Archivo de enero, 2024

El banquete de bodas

Por Charo Alises (@viborillapicara)

#CineLGTBI

 

Ang Lee dirigió esta película taiwanesa en 1993. El guión lo firman el propio Lee junto a James Schamus y Nelll Feng. Simon y Wai-Tung son un pareja gay que vive en Manhattan. Ante la inminente llegada de los padres de Wai-Tung, organizan una boda de conveniencia entre Wai-Tung y Wei-Wei, una joven inmigrante que necesita la carta verde de inmigración para poder permanecer en los Estados Unidos. Todo se complica cuando los padres de Wai-Tung llegan a Nueva York y pretenden organizar el banquete.

Lee es un punto medio entre Woody Allen y Eric Rohmer. El cineasta consigue tener una objetividad sobre los personajes que hace que en sus películas no haya ni buenos ni malos. Esa objetividad no es indiferencia, sino una suerte de simpatía hacia los personajes que recuerda a Renoir. Destaca en el realizador su capacidad para rodar desde la distancia justa, la habilidad para colocar la cámara en el lugar adecuado, la cotidianeidad que imprime a sus escenas y la utilización de elementos cómicos que , a veces, resultan totalmente disparatados pero siempre dentro de un enorme realismo y espontaneidad. Estos toques de comedia el director los mezcla hábilmente con un cierto melodrama para tratar cuestiones de familia y de convenciones sociales. que es común denominador en todas sus películas. Por otro lado señalar el toque oriental de la cinta, que recuerda a El Viaje a Tokio de Ozu . Sobre los puntos en común de ambas películas, señalar que utiliza el mismo material: las relaciones dentro de una familia que está en estado de dispersión .’En este caso la dispersión es cultural y geográfica. En la película, Ang Lee trata a los personajes con objetividad pero siempre con una actitud positiva. Esto hace que la cinta tenga una gran frescura.

El Nueva York de Ang Lee es muy personal y así se refleja en las escenas de esta película con las calles y los restaurantes que filma. Hay una escena, cuando están comiendo, en la que se ve el río y podemos sentir la humedad a través un plano inusual de la gran manzana. Y todo ello sin una impronta orientalista de las localizaciones. Por otro lado, la escena en la que los dos protagonistas hablan por teléfono está cargada de emotividad y afecto. A ello contribuye la planificación que nos muestra una relación pura y consistente llena de amor. El director va subiendo la escena de tono poco a poco hasta que termina en un abrazo. La economía de medios se nota en los planos largos que rueda el director. La forma en la que los actores se mueven por los espacios imprime a las escenas de esa cotidianeidad que, como se ha mencionado anteriormente, caracteriza a Lee. Con esa misma impronta de lo cotidiano , el realizador describe la relación de amor entre los dos hombres de la misma manera que hubiese contado una relación heterosexual.

Las situaciones que se `producen con la organización de la boda están rodadas con gran frescura. La fiesta es una locura que tiene planos de comedia disparatada. Sin embargo también se filma con normalidad lo que permite que cualquier persona que vea la película, independientemente de su nacionalidad o su cultura, se pueda identificar con esos momentos. Hay un momento en la preparación de la boda, cuando están peinando a la novia, en el que esta parece tener la ilusión de que al final se quedará con Simón, lo que nos hace pensar en su soledad. Esta circunstancia también se plasma en la escena de la bienvenida en el aeropuerto. Wei Wei quisiera que esa fuera su familia también.

Un tema que trata la película es la problemática de las personas que están en situación administrativa irregular en Estados Unidos y la frustración que muchas veces les provoca esa circunstancia vital. Es esta circunstancia, la que lleva a Wei Wei a aceptar el matrimonio de conveniencia. Sin embargo hay un instante en la que la chica dice: Quizás no haya merecido la pena tanto esfuerzo para esconderse en Estados Unidos. La cuestión es que hay millones de personas que buscan un lugar estable que difícilmente les llega porque nunca serán como las personas nativas que tienen unas posibilidades de prosperar que les vienen dadas por el nacimiento.

La cinta trata con habilidad la relación entre Taiwan y la China continental. Con destreza nos describe la necesidad que tienen todos los personajes de entenderse a pesar de pertenecer a culturas distintas. La escena de la presentación en el aeropuerto recuerda a Ozú. También destaca la escena del hospital en la que Wai Tung , de espaldas, le cuenta la verdad a la madre y va sintiendo una liberación a medida que habla. Cuando el joven termina, la madre le espeta: Tu padre no debe saberlo, eso le matará. Esta frase describe a la perfección el trauma que, a veces, supone para algunos padres el hecho de que sus hijos tengan una orientación sexual o una identidad de género no normativa.

