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Relatos para combatir al miedo con humor y amor

Por Nieves Gascón, (@nigasniluznina), la cuentista de nuestro refugio

 

Esta mañana de domingo me quedé en la cama un ratito más junto a mi gata Olivia, con la que convivo desde hace once años y como una bruja de cuento, aprovechando una hora más de sueño por el cambio horario. También tengo una preciosa bola de cristal azul, de las de ver el futuro, y me encantan las medias largas de rayas de colores. Decididamente tengo vocación de bruja, o quizás como feminista, recojo el relevo como descendiente de las brujas que no quemaron en los tiempos de La Inquisición, aunque el feminismo más aburguesado me da serios disgustos últimamente rechazando el avance del reconocimiento de los derechos de las mujeres trans, infravaloradas por no ser original y biológicamente mujeres. Pero esta es otra historia para no dormir, y además a recuperar en otro momento.

Escribo este post en la noche de Halloween. Mis hijas se han disfrazado y han salido con amigos y amigas, que esta noche se transforman en fantasmas y seres terroríficos para dar mucho miedo o mucha risa.

En este ambiente de terror, reviso los diferentes títulos de nuestra estantería de diversidad y género, y encuentro varios relatos relacionados con los seres más tenebrosos relacionados con esta noche de miedo. El primero ¡UUUH!, álbum ilustrado de Fran Roselló y Chiara Boffi, editado en 2017 por La Locomotora, que describe la historia de un pequeño fantasma perdido en el recorrido de la atracción de feria del Castillo Encantado, que disfrutan Didac y Aina. Este niño y esta niña se encuentran con el fantasma y le ayudan a buscar a su familia, en concreto a sus dos padres. Por el camino van encontrando a familias muy diversas, como la Mujer Loba y sus cuatro cachorritos, la Señora Fankenstein divorciada y enamorada de la Bruja, con quien cría a su bebé, además de otros personajes como el Señor Vampiro,colgado del techo y boca abajo. Todas estas familias tienen algo en común: el amor como eje que alimenta las relaciones entre sus integrantes. Este título es recomendable para pequeños, pequeñas y pequeñes de a partir de cinco años, con ayuda, porque el modelo de letra es un poco complicado a priori, aunque estéticamente original. El gran tamaño y protagonismo de las ilustraciones hacen esta edición cuadrada y de tapa dura, especial, accesible y muy dinámica.

Otro álbum ilustrado de edición impecable, de trapa dura, alargada, grande, y manejable para manos pequeñas, es la del álbum Daniela Pirata y la bruja Sofronisa de Susanna Isern y Gómez, editado recientemente, en 2021 por la editorial NubeOcho, como tercera entrega de una serie de relatos: Daniela Pirata, el primero, el segundo, Daniela y las chicas piratas, y este tercero que nos ocupa. Este cuento tiene unas preciosas coloridas, dinámicas y expresivas ilustraciones de gran tamaño y todo lujo de detalles. El texto combina letras minúsculas con mayúsculas que lo hacen muy accesible a neolectores y neolectoras de a partir de cinco años. La “malvada bruja Sofonisa” vive escondida en “Isla Tenebrosa”, tiene increíbles poderes y con sus “pociones mágicas” puede hacer hasta “temblar la tierra”. Sofonisa es un oscuro personaje de pelo malva que causa estragos a Daniela pirata y su tripulación, además a los habitantes de Isla Volcán, a quienes odia por que son felices. Pero tanta maldad tiene una lógica explicación que no voy a contar, y la bruja es capaz de superar su odio con ayuda de Daniela y su tripulación.

Y para continuar con brujas malvadas, recomendamos Cosas de brujas, álbum de Mariasole Brus y Marta Sevilla, también editado por NubeOcho en 2019, y ganador de la V Edición del Premio de Literatura Infantil Narrar La Igualdad, creado por la asociación italiana Woman to Be, para “difundir una literatura de igualdad que promueva el respeto de la identidad y luche contra los estereotipos”. Esta edición también combina letras minúsculas y mayúsculas de trazado sencillo y accesible para peques de a partir de cinco años. Las ilustraciones son divertidas, de vivos colores, dinámicas y gran tamaño. El texto confronta una historia ágil, brillante y muy graciosa, dando tratamiento desde una perspectiva de género muy adecuada a la edad de lectores y lectoras, para hacer entender que con independencia de ser niño, niña, niñe o bruja, las actividades y juegos que nos gustan no tienen que estar predestinados o asociados a ningún género. Los niños pueden peinar muñecas y las brujas no tienen que hacer maldades además pueden estar bien peinadas, y hasta a prender a surfear con una escoba mágica. Lo importante es romper estereotipos y disfrutar de lo que hacemos dejando las etiquetas de género y los prejuicios de lado.

