticas a estas formas de definir el rol de las mujeres, guiadas por ideas estereotipadas que en definitiva sostienen un orden social de privilegios masculinos.

Espero que ambas publicaciones les hagan reflexionar y analizar la sociedad en la que vivimos y que a todas luces requiere y necesita un cambio absolutamente viable de relaciones de poder, un orden social mucho más justo y coherente con la realidad social, cada vez más visiblemente diversa.

Pero sobre todo lean y disfruten.

¡Hasta pronto!

 

 

 

Género y violencia: sobre la abolición, las fronteras y les hijes de otres

Por Victor Mora (@Victor_Mora_G ‏)

 

A propósito de la afirmación tan contundente como poco específica de la “abolición del género”, se despliegan de tanto en tanto tormentas de críticas y agresiones en red (que más pronto que tarde, como sabemos, pueden transformarse en otra cosa). El uso de ‘todes’, por ejemplo, como marca de género neutro, se critica hasta la náusea por parte de ‘abolicionistas del género’. Es frecuente también ver el enfrentamiento violento contra personas o familias que optan por una crianza crítica con los estándares del género. Una crianza crítica que puede ir desde cuestionar los elementos tradicionales asociados al género y ponerlos en disputa, hasta posicionarse políticamente en el uso lingüístico de ese neutro en lo que refiere a sus hijes, para generar con ello un espacio de habitabilidad del género más libre y, en fin, respirable. Quienes se enfrentan y tratan de ridiculizar estos posicionamientos hablan como si utilizar las marcas de género binarias y tradicionales no fuera también un posicionamiento político que, por demás, es continuista de la violencia que la estructura misma del género contiene. Pero, ¿de qué hablamos cuando hablamos de abolición del género?

Hasta hace unos años afirmar que el género era una cuestión cultural, una construcción (esto es: no natural) era algo común salvo, claro está, en reductos conservadores. Las implicaciones de la naturaleza quedaban atrás desde el consabido “no se nace mujer” para comenzar un nuevo camino en la desarticulación de la subordinación de las mujeres, sometidas a una opresión política, social y cultural, que nada tenía de natural (o ‘biológico’). Mucho ha llovido desde entonces.

La desvinculación de la “naturaleza” del sexo de sus devenires políticos supuso una revolución epistémica que sigue siendo difícilmente rebatible, aunque de unos años a esta parte, no obstante, se haya pretendido desmantelar todo el trayecto en nombre, paradójicamente, de la lucha contra la misma opresión. Quizá, lo más difícil de desmantelar era la propia noción de género, por lo que se ha pretendido afirmar que como tal ‘construcción cultural’ no era, pues la ‘opresión verdadera’, que pasaría a ser, entonces, el sexo (ese natural, ese biológico). Lo único cierto es que el hecho de que unos genitales sean visibles y tangibles y la normatividad de género no sea algo medible en los mismos términos no quiere decir, evidentemente, que el género no exista o exista menos. La primera opresión que se administra al sexo es, efectivamente, el género, como conjunto de códigos sociales, culturales y políticos que se administran simbólicamente a cada criatura que nace con unos genitales determinados.

Aquí hay dos problemas, el primero es entender que ese “simbólicamente” conlleva toda una estrategia establecida de códigos que se traducen también en elementos físicos (como ropa, adornos, juguetes o libros) y en otros que, nuevamente, no por no ser físicos existen menos (comportamientos, actividades sociales, formas de hablar, etc.). Todo ello está marcado por el género. El segundo problema, y es el más difícil de comprender porque no tiene una respuesta concreta (ni tiene porqué tenerla, pero ya hablaremos de eso), es que si bien todas las existencias en sociedad, todos los cuerpos, están marcados por una relación entre el sexo y el género, es una relación que en muchos aspectos permanece velada para nosotros, es diversa, inesperada, no es siempre binaria, y sigue siendo, en gran medida, misteriosa. Los códigos culturales de la masculinidad y la feminidad se imbrican en los cuerpos de maneras variadas, complejas y plurales. El binarismo es un empeño (contextual, cultural y situado) que no se corresponde con el despliegue de múltiples formas de habitar el espectro que conforma la relación sexo-género. Históricamente hemos tratado de buscar respuestas paramédicas, morales, religiosas… todas han contribuido a la violencia. Y es que el género es la violencia, y en esa afirmación podríamos encontrar un principio de acuerdo, pero, ¿desde dónde/cuándo comenzamos?