El guión sabe alternar la comedia de equivoco con el drama. Planea siempre el miedo de que el padre , que está enfermo del corazón, se entere de la relación entre su hijo y Simon. Los secretos familiares que provocan el drama se mezclan con los momentos de comedia de enredo.

Dentro de los personajes principales solo hay un occidental, Simon que aparece habitualmente en un segundo plano sin embargo siempre eso no disminuye su peso en la historia. Es un personaje muy bien tratado. El joven americano tiene un gran encanto, se enfada en un par de ocasiones, pero con motivo. En la despedida, el padre le dice a Simon que cuide de Wai-Tung, mostrando así su aceptación a la relación entre el joven americano y su hijo.

El director dedica la película a una pareja de amigos suyos que cuando vienen los padres tienen que cambiar la decoración de su casa para que no se diesen cuenta de la relación que ambos tienen.

Allí estaba yo

Por Sara Levesque

 

Olvidé cómo sonreír hasta que me miró, enseñándome que los labios también pueden estirarse hacia arriba y atrás. Algunas veces nos rozábamos las manos casi sin tocarnos, como si se susurrasen secretos. Como si su piel quisiera fundirse con la mía, pero solo a pellizcos. O viceversa. Y algunas veces se levantaba brisa, acercándome el afrutado olor a romero de su pelo, encantando con su exquisito veneno a todo mi ser.

Con mi compañera de vida quise empezar de cero y no salió bien. Con mi musa me hubiese gustado empezar de verdad, hacer las cosas con buen pie. O mejor, con otros pies. No fuera que, por usar los de siempre, me llevasen al mismo camino en que una vez me perdí.

A veces la observaba, preguntándome qué clase de encantamiento poseía. Y por qué me embrujaba tanto. Y yo me sentía dichosa al descubrir que, en realidad, me daba igual si lo averiguaba o no.

Me agradaba pensar que algún día nuestra complicidad secreta se desvelaría y podríamos llegar a casa, echar un polvo salvaje para saciar nuestro instinto animal y, después, hacer el amor para acariciarnos el corazón con nuestro dedo corazón…

Porque ella y yo hablábamos desde el mismo sitio: desde nuestros corazones. Lástima que su conversación fuera contradictoria. Mi corazón permanece en el pecho. Cuando late, es todo bondad. El tuyo tenía forma de dedo. Cuando lo alzaba, era pura realidad.

Y entre toda esta bruma ahí estaba yo siempre, en el metro, como casi cada día. En uno de mis vistazos inconscientes conseguí distinguirla entre el gentío. Quise llamar su atención, pero mi voz se tropezaba con la muchedumbre sin alcanzarla. Entonces, metí la mano en el bolsillo y saqué mi arma para apuntarla: un lápiz. Un raquítico trozo de carboncillo rojo y beige. Un pobre diablo de grafito con la punta agónica.

Estaba casi consumido, como mis días buscándola. Le susurré con él a mi libreta, emborronada hasta el último recuadro. Repleta de sueños garabateados.

Lucía su abrigo verde y mi corazón realizó un salto mortal al recordar. Parecía despreocupada, a pesar de la multitud enfermiza del vagón. Del hombro le colgaba una mochila roja con forma de búho, de esas que estaban de moda. Y llevaba la boina color camel que le regalé. Igual que la que yo uso a veces, solo que la mía era granate. Estaba tan preciosa… Sí, fue muy mortal.

La vi, me fijé bien en ella, y comencé a escribirla de mentira. Porque, en realidad, no era ella, solo una que se le parecía. Una que intentaba imitarla y casi lo consigue. Una broma de muy mal gusto.

Allí estaba yo, viéndola en la vida pasar. Viendo qué guapa estaba, maldita sea. Viendo qué lejos andaba, maldita sea. Viendo cuánto hablaba, maldita sea. Viendo qué tajante era, maldita sea. Viendo qué bien olía, maldita sea. Viendo cómo la extrañaba, maldita sea. Viendo qué bien sonreía, maldita sea. Viendo qué gran artista era, maldita sea. Viendo que tenía novia, maldita sea. Viendo cómo la quería, maldita sea(s). Y entre tanto vistazo falso descubrí que observarla en el tiempo era como ver la fotografía más hermosa del mundo, aunque estuviera vacía de su esencia.

