Archivo de octubre, 2023

Perdona

Por Asmi Ananda Molina, activista intersex.

 

26 de octubre es el “Día de la visibilidad Intersex”
Del 23 al 29 de octubre es la “Semana de la concienciación Asexual”

Perdona, sentimos molestarte, sentimos, que nuestra mera existencia, te cause malestar, incomodidad, te saquemos de tu zona de confort, que rompamos, las creencias que esta sociedad te ha inculcado desde siempre. Perdona por pedirte que reflexiones, que las verdades, casi nunca sean ni únicas ni totalmente verdaderas. Perdona, no nos queremos meter en tu vida, queremos vivir, compartir espacios, salir del ostracismo, que dejéis de usar falsos argumentos médicos, sociales y políticos, que nos estigmatizan, convierten en meros Síndromes patologizadores, elementos sociales disruptivos, creando la falsa realidad de que, salud y normal, son un axioma creado, únicamente para ti por ser cis (porque no eres trans), endosex (porque no eres intersex), hetero (porque tus relaciones sexo afectivas son, si eres hombre con mujeres y si eres mujer con hombres), binaria ( exclusivamente, hombre, mujer, heteros).

Sois una mayoría aplastante, rondáis el 90% de la Humanidad. Este dato indica que existimos más de 850 millones de personas, algunas de ellas cerca de ti, inadmitidas en el club, al que perteneces, IBEX² (Ideología Binaria Exclusiva y Excluyente).

Hemos tenido que fundar el nuestro, LGTBIQA+ (Lesbianas, Gais, Trans, Bisexuales, Intersexuales, Queers, Asexuales, +). Nuestro club, lejos de ser un coto cerrado, nos valemos del + para acoger realidades que desconocíamos, se lo agradecemos porque nos permiten dar plasticidad a nuestras cerebros, abriendo fronteras mentales. Aceptar la otredad, sin culpa, sin juicio, es un ejercicio de empatía solidaria.

Perdona, si reclamo los derechos humanos que firmaste en la ONU, en la UE, los DDHH que plasmasteis en la Constitución. Hemos necesitado miles de años para, desde el hartazgo y el, basta ya, poner pie en pared y pedir la igualdad paritaria en derechos y deberes. El primer paso, la visibilización, que en primera persona podamos presentarnos a la sociedad, contar nuestras peculiaridades y entablar una conversación entre iguales, porque, de lo que no se habla no existe.

La semana del 23 al 29 de octubre es la “Semana de la concienciación Asexual” el 26 de octubre es el “Día de la visibilidad Intersex”. ¿Dónde están las instituciones poniéndonos en valor, dándonos carta de identidad? Las leyes una vez legisladas, hay que implementarlas a nivel presupuestario, el funcionariado necesita capacitación para conocerlas aprovechando la oportunidad, para explicarles que las ideologías, creencias personales, se dejan, fuera del puesto de trabajo.

Perdona. Sí, estamos dispuestas a no dejar de reivindicar nuestro derecho a ser.

Sin miedo en la lengua

Por Sara Levesque

 

Mi querido Lector, mi herido diario:

Anoche soñé con ella.

Soñé que volvía sin avisarme. No me molestaba, solo verla borraba todo lo demás.
Soñé que me daba un besito juguetón. Y yo, sí y no, lo esquivaba porque tenía novia…; pero lo anhelaba.
Soñé que rememoraba cuando fuimos al teatro. Ella me decía «a veces sacan a alguien». Yo la miraba paralizada y se reía, la muy pícara, diciéndome que era broma.
Soñé que, por fin, dejaba de ser una niña para ser una mujer, hablándole a la cara.
Soñé que la acompañaba al garaje a por el coche y me confesaba haberse vuelto a enganchar al tabaco; fumaba cada dos horas.

Soñé que, en el aparcamiento, la besaba, me expresaba que lo había hecho mal, y daba media vuelta con intención de irse. Le preguntaba «¿quieres que lo haga bien?». Agarraba su mano y la traía de vuelta. La besaba de nuevo, sin miedo en la lengua.
Soñé que me sonreía y yo era feliz por sentirla otra vez.

Herido diario, soñé que me encantaría hacer el amor con ella en el coche, mismo, como dos impacientes; pero que tampoco me corría prisa si no le apetecía.
Soñé que comprendía que no hay en el mundo una mujer más maravillosa que ella.
Soñé con su tacto junto a mí, y me acordaba de mi novia. Porque el tacto de mi pareja no era el de ella. Porque su manera de besar no me ponía cachonda igual que la de ella. Porque no era ella, al fin y al cabo.
Soñé con que no necesitara soñarla más.

