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LA DIVERSIDAD EN LAS AULAS

Francisco Navarro  (@imfranxu)

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Por desgracia, la LGTBIfobia ha estado presente en la gran mayoría de los ámbitos de la vida de las personas LGTBIQ +, en la escuela, en el trabajo, en la familia… 

Y la misma, no considero que sea una fobia; no es nada más y nada menos que una reacción maquillada de intolerancia y odio hacia lo no-normativo; odio hacia lo que es contrario a lo que la sociedad tradicional y el estigma social nos implanta

La categoría que más me da que pensar es la que está presente en las aulas. 

Más del 60%  de los jóvenes que sufren Bullying en la escuela o en el instituto se debe a razones de orientación sexual o diversidad de género. Partiendo de aquí, existen muchos centros educativos en los que no existe un protocolo para estos casos, o no lo tienen en marcha. 

Personalmente en mi infancia tuve que enfrentarme a la homofobia en el instituto; Ya en el colegio me llamaban «maricón», cuando ni siquiera conocía el significado de aquella palabra. Hacían bromas molestas y ofensivas de manera continua y para mí era muy duro.

Conforme crecía, todo empeoraba un poco más, y las bromas se convertían en insultos, y los insultos en amenazas, y las amenazas pues, en agresiones físicas. Recibía vejaciones a diario, a la vista de directivos del centro que catalogaban sus actos como «cosas de críos» o como » una broma». 

Salir con miedo al patio, y seguir sintiéndolo camino a casa tras la salida. 

Me hicieron volverme frío, inseguro y asocial; perder las ganas de continuar con mi vida social y académica, y no querer salir de casa. 

Todo ello me hace pensar en varias cosas que se vienen a mi mente como si de un huracán se tratase. ¿Realmente esos niños eran tan crueles? ¿ De verdad esos profesores y profesoras consideraban las vejaciones una broma?. 

¿Cómo podría ser una broma algo que se ha cobrado la vida de muchos jóvenes que se han quitado la vida a causa de ello? Aquellas «bromas» como las llamaban y aquellos comentarios me hacían sentir vulnerable, que no era válido o que era un mero bicho raro diferente a los demás, un ser que no merecía el respeto de la multitud. Es triste que tres, cuatro o diez sinvergüenzas te hagan olvidar quién eres o cuál es el verdadero significado de la felicidad; que solo consigan que  te familiarices con el miedo y la vergüenza, o que te acostumbres a ver la impunidad de tus agresores a ojos de un equipo directivo de un centro educativo en el cuál no escuchan tu manifiesto y tu llamado de ayuda. 

Con el paso de los años pude darme cuenta de que no estaba tan solo, porque comencé a conocer gente de mi condición, gente «rara» que era como yo y me aceptaba tal y como soy. 

He intentando sacar algo bueno de tanto dolor, llegué a la conclusión de que ahora veía el mundo de otra manera, porque conocí la empatía, por las nuevas generaciones que estaban por venir y que por desgracia estaban expuestas a todo aquello. 

Me hizo ver que todos esos agresores solo eran títeres movidos por la desinformación y las ideas cognitivas de sus padres y madres. 

Que la raíz de todo mi dolor y el dolor de las personas pertenecientes al colectivo se solucionaba con algo tan sencillo como lo es la educación. A día de hoy sigo teniendo secuelas de todo aquello; me derivó en ansiedad y en agorafobia* ( es la fobia a los lugares públicos. En particular se trata de un trastorno de ansiedad ante espacios sin límites claros o situaciones en las cuales la amplitud del lugar impide al afectado poder escapar o incluso recibir ayuda en caso de un ataque de pánico) . Me sigo preguntando por qué a día de hoy no enseñan a estos niños y niñas que existen distintos tipos de orientación sexual y la gran diversidad que existe con respecto al género, y por qué no enseñaron a mis agresores que yo era igual que los demás y que los demás eran igual que yo. 

Nuestra infancia es uno de los pilares fundamentales en la construcción de nuestra personalidad, y tenemos que asegurarnos de que nuestras nuevas generaciones crecen en igualdad y rodeados de respeto ; en aulas en las que todos sean válidos. 

Todo aquello que sufrí me animó a seguir luchando, y a día de hoy, sigo en guerra por dar visibilidad en los centros educativos a estas problemáticas, para así evitar que otros y otras jóvenes sufran lo que yo sufrí. 

 

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