© Sara Levesque

 

 

Las trampas de Lánthimos: ¿Es «Pobres Criaturas» una película antifeminista?

Por Konstantinos Argyriou

 

Vi Pobres Criaturas (Poor Things) en Atenas, el segundo día de su estreno en cines. Me quedé estupefacto por el guion tan elaborado y transgresor, las excelentes actuaciones, la escenografía mágica, primero en blanco y negro y luego en color, y por supuesto, la dirección de este director tan potente y distinguido que es Giorgos Lánthimos. Pero por alguna razón, no compartió todo el mundo la misma visión que yo. ¿Qué le pasa a esta película y genera tanta polémica?

Es verdad que estas Navidades, la gente en Grecia se volvió loca con la nueva referencia cultural que llevaría la reputación nacional hasta los Óscar. Hubo, además, mucho batiburrillo respecto a los contenidos de la película, que culminó en varios memes contra quienes habían expresado sus opiniones no solicitadas sobre ella. Es cierto que hubo mucha gente comentando la película en redes y en medios, así como en el espacio público en su conjunto. Fue, definitivamente, el talk-of-the-town a lo largo de este enero.

Pero, ¿dónde está el problema? Para algunas voces, es por el “tono woke” que hace que la película parezca feminista sin que lo sea. Quienes apuestan por esta lectura no son ninguna sorpresa: se trata de neorrancios y ciertas “feministas radicales”. Para otras, es por la parafernalia de engendrar éticas y seres humanos interviniendo a la lógica celeste –crítica de neoconservadores cristianos. Por último, miradas puritanas que se molestan por el exceso de escenas sexuales y provocadoras. Al menos hay poca gente que critique la actuación de Emma Stone, Willem Dafoe o Mark Ruffalo (que sí se merecen muchas distinciones).

Lánthimos sigue siendo una figura polémica, particularmente en Grecia. Representa a aquella gente que ha tenido que buscarse la vida fuera, traicionando a su patria y rechazando sus recursos y desafíos –se queja muy a menudo en prensa de que en Grecia no podía desarrollar sus ideas adecuadamente por falta de fondos. Incluso ahora que se celebra su obra y ha ganado fama a nivel internacional, hay gente en Grecia que lo sigue considerando irrelevante, impertinente, usurpador, descarado. En definitiva, no todo el mundo le concede la importancia, el éxito y la lucidez que se merece.

La película molesta porque transmite una metamorfosis incómoda, atravesada por una experimentación que no está exenta de peligros. Pero yo incluso diría que molesta porque viene a interrogar saberes expertos y científicos, a hablar de temas incómodos como la emancipación a través del trabajo sexual y la lectura de libros filosóficos, y a liberar a los sujetos subalternos de una tradición (aquí decimonónica, pero persistente hasta nuestros días) que los mantiene subordinados a la observación autoritaria.

En cuanto a las críticas de antifeminismo, ellas se basan principalmente en la mirada masculinista y cosificante que supuestamente emplea el director. Bella Baxter es el objeto de satisfacción de los deseos escopofílicos de toda una congregación de tíos que, tanto en la trama como en la propia ejecución de la película, la manipulan y se aprovechan de ella. Bajo esta lectura, Emma Stone no le otorga ninguna faceta emancipadora a su personaje, sino que reproduce acríticamente la hegemonía misógina de Lánthimos.

Es más, según esas lecturas, la hipersexualización y cosificación tan exuberante (sucumbir a caprichos de clientes en el burdel de París, descubrir deseos lesbianos, y para culmen, someterse a la luz de gas del nuevo marido) parece que no hace más que validar, humorísticamente, la explotación sexual como acto legítimo de subjetivación. Como leí en una infame página del Facebook griego, Feminismo Herético:

“El mayor fracaso de la película es el intento de dar una connotación feminista a una historia que no trata de lo que quieren las mujeres, sino de lo que los hombres imaginan que quieren las mujeres, ya que las elecciones de la protagonista están determinadas por las posibilidades del mundo de los hombres. El sexo, el matrimonio y el secuestro de una niña por hombres adultos no son violación, explotación y trauma sino un despertar sexual. En el universo cinematográfico de Lánthimos, una niña puede dar su consentimiento para casarse, viajar e incluso suplicar por más sexo (lo que se llama salto furioso para que no olvidemos que estamos tratando con una niña) y la autorrealización definitiva llega a través de su prostitución. La definición de la mirada masculina con una endeble fachada de empoderamiento femenino donde nunca vemos al personaje realizar algo verdaderamente empoderador.”

