Archivo de marzo, 2024

Estereotipos Les

Viñeta de Teresa Castro (@tcastrocomics)

 

La amiga de mi amiga

Por Charo Alises (@viborillapicara)

#CineLGTBI

 

Película española de 2022 dirigida por Saida Carmona que cuenta las vicisitudes de una pandilla de lesbianas treintañeras, muchas de las cuales son amigas en la vida real de la directora. Las protagonistas viven como si tuvieran veinte años, saltando de unas relaciones a otras, enredándose entre ellas en busca del amor, que es de lo que, en realidad, están enamoradas. Esta es una cinta con look amateur y vocación underground rodada en 11 días. Un homenaje a Eric Rohmer y a la nouvelle vague. La realizadora adapta la fórmula de Rohmer a su mirada personal sobre el cine, la vida y las relaciones , dándole a la historia un toque queer con la frescura que envuelve todo el metraje y sin que esa naturalidad refleje descuido en la factura.

Esta historia empieza cuando Zaida, después de una ruptura, vuelve a Barcelona y se encuentra con Rocío, su amiga, que tiene una novia, Lara, que tiene una amiga Aroa, que tiene una novia, Julia. A Zaida le gusta Lara, pero también Aroa. Julia deja a Aroa para enrollarse con Rocío. A Rocío le gusta Julia pero no quiere dejar a Lara y Lara está hecha un buen lío. Además cantan y juegan al tenis y van al cine…

Según contó Zaida Carmona a Ana Satchi en el programa Artisteando de InOutRadio, todo surgió, como tantas cosas, en confinamiento .Yo tenía un guión escrito, pero era muy difícil de rodar con los escasos, nulos medios que tenía. Necesitábamos financiación y entonces, un buen amigo, Marc Ferrer me dijo: ¿Por qué no escribes sobre tu entorno, sobre tus amigas y sobre tus líos? Y fue como bueno, eso quedó ahí y en esa época yo estaba viendo pelis de los noventa sin parar y me obsesioné con el cine de Eric Rohmer y entonces pensé: ¿Cómo sería una peli de Eric Rohmer pero llevada a mi entorno, a un entorno bollero. La amiga de mi amiga está basada muy libremente en El amigo de mi amiga que igual no tiene nada que ver pero que es el germen de la idea. Me puse a escribir junto a Marc, yo hacía una versión, se la pasaba, peloteábamos…Y lo que fue muy curioso, que me encantó, que yo soy muy lenta escribiendo, y aquí me puse a hablar de mis amigas, me puse a hablar de bollerismo y el primer borrador del guión me salió como muy rápido. Luego sí que hubo mucho retrabajo pero salió bastante del tirón. Son cosas que igual no nos han pasado exáctamente, pero si no muy similar y si no a mí a mi amiga.

Y porque el hecho de representarnos y escribir una historia sobre nosotras y hablar así tan libremente y desde esta celebración de nuestra identidad era algo que me animaba mucho y me animaba tanto a escribirlo como a imaginar como a generar este universo que yo creo que fue que se juntaron muchas cosas. La necesidad de escribir algo desde un sitio honesto también, vamos a contarnos. Pasó una cosa muy sorprendente, y es que estamos ávidas de ese tipo de historias. Esta película tiene un presupuesto muy pequeño, está hecha desde los márgenes, que es desde donde creo que se pueden hacer este tipo de películas. Lanzamos un Verkami y se cumplió el objetivo en dos días, sin tener yo una carrera detrás. Yo creo que es por la necesidad de contar nuestras historias, necesitamos contarnos. Tenía muy claro desde el primer momento que quería filmar a mi amiga Rocío Saiz, porque me parece una persona que tiene mucho carisma, la he visto actuar y es increíble, pensé seguro que para este tipo de proyecto se apunta y tiene el morro de ponerse delante de una cámara. Ella se apuntó antes de leer nada. También me apetecía mucho hacer algo con Alba Cross que es una de las protas que en un momento iba a ser ella, luego no iba a ser ella, al final sí que fue. Y luego hay una persona que es clave, que es la persona que hizo de ayudante de dirección, producción, coordinando la pospo, que es Gema Arquero, que es de esas personas que en el equipo técnico queda siempre queda como en la sombra y al final es una persona que sin ella esto no habría sido, al final necesitamos estas redes, este apoyo y más , yo creo, las mujeres y más las bolleras que siempre nos estamos como cuestionando, tener un equipo que esté ahí y a partir de ahí se empezó a unir la gente . Yo escribo esto en 2020, y empezamos a rodar en febrero 2021, durante 11 días en Barcelona y todavía había toque de queda, a las diez teníamos que estar en casa, los bares cerrados. Fue un poco bestia rodar en ese contexto, cada persona del equipo compatibilizando sus trabajos con el rodaje.

Nos costó un poco llegar a las fechas, poder cuadrarlas y cuando empezamos a rodar salió todo superbién, era una maravilla. En el equipo de rodaje todas las jefas de equipo eran tías, tias bisexuales o bolleras , luego el resto del equipo también han sido chicos gais, ha sido casi todo un equipo enteramente LGTBI y eso se notó para bien, había un cuidado y un vamos todos a una que yo no sé si en otros rodajes pasa esa magia . Yo había rodado algún corto, muy pequeñito, con un equipo muy pequeño. Era la primera vez que me metía algo así. Estaba un poco aterrada y, sobre todo, lo complicado era tener la mente dividida en cuándo estoy actuando y cuándo estoy dirigiendo. Porque es como, yo ahora me lo tenía que estar pasando superbién rodando con mi amiga Rocío y estoy agobiadísima porque tenemos una hora para rodar y es algo imposible. Era como estar todo el tiempo en esa disociación. Yo no sé cómo soy como directora, la verdad es que el equipo lo puso muy fácil. Yo soy una persona muy nerviosa, llevo fatal la presión y la verdad es que yo creo que estuve bastante tranquila y lo disfruté mucho. Fue un esfuerzo titánico y colectivo. Las expectativas las hemos superado con creces. La acogida fue muy emocionante. Vienen chavalas súper jóvenes, que yo creí que a una generación más joven esto no le iba a interesar, y me dan las gracias por contar esto y también tías más mayores. Haber conseguido esto en diferentes generaciones, que puedan reflejarse en la pantalla a mí me emociona un montón.

Secciones

Viñeta de Teresa Castro (@tcastrocomics)

 

Azul, azul

Por Sara Levesque

 

—Me gusta el color de tu camiseta —me dijo una vez.
—Gracias. A mí el de tus ojos —respondí.

No sé si fue el color de sus ojos o el de su sonrisa, o la luz del atardecer, que como iba a llover me inundó de coraje por si el agua se tragaba el mundo con nosotras dentro. Pero con esa atmósfera alternativa, lo que me pedía el cuerpo era besarla hasta que nuestros labios fuesen uno solo. Y que fuera lo que tuviera que ser. Como la vez que nos fuimos de escalada.

Soy muy selectiva. Me atraen ciertos peligros. El alpinismo. El buceo. Trepar hasta la profundidad de su alma…

The Nose imponía.

Su perfil era enorme y poderoso. De lejos parecía una gigantesca nariz. Una tocha infinita. La montaña más lisa, preciosa y peligrosa que he visto. Como ella. Con su pelo desorganizado, también era preciosa. Y peligrosa. Como la montaña.

A solas en la explanada, decidimos tumbarnos sobre el césped. Frondoso. Mullido. Me hacía recordar partes del cuerpo que no vienen a cuento. La miré de reojo. Tenía la vista alzada al cielo. Hacia el horizonte. El maldito horizonte que tanto le complacía. Era tan eterno… El condenado horizonte…

Quería empezar la escalada, pero la hipnótica figura de mi musa me impedía sacarle los ojos de encima. Entonces, se giró y me besó en la mejilla. No me lo esperaba, a veces era desconcertante. Como si su pensamiento fuese «te quiero cuando a mí me dé la real gana».

Yo fui tan idiota que acepté. Toqué su camiseta turquesa pensando que estaría mejor sin ella, queriendo de repente escalar su peligrosidad en vez de la de la montaña.

The Nose, con su roca lisa, infinita hasta el malvado horizonte, había desaparecido. El tiempo se detuvo con nosotras a sus costados. Deseaba abrazarle los labios y sentir su textura mientras dejábamos en el olvido el tiempo perdido. Me aproximé más a ella sin soltar su camiseta, la única textura a la que tenía acceso. Busqué sus ojos, intentando descifrar su expresión. Sonreír con menos miedo de lo normal. Me acerqué aún más, dispuesta a precipitar mi lengua por el acantilado de su abismal boca.

Sin esperarlo, se separó y correteó con los pantalones rebosantes de raquíticas briznas de hierba a ponerse el material, dispuesta a comenzar la ascensión. Su impulsividad me dejaba perpleja. Una vez más. La observé con la boca abierta, con cara de tonta.

Delante de mí, el azul de su camiseta. Arriba, el azul del absurdo horizonte. Y ella, con el paisaje, si se desnudara formaría el conjunto ideal para que Reverón la incluyera en su Período Azul.

Corría muy rápido. Saltaba, volaba con su encantadora forma de mirar al cielo con los brazos abiertos, como Heidi.

Adoraba pillarla mirando el puto horizonte…

Y es que, a veces, he sentido cierta esperanza por minucias. Ganas de acelerar esa parte para revivir una apagada ilusión. Olvidé decirle que soy un desastre, que no me ignorase más, esto no fue ficción. Pasé mucho tiempo viendo las estrellas destellando. Plateadas lágrimas de mis luceros al suelo, sintiéndome sin querer, como un poeta soñando…

© Sara Levesque

 

Frases del Lesbopatriarcado 6 – Si tengo amigas hetero

Viñeta de Teresa Castro (@tcastrocomics)

(h)amor 9 amigas

«[La amistad] Consiste en amar a un ser humano como se querría amar a
toda la humanidad».

De la amistad, Simone Weil

 

Nosotras y las autoras que participan en este volumen, (h)amor 9 amigas, reivindicamos y practicamos la amistad en múltiples y diversas formas. Que las amigas nos pueden salvar la vida lo gritan desde siempre los feminismos, y lo llevamos como bandera las minorías, migrantes, racializadas y el colectivo LGTBQIA+.

Como bibolleras también sabemos que las amigas pueden ser amantes, o sujetos de deseo, y esta forma de amistad-amorosa puede ser vivida desde la idealización, el rechazo o la identificación absoluta.

Y además nos hemos dado cuenta de que la amistad en ocasiones necesita distancia, de que hay amigas que se separan, temporalmente o para siempre, de que el duelo es también un dolor que puede llegar a formar parte de este tipo en apariencia tan universal y sin embargo absolutamente particular de relaciones.

La amistad, por último, debería ser crítica y no convertirse en otro concepto susceptible de ser transformado en producto de consumo por el neoliberalismo.

Como bien dice Nerea Pérez de las Heras: En momentos críticos, la verdadera tragedia es no tener amigas, y añadimos: y en momentos de gozo, también: amigas es la novena entrega de la colección (h)amor de la editorial Continta me tienes, con textos de Elisa Coll, Alicia Valdés y Rubén Serrano entre otras.

 

Raras

Por Sara Levesque

 

Soy rara. Mi musa también. Era tan rara como yo. Dos extrañas en un mundo a la par que nosotras.

Llovía y era la excusa perfecta para acordarme de ella. En realidad, no precisaba motivos.
Me hechizaba la lluvia casi tanto como me hechizaba ella. Las nubes maquillaban de gris el día. Y ese sigue siendo mi color favorito. Porque se sale de lo común. Porque no le agrada a todo el mundo. Como la lluvia. Como ella. Como yo. Y la hora de la siesta, en la que mejor me encuentro. Aunque no para dormir.

Me encantaba que, cuando coincidía que tocaba reposar la comida y chispeaba, nosotras aprovechemos esa pausa de relax para repartir nuestras huellas por la ciudad mientras los de los demás dormían.

Ese peculiar halo era el lienzo perfecto para dibujar mi cuerpo enredado con el suyo. Cualquier día me servía para dar un paso y atreverme a besar su cuello infinito, esnifando el aroma de sus cabellos. Cogerle de la mano, irnos juntas a casa, trazar una ruta en nuestras pieles y amarnos con música de chaparrón de fondo. Después de hacer el amor, lo desharíamos para volverlo a hacer. Solo para que la rutina no se nos comiera. Devorarnos entre nosotras sería más que suficiente. Casi como sucumbir al sadismo. Porque todo es soñado por mi enamorada mente con forma de su corazón. La luz que iluminó mi oscuridad es que ella fuera tan rara como yo.

Cualquier día me servía para estar con ella, excepto los viernes. Los viernes procuraba no verla. Procuraba estar a solas con su recuerdo. El viernes era mi día. Pienso que primero debes aprender a estar contigo mismo para saber convivir con los demás. Como la mayoría de escritores, me gusta estar sola. Sé estar sola. Pero los viernes necesitaba estar sola.
Quería llegar a casa anocheciendo, apenas cenar, fumarme un cigarro, escribir sobre ella, beberme una copa, asomarme a la ventana, odiar el amor que le tenía, soñarla un poquito, meterme en la cama, follarla un muchito, echarla de menos y dormirme sin más. Le dije que los viernes procuraría no verla. Prefería imaginarla. Tan firme fui con ese planteamiento que me concedió encantada todos los viernes del calendario y los seis días restantes, por si me eran necesarios. Fue la generosidad más cruel que alguien me ha entregado en la vida.

A pesar de ello, lucía preciosa en todo su esplendor. Lucía preciosa con su vestido de rayas. Adoré su cuerpo y su pelo así, estrambótico, libre, sin atusar, como incoherente. Era su estilo. Me encantaba que nos mintiéramos al oído sobre cómo el tiempo no nos había rozado, ni mucho menos cambiado. Lucía preciosa bajo la luz del atardecer que, como iba a diluviar, era peculiar. Se me antojaba dulce y plena. Y cuando le cotilleaba el perfil, entendía que su silueta era mejor que cualquier escultura de un gran artista. Lucía preciosa en el escenario cuando me buscaba desde sus ojos, tan expresivos como la luna, y en esa mirada distinguía el brillo de su calor. Porque a su lado, hasta por las noches sonreía el sol. Lucía preciosa en esta vida. ¿Y sabes por qué, Lector? Porque su curva más provocadora, la que más me excitaba, de la que siempre quería averiguar su sabor no era la de su delantera, ni la de sus posaderas, ni siquiera la más cóncava de su cuerpo. No. Era su sonrisa. Un día le pedí que aprendiera a cuidarla para que siguiera siendo curva, no fuera que se le olvidase hasta acabar perdiéndose en una recta infinita. No se le olvidó. Tampoco recordó lo hermosa que era la vida para mí cuando ella le sonreía a los días.

© Sara Levesque

 

Te estoy amando locamente

Por Charo Alises (@viborillapicara)

#CineLGTBI

 

Esta película española estrenada 2023 y dirigida por Alejandro Marín, nos sitúa en Sevilla, año 1977, con la ley de peligrosidad y rehabilitación social vigente. Miguel (Omar Banana), un adolescente gay de diecisiete años quiere ser artista y dejar a un lado la carrera de derecho que Reme, su madre (Ana Wagener) quiere para él. En ese contexto el joven se involucra en la lucha por los derechos de las personas LGTBI.

Alejandro Marín en una entrevista concedida a El cine de la Ser comentó que para hacer la película realizaron un proceso de documentación que les permitió tener un escáner de la situación de la época. Hablaron con personas que vivieron esos momentos, incluso con la familia y de ese proceso surgieron unas conversaciones muy interesantes. El realizador apuntó que quiso hacer un homenaje, desde el cariño, a las personas que enarbolaron la lucha por los derechos LGTBI en esa etapa histórica. Sobre la implicación de los sindicatos y los curas obreros en esta lucha, Marín afirmaba: Queríamos trasladar al presente como la lucha era tan transversal, era totalmente a una y lo que importaba era la causa por la que se luchaba y no tanto desde donde se hacía. Los movimientos feministas estaban mano a mano con el movimiento LGTBI, las luchas sindicales… Comisiones Obreras dejó el lugar para hacer el mitin previo a la manifestación. la participación de los curas obreros, era todos a una . Desde el principio fue esa idea: Esa lucha tan transversal, ¡qué bonita!, hay que recordarla. Decía el cineasta que era importante la lucha sindical porque la Ley de Peligrosidad Social era súper clasista. Había como el informe de buena conducta en el que iba un policía fiscal a tu casa a hablar con los vecinos, en tu puesto de trabajo y si eras de buena familia esos expedientes se perdían, pero si eras de una clase más desfavorecida decían: Uy no este es un peligroso. Y al final es normal que quienes empezaron estas luchas fueran personas de las clases más desfavorecidas. Sobre las escenas de baile y de cante de la película Alejandro Marín contó que él todo lo piensa entorno a la música que es de donde le vienen las ideas. El título le vino porque la intro de Te estoy amando locamente le parecía muy cinematográfica, además pretendía reivindicar la cultura underground sevillana.

Por su parte, la actriz Ana Wagener, también en El cine de la Ser, comentaba que su personaje le parecía muy atractivo: Quería mostrar a una mujer de aquella época sola, viuda, con un hijo de diecisiete años. Que ve pero no quiere ver. Que tiene ya estipulado para su hijo el camino de un buen porvenir: abogado, y de pronto, se le sale de la melodía el niño pero ella no quiere ver. Con Alejandro hablamos que Reme querían que fuera como un elefante en una cacharrería. Una mujer que no sabe lo que le está pasando a su hijo, entonces tira para acá, tira para allá y al final lo que realmente le queda es el amor. Tiene una mirada que finalmente termina reconociendo a su hijo y viendo que la gente le quiere, porque lo que yo creo es que ella tiene miedo de que le dejen de querer, le hagan daño y al final termina abriendo su mirada y haciendo un viaje maravilloso. La verdad es que era una gozada. Ha sido meterme en la piel de una mujer del 77 pero que realmente tiene una fuerza como la que podía tener ahora. Creo que es una película también muy actual, que habla de cosas que deben de escuchar la gente. Que la gente de hoy sepa los derechos que se han conseguido. Los derechos que se pueden perder. En la película me doy cuenta de la sensación de colectivismo que había, porque ahora el individualismo del ser humano es tremendo. En aquella época, yo creo que se vivía mucho más el colectivo.

Omar Banana decía sobre su rol en la cinta: Ha sido muy bonito, por dar voz a un personaje que representa a tantas personas que han pasado por tantas cosas, en el 77 y 78 y que siguen pasando. Es un poco el arquetipo de la persona abusada por la sociedad antilgtb o la sociedad fascista. Era dar voz a algo bastante necesario. Y meterme en el Miguel de diecisiete años del 77 y no en el Miguel de diecisiete años de 2022. En cuanto a la música y el baile, el actor decía que cuando Miguel decía que quiere ser cantante, no es que quiere ser cantante como tal. Vaya o no vaya a Gente Joven, lo importante para él es la liberación. El cante y el baile es un medio de liberarse, de ser quien quiere ser, cortar las ataduras que en su entorno familiar tiene. Entonces hemos usado el cante y el baile para transmitir a la gente una idea de liberación y de poder ser tú mismo.

El deseo de libertad, de ser sin miedo está presente también en Yo solo quiero amor, de Rigoberta Bandini, la canción de la película:

(…)Tengo ganas de no explicar por qué.
Yo te quiero querer sin miedo a que puedan
volver. Tengo ganas de saltar a tus pies,
levantar el parqué. Contarle a Dios, quién
quiero ser.

8M

Viñeta de Teresa Castro (@tcastrocomics)

 

Desteñido

Por Sara Levesque

 

Mi teléfono es negro. El ordenador también. Hasta la atmósfera está apagada hoy. Veo que todos los aparatos que me rodean son de color oscuro y pienso que debería aportar un rayo de luz a mi vida. Con esa mezcla de emociones taciturnas no puedo evitar preguntarme si vivo mi vida como realmente quiero. Si no estaré caminando hacia un futuro, también negro.

Hoy amaneció lloviendo y prometí no recordarla. Me acerqué hasta la ventana y decidí que sobreviviría sin salir a por el pan. Contemplé el cielo pensando en el sabroso café que tenía intención de tomar. Las nubes gris perla se superponían a otras blanquecinas. Todas ellas formaban una enorme esponja color pizarra. Las legañas grisáceas eclipsaban por completo el tapiz azulón del firmamento. Me sentía tranquila, el gris es mi color favorito. Y los días lluviosos, los más inspiradores, a mi entender. Me seducen todas las tonalidades de la ceniza.

Lástima que ya casi no fume. El gris es un color bonito, distinto. Es especial, pero no como para prometer nada bajo su borrosa claridad. Así que los días cenicientos me limito a mirar al cielo y alegrarme de que solo sea un color más mientras evocaba sus pupilas. Mejor hacer promesas cuando luce el sol.

Sin sentido ninguno, pienso que es muy buena idea hacerme un tatuaje. Se supone que es algo representativo, importante para uno. Quiero grabarme algo sobre mi musa. Algo que, al mirarlo, me recuerde que una vez mi sonrisa tenía color y era de su propiedad.

Para ello necesitaría dos cuerpos. Con el mío no me basta para tintar todo lo que significa para mí. Debería arrancarme la piel por completo y garabatearla por los dos lados. Aun así, no sería suficiente, y entones tendría que pasar a tatuarme los órganos por dentro y por fuera. Porque es tan profundo lo que sufro por ella que, igual si me tatúo hasta el alma, podría acercarme a la idea que tengo en mente.

Cambio de idea y creo me quedaré como estoy hasta que se me ocurra algo mejor.

Un buen rato después, despejó. Con la vista puesta en el punto donde el horizonte se confunde con la ciudad, empecé a sentirme un poquito mejor, a pesar de la nostalgia. Salí a caminar. El sol, con su enérgica claridad, ayudaba, aunque yo me empeñase en vivir en su cara oculta.

Desde el banco del parque contemplé los arbustos, que ya dejaban entrever las tonalidades otoñales. Un chiquillo subido a una bicicleta amarilla pasó muy cerca de donde yo la soñaba.

Recordé cuando recorríamos El Retiro rodeadas de ciclistas despreocupados, años atrás. Una pelota de fútbol fosforescente era pateada sin piedad cerca de mí. El día y sus elementos parecían acorralarme con su claridad, como si notasen mi pena y me abrazaran. Todo ello me reconfortaba. Meditando que en aquellos instantes todo parecía sospechosamente amarillo caí en la cuenta de algo: no sé cuál es su color favorito. Espero que me lo diga si nos volvemos a ver algún día.

© Sara Levesque