Qué pena me ha dado despertar y ver que la mujer de mi cama no era ella. Ahora sufro insomnio por su culpa. Por una mujer que, como cruel casualidad, me hace soñar.
Ha sido maravilloso volver a estar con ella, aunque solo sea en sueños. Aunque padezca pesadillas, fantasías, sueños normales y corrientes…, de todo tipo; pero siempre anda ella por ahí, manoseándome el subconsciente. Se ha adueñado de él sin permiso.

Llegamos casi a tocarnos, casi a confesarnos, casi a besarnos. Y en medio de tanta indecisión que, por no haber concluido aún me dura, casi llegue a decirle «te quiero».

He sufrido todo tipo de sueños con ella, de mil formas, colores y dimensiones. Hasta en blanco y negro. De una forma u otra siempre brotaba su esencia. He temido a las pesadillas asfixiantes; a los sueños románticos y empalagosos; a las alucinaciones sin sentido de lo que habíamos vivido; a las apariciones bucólicas; a los espejismos entrañables a veces y quimeras en que las dos éramos las jueces. Y he sufrido muchas, muchas fantasías eróticas. He logrado notar su lengua acariciando la mía, el murmullo secreto de nuestros labios, casi podía tocar su sonido al despegarse. Recuerdo saborear un olor a limón en su aliento, el perfume de su piel, el aroma de su pelo. Y he llorado de pena, de dolor, de ruina al despertarme y comprobar que solo era producto de mi imaginación, que la echa mucho de menos, a pesar de que nunca la ha sentido.

Su boca me volvió loca. He soñado tantas veces que nos besábamos que mi cerebro está intoxicado de ausencia. Tiene adicción a la ficción. He desquiciado al pobre Freud. He soñado tanto con ella que, a veces, era incapaz de distinguir si la tenía delante o solo sufría otra terrible pesadilla.

© Sara Levesque

 

Borrador para un diccionario de las amantes

Este libro es un regalo de las amantes del pasado para las amantes del futuro.

Sara Torres

Hoy recomendamos Borrador para un diccionario de las amantes, nuevo lanzamiento de la editorial Continta me tienes.

 

Bajo la forma de breves textos dispuestos por orden alfabético, la novelista y referente indiscutible del pensamiento lésbico Monique Wittig, junto con la directora de cine y también escritora Sande Zeig, trazan un bosquejo imaginario del mundo lésbico y de su fantástica historia a través de los tiempos.

Insólita mezcla de erudición, de lirismo y de amor, se trata de un diccionario muy particular, en que las alusiones mitológicas a las amazonas se hermanan con la gozosa celebración de los cuerpos de las mujeres.

Con traducción de Cristina Peri Rossi, ilustraciones de Carla Berrocal y prólogo de Sara Torres.

Sobre las autoras

MONIQUE WITTIG
(1935-Francia, 2003-EE.UU.)

Doctora en lingüística, escritora, poeta y activista francesa, Monique Wittig es una de las precursoras del feminismo materialista en su país. Considerada una autora pionera de la teoría queer, hizo aportes fundamentales al lesbofeminismo. Escribió narrativa, teatro y ensayos; entre sus obras destaca El pensamiento heterosexual.

SANDE ZEIG
(1951-EE.UU.)

Directora de cine y escritora estadounidense. Entre sus películas, destaca The Girl, basada en su relación con la escritora Monique Wittig. Zeig es también la fundadora y presidenta de la distrubuidora audiovisual Artistic Licence Film.

 

Tecnologías de Eros

 

Hoy recomendamos Tecnologías de Erosde León A. Damián. Una contribución para una teoría micropolítica del placer, publicada por Egales.

 

Combinando los textos de Michel Foucault, Sigmund Freud, Paul B. Preciado, Historia de O y Hervé Guibert, León A. Damián traza en Tecnologías de Eros un mapa de enclaves del deseo y una inventiva experimental de epistemologías de Eros con la finalidad de subrayar el devenir de las multitudes queer y la dimensión política de las tecnologías del erotismo. 