Me pregunto cómo es posible que se lea tan superficialmente un largometraje que, ya de por sí, implica una indagación y una profundización del público en cuestiones transversales, universales, que plantean una transformación social precisamente a partir de la independización de una mujer de los mandatos de su padre creador, sus pretendientes y maridos, y de la cultura patriarcal en su conjunto.
Estamos ante una historia que requiere de nuestra participación activa en las formas de mirar, de interpretar conductas y motivos, de comprender los cuerpos y de construir relatos, es cierto. Pero ¿acaso se puede pensar tan inocentemente que una película dirigida por un hombre no puede tener ninguna implicación feminista? ¿Se pueden reducir todos sus mensajes en un plan malvado de quitar agencia femenina?

Evidentemente, Lánthimos no es ningún paria de la cinematografía contemporánea. Al contrario, si desde los 2010 se consideraba avant-garde con sus lecturas contra la familia, ahora nos lleva a su nueva era más literaria-filosófica con la fuerza de alguien que ya sabe usar las herramientas que le ofrece el stardom hollywoodiano. Pero antes de tacharlo de woke y antifeminista a la vez (woke antifeminista sería una panacea maravillosa, la que nos faltaba), ¿qué tal si nos fiamos de sus intenciones?

 

 

Retrato de una mujer en llamas

Por Charo Alises (@viborillapicara)

#CineLGTBI

 

Película francesa dirigida por Celine Sciamma en 2019. La acción se sitúa en Francia, año 1770. Marianne debe pintar, por encargo de una condesa, el retrato de bodas de la hija de ésta, Héloïse, que abandonó el convento y no tiene claro su próximo matrimonio, al que ha accedido por guardar obediencia a su madre. La artista tiene que llevar a cabo la encomienda sin que Héloïse lo sepa ya que aborrece la idea de dejarse retratar solo para complacer a su futuro esposo. Con el propósito de cumplir su cometido, Marianne investiga todos los días a la muchacha. La negativa de Heloïse a permitir que la pintora la retrate dará lugar a acercamientos y rechazos que acaban por entrelazar los anhelos de las dos mujeres.

Sciamma se centra en representar el surgimiento del amor. Marianne, al tiempo que plasma en el lienzo la imagen de Héloïse, se va enamorando del cuerpo de su modelo. Desde los cuidados títulos de crédito – breves trazos de pincel sobre un lienzo en blanco, anticipo de lo que vendrá después- cada una de las imágenes, cada encuadre pretenden aprehender el magnetismo entre la pintora y su modelo. Adèle Haenel y Noémie Merlant, a través de medidas expresiones y, sobre todo, de las miradas y los silencios que se intercambian, dan forma a la pasión que las consume.

La simplicidad expresiva de Sciamma provoca que la belleza se desborde sin hacer alardes visuales. La realizadora utiliza la panorámica para trazar el dramatismo de las imágenes. Con el plano-contraplano encierra los rostros de las actrices en ajustados encuadres. Los primerísimos planos mantienen a las protagonistas separadas y en el momento en el que nace el amor, aparecen juntas en el encuadre.

Una de las escenas más relevantes de la película es el momento del aquelarre. A través de un travelling lateral, las brujas empiezan a cantar y a dar palmas y al acabar el travelling, con la música que llena el fondo sonoro, Marianne mira a Héloïse a través del fuego, se distorsiona la imagen por el calor y vemos el vestido de Héloïse en llamas, imagen que da título al film.

Otro momento destacable de la cinta tiene lugar cuando se ha practicado un aborto y las dos mujeres acuerdan reproducirlo para que Marianne lo pinte, convirtiéndolo en un evento público y comunitario. Esto se le ocurre a Sciamma después de leer El Acontecimiento , libro en el que Annie Ernaux describe su propio aborto clandestino. A raíz de esa obra, la realizadora decide incluir la escena. Al elevar a lo público el aborto, Sciamma empodera a las protagonistas y las hace partícipes de su propia historia.

Los trabajos de fotografía comenzaron en octubre de 2018 y duraron 38 días. Sciamma y la directora de fotografía Claire Mathon, se dedicaron a visitar museos para ver obras de pintoras del siglo XVIII.