Y para cerrar este post escrito en una noche de terror, es necesario recomendar un clásico como Donde viven los monstruos, con texto e ilustraciones Maurice Sendak en 1963, mi ejemplar editado en España por Alfaguara en 16ª edición en 2008 (primera edición en 1984), habiendo una edición posterior de 2014 por la editorial Kalandraka. Este cuento clásico, sin embargo muy actual, ha a acompañado a varias generaciones de niños, niñes y niñas, para quitarles el miedo a los monstruos, siendo uno de los primeros álbumes ilustrados de la historia y adaptado al cine en 2009 por el director Spike Jonce, con guion de él mismo junto al guionista Dave Eggers. Este relato cuenta como Max un niño un tanto trasto, es castigado por su padre y madre a irse a la cama sin cenar y esa misma noche se traslada en barco por el mar atravesando días, noches, semanas, meses y años, hasta llegar al lugar donde viven los monstruos, que le intentan asustar, pero Max les amansa utilizando truco retador y termina liderándolos. De esta manera se organiza la mayor de las juergas monstruosas, hasta que Max da por finalizada la celebración y envía a todos los monstruos a la cama sin cenar. No voy a contar el final porque este relato es de obligada lectura para peques y grandes, además de una maravillosa obra de la narrativa infantil. Tanto la edición, mate y con tapas duras, como las ilustraciones de finos trazados en armónicos tonos ocres, hacen a esta obra única e irrepetible.

Espero que con todos estas recomendaciones contribuyamos a que se disipen todos los miedos nocturnos de niños, niñas y niñes, porque las brujas, fantasmas y monstruos no existen, o únicamente viven en la ficción alimentada por nuestra imaginación, y sobre todo por la de niñas, niños y niñes. Todos estos álbumes les ayudaran a aprender que los fantasmas son vulnerables, pueden tener dos papás, que las familias son diversas, que podemos jugar a lo que nos apetezca sin ningún encorsetamiento de género y sobre todo que podemos dominar a nuestros monstruos internos con humor.

Confieso que siento mayor temor por vivos o vivas que por muertos o muertas en esta oscura y lluviosa noche de Halloween. El temor real lo debemos tener de los actos de intolerancia, los discursos de odio y falta de respeto a la diferencia y frente a la diversidad de género e identidad sexual. Temamos a la LGBTIfobia y al fascismo institucional, un peligro auténtico, y acompañemos el aprendizaje de niños, niñes y niñas, con amor y respeto a la diferencia, ensalzando el derecho a la igualdad y la libertad.
Pero sobre todo lean y disfruten.

¡Hasta pronto!

La fiesta de los que no éramos invitados a la fiesta

Juan Andrés Teno (@jateno_)

 

Al principio no había diferencias, sólo juegos. Con el baby todos éramos iguales, no había sexos, ni colores, sólo eran importantes los tesoros guardados en los bolsillos. Antes de salir al recreo nos daban una botellita de leche y nos sentíamos héroes de una historia jamás imaginada.

Carreras en el patio y muchas risas. Cuando aprendimos a leer, Mari Carmen llevaba un libro de Los Cinco, que recreábamos una y otra vez en el rincón más alejado, en medio de enormes piedras que nacían del suelo no hormigonado como montañas de paisajes lejanos.

Un año llegó una pelota y el fútbol. La unión instintiva entre amigas y amigos desapareció. Los chicos debían jugar al futbol y las chicas a sus cosas. Lo intenté, intenté divertirme dando patadas a un balón y meterlo en la portería. Pero esa dinámica impedía las conversaciones y las risas, que eran sustituidas por la competitividad y ser el mejor. Lo intenté, pero no pude.
Y no jugué más al futbol.

Seguía siendo enormemente feliz, deseando que mi madre me levantara por las mañanas para ir al colegio con mis amigos. Hasta que llegó la palabra “marica”. Parecía que no era un término al azar que se incorporaba a nuestro creciente vocabulario, ya que sólo era utilizada para referirse a mí. Al principio sonreía cuando me lo decían, porque si mis amigos me llamaban así tendría que ser necesariamente algo bueno. No sabía que significaba.

Poco tiempo después la palabra iba acompañada, primero de risas, luego de caras turbias y al final actitudes de rechazo. Seguía sin saber lo que significaba pero ya no era tan feliz. Si esa palabra solamente me la decían a mí era porque yo era diferente, distinto. Y eso no me gustaba.

Cuando empecé a percibir que era un insulto, asimilé que algo en mí no funcionaba bien, que no era lícito, que en mí habitaba un pecado muy poco común. Pero seguía sin saber su significado. Es muy triste abandonar la infancia intuyendo que hay algo malo en ti. Primeras lágrimas.

Aun hoy intento averiguar cómo mis iguales sabían algo de mí que yo desconocía o de donde habrían sacado esa actitud homófoba ante alguien que solo quería ser un niño y ser feliz.

Al llegar la pubertad no solo descubrí el significado de la palabra sino mi orientación sexual. No suponía un conflicto interno, te asumes tal y como eres, pero también aprendes a rumiarlo en soledad.

La palabra cada vez estaba más teñida de odio y se entrelazaba peligrosamente con manos y pies demasiados ligeros que siempre acaban chocando con mi cuerpo.

Fueron pasando los años hasta llegar a la veintena. Mi adolescencia y primera juventud fue un tiempo robado, me robaron la posibilidad de ser, me robaron el primer beso en la boca, me robaron las mariposas en el estómago, me robaron el amor del primer novio, me robaron la posibilidad de ir cogidos de la mano, me robaron el descubrimiento del sexo… me robaron la posibilidad de ser querido.

Vivir una adolescencia secuestrada es una de las experiencias más amargas a las que te puedes enfrentar, un periodo de la vida en la que inventas realidades, te escondes, ocultas tu esencia por miedo. Estos años que me sustrajeron no son recuperables, nunca podrán volver.