León A. Damián (José Andrés Díaz Hernández) es escritor, experimentador e investigador. Es licenciado y maestro en Psicología Clínica por la Universidad Autónoma de Querétaro (UAQ, México), miembro de la red de investigadores del Laboratorio Iberoamericano para el Estudio Sociohistórico de las Sexualidades y coordinador y fundador de Opacidades: Grupo de Estudio sobre Erotismo, Sexualidad y Género. Además, escribe en el blog Killed by trend. Cada año imparte seminarios sobre psicoanálisis, sexualidad, filosofía y violencia. Es coordinador y coautor de los libros Escribir el psicoanálisis (2021) y Las gamas de la violencia (2021), así como coautor de los libros Diversidad sexual en Iberoamérica (2020) y La infancia vulnerable (2018).

Actualmente es el encargado del Departamento de Divulgación, Acervos y Publicaciones del Centro de Estudios Interdisciplinarios e Investigaciones de Género, adscrito a la Facultad de Psicología de la UAQ, y brinda consulta psicológica privada. Sus líneas de interés son lo queer, el psicoanálisis, los estudios de género y la historia política del cuerpo. Entiende la experimentación con los placeres como micropolíticas del deseo y la
ternura como el gesto más radical del amor.

Vidas no binarias

«Hay cuerpos que están inventando otras formas de vida».
Paul B. Preciado

Hoy recomendamos Vidas no binarias, el nuevo lanzamiento de la editorial Continta me tienes, con prólogo de Ángelo Néstore.

En este libro una treintena de autorxs narran cómo viven su identidad fuera de los rígidos límites de lo binario, hombre y mujer, cis o trans. Les coordinadores de este libro parecen haber prendido un fuego alrededor del que se sientan personas de muy diversos orígenes —desde Borneo a Reino Unido, pasando por Vietnam o Malta— para hablarnos de su infancia, su adolescencia, la manera que tienen de vivir el género y la neurodivergencia o el embarazo. Para contarnos también de qué se desprendieron para ser más libres y más felices, para hablar de sus familias y pronombres elegidos. Estas historias son un lugar donde mirar cómo será el futuro que deseamos: un futuro donde no existe una manera correcta o incorrecta de vivir el género.

 

 

Más sobre este libro en este enlace.

Aquí cerca, allí lejos (parte II)

Por Sara Levesque

Enroscada sobre su pecho. Ese sería mi refugio. Donde me sentiría más segura, abrigada. Acariciando sus duras y rosadas perlas, mi cuerpo iría acoplándose con sus labios más australes. Me relajaría, padeciendo la calma del perfume de su cutis. Las perlas de sus pechos. Un dueto que nunca me cansaría de besar y mimar. De tocar y mirar. De sentir y excitar. Adornos turgentes que no llegarían a saciar mi lengua, porque siempre tendría el mono. Realces de piel, realces de miel, a los que deseaba ser fiel.
Las perlas de sus pechos. Un tocado que engalanaría ese busto suyo tan provocador. Me hipnotizarían tanto como sus pupilas, intensas y tentadoras. Sus perlas y sus pupilas.

Pensando en ese cóctel de sensaciones, me rendiría ante ella. No sin antes susurrarle al oído lo feliz que me hacía por añadir las perlas de sus pechos a mis complementos.

—Te quiero —comentaría.

Sabría que bromeaba. Que lo diría en otro contexto. Que me querría, pero solo carnalmente. Yo también la querría, la quise, de más maneras. Guardaría la esperanza de que me quisiera amándome. Anhelando esa creencia y hechizada por su seducción, nos moriríamos de éxtasis con cada caricia regalada. Gastaríamos nuestros cuerpos y, recostadas, nos iríamos calmando, inhalándonos a la par.

Cuando el mundo real y mi fantasía entrelazaron sus dedos, esta mujer formaba un conjunto raro, pero atractivo. Una fusión repleta de tonalidades: negro azulado de la noche, dorado de su piel, el marrón ennegrecido del pelo y el blanco de la luna. Lástima que yo fuera ciega a los colores por su culpa.
Permanecería en vela viéndola dormir, incapaz de hacerlo yo. Oiría ruidos extraños por todas partes. Pensaría en el más extraño de todos: su respiración. La besaría mientras soñaba, sintiendo el milagro de sus labios para poder tranquilizar mi mente y descansar abrazándola por la cintura.

Apenas podría echarme una cabezada. Me despertaría entumecida y agotada. Demasiadas emociones juntas. Demasiada excitación para mi cuerpo tan acostumbrado a que no le pase nada.

Me tiraría por encima un jersey y abriría la puerta. Amanecería. La brisa sería espesa. Todo estaría mojado; yo ya no. Habría llovido durante la noche, lo normal en otoño. Me volvería desde el umbral para mirarla. Aún dormiría. La observaría un momento, de esos que son tesoros. Ella era un tesoro inasible, como un comienzo para que ocurriera algo a continuación. El principio de una historia que nunca dejaré de contar porque da para eternizarla de mil maneras diferentes. Querría retenerla junto a mí, pero no me estaría permitido. Se marcharía.