El rodaje se desarrolló en Saint-Pierre-Quiberon en Bretaña y en un castillo en La Chapelle-Gauthier, Seine-et-Marne. En este castillo no se podía instalar ningún tipo de de aparato de luces, por lo que las escenas están rodadas con luz natural y de candelas. Las pinturas y bocetos que aparecen en la película son obra de la artista Hélène Delmaire. Pintó 16 horas todos los días durante la filmación. Sus manos también aparecieron en la película.

Retrato de la mujer en llamas bebe de la pintura, la literatura y la música, con el acompañamiento del magistral Vivaldi.

La película reivindica a las mujeres pintoras de épocas pasadas invisibilizadas por siglos de hegemonía masculina en el arte. Noémie Merlant afirmó no considerar la cinta como una película de época. Para ella es muy actual, habla de mujeres, entramos con ellas en la intimidad en la que rompen con todas las reglas y los protocolos, todo eso que las ahoga y las constriñe. Y también está esa asociación en el arte y en el hecho de que no haya una musa y una pintora. No, aquí hay una colaboración. Esa mirada de igualdad me conquistó. Para Sciamma se trata de una historia de amor e igualdad donde los personajes se relacionan como iguales, no importa de quien se trate. Yo quería una horizontalidad en las relaciones amorosas y de amistad. Igual que entre el artista y la modelo, es una película sin verticalidades. En ese sentido creo que es bastante subversiva.

Diez mitos sobre las personas trans

Por Chrysallis

 

De paso en paso

Por Sara Levesque

 

Descubrí el estilo menos doloroso para hablarle. Son las palabras escritas desde el corazón herido de una joven con alma de poeta maldita, o una maldita poeta con el alma joven. Tropecé con este método de confesión antes de que la locura del silencioso amor perdido pudiera conmigo. Esta costumbre abarrota mis días huecos. Y sobrevivo acariciando las letras en las que una vez ella y yo nos unimos.
No se trata de una verdad a medias. Tan solo es una doble mentira.

Y es que nunca conocí a una mujer más tranquila y atractiva que ella. Era… No sé cómo era porque abarcaba todo. No existía en el diccionario un adjetivo con la envergadura suficiente como para definirla. Formaba un conjunto con todos los atributos bonitos y, a la vez, con ninguno de ellos.
Creí que la había encontrado. Me refiero a ella. A mi compañera de vida. Era maravillosa y siempre estaba pendiente de mí. Pero, como una intrusa, se cruzó en mi abstracta ruta difusa la más confusa de las musas. Una musa sin excusa. O con todas ellas. Llegó con su misterio, rompiendo mis esquemas. Ya de por sí son frágiles. Mucho. Demasiado. Con ella cerca, cada vez que armaba dos piezas y buscaba la tercera, tropezaba con su olor. Él fue el motivo que derrumbó mi puzle interior.

Desde el primer vistazo su boca me ha llamado. Ignoraba lo que sucedía en mi mente cuando apreciaba con lentitud sus labios que, ni muy gruesos ni apenas visibles, absorbían la poca vida que me quedaba. Al contemplarlos, sentía el impulso de probar su sonrisa. Resultaba una mujer adorable cuando paseábamos por la ciudad y miraba a su alrededor con timidez en medio de la multitud, como si temiera que la devoraran, agarrándose de mi brazo hasta que nos escabullíamos de la jauría. Eso sí, jamás dejaba de sonreír. Con la seducción de sus gestos al caminar yo titubeaba; paseaba al ritmo de una música que el mundo oía, pero solo ella escuchaba. Era espontánea, natural. Hasta encontré entrañable su manera de hablar con la boca llena de patatas fritas haciendo el aspersor y escupiéndome sin querer algún que otro perdigonazo de comida.

No me importaba darme un paseo extra en el metro si con ello seguía disfrutando de sus anécdotas, sin dejar de escuchar hasta la última palabra que se le ocurriera decir, porque me dejaba tan absorta que me equivocaba de trasbordo. Aunque me supusiera llegar a casa dos horas más tarde, elegía acompañarla a donde fuera que se desviase sin que se notase demasiado que deseaba seguir regocijándome de su compañía un poquito más.

O que resultase que íbamos por el mismo camino y cuando me tocaba desviarme y a ella no, fingir que a mí tampoco. Me agradaba comprender que su paso era más rápido que el mío y hacer un esfuerzo por acoplarme a sus zancadas, porque llevaba prisa y yo resido desde siempre envuelta en la parsimonia. Gracias a ello, descubrí nuevos rincones de la ciudad. Opté por ignorar mi rutina repetitiva de transitar la acera que ya conocía de memoria, desganada, para seguir la aventura que me ofrecía sin ser consciente de ello. Eso me ha pasado varias veces, solo que doña Musa nunca lo supo.