La violencia existió en el colegio, en el instituto y en la universidad. Violencia ante la que única respuesta era el silencio por que tu integridad física corría peligro, por que no había apoyos exteriores en los que pudieras estar seguro para poder gritar quien eras.

Un día, pasada la treintena confiesas entre lágrimas a tu madre que eres homosexual, que estás enamorado de un hombre que ella creía tu amigo. Y lloras por miedo, por el temor al rechazo, por que quiera esconderte, porque te deje de querer. Entonces tu hermana, sabedora de la salida del armario le dice a tu madre que en esos momentos en cuando más debía quererme. Y tu madre sólo responde: “no puedo quererlo más de lo que lo quiero”. Y un gran suspiro sale de tu alma y te relajas al saber que las cosas pueden empezar a ir bien, que es posible de la felicidad, que vas a poder contar con tu familia.

Y al final del verano te vas a vivir con tu novio, aunque sabes que nunca te podrás casar y que no podrás ser padre de ninguna manera. Y guardas los besos y las acaricias a tu hijo en el bolsillo de las esperanzas y lo canalizas hacia otros tipos de afectos. Asumes que vuelves a ser feliz pese a que nunca podrás ser como lo son los demás, que eligen libremente el unirse legalmente a otra persona por amor o disfrutar dando un biberón a tu criatura.

Pero la vida a veces te sorprende con situaciones inesperadas. Hace 16 se aprobó de repente el matrimonio igualitario y la posibilidad de adoptar (aunque el movimiento LGTB llevaba años luchando para conseguirlo). Con el tiempo límite pisándote los talones te casas e inicias el proceso de adopción. Y llega tu hijo. Y crees que es imposible ser más pleno y más feliz.

Pero, a pesar de ello, te sueltas de la mano de tu marido allí donde no tienes la seguridad de ser aceptado, evitas muestras de afecto en público en lugares que no conoces, en espacios acotados, en escenarios sin luz. Y este ejercicio es diario en tu ciudad, cuando te desplazas a otras localidades, en tu lugar de vacaciones. Sigues teniendo miedo, estás siempre alerta como una presa que puede ser cazada. Y no sólo lo haces por ti o por tu pareja, sino por el niño que llevas en el carrito al que sabes que tienes que defender y aislarle de cualquier situación conflictiva derivada de la orientación sexual de sus padres.

Lo peor de toda esta historia es que sus protagonistas, además de los hombres que hemos nacido en la década de los 60 del siglo pasado, son también los nacidos en la década de los 70, de los 80, de los 90, los del nuevo milenio. Y más terrible es saber que las palabras “marica” y maricón” se siguen escuchando hoy en los patios, los pasillos o los aseos de los colegios, que hay niños que las incorporan a su vida sin saber lo que significa y que luego la asimilan como una señal de estigma, en el mejor de los casos, o de violencia en la mayoría de ellos.

Por todo ello deberían callar para siempre quienes se siguen preguntando el porqué de que salgamos a las calles en el Orgullo LGTBI para reivindicar nuestros dignidades y derechos, porque no todo está conseguido, porque nuestra infancia sigue sufriendo, porque estos niños necesitan ser felices en su infancia para ser plenos en su madurez y no llegar mutilados, como hemos llegado muchos, con vacíos que no pueden ser llenados y con cicatrices que no desaparecen.

Hace unos días Javier Ambrosi decía que el Orgullo LGTBI es “la fiesta de los que no éramos invitados a la fiesta”. Parafraseándole, en esta sociedad existir debe ser la vida de los que no somos invitados a la vida.

Y a pesar de todo, estas situaciones cotidianas las visualizamos como un regalo aquellos que vamos cumpliendo años y consiguiendo metas de respeto. A no ser que no seas invitado a la fiesta y a la vida, porque tienes 24 años, vives en A Coruña, te llamas Samuel y te asesinan a golpes mientras te escupen en la cara la palabra “maricón”.

 

JUAN ANDRÉS TENO

Periodista y activista LGTBI especializado en Diversidad Familiar

Cuenta en Twitter: @jateno_ 

Blog: https://familiasdecolores.wordpress.com/

 

¿LA FAMILIA? BIEN, GRACIAS

Juan Andrés Teno (@jateno_)

Tras la brevísima intervención de Ana Iris Simón hace unos días en un acto organizado en el Palacio de La Moncloa han surgido una legión de opinadoras y opinadores que se posicionan, no ya contra las ideas expuestas por la escritora, si no alrededor del concepto de familia, en singular, que parece ser que familia solo hay una.

Estos artículos vienen impregnados de una supuesta posición progresista, de izquierdas, y han fijado su atención en las intrínsecas maldades que trae consigo la familia, siempre en singular, y concibiendo la misma como la integrada por progenitores heterosexuales con hijos.

Retrocedamos en el tiempo. Hace 16 años las fuerzas reaccionarias de este país, la jerarquía de la iglesia católica y el Partido Popular, llevaron a centenares de miles de personas a Madrid para manifestarse contra el matrimonio de personas del mismo sexo. Acudieron a la llamada del Foro de la Familia para que toda la orbe no olvidara que solo existía un modelo de familia: La conformada por un padre y una madre con hijos en común.