Primero, quizá, por asumir que sea cual sea nuestro habitar sexo-género, hubo un principio de imposición de un modelo (patriarcal, cis, binario, heterosexual) que se dio por hecho cuando nacimos y que se nos desplegó encima con toda su fuerza cultural (y toda su violencia implícita).

Decir que el género es la violencia, es afirmar que es una opresión que nos afecta a todes, lo cual no significa que sus implicaciones sean equivalentes. Sí significa, sin embargo, que es una cuestión estructural que atraviesa a todos los cuerpos y que organiza su distribución en el espacio social, y condiciona el acceso a la redistribución y el reconocimiento, como lo hacen todas las opresiones estructurales. Si decimos que el género es la violencia, ¿convenimos en que abolir el género es un objetivo común? De acuerdo, por qué no, vamos a probarlo. ¿Cuáles son las estrategias? Veamos dos de ellas.

Una de las estrategias más recientes en nuestro contexto, en nombre de la abolición del género, ha sido atacar a una minoría vulnerable. Como sabemos el argumento que más se suele utilizar contra las personas trans (concretamente contra las mujeres trans) es que perpetúan los roles de género, y como lo que se pretende es abolir el género, atacar a las mujeres trans se ha convertido en el estandarte de un sector que se autodenomina ‘radical’ y que, desde luego, ha reproducido y esparcido radicales violencias. Sobre el problema TERF, es interesante ver el video que compartió en 2019 la youtuber ContraPoints, titulado ‘Gender Critical’, en el que expone claramente todos los puntos (hasta el absurdo) de este posicionamiento político (porque es un posicionamiento político, que elige la exclusión de cuerpos vulnerables y la violencia sobre los mismos). ContraPoints explica que un buen símil podría ser posicionarse políticamente en contra de la existencia de las fronteras geopolíticas, y como estamos en contra de las fronteras geopolíticas, nos negamos a dar la documentación a los migrantes que las cruzan, porque lo que hay que hacer es abolir las fronteras. Y más allá, en lugar de ir en contra de las instituciones políticas que recrudecen la división fronteriza, elegimos ir en contra de los migrantes que las cruzan, es decir, de las personas que más sufren esta división política. Otra estrategia podría ser la de asumir que las fronteras existen y que, como el género, por más que no sean visibles o tangibles, los parámetros históricos y políticos han levantado estas divisiones que desembocan en situaciones, a veces, de invivible injusticia. Si asumimos que las fronteras, como el género, existen, por más que nuestra intención final sea abolirlas (esto es: que no sean necesarias), el camino que tenemos por delante, el primer paso, el urgente, es hacer que sea lo más habitable, lo más fácil, lo menos violento posible para todas las personas.

A la luz de esta idea (que también es un posicionamiento político), parece que, por ejemplo, una crianza crítica con los estándares del género, que los enfrente, que no asuma el despliegue patriarcal cis heterosexual sobre unos genitales como necesario y dé por hecho una identidad esencial, es un posicionamiento que va, precisamente, contra las estructuras y no contra personas o colectivos. Es un posicionamiento que genera otro espacio posible de desarrollo, no sometido a los estándares que el sexo-género impone, y que tratará de dar la mayor autonomía y libertad posibles sobre el propio reconocimiento. En resumen, parece que las tentativas críticas de agitación de los estándares, la transformación de usos lingüísticos, la reapropiación de conceptos y el intento de generación de espacios de intimidad y desarrollo más respirables, al final, hacen más por deconstruir la estructura del género que ir en contra de las personas que más se perjudican de esta división binaria, construida y cultural (y que no por construida y cultural, insisto, existe menos).

Quizá no se trata tanto de imponer un eslogan contundente que caiga en lo inespecífico (y que sirva como excusa para llevarse por delante a quien te incomoda), sino de tratar de crear más y más espacios de libertad con alternativas posibles para hacer que el género sea (o intentar, al menos, que acabe siendo) un lugar habitable para más personas, menos violento, menos determinista y lo más fluido posible.

