¿Quién teme a lo queer? – Lo que somos: autobiografía, ficciones y dramas

Por Victor Mora (@Victor_Mora_G ‏)

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Quizá el objetivo más importante de nuestros días es descubrir lo que somos,

pero para rechazarlo.

Michel Foucault.

 

No me atrevo a hablar en nombre de ninguna otra, lejos de perpetuar la idea de que las mujeres trans somos un bloque homogéneo de prácticas e ideas, defiendo nuestro derecho a la cobardía, a la alienación, a ser completas gilipollas, a equivocarnos, a ser unas bocazas y a dramatizar.

Alana Portero.

 

No cambiaría mi lugar por ningún otro, porque ser Virginie Despentes me parece un asunto más interesante que ningún otro.

Virginie Despentes.

 

¿Qué/quién soy? Cuerpo, nombre, memoria, proyección. Lo que somos. Expresión, performance, significante en mapa, cuerpo-texto, herida abierta, preconsciencia. Lo que somos. Ultraconscientes del autoengaño, exposición, venta y consumo. Titubeo, mentiras, verdades como puños, verdades con patas. Fracasos, errores, esperanzas. Lo que somos.

Soy Víctor Mora, y ahora mismo escribo desde un portátil en el salón de mi casa. Esto va cambiando, a veces escribo en bibliotecas o en bares, en cuadernos y libretas. Escribo todos los días y todos los días soy Víctor Mora, aunque ya he asumido que esa persona son varias personas como, creo, cualquiera. He aprendido a convivir con los fantasmas que me componen, a entender que el yo que escribe ahora no es más que uno de ellos y que no es desde luego más importante que el resto. He vivido en Madrid más de la mitad de mi vida. He trabajado la noche y los clubs. He sido imagen, DJ y cantante de una banda electrorock. Fui teleoperador erótico, camarero en saunas gays y dependiente en tiendas de moda gótica. Me maquillaba, tenía el pelo largo y estaba obsesionada con la delgadez. Performaba la feminidad sin considerarme mujer, es decir, sin serlo. Pero sí sabiendo que tenía que explorar lo femenino y expresarlo. Era mi espacio en el género. Era un lugar de emancipación. Fui por fin el putón que tanto ansiaba ser, el de Ziga, el que añora ser la niña que no se atrevió a pedir que la dejaran ir con boa de plumas y sombra azul al colegio. Quise ser Miss Guy de Toilet Boys. Tacones, medias de rejilla, labios rojos, eyeliner, pelo cardado y maquillaje hasta en el corazón, como cantábamos en nuestro primer single post-Naranjo.

Fue una década intensa, ultrapresente y muy divertida. Fue un tiempo de excesos bienvenidos que suelo resumir como una gran, gran, larga fiesta, llena de ficciones, lagunas y dramas. Era el momento perpetuo, no había futuro, qué descanso.

Yo no me consideraba no binarie como tal, ni sabía lo que era eso. Jamás había escuchado hablar sobre lo queer. Me lanzaban la palabra ‘travesti’ como insulto (cuando para mí era el mayor de los piropos) y otras veces como pregunta, para tratar de entender qué era yo (ese yo múltiple del que hablaba, como si pudiera haber, entonces o ahora, una respuesta). Ser plumera y femenina era arriesgado, difícil y muchas veces violento, a la vez que la mayor de las libertades.

Fue después cuando empecé poco a poco a habitar el segmento masculino. Infectado para siempre, eso sí, por el aprendizaje, por la crítica feroz y el voraz orgullo que otorga la convivencia íntima con las plumas afiladas, con la disidencia. Me enfrenté a la masculinidad como polizón consciente, como agente doble. Me entrometí a la par en la universidad y la investigación. Mis amigas me decían que había cambiado de género, y era mentira y verdad a la vez. Estudié teorías feministas, de la identidad y el sujeto, políticas de memoria y teorías queer. Comencé a escribir. La academia me devolvió una imagen inmensamente infeliz, pero también me abrió puertas inesperadas. Conocí a través de compañeres los espacios de lucha y activismo, que comparto desde entonces y que suponen un nuevo horizonte de emancipación. No he cambiado de género, pero sí he transitado por distintos segmentos de su espectro como forma de expresión a lo largo del tiempo. No he llegado a ningún sitio. Sigo en tránsito, como tú.

¿Qué/quién soy? Una colección de etiquetas en intersección. Una suerte de privilegios a veces, un compendio de opresiones otras, a la vez somos muchas y una sola. Huellas, rastros y experiencias acumuladas. Somos un espejo fragmentado que varía sus formas según el contexto. Somos lo que podemos, lo que se nos deja ser y lo que irremediablemente necesitamos. Soy varón, cis, fui gay, bisexual, travesti, políticamente marica, anarca convencido y burgués en prácticas. Académica exiliada de la academia. Piso la meseta, doy la espalda al mar. Habito contradicciones, como todes, me digo, como si hubiera algo que consolar, como si eso significara algo más. Habito mis privilegios a la vez que mis precariedades. Me deconstruyo, me autodestruyo con frecuencia, casi todas las noches. No me conformo, es verdad, pero me pierdo muy a menudo. Soy un conjunto de etiquetas que me permiten ser, como tú. Lo que soy es una serie de clasificaciones dadas que me hacen ser leído, generalmente mal. Lo que soy es un territorio conquistado y en rebelión interna, como todes, me digo. Como todes les que pueden permitirse pensar en la deconstrucción y en las bondades posibles de lo queer como tejido de alianzas otras. Como todes les que aún, al menos, tenemos tiempo, aunque sepamos que hay quien no puede esperar más. Eso es, en gran medida, el privilegio. Si tenemos la voz, usémosla.

Descubrir lo que somos, nos dijo Foucault desde su privilegio, descubrir lo que somos pero para rechazarlo. Para imaginar una ligadura diferente con el Estado, con lo social, con el patrón de lectura. Imaginar un enlace diferente para las relaciones políticas, afectivas, con todes otres, conmigo. Contigo. Imaginar un relato hecho de tránsitos en cadena que no es más, quizá, que contemplar la realidad y sus concatenaciones incoherentes, sus elipsis sin sentido y sus ritos de paso. No he llegado a ningún sitio, sigo en tiempo de exploración de posibilidades y descubrimiento. Sigo tratando de comprender el proceso del armario múltiple y todo lo que siempre nos espera ahí fuera, la perversa tolerancia y sus dinámicas de consumo, y la rechazo. ¿Qué/quién soy? Soy el tránsito y el retroceso, la búsqueda, la meta y el fracaso. Soy un cuerpo-texto expuesto a los ataques políticos del significado cambiante.

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