Ese mismo modelo de familia es el que ejemplifican en estos momentos quienes critican las palabras de Simón y por tanto hacen el mismo ejercicio de reduccionismo ideológico que los que se lanzaron a las calles en el 2005.

Aquella llamada a la cordura carpetovetónica de una España provinciana pareciera que había quedado sepultada por las vivencias de una sociedad avanzada que reconoce y aplaude los distintos modos de familias, en plural, por que hablar de familias es hablar de heterogeneidad y diversidad.

Las familias homoparentales ganamos aquella batalla con el ejercicio diario de crianza y cuidados a nuestras criaturas. Y creíamos haber salido vencedoras de una guerra, a la que, visto lo visto, aún le quedada un refriega final.

Los próceres del pensamiento social de este país que ahora critican a Ana Iris han olvidado un dato fundamental. En España sólo el 30% de los hogares los habitan familias biparentales con hijos (y se incluyen aquí el fenómeno de la homoparentalidad) y que hay un 70% más que ha elegido un modo diferente de convivencia. Y todas ellas son familias. 

Pareciera ser que estas personas de artículo fácil han sufrido experiencias negativas en su familia de origen (algunas llegan a relatarlas) y resulta que todas ellas declaran no haber constituido aún su propia familia. Este último aspecto es importante porque su opinión, aun siendo aceptable en un estado democrático y de derecho, tiene la misma validez moral que la que sale de la boca del obispo de turno, que habla de lo que no conoce pero que lo hace por una suerte de superioridad moral emanada del cielo en su caso o esgrimiendo la intelectualidad y la modernidad en el caso de los otros.

Se ha llegado incluso a poner en duda la capacidad de crianza de madres y padres por basarse en un modero rígido de convivencia en el que las personas mayores de edad imponen sus criterios y las menores de edad obedecen a la fuerza como si fueran el último reducto de la esclavitud. Solo cabe afirmar que aún no se ha inventado (y se han intentado en muchas ocasiones) un modelo de crianza más óptima que la se da en seno familiar.

Y claro que no todas las familias son perfectas, claro que padres y madres nos equivocamos, pero ni somos dictadores de las costumbres ni pretendemos serlo, al menos las madres y padres que yo conozco.

Ellas y ellos, en mayor o menor medida, además de fórmulas teóricas de análisis social, con frases y citas propias de una agenda gregoriana, acaban relatando los males de sus propias familias de origen y proyectan sus frustraciones al conjunto de la sociedad. Yo les pediría que se diesen una vuelta por los parques infantiles (ahora que la pandemia los ha reinaugurado) y contemplen a niñas, niños y niñes felices; por las puertas de los colegios y oigan a progenitores preocupados por la educación de sus criaturas y por desarrollar modelos de crianza que posibiliten su desarrollo más óptimo. Y sobre todo que salgan a cualquier calle y comprueben, oh maravilla de las maravillas, que existen familias con dos madres, dos padres, un solo padre o una sola madre, familias con hijos adoptados o acogidos, familias donde coexisten diferentes razas o culturas, en fin: familias.

Resulta agotador intentar explicar lo obvio a una parte de la supuesta progresía de este país que niega implícitamente la existencia de familias sin hijos, familias de una sola persona o familias poliamorosas.

Uno, que ha deambulado por los centros educativos difundiendo eso de la diversidad familiar, ha podido comprobar que la infancia y la adolescencia de este país tiene muy asimilado que existen diferentes tipos de familias y que lo importante no es quienes las integren, sino las relaciones que se establezcan entre ellos.

Las familias, como escenario necesario de socialización, no son entes abyectos que persiguen la alineación del ser humano, no tienen capacidad en sí mismas de ninguna acción, pues quien les dan “vida” son las personas que la integran. Y, como es ridículamente obvio, estas personas pueden ser o pueden tener conductas que sean buenas, malas o regulares.

Ser familia no implica consanguineidad y parentesco. Parece increíble que tengamos que explicar una obviedad como esta en pleno siglo XXI y ante quienes se suponen que apuestan por los avances sociales. Pero ahí seguimos.

Y como parece que no se entiende nada si no hay ejemplos concretos, paso al modo empírico. Hace 25 años que constituí una familia con otro señor, por lo que es fácilmente deducible que somos gais. Cuando la ley nos lo permitió nos casamos y adoptamos un niño de raza negra. Ahora estamos a la espera de que nos asignen otra criatura a través de la figura del acogimiento. En nuestra casa no existen roles de género, la consanguineidad no rige nuestros destinos y los apellidos son una fórmula legal y no un modo de vida. Nuestra criatura está creciendo bajo los principios de la igualdad y la diversidad. Somos elementos activos de una revolución social (como muchas otras personas) callada y pacífica que, considero, es la más importante que ha vivido este país en las últimas décadas: la que tiene como protagonista a la familia, a su estructura, a los miembros que la integran y a las relaciones que se dan entre ellos. Y eso a pesar de que no nos consideramos salvadores de la patria y de que compramos en algunas ocasiones en grandes almacenes que tienen una banderola verde en su anagrama.