Al deleitarme con su compañía en esos instantes extra, me podía ir a casa soñando con su inspiración.
No me importaba hacer el ridículo de manera tan absurda si con ello ganaba nuevos momentos a su lado. Me encantaba que me llevase a perderme junto a ella, aunque no supiera que estaba perdida.

© Sara Levesque

 

Cowboys

Por Charo Alises (@viborillapicara)

#CineLGTBI

 

Neowestern estadounidense de 2020 escrito y dirigido por Anna Kerrigan. Joe, un preadolescente trans, huye a través de las montañas a Canadá con su padre, el problemático pero bienintencionado Troy (Steve Zahn), ante la actitud de la madre, Sally, que se niega a aceptar que Joe es un chico.

Kerrigan afirmó en una entrevista concedida a PopMatters, que nunca hubo dudas sobre elegir a un actor transgénero o no binario para interpretar el papel de Joe, y que después de encontrar al recién llegado Sasha Knight, era obvio que él era nuestro Joe. El joven interprete trans construye un personaje sólido y su química con Zahn dota de veracidad a la historia.

La cinta está narrada en dos momentos temporales: el camino de la huida y el tiempo que precedió a ésta. La fotografía muestra la belleza del gran cielo del Glacier Park y el Bosque Nacional Flathead , los paisajes que atraviesan padre e hijo. La película comienza con Joe y Troy juntos en la naturaleza en medio de impresionantes montañas y acompañados por las guitarras vibrantes, los silbidos y la partitura de Gene Back que recrean la atmósfera del western moderno.

Steve Zahn, en un poco habitual papel dramático, dota a Troy de una frágil humanidad, el interprete dibuja un personaje en el que confluyen dosis de alocada irresponsabilidad, amor incondicional hacia su hijo y la carga dramática que conlleva su trastorno bipolar.

La película nos muestra la incomodidad de Joe con las convenciones sociales que le obligan a adoptar una expresión de género con la que no se identifica. Lo vemos con un engorroso top rosa con volantes y el pelo largo, escrutando con atención el lenguaje corporal y la camaradería masculina de los amigos de su padre en la bolera. En la escena siguiente, Joe se cuela en un armario de objetos perdidos y se prueba el clásico equipo de vaquero de mezclilla, acariciando las presillas de su cinturón con satisfacción.

Joe siente la necesidad de contarle a su padre que es un chico y quiere ser tratado como tal:

Joe.- Mañana dile a mamá que ya no me pondré más vestidos. ¿A ti te gusta ponértelos?
Troy.- No.
Joe .- Exacto, porque eres un chico, los chicos no llevan vestido. Por eso no quiero llevar más vestidos.
Troy – Eres una marimacho y no quieres ponerte vestidos.
Joe.- No soy una marimacho. Una marimacho es un tipo de chica, pero yo no lo soy. A veces creo que los alienígenas me pusieron en este cuerpo de chica.
Troy.- Los alienígenas te secuestraron y no me lo habías contado.
Joe.- Papá, estoy en el cuerpo equivocado, soy un chico.
Troy.- Ya se lo que te pasa, creo que los cambios hormonales te han hecho efecto antes de tiempo. Es normal que estés confundida.
Joe.- No estoy confundido, lo he sabido siempre. Lo siento, pero no es culpa mía. No me crees.
Troy.- Te creo, te lo prometo.

Sally, la madre de Joe, interpretada por Jillian Bell, no comprende a su hijo , piensa que admira a su padre y quiere imitarlo porque su vida es mejor. Según la madre Joe se viste de chico porque nadie quiere ser chica y le dice al jóven : Solo tienes un cuerpo, solo tienes un camino. El padre intenta que ella comprenda la identidad de Joe:

– Tú no eres Dios y Joe no es un trozo de barro que puedas moldear a tu antojo. O lo aceptamos o le jodemos la vida.

Cowboys es la historia de un padre irresponsable con un trastorno mental que hará cualquier cosa para proteger y aprender de su hijo, una madre responsable que lucha por superar sus prejuicios y un chico trans que reivindica su identidad.