—No se puede sujetar algo tan libre como tú, tesoro —le querría decir.

Iría a despertarla con café recién hecho, tostadas con mermelada, fruta y, por qué no, algo con chocolate. Me saludaría, medio adormilada. Sus movimientos serían pausados. Tropezaría con sus propios pies, tambaleándose ––a decir verdad, hasta en la imaginación era entrañable––. Envolvería su somnoliento cuerpo con mi chaqueta. Saldría al porche y yo podría apreciar cómo temblaba bajo el madrugador sol de finales de año.

Entonces, el perfume de su cuerpo aparecería para recordarme su aroma y enloquecerme un poco más, envolviéndome con su tacto, tan suave como un susurro.

—Pequeña, pronto será de día. Tengo que marcharme.

Retrocedería, devanándome en hebras de emoción, como alguien enmarañado.

—¿A dónde? ¡¿A dónde vas?! —preguntaría.

Ella se encogería de hombros.

—Aquí cerca, allí lejos… Ni tan cerca, ni muy lejos. Y según sople el viento, a cualquier otro lugar.
Y yo, como la eterna idiota que soy, hasta en utopías, dejaría que se marchara, convenciéndome de que algún día volvería. Nos daríamos dos besos y ahí acabaría todo, como si nunca hubiera empezado. Después de tantas caricias espirituales yo acabaría con la piel en carne muerta…

Pura fantasía.

Puta fantasía.

 

© Sara Levesque

Aquí cerca, allí lejos (parte I)

Por Sara Levesque

Hubo un tiempo, mientras me armaba de valor para formar las palabras que esculpía mi corazón, en que fantaseaba mucho con una idea. Incluso había diseñado un escenario idílico y armonioso que a ambas nos atraía. Un entorno solitario elegido a conciencia. Una casita de madera en medio de la nada, sin vecinos, sin visitas inesperadas, sin ruidos urbanos, sin murmullos mundanos… El lugar perfecto para gozar a solas de lo que hubiera que gozar, ya fuera una copa, una charla, una caricia, un orgasmo o una deliciosa macedonia de todo ello.

Me imaginaba sirviendo la cena sobre una mesa de madera sintiendo hambre, también muchos nervios. Sin querer asustarla. Sin querer asustarme. Cenando bien. Poniéndonos al día de nuestras expectativas. Mis temblorosos dedos se acostumbrarían a su cercanía, poco a poco, casi con parsimoniosa actitud. Al acabar, se levantaría tomándome de la mano para salir al porche con mi copa de vino y su cerveza; por su parte, saboreando el bosque nocturno; por la mía, relamiendo la fortuna de un momento tan pleno como era mirarla y verla de verdad.

Al entrar, la oscuridad se adueñaría de la habitación. La luz de las bombillas sería muy tenue, lo suficiente como para enternecer la velada, para crear ambiente. Me pondría las manos sobre los hombros y yo dejaría resbalar las mías por su espalda. Como soy de natural torpe, vería tan cerca el desastre que soltaría la copa. En vez de devolver la mano a su cuerpo, la introduciría en su pelo desordenado. Siempre adoré su estilo caótico. Era casi anárquico. Al sentir ese desorden, mis dedos dejarían la timidez para otra ocasión. Me entretendría saboreando el tacto de sus locos cabellos ––aún sigo yendo a terapia de grupo por su culpa, por su pecado de mujer maravillosa––. Al momento de besarnos, me pondría de puntillas apreciando la travesura en su cara. Soltaría también su vaso y me conduciría hasta el rincón secreto de la cama.

Con gracia, se desharía de las botas y después los pantalones. Daría un paso para salir de sus prendas y, acto seguido, me besaría de nuevo. En parte lo esperaría, en parte no. Me privaría del aliento y yo querría seguir asfixiándome por ella. Manejaría su cuerpo con absoluta libertad. Su cuerpo, su libertad. Y a mí me entraría un vértigo dependiente que no querría superar.
Acabaría de desnudarse. Diría algo que mi mente no sería capaz de retener. Ya no me quedaría sangre en la cabeza. Contemplaría sus esbeltas piernas tostadas por el sol reptando sobre el colchón y las seguiría, admirando de paso el resto de su cuerpo.