Y, para ir terminando, y seguir cultivando la amistad en este delirio postmodernista en el que han sumergido al hecho familiar, quiero hacer saber a los amantes de los animales que sus mascotas nunca podrán ser “sus hijos”, serán parte de su familia, los querrán desde lo más profundo de su corazón, pero no son “sus hijos”. Sobre todo por lo pernicioso que es humanizar a los animales y animalizar a los humanos. No es cuestión de prioridades, si no de veracidades.

Nótese que el título de este artículo no es una copia del de la película de Masó, sino una interpretación evolucionada del mismo, por que los seres humanos evolucionamos, las familias evolucionamos y, además, nos hemos convertido en motor de cambio social.

JUAN ANDRÉS TENO

Periodista y activista LGTBI especializado en Diversidad Familiar

Cuenta en Twitter: @jateno_ 

Blog: https://familiasdecolores.wordpress.com/

 

«rainbow love bench, yachats oregon» by Photos by Portland_Mike is licensed under CC BY-ND 2.0

 

CRÓNICAS DEL MARGEN – El exilio interior

Por Víctor Mora (@Victor_Mora_G)

Imagen de Asphaltwitch (@asphaltwitch)

 

Habitar, como habitamos, los márgenes de la norma sexual y de género, deja en nuestros cuerpos una huella similar al exilio, una marca original de no pertenencia que se encuentra en tensión permanente para las vidas queer. La huella se intensifica o decrece según transcurren acontecimientos, y el devenir de nuestro propio margen nos hace a veces sentir proximidad y otras, como ocurre últimamente, un profundo distanciamiento. Creo que es importante pensar sobre esas emociones, sobre ese terreno compartido que tiene algo, quizá, de continuidad con episodios del pasado que podemos recuperar para su reinterpretación y, en última instancia, como lugar de encuentro para poner en común sentires y crear alianzas.

’Exilio interior’ fue el nombre que se le dio a la experiencia de quienes se quedaron en territorio fascista, conquistado por los sublevados después de la guerra. Para la resistencia entonces no hubo, desde luego, ninguna opción afortunada o menos dramática. Huir, marchar físicamente al exilio como vía última de supervivencia fue una de esas ‘opciones’ forzosas, y otra, la que habitaron todes les que no pudieron cruzar la frontera, fue la del exilio interior. Convivir con fantasmas y desaparecides, transitar por cementerios cuneta y fosas comunes que multiplicaban sus kilómetros, fueron partes de este singular exilio, del exilio interno que experimenta quien sabe positivamente en su fuero interno que no pertenece a ese contexto. Quien sabe que no forma parte de esa cartografía conquistada por el terror, que su cuerpo y su corazón no pertenecen. El exilio interior es el destierro dentro de casa, el saberse polizón en el nuevo rumbo que se ha impuesto con violencia, el saberse barbarie en la nueva lógica, en la nueva razón. 

Cruzar la frontera geográfica dibujaba una distancia física, medible en kilómetros, pero la vida que quedaba atrás era la misma que la que dejaban quienes se quedaron a habitar el margen interno, el simbólico y obligatoriamente silencioso del exilio interior. Es precisamente en ese margen interno, en ese espacio de deslocalización intramuros, donde creo que hoy, en este contexto tan distinto y a la vez extrañamente similar, podemos volver a encontrarnos. La memoria puede traernos ese terreno obtuso de la marginalidad privada que, estoy convencido, tenemos en común muchas más personas de las que podemos imaginar a priori. Es cierto que no salimos de una guerra (aunque a veces pueda parecer que esa guerra nunca ha dejado, en realidad, de producirse), sin embargo, creo que el sentimiento de desarraigo y no pertenencia es algo compartido por todes les que afrontamos nuestro contexto actual con perplejidad primero, desde la rabia aguda y la profunda tristeza después. El extrañamiento y la distancia fueron un espasmo, una especie de empujón. Nuestro cuerpo seguía dentro del mapa, pero fuera al mismo tiempo, exiliado, en el margen. Es cierto que no salimos de una guerra (aunque a veces pueda parecer que la narrativa bélica contamina todo el texto y que nos envuelve la lógica del golpe y la derrota), sin embargo hay fantasmas que han despertado y que se nos adhieren al cuerpo, como los de la amenaza, como los de la peligrosidad.* Es cierto que no salimos de una guerra, más bien, estamos en plena batalla por el significado, por la narrativa, la memoria y el devenir. Batallas que se liberan en nuestro cuerpo y el de les compañeres, cuerpos expuestos a niveles de violencia que no podíamos recordar, cuerpos que se pretende aislar, señalar, tutelar, ningunear. Una batalla que, si bien se escribe con los modos tradicionales de la propaganda, traza sus renglones mediante estrategias nuevas. El extrañamiento radical se produce cuando nos enfrentamos a esas mentiras que insisten en nuestra peligrosidad, sabiendo que son mentiras, sabiendo que quien las lanza contra nosotres sabe también, perfectamente, que son mentiras. El extrañamiento se produce cuando se disfraza de alarma social, de inseguridad jurídica, de peligro para la mayoría, para 47 millones… lo que no es otra cosa que la pataleta del privilegio ciego, que se resiste a codazos, que se impone como sea, con las mentiras y el desprecio que su mantenimiento exija. 