Por tierra

Por Sara Levesque

 

Recuerdo algo muy del principio. Por las tardes, cuando salía a buscarla a nuestra boca de metro preferida, iba bien arreglada, maquillada y oliendo a perfume del bueno, nada empalagoso. Ante un par de cervezas, hablábamos hasta que la noche nos envolvía. Con mi sonrisa procurando mantenerse firme, le escuchaba decir lo feliz que era con esa novia suya que tanto le hacía reír. Después, íbamos hasta la calle del Cariño Maldito nº 13 para despedirnos y yo regresaba a casa sola. Es decir, sin ella a mi lado, con toda la ropa rasgada, embadurnada de barro porque, sin proponérselo, había tirado por tierra mi esperanza. En mi cabeza no se sostenía ningún pensamiento vivo ni cordura alguna, el eco de sus palabras asesinaba una y otra vez cada una de mis ilusiones. Hoy estoy aquí a veces de pie, a veces sentada. Siempre culpándome con orgullo de, por nosotras, no haber hecho nada.

No imaginas cómo me asustaba darle la vuelta a mi vida, ponerla del revés. Girarla por completo en sentido contrario. Me aterraba todo eso, pero había algo que me horrorizaba mucho más que encontrarme a mí misma: perderla para siempre. Porque ya no sabría vivir una vida real si no estaba ella para llamarme por mi nombre y decirme que lo era; para bajarme de las nubes, donde tantas veces escuchaba su poesía. Rompería con ansia con todo lo que no fuera ella. Me mudaría de casa, de rutina y hasta de vida si eso significaba compartirla junto a sus amaneceres.

Y que si no salía bien la hostia la sabríamos sobrellevar porque, al menos, no callaría, no callaríamos, y sí lo intentaríamos. Siempre es mejor un «no» a tiempo que un silencio a destiempo. Demasiados años tardé en aprender esa titánica lección. Y es que la peor droga es el silencio que se prorroga. ¿No lo vio? ¿No vio que tropecé una y otra vez con sus ojos henchidos de miel? Me caí de boca en su mirada y acabé perdida entre tonos oliva y pardos. La mezcla de colores de esa gama era tan incoherente que pude permitirme el lujo de unirme a la locura, descarriándome para siempre en ellos sin parpadear. Agarrarme a sus pestañas, que fueron el último sustento que me quedó para mantenerme en pie. Nadar cuando llorasen, de risa o de pena, pero siempre dentro de ella. Sus ojos eran especiales, como todas sus demencias.

La noche en que la vi marchar dejé de vivir y empecé a soñar. Por mucho que me intenté engañar me dije «basta, no llores más». Si aún me queda camino por andar quiero recorrerlo sin más pesar. Su recuerdo no hizo más que flotar en mi forma de razonar. Una mujer, otra tal vez y otra más no bastaban para olvidar el dulce brillo de su pestañear, que jamás me dejó de hipnotizar. Preguntas sin respuesta, sin importar, aun así me logró inspirar. Nunca la he dejado de amar. ¿No lo vio en mi mirar?

 

© Sara Levesque

 

Tierra de Dios

Por Charo Alises (@viborillapicara)

#CineLGTBI

Película inglesa de 2017 dirigida por Francis Lee que también firma el guión. Lee nos traslada a paisajes abruptos para sumergirnos en la vida de Johnny Saxby (Josh O´Connor), un joven pastor de ovejas que ha tenido que hacerse cargo de la granja familiar debido a la apoplejía sufrida por su padre. Saxby entierra sus problemas en alcohol y relaciones esporádicas con otros hombres. La llegada de un trabajador inmigrante rumano, Georghe (Alec Scareanu) para ayudar durante la temporada de parto del ganado, trastocará su vida. Los dos hombres pasaran varios días acampando a cielo abierto con los animales. Lo que empieza como una pelea, se transforma en un encuentro sexual abrupto. Georghe duda de que puedan mantener una relación y llevar la granja al mismo tiempo. Johnny reacciona mal y Georghe abandona la granja. Saxby quiere reconciliarse con Georghe y le advierte a su padre que se hará cargo de la granja pero con sus condiciones. Johny va a buscar al joven rumano y ambos regresan a la granja para vivir juntos.