Se colocaría sobre mí. Lamiéndome, no le costaría encontrar mi zona más profunda. Con una mano de perfumada y fina piel bajaría hasta mi sur, encharcado de placer. Una tierra húmeda, la mejor zona para que se sumergiera.

—Me encanta saberte excitada —le susurraría.

Como toda respuesta, me miraría sonriendo.

Tan preciosa. Tan imposible. Sentirla debía ser auténtica magia. Y ella, una deliciosa maldición. A las dos nos encantaría enredarnos con besos eternos que yo creería sin sabor a despedida. Besos inagotables, voraces, insaciables, succionadores. Siempre quise comerme el mundo, empezando por su boca…

Continuará…

© Sara Levesque

Verano del 85

Por Charo Alises (@viborillapicara)

#CineLGTBI

 

Francois Ozon dirigió esta cinta francesa en 2020. Lo que parece ser una película para adolescentes, se convierte en un thriller que conduce a un final desconcertante. Alexis (Félix Lefebvre), un chico de dieciséis años entabla una relación que irá más allá de la amistad, con David (Benjamín Voisin), un joven de dieciocho años con el que durante un verano, compartirá su primer contacto con el amor, el sexo y la muerte. Verano del 85 parece, a primera vista, seguir la estela de films sobre el descubrimiento sexual y la idealización del primer amor.

El realizador de títulos como En la casa y Gracias a Dios, adapta la novela juvenil del inglés Aidan Chambars (Dance on My Grave) publicada en 1982. Un libro que su autor describe como una vida y una muerte en 4 partes, 16 trocitos , 6 informes judiciales y 2 recortes de prensa , con alguna que otra broma, 2 o 3 adivinanzas, algunas notas y un fiasco por aquí y por allá para hacer avanzar la narración. Con esta cinta, Ozón compensa el lúgubre tono de Gracias a Dios que giraba sobre los abusos sobre menores. El realizador francés leyó Dance on my grave cuando tenía diecisiete años y le conmovió. Por eso decidió llevar al cine esta historia de amor gay ambientada en Seine- Maritime, región del norte de Normandía que transcurre, como cuenta el título de la película, durante el verano del 85.

En la época en la que se desarrolla la historia, el sida se cobraba un terrible número de vidas humanas y los medios de comunicación ofrecían imágenes impactantes sobre esta pandemia. Recordemos que en 1987, Australia lanzó el anuncio televisivo Grim Reaper donde aparecía la Parca lanzando una bola de bolos hacia un grupo de personas que se encontraban en el lugar de los bolos. Este spot reforzaba el estigma hacia los hombres gais, lo que el artífice de la campaña publicitaria lamentaría más tarde En 2008 ve la luz The Glam Reaper, una parodia de Grim Reaper para recordar que el VIH/SIDA todavía existe y reforzar el uso del preservativo.

Esta es la historia de un cadáver que conocí cuando estaba vivo y cómo se convirtió en un cadáver. Ozon, desde el plano con el que abre la película, adereza la narración con falsas pistas que nos conducen de un lado hacia el contrario constantemente, sosteniendo el misterio hasta el último momento, honrando así la herencia cinematográfica de Alfred Hitchock. La narración está fragmentada en dos momentos temporales: el presente, cuando se insta a Alexis a contar lo sucedido para que pueda salir bien parado en el juicio que le espera, y el pasado, en el que el adolescente habla de su relación con David. Un flashback nos relata casi toda la historia con la voz en off de Alexis, que desde la primera escena nos hace saber que David está muerto y él anda involucrado en el caso. El realizador emplea el formato súper 16 para recrear una atmósfera de los años 80 a lo que contribuye una paleta de colores y un granulado que evoca esa época. En cuanto a la música, Jean Benoit Dunckel, compone una banda sonora que, sin convertirse en protagonista de la historia, dota de contexto al relato.

El magnetismo entre los jóvenes protagonistas puede sentirse a lo largo de todo el metraje y el director se convierte – y nos convierte- en voyers de una historia de amor, pasión y sexo adolescente en la que se mezclan realismo y fantasía alrededor de una macabra obsesión por la muerte. Además, en el devenir de la historia surgen conflictos personales sobre la disparidad de conceptos de lo que significa estar en una relación y sobre los límites del amor.

La película podría considerarse una vuelta de tuerca al psicodrama gay tan arraigado en el imaginario colectivo. Verano del 85 es la historia de un apasionado idilio, de un amor primerizo con sus luces y sus sombras, que brilla entre juramentos para la vida y para la muerte.