Como decía al principio, las emociones del exilio que sin duda compartimos, son parte de una tensión en movimiento. No habitamos el margen al que otrora nos obligaba el totalitarismo, no hace falta recordarlo. Sin embargo, sí parece haberse olvidado que hay más similitudes que diferencias con todo texto normativo que pretende jerarquizar unos cuerpos sobre otros, que pretende señalar y deshumaniza experiencias y condiciones. 

Si bien hoy por hoy podemos aseverar sin matices que no se puede vivir de los logros del pasado, y que esos mismos logros instrumentalizados han servido (también) para ampliar privilegios y acrecentar distancias entre márgenes, lo que no haremos, desde luego, es asumir que no podamos reapropiarnos nuevamente del significado, intervenirlo y reescribir el texto del margen, el nuestro, el que nos pertenece y del que somos única autoridad. Hablemos de ello. Desde lo colectivo, desde ese sentimiento compartido de no pertenencia, como hemos hecho históricamente tantas veces, Crónicas del margen se plantea como un espacio para habitar ese destierro y compartirlo. Un lugar para hablar de nuestros espacios, textos, performances, expresiones y propuestas. Las crónicas, en definitiva, de todo lo que también está pasando en este contexto extraño que también es el nuestro y en el que se teje la red que va a escribir (que ya está escribiendo) el futuro que imaginamos. 

 

Imagen de Asphaltwitch (@asphaltwitch)

Texto de Alana Portero – Peligrosidad estatal

 

Reivindicar a las familias

Juan Andrés Teno (@jateno_)

Hoy es 15 de mayo y en muchos espacios se multiplica desde hace unos años la conmemoración del Día Internacional de las Familias. En torno al concepto de familia se ha divagado mucho desde el inicio de la humanidad y en su nombre se han cometido algunas de las bellaquerías más indignas de la Historia. Debería haber quedado ya atrás la época en la que familia era utilizada como arma ideológica, y ser asumida como un bien común.

La sociedad española ha protagonizado importantes cambios sociales en las últimas décadas, pero sin duda unos de los más destacados son los que han tenido a la familia como actriz principal. Han cambiado los miembros que la integran, los roles que desempeñan, las dinámicas de las relaciones, pero sobre todo, ha variado su estructura.

Y a ello han ayudado los cambios legislativos que se han sucedido desde la década de los 80 del siglo pasado con las leyes de divorcio, reproducción asistida o adopción y que, por ahora, tienen su último capítulo en la reforma del Código Civil en materia de matrimonio, que posibilitó la unión entre personas del mismo sexo.

En junio del año 2015 altos cargos del Partido Popular y obispos encabezaron en Madrid una multitudinaria manifestación en contra del matrimonio igualitario con tres pancartas en las que se afirmaba “La familia sí importa”, “Por el derecho a una madre y un padre” y “Por la libertad”.

Allí teníamos a la derecha de este país y a la jerarquía de la Iglesia reivindicando como válida su parcial y lastimera visión de lo que es una familia. Con los años hemos conseguido arrebatarles la autoridad moral y hacerles comprender (al Partido Popular, la jerarquía católica mantiene impoluta su visión LGTBIfóbica de la sociedad) que la familia no era un bien privativo y que hay tantos modelos de familia como formas de amar y maneras de incorporar a los menores de edad en ellas.

Aún hoy persiste en este país un 20% de personas que no comulgan con el matrimonio igualitario, porcentaje se incrementa casi hasta un 40% si se trata de validar el hecho de pueda haber hijas, hijos o hijes. Y no  solamente siguen estando ahí, si no que han ocupado un importante espacio en la representación parlamentaria y han llegado a influir en los gobiernos autonómicos a través de la marca política de Vox.

Con la intransigencia de la extrema derecha ya contábamos, aunque la batalla social de la diversidad familiar hace años que la hemos ganado. Pero, aunque parezca paradójico, tampoco ha sido fácil hacer un activismo a favor del hecho familiar dentro del colectivo LGTBI. 

Muchas y muchos activistas se creyeron el discurso discapacitante ultraconservador y negaron (y siguen haciéndolo) el concepto de familia en  las personas LGTBI. Por un lado están aquellos activistas que consideran que las familias homoparentales hemos reproducido los “males” que siempre han arrastrado las familias, acusándonos de perpetuar comportamientos tradicionales o neoliberales. Siguen sin comprender que la familia no tiene ideología, que, en todo caso, la podrán tener madres o padres (y están en todo su derecho) pero que no la tienen hijas, hijos e hijes. Nos siguen pidiendo un cambio de paradigma y no se dan cuenta que ya lo hemos resuelto. Al demostrar año tras año, día tras día, que el ejercicio de crianza en nuestras casas ha supuesto un avance social imparable, que estamos desmontando la LGTBIfobia que aún anida en las calles. Estudios como los dirigidos por Mar González demuestran científicamente que nuestras hijas e hijos han conseguido romper los estereotipos de género y que se han convertido, ellos, la infancia, en motor de cambio social. Entendedlo: motor de cambio social, que desde que llegan a nuestras familias se convierten en células activas que naturalizan el hecho LGTBI allí por donde pasan, y lo hacen de manera permanente.