La cinta supone el debut de Lee en la dirección. Decía el realizador en una entrevista concedida a Karma Film que lo que quería contar con Tierra de Dios era la historia de alguien que emprende un viaje hacía el descubrimiento del amor y ser amado. Lo de escribir es algo que siempre me ha llamado pero nunca me había sentido lo suficientemente seguro de mí mismo para hacerlo. Siempre he querido dirigir. He sido un ávido y prolífico fotógrafo de paisajes. Siempre he visto el mundo a través de una lente. Nunca me he considerado un gran partícipe de la vida, sino más bien un observador. Aún así me hice actor. Nunca me sentí del todo cómodo con ello. Tampoco es que fuera muy bueno pero tuve suerte y pude incluso trabajar de ello. Pero siempre tuve el deseo de crear y contar mis historias de modo en que yo las veo. Como ya tengo una cierta edad, decidí que si quería hacerlo, más me valía ponerme a ello. Dejé la interpretación y me busqué un trabajo para pagarme un cortometraje. Lo hice y me sentí muy cómodo. Ví que eso es lo que quería hacer y entonces escribí esta película. No soy cinéfilo. Nunca he ido a una escuela de cine, ni he estudiado dirección o guión. Así que mis influencias son sobre todo los grandes taquillazos de Hollywood los años 80.

En particular para esta película mis influencias serían Oficial y Caballero, Pretty Woman y Armas de mujer. Películas románticas comerciales, en las que los personajes descubren lo que es el amor y las relaciones. A nivel de estilo soy muy fan de los hermanos Dardenne. También de Jacques Audiard. Creo que hay algo de influencia suya. Pero para la historia en sí, las influencias serían las grandes películas románticas de Hollywood. Sobre el sonido de la película, el director afirma: Me obsesiona bastante el sonido. Tengo un oído muy sensible. Esta película era una oportunidad de usar el sonido de un modo emotivo. La música como tal no ha sido cosa mía, pero si el sonido ambiente. Creo que la historia se puede contar perfectamente a través del sonido. Desde una fase muy temprana del proyecto, quería que los sonidos de la naturaleza constituyeran el paisaje sonoro de la película. Mandamos al director de sonido a Yorkshire. Grabó horas y horas de material.de todas las atmósferas, todas las localizaciones, por lo que cuando llegó el momento de editar, disponía de una gran banda de sonidos. Orquestamos los sonidos para sumar capas extras de significado y de emoción, así que, a pesar de tratarse de sonido natural, está todo montado desde cero. Sonidos de viento para dar énfasis, sonidos de pájaros… Son sonidos muy específicos y el momento en el que suenan también está muy pensado.

Sobre la utilización de extras para las labores de pastoreo que aparecen en el film, Lee decía: Tenía claro que no quería usar especialistas ni dobles para las escenas con el ganado, y que serían los propios actores quienes harían esas escenas. Ninguno de los dos actores principales tenía experiencia ninguna en el trato con ganado. Por ello, antes del rodaje, los mandamos a trabajar a una granja durante semanas en la que harían una jornada completa , de seis de la mañana a seis-siete de la tarde, y en la que tendrían que aprender todo: la parición de las ovejas, como hacer muros de pared secos… Alec, que interpreta a Georghe, tuvo que aprender a hacer queso para una escena de la película. Acabaron convirtiéndose en verdaderos profesionales de todas estas labores. Según contaba el realizador: Hubo un efecto paralelo: el paraje y el trabajo en la granja empezaron a afectarles físicamente. Estaban cansados, helados de frío, empapados, aburridos. Eso repercutía en sus cuerpos. Lo usamos para que pareciera que sus personajes habían vivido en la montaña toda la vida.

Respecto al devenir del rodaje, según el director, el hecho de haber preparado mucho el rodaje, permitió rodar muchas escenas de una forma muy eficiente. La escena más dura de rodar fue en la que se bañan en un estanque Se suponía que tenía que ser un momento de alegría, júbilo y diversión. La primera vez que veíamos a Johnny contento, riéndose y demás , pero hacía muchísimo frío, nevaba incluso, y tenían que desnudarse y meterse en el agua. Sabíamos que solo íbamos a poder rodar una toma y que tenía que hacerse muy rápido. Fue duro. Respecto a la reacción del público, el cineasta afirmó que se produjo una conexión muy fuerte con los personajes independientemente de la edad, la orientación sexual, la raza…

En Tierra de Dios, Lee sincroniza la evolución de los comportamientos y los sentimientos de los protagonistas con su relación con la naturaleza que se convierte en un personaje más de la historia. El tacto con el que los dos hombres ayudan a nacer a los animales se antoja delicada metáfora del amor que está surgiendo entre ellos. . .

 

 

Lesbianismo para principiantas – Saliendo del armario intento 4 Hermanas

Viñeta de Teresa Castro (@tcastrocomics)