 

 

Imagen: «Autorretrato como niña trans», Roberta Marrero, 2018

La elección del género en disputa

Por Abel P. Pazos (elle/a) – IG: @llorarbailando

Imagen de @xenonena

 

Hace unos días, en el contexto de una entrevista más o menos formal a propósito del borrador de la ley trans* estatal me plantearon una cuestión que lleva desde entonces saltándome como un pop-up. Me preguntaban por formas específicas en que la opresión enebefóbica (opresión transfóbica concreta hacia el colectivo trans* no binario) se transmitiera a través del lenguaje. En aquel momento respondí repasando algunas de estas violencias, pero como digo, me quedé dándole vueltas, pensando sobre todo en algunos de los debates a los que estamos asistiendo estos días. Concretamente me quedé pillada pensando en el debate que ha re-surgido recientemente a propósito de si el género está sujeto o no a elección[1], lugar donde esta pregunta de inmediato me proyectó y que tras reflexionar sobre ello he podido llegar a entender por qué.

Voy a intentar dar cuenta de la manera en que este debate transmite de una forma verdaderamente perversa estas violencias a través del juego del lenguaje que lo enmarca y lo pone a funcionar. Formas de violencia de éstas que son sublimes, pero igualmente bien intensas, generalmente para contra el colectivo trans*, y por algunas razones también de manera muy específica contra las personas dentro del paraguas no binario. Lee el resto de la entrada »

¿Quién teme a lo queer? – Cuerpo en fuga: taxonomías, lechones y sirenas

Por Victor Mora (@Victor_Mora_G ‏)

 

Las viejas ideas se hacen a un lado despacio,

pues son algo más que formas y categorías abstractas.

Son hábitos, predisposiciones, actitudes de aversión

y preferencia profundamente enraizadas.

John Dewey

«Self portrait», 2020. IG: @flowerenbxy

 

En el prefacio de Las palabras y las cosas, Michel Foucault cita la clasificación de los animales que aparece en “cierta enciclopedia china”, donde está escrito que «los animales se dividen en:

a] pertenecientes al Emperador, b] embalsamados, c] amaestrados, d] lechones, e] sirenas, f] fabulosos, g] perros sueltos, h] incluidos en esta clasificación, i] que se agitan como locos, j] innumerables, k] dibujados con un pincel finísimo de pelo de camello, l] etcétera, m] que acaban de romper el jarrón, n] que de lejos parecen moscas».

En esta taxonomía tan divertida, que aparece en El idioma analítico de John Wilkins de Borges, se cuestiona lo arbitrario o caprichoso de las clasificaciones, y es cierto que nos hace advertir, como poco, dos cosas: la primera es que en ella efectivamente están todos los animales, dado que las propiedades que se escogen para clasificarlos los incluyen (o pueden hacerlo) ya sea por nombre (lechones, sirenas), por contexto (incluidos en esta clasificación, que acaban de romper el jarrón, que de lejos parecen moscas), o incluso por defecto (innumerables, etcétera); y la segunda es que ahí radica precisamente el problema ridículo de las clasificaciones, en la propiedad que se escoge para elaborar la taxonomía y distinguir, en este caso, unos animales de otros. Lo que hace Borges es plantear lo imposible de la clasificación o, como mínimo, poner de manifiesto su carácter caprichoso. Lee el resto de la entrada »

El armario y las personas trans

Por Marcos Ventura Armas (@MarcosVA91) activista de Gamá, Colectivo LGTB de Canarias

Foto: Ted Eytan

Cuando empecé a hacer activismo lo hice convencida de la importancia de hacer un mundo mejor, pero también siendo consciente de que me arriesgaba a pagar un precio por ello. Ningún cambio sale gratis, todos se consiguen con sacrificio y también, lamentablemente, con sufrimiento personal.

Dado que cada día estoy más firmemente convencida de que lo personal es político, hoy quiero hablarles de un tema que han usado contra mí muy a menudo y que admito que me resulta doloroso, y es el tema del armario.