 

 

Luego están, dentro del activismo, quienes dejan su vida y su alma por conseguir una sociedad menos machista y LGTBIfóbica y no se percatan de que están perpetuando el tercer gran colmillo que nos desangra socialmente: la adultocracia. Son quienes siguen considerando a las personas menores de edad como incapaces y olvidan que la infancia y al adolescencia también son parte de la ciudadanía, que tienen derechos y que el principal de ellos es el de ser escuchados.

Por último, están los que confunden familia de origen, castrante y reductora de derechos ante la realidades LGTBI en algunos casos, y la capacidad que tenemos todas, todos y todes de crear familias y espacios heterogéneos donde la diversidad marque la convivencia. Que para ser familia no hace falta compartir genes, ni parentesco, ni obligaciones legales; para ser familia solo hay que querer, pero no como hecho volitivo, sino como ejercicio de amor.

Y con este panorama, con hostilidades externas e internas, las personas LGTBI tenemos que seguir celebrando y reivindicando a las familias. Pero para ello es necesario que seamos capaces de comprender la importancia del lenguaje, de nombrar a cada realidad con la palabra más adecuada. 

Se ha generalizado el uso de familias LGTBI para designar a aquellas que tienen progenitores LGTBI o en las que hay criaturas LGTBI, olvidándose que no es del todo correcto designar al todo por una parte. En nuestras familias hay también personas heterosexuales, nunca lo olvidemos. Como sigue siendo muy necesario visibilizar las distintas realidades, sería necesario delimitar términos:

  • Familias homoparentales: aquellas en las que los progenitores son lesbianas, gays o bisexuales, independientemente de su género. Parental procede etimológicamente del término latín parens (pariente) y este, a su vez, del verbo pariré (parir). Es de las pocas palabras en castellano que no tiene un sesgo de género. Por tanto, es incorrecto lingüística y socialmente hablar de familias homparentales y homomarentales, distinguiendo en la segunda de ellas a las conformadas por una o dos madres. “Marental” no significa nada, sencillamente no existe. Aun así, si queremos distinguir, ya que en muchas ocasiones es necesario, si hay madres o padres en estas familias deberían utilizarse los términos homomaternal y homopaternal.
  • Familias diversas. Existe la creencia errónea de denominar como familias diversas a las homoparentales o monoparentales y a todas a aquellas que no sean la familia tradicional. No es cierto, todas las familias son diversas. Familia lleva implícito el adjetivo diversa.
  • Familias con progenitores LGTBI: aquellas en las que los progenitores son personas LGTBI.
  • Familias con menores LGTBI: aquellas en las que las hijas, hijos o hijes son personas LGTBI.
  • Familias con progenitores trans.
  • Familias con menores tras.

Estas dos últimas definiciones son necesarias actualmente debido al clima de transfobia que está atravesando la sociedad española, tanto por parte de posiciones ultraconservadoras, como por otras supuestamente feministas y que niegan las realidades trans y su derecho de autodeterminación.

Por todo ello, conmemoremos, celebremos y reivindiquemos el Día Internacional de las Familias y hagámoslo desde los criterios de la diversidad familiar. Para poder hacerlo debemos partir de una definición de familia que huya de todo sesgo ideológico y que de cabida a los múltiples modelos de convivencia que existen en este país. Asumamos definitivamente que una familia es un hogar y que todo hogar es una familia.

JUAN ANDRÉS TENO

Periodista y activista LGTBI especializado en Diversidad Familiar

Blog: https://familiasdecolores.wordpress.com/

 

 

Lo que nos quitó y nos dejó el 2020

Por Nieves Gascón, (@nigasniluznina), la cuentista de nuestro refugio

Terminó 2020, teníamos muchas ganas. Comenzar otro año nos llena de esperanza y tenemos la excusa para dar portazo a parte de lo que nos ha pasado a partir de la pandemia y recordar con

menor nostalgia lo que nos ha quitado el 2020: la primavera, el mes de abril, los viajes, los besos, los abrazos, la cercanía social.

Nuestros y nuestras mayores, han estado en situación de vulnerabilidad solas y solos, lejos de sus familias, e incluso aprendiendo a utilizar WhatsApp o Zoom para poder hablar con sus familiares, que no es lo mismo que achucharles, ni mucho menos.

Por todo esto desde estas líneas rendimos un pequeño homenaje a todas las personas mayores de sesenta y cinco años, que en muchos casos están pasando solas estas fiestas navideñas como medida preventiva o paliativa de la Covid19.

En esta ocasión especialmente, quiero mencionar a las personas que integran el Grupo de Mayores de COGAM por escribir y compartir sus historias en Escritos del Arcoíris, una publicación de Bubok Editorial, editada por COGAM con apoyo del Ayuntamiento de Madrid, en 2020. Se trata de un recopilatorio de relatos en su mayoría autobiográficos, alguno no tanto, e incluso uno describe de forma muy original una realidad distópica en relación a los polémicos vientres de alquiler. Lee el resto de la entrada »

Propósito de vidas felices para Año Nuevo

Por Marta Márquez (@marta_lakme) escritora y presidenta de Galehi, asociación de familias LGTBI

Foto: MUMS

La Navidad. Ese momento del año en el que todo se vuelve alegría, color, risas, quedadas, amistades, familia, cenas, regalos… ¿De verdad? ¿En serio nos olvidamos de todos nuestros problemas y somos mejores personas? ¿Acaso creemos que todo el mundo es feliz en la Feliz Navidad? Pues no. No lo es. Hay gente que en Navidad se siente más infeliz que nunca.