“La rebelión de las hienas” de Mer Gómez, apasionante acercamiento a la realidad de las personas con intersexualidades

Por KRISOL. Adriano Antinoo.

 

El pasado 21 de septiembre, miembros de Krisol Pro Derechos Humanos Intersex de Adriano Antinoo tuvimos la suerte de compartir con Mer Gómez la presentación de su libro “La rebelión de las hienas” en la librería La Fuga, de Sevilla. Gómez se define a sí misma así: “Bicha Rara. Escribo desde el cruce, soy una hiena”.

Mer Gómez es autora y activista intersex. Graduada en Periodismo y Doctora en Estudios Feministas y de Género por la Universidad del País Vasco, colabora con la revista vasca Pikara Magazine y ha escrito y protagonizado los monólogos para microteatro “La revolución de Lola” y “Solo apto para Bichas Raras”, así como el corto documental “Se receta silencio”.

Desde 2020, coordina el colectivo “i de intersex” junto a la activista Laura Vila Kremer. Un espacio de sensibilización desde el que forman e informan sobre intersexualidades y diversidad corporal.

Por todo ello no podíamos dejar escapar la oportunidad de entrevistarla.

¿Cómo empezó a gestarse la intención de hacer ese viaje por el territorio en busca de referentes intersex?

Este viaje comienza en 2016. En aquel momento, por primera vez y gracias al feminismo y a los estudios de género, empiezo a tener herramientas para entender las intersexualidades como posibilidades y/o variaciones corporales. Yo no conocía a otras personas intersex, tampoco la intersexualidad como identidad política. Pero resulta que, igual que yo, había muchas más personas que nunca habían hablado de ello, que no conocían a otras, que vivían sus experiencias corporales desde lo patológico. Así que, desde entonces y hasta hoy, no he parado de buscar referencias y referentes. Primero, a lo largo de todo el Estado Español. Después, por todo el mundo. El libro es mi propio viaje, desde 2016 y hasta 2020 que empiezo a escribirlo. Y las personas que salen en él son precisamente las que me habían ido acompañando durante esos primeros años. Hoy, afortunadamente, serían muchas más.

¿Cuál es el objetivo del libro “La rebelión de las hienas” y de las personas que lo habitan?

Uno de los objetivos principales es la visibilidad. Visibilizar que existen personas con características sexuales –hormonas, genitales, cromosomas, gónadas– que rompen la norma sexual binaria. Y que, precisamente por romperla o por no encajar en esos arquetipos estéticos sobre dos tipos de cuerpos, han sido medicalizadas y han sufrido una serie de violencias, unos protocolos de “normalización”, de manera obligatoria. Romper ese silencio que nos había sido recetado desde las instituciones de salud y unirnos para trabajar por la despatologización es el principal grito de este libro y de todo el clan de hienas. También, otro objetivo fundamental es generar narrativas sobre la intersexualidad en primera persona y como sujetos protagonistas.

¿Qué dificultades has encontrado, cómo te ha resultado redactar las vivencias de otras personas intersex?

Para mí ha sido un aprendizaje continuo. Todo el rato. A veces, difícil de gestionar. Hay mucho dolor en cada historia de vida. Mucha culpa, rabia, soledad. Cuando recopilas testimonios y analizas, una a una, las discriminaciones sufridas, no es nada fácil. Es injusto. Por eso, teníamos que ponerlo sobre la mesa. Y lo teníamos que hacer como sujetos con agencia, no como objetos de estudio. Era necesario conseguir ese empoderamiento. Compartir experiencias desde la escucha, la empatía, los cuidados. Sentirnos a gusto con cada cosa que queríamos contar y decidir cómo queríamos hacerlo. Al final, también ha sido un proceso sanador. Si hoy pienso en aquellos días, cuando nos reuníamos a través de videollamadas en mitad de una pandemia mundial, lloro. Con todas las emociones que vivíamos y que florecían en cada encuentro. Yo he aprendido mucho de cada una de las rebeliones íntimas de todas esas hienas, de su increíble generosidad. Las admiro mucho.

¿Qué te impactó más a lo largo de ese viaje?

La absoluta necesidad que teníamos de hablar y de empezar a construir una identidad colectiva intersex para luchar por nuestros derechos. Y esto también ha sido posible gracias al trabajo previo que ha ido haciéndose desde asociaciones intersex como Grapsia, grupos LGTBI+ como Adriano Antinoo en Andalucía y colectivos feministas.

¿Por qué has elegido las hienas?

Cuando creces sin referentes, los buscas en cualquier parte. En este