Ser una persona trans en una sociedad cisexista no es fácil. Ser una persona trans no binaria como realidad aún menos conocida y validada, tampoco lo es. Pero decidir visibilizarte como una persona trans antes de decidir hacer un tránsito, ya sea físico o de expresión de género, supone exponerte a una violencia muy grande. No me arrepiento de haber decidido hacer este activismo, creo que las personas trans que deciden no transitar necesitan tener referentes y que alguien les reconozca públicamente que su identidad es válida. Pero el cisexismo es muy violento en su defensa de que ciertas expresiones de género solo pueden vincularse a ciertas identidades. Lee el resto de la entrada »

Sobre el feminismo radical (RadFem)

Por Marta Mar, socióloga y co-creadora del podcast Territorio Queer

Foto: Marta Mar

Llevo un tiempo un poco desconectada del activismo colectivo, ya que pensaba que había unas ideas básicas sobre las que ya había un cierto acuerdo dentro del feminismo y sentía prioritario hacer un activismo más introspectivo. He seguido informándome, leyendo y escuchando podcast principalmente, y he dedicado mucha energía a cambiar en mi propia vida las dinámicas que yo misma estaba reproduciendo: trabajarme el síndrome de la impostora, empoderarme en el trabajo, cuestionar la prioridad de la pareja sobre el resto de la red afectiva, reclamar cuidados, aceptar mi cuerpo e intentar contribuir a que las mujeres de mi alrededor también lo hagan. Sin embargo, la irrupción en mi vida del discurso RadFem me ha hecho recordar la necesidad del debate público y del activismo colectivo.

Considero que el autodenominado feminismo radical (RadFem, no el feminismo radical molón de los años setenta, de las performances y los grupos de autoconciencia) es un feminismo beligerante, que en el Estado español ha surgido de la hostilidad y el reduccionismo de Twitter, así como de ciertas élites políticas y académicas dentro del movimiento feminista que han visto amenazada su cuota de poder. Es una reacción impulsiva a los señoros y machitrolls y, con el tiempo, a cualquier persona que opine diferente, que sea leída como amenaza a la causa. No cuestiono que las personas que defienden a capa y espada lo que es ser Mujer (con mayúsculas, que todavía no tengo muy claro lo que es) en el ámbito público (redes sociales, la Universidad o en las instituciones) no se hayan encontrado con especímenes de toda ideología e identidad, que las hayan atacado y obligado a defenderse con uñas y dientes. Pero no perdamos de vista que Twitter no es el mundo real, es un nido de ratas, donde la gente pierde cualquier tipo de educación a la hora de expresar sus ideas. Porque a veces, esto parece una cruzada, una conspiración, una guerra. Y no, al final son feministas atacando a otras feministas y, sobre todo, no escuchando, invalidando discursos minoritarios y no creando espacios de encuentro. Lee el resto de la entrada »

Disidentes – Bolleras y otras identidades lésbicas

Por Andrea Cay, (@AndCay_)

Una de mis mayores contradicciones: me encanta desmontar etiquetas, pero nunca me voy a quitar la de bollera. Significado, sonoridad, atributos para continuar una vida, lo tiene absolutamente todo.

El día 26 de abril fue el Día de la Visibilidad Lésbica, una fecha muy señalada en mi calendario y en el de muchas de las personas que me estén leyendo.

Estas contradicciones también se me generan en los sentimientos que tengo hacia este momento del año. Por un lado, me encanta unirme con mis compañeras, ver a otras manifestándose, que reivindiquemos nuestra identidad, nuestro ser. Sin embargo, es difícil no pensar en la rabia que se te acumula día tras día pensando en las agresiones diarias: los insultos, esos comentarios por lo bajo o esas opiniones que nadie pide, pero acabas escuchando. Lee el resto de la entrada »

Disidentes – De cuerpos enfermos y el estigma de la depressión

Por Andrea Cay, (@AndCay_)

Foto de Andrea Cay

Cuando eres consciente de cómo funcionan las cosas en tu interior aparecen los sentimientos más dolorosos que puedes imaginar. A su vez, en el escenario también se presenta la pereza. Todos esos momentos que deberían apasionar a una chica de 27 años no se han terminado esfumando del todo, pero están completamente reprogramados.

No puedo evitar unir esta idea a los conceptos hegemónicos que rodean a los cánones de belleza. No entro en ellos, ni voy a entrar nunca y el motivo no se reduce a mi apariencia física, sino al hecho de que sé, a ciencia cierta, que mi cuerpo está catalogado como enfermo.

Realmente, digo esto con orgullo. Ese orgullo que tanto nos gusta mencionar y aplaudir en la comunidad disidente que se visibiliza bajo las siglas LGBTQ+, no debería ser únicamente encerrado bajo este paradigma. Lee el resto de la entrada »

¿Quién teme a lo queer? – Lo que somos: autobiografía, ficciones y dramas

Por Victor Mora (@Victor_Mora_G ‏)

Si quieres mandar preguntas o comentarios a Víctor Mora puedes escribir DM o de forma anónima a: https://curiouscat.me/Victor_Mora_G

 

 

Quizá el objetivo más importante de nuestros días es descubrir lo que somos,

pero para rechazarlo.

Michel Foucault.

 

No me atrevo a hablar en nombre de ninguna otra, lejos de perpetuar la idea de que las mujeres trans somos un bloque homogéneo de prácticas e ideas, defiendo nuestro derecho a la cobardía, a la alienación, a ser completas gilipollas, a equivocarnos, a ser unas bocazas y a dramatizar.

Alana Portero.

 

No cambiaría mi lugar por ningún otro, porque ser Virginie Despentes me parece un asunto más interesante que ningún otro.

Virginie Despentes.

 

¿Qué/quién soy? Cuerpo, nombre, memoria, proyección. Lo que somos. Expresión, performance, significante en mapa, cuerpo-texto, herida abierta, preconsciencia. Lo que somos. Ultraconscientes del autoengaño, exposición, venta y consumo. Titubeo, mentiras, verdades como puños, verdades con patas. Fracasos, errores, esperanzas. Lo que somos.

Soy Víctor Mora, y ahora mismo escribo desde un portátil en el salón de mi casa. Esto va cambiando, a veces escribo en bibliotecas o en bares, en cuadernos y libretas. Escribo todos los días y todos los días soy Víctor Mora, aunque ya he asumido que esa persona son varias personas como, creo, cualquiera. He aprendido a convivir con los fantasmas que me componen, a entender que el yo que escribe ahora no es más que uno de ellos y que no es desde luego más importante que el resto. He vivido en Madrid más de la mitad de mi vida. He trabajado la noche y los clubs. He sido imagen, DJ y cantante de una banda electrorock. Fui teleoperador erótico, camarero en saunas gays y dependiente en tiendas de moda gótica. Me maquillaba, tenía el pelo largo y estaba obsesionada con la delgadez. Performaba la feminidad sin considerarme mujer, es decir, sin serlo. Pero sí sabiendo que tenía que explorar lo femenino y expresarlo. Era mi espacio en el género. Era un lugar de emancipación. Fui por fin el putón que tanto ansiaba ser, el de Ziga, el que añora ser la niña que no se atrevió a pedir que la dejaran ir con boa de plumas y sombra azul al colegio. Quise ser Miss Guy de Toilet Boys. Tacones, medias de rejilla, labios rojos, eyeliner, pelo cardado y maquillaje hasta en el corazón, como cantábamos en nuestro primer single post-Naranjo. Lee el resto de la entrada »

Todos, todas y ¿todes?

Por Marcos Ventura Armas (@MarcosVA91) activista de Gamá, Colectivo LGTB de Canarias

El cantante Sam Smith reveló este año 2019 que no se siente ni hombre ni mujer

Estos días ha sido noticia que el prestigioso diccionario Merriam-Webster ha reconocido el uso de they como pronombre singular de género neutro en la lengua inglesa. Este cambio ha coincidido con unas declaraciones públicas de Sam Smith, artista visiblemente no binarie, en las que exponía ante el mundo que había decidido que sus pronombres serían they/them.

Estas declaraciones tienen que ver con uno de los aspectos esenciales de las realidades no binarias: la visibilidad. Todes necesitamos que nuestra identidad sea reconocida socialmente. Y en nuestras sociedades occidentales hay dos elementos claves para identificar a una persona que son su aspecto y su lenguaje. La forma en la que nos mostramos ante el mundo y en la que nos comunicamos con el mundo le dice a los demás quienes somos.

El castellano es un idioma con género gramatical muy marcado. Es difícil encontrar una palabra que no tenga un género claramente definido, pero también las hay. Por ejemplo, si yo digo de alguien que es guapo, ¿quién es guapo? La respuesta que pensará todo el mundo es que él es guapo, que es un hombre. Pero, ¿y si digo que alguien es inteligente? Inteligente puede ser tanto él como ella. Si digo de alguien que la vi ayer, sabes que me refiero a ella, pero ¿si digo que le conté lo que me pediste? Le conté puede ser tanto a él como a ella. En castellano, las pocas palabras que no tienen un genero gramatical marcado tienden a acabar en -e. Lee el resto de la entrada »