En estas peculiares navidades estaba yo paseando por Netflix sin saber qué ver cuando vi una portada llena de colores (y llena de Meryl Streep) y dije “esta, esta” y ¿sabéis qué? ¡ES UN MUSICAL! Me fascinan los musicales. Pensé que un musical era perfecto para el momento, que un musical no puede hacerte daño. Así que ahí estaba yo, dispuesta a ver The Prom. Argumento rápido con spoiler: va a ser el típico baile del instituto. Todo muy cuqui, vestidos de fiesta, limusima y una bollera a la que nadie quiere dejar ir. Fantástico el estado de Indiana. Un grupo de estrellas de Brodway deciden utilizar a la chiquilla para promocionarse y parecer mejores personas. Se plantan en el pueblo y la lían parda. Al final: baile, luces, amor, besos…blablabla. Lee el resto de la entrada »

El miedo que siente una madre de una chica (trans)

Por Marta Márquez (@marta_lakmeescritora y presidenta de Galehi, asociación de familias LGTBI y@ Violeta Herrero(@VioletaHerrero3), vocal de COGAM

Foto: istolethetv

Cuando se acerca el 25 de noviembre no puedo evitar pensar en todos los años de lucha que llevo en el activismo. Muchos años en la espalda tratando de conseguir derechos para el colectivo LGTBI. Sin embargo, la T se mantenía en un discreto segundo plano mientras que las personas LGB cis tratábamos de hacer valer nuestros derechos.

No fue hasta que esa misma T me golpeó en la cabeza cuando realmente fui consciente de que existe una realidad de la cual la mayoría no es consciente. Una personita muy cercana a mí me hizo ver que esa realidad llegaba pisando fuerte, al igual que ella, y que no se marcharían hasta salir de esa sombra y ponerse en primera línea. Junto a ella he aprendido la fuerza del ser humano por luchar por su propia identidad, la resiliencia y la madurez de saber que solo cada quien sabe quién es y que da exactamente igual lo que el mundo opine, seguirán siendo quienes son. Nuestra obligación es ponérselo más fácil, no más complicado.

La cuestión es que ese camino, tránsito o cómo se quiera llamar, en algún momento se vuelve espinoso, sobre todo cuando esas personitas salen de nuestra protección y pasan a ser del mundo. Sientes la responsabilidad de su bienestar como una losa encima de tu cabeza y te ves en la necesidad de tratar de conseguir un mundo mejor. Lamentablemente, existen quienes se llaman feministas y luchan por los derechos de las mujeres, con una salvedad: solo por los derechos de aquellas que ellas consideran dignas de tener el carnet de mujeres; dejando así desprotegidas a las mujeres trans. Lee el resto de la entrada »

La palabra mas hermosa del mundo

Por Juan Andrés Teno (@jateno_), periodista y activista LGTBI especializado en Diversidad Familiar


Hay una palabra que se repite invariablemente en muchas lenguas y en muchas partes del planeta. Hay una palabra que es la primera que se articula en la infancia, una palabra que sólo necesita de la unión de labios y en la que no intervienen las cuerdas vocales porque se exhala directamente del corazón.

Hay una palabra que cuando la escuchas por primera vez el mundo se para en un big bang que te sacude las entrañas, anulando el pasado, eternizando el presente y diluyendo el futuro en una constante de felicidad. Lee el resto de la entrada »

15 años de activismo y familias

Por Juan Andrés Teno (@jateno_), periodista y activista LGTBI especializado en Diversidad Familiar

Galehi. Manifestación de Madrid Orgullo 2018.

Un 15 de diciembre, a las 19:00 h., se reunían en la librería Berkana de Madrid un grupo de 18 madres y padres para crear la primera asociación estatal de familias homoparentales. Hace 15 años este grupo de valientes activistas decidió dar un paso adelante en un país donde se estrenaba el matrimonio igualitario y en el que, por tanto, la posibilidad de poder tener legalmente hijas, hijos e hijes estaba dando sus primeros pasos.

Muchas de ellas provenían de la clandestinidad familiar. Con una andadura difícil asumieron el reto de plantarse con absoluta naturalidad ante una sociedad que seguía declarándose profundamente LGTBIfóbica para procurar un futuro más esperanzador para sus vástagos. Y, sí, lo consiguieron.

Venían algunas de estas familias del servicio de asesoramiento LGTB de la Comunidad de Madrid y buscaban un espacio amigable y sin barreras en el que no sólo cupieran ellas sino sus criaturas.

La primera sede de GALEHI (Asociación de Familias de Gais y Lesbianas con Hijos/as) fue aquella librería Berkana, gracias al activismo siempre responsable y la hospitalidad de Mili Hernández. De aquellas 18 personas debería hacerse un documental para descubrir la desconocida historia del activismo LGTBI familiar a través de las vidas de quienes, guste o no, han pasado a ser referentes del colectivo en este país. Entre otros asistieron a aquella primera reunión Jesús Santos, Ana Mora, Maribel Roldán, Isabel Gómez o David Jericó. Sus vidas y su lucha es y ha sido referente para muchas y muchos que años después emprendieron la aventura de la parentalidad. Lee el resto de la entrada »