Disidentes – Bolleras y otras identidades lésbicas

Por Andrea Cay, (@AndCay_)

Una de mis mayores contradicciones: me encanta desmontar etiquetas, pero nunca me voy a quitar la de bollera. Significado, sonoridad, atributos para continuar una vida, lo tiene absolutamente todo.

El día 26 de abril fue el Día de la Visibilidad Lésbica, una fecha muy señalada en mi calendario y en el de muchas de las personas que me estén leyendo.

Estas contradicciones también se me generan en los sentimientos que tengo hacia este momento del año. Por un lado, me encanta unirme con mis compañeras, ver a otras manifestándose, que reivindiquemos nuestra identidad, nuestro ser. Sin embargo, es difícil no pensar en la rabia que se te acumula día tras día pensando en las agresiones diarias: los insultos, esos comentarios por lo bajo o esas opiniones que nadie pide, pero acabas escuchando.

Y no olvido nunca que yo estoy en una situación bastante privilegiada si me pongo a pensar en muchas de nosotras. Pero sí me asentase en esos términos y no viviese cada momento como si fuese una decisión política, estaría faltando el respeto a las mías.

¿Por qué me encanta la etiqueta de bollera? Porque su significado es tan poco conocido desde fuera, es juzgado constantemente e infravalorado. Por un lado, nada me extraña del sistema patriarcal en el que vivimos. Las mujeres estamos condenadas a que se nos obligue a no tener voz. No hablemos si a tu concepto de mujer le añadimos toda nuestra realidad no binaria, disidente de cuerpo, de sexo y de género. Pasamos a ser del último interés de la sociedad contemporánea.

Sin embargo, eso no va a callarnos y la satisfacción que no va a dar hablar cada vez más alto y juntas, va a ser mayor.

No, las identidades lésbicas no se concluyen en la elección de a quién nos llevamos a la cama. Esto se trata de la ocupación de espacios, de la destrucción de tu imaginario que nos resume en estereotipos, nos fetichiza, maltrata e invalida. Esto va de dejarte claro, una vez más, de que va siendo hora de que te calles y no te enfrentes en una batalla que, aunque creas que va a ser así, no vas a ganar.

La que se rapa el pelo, la choni, la que encasillas de híper feminizada, la gorda, la puta, tu compañera de la oficina, la artista, la que no creyó en el sistema educativo, esa prima lejana a la que habéis repudiado en tu familia, la autista, la que tiene polla y la que se quita las tetas, la del passing, la camionera. Existen más realidades de las que puedes imaginar y créeme: estamos por todos los lados.

Supongo que esto es una pequeña carta para todas nosotras. La forma que tengo de poder expresar lo acompañada que me hacéis sentir, la facilidad que tenéis para obnubilarme haciéndome creer que los días son más sencillos.

Nos obligan a sentirnos mal por lo que hacemos, a leernos como desviadas e incorrectas. Sin embargo, a la vez que la sonoridad de la palabra bollera se va incrustando en tu cerebro como el término más bonito del mundo, el ser desviada termina por encantarte.

Poder librar un campo de batalla desde nuestro cuerpo, nuestras elecciones personales, la manera de conectar entre nosotras, en donde las palabras siempre se alzarán como arma. En donde las palabras de tu compañera siempre saldrán en tu ayuda, es una de las mejores sensaciones que se pueden tener.

No queríamos esta situación, por supuesto que no. No queremos ser juzgadas, insultadas, acosadas, fetichizadas, estereotipadas, invalidadas y un largo etcétera. Pero aquí estamos, las unas con las otras con un fin común.

Nos habéis criado para odiarnos y ojo, os habéis esmerado demasiado en ese propósito, no seré yo la que os quite mérito. Pero no hay nada más rompedor que el amor que solo nosotras: como amantes, compañeras, amigas; por nosotras mismas, podemos sentir.

Los comentarios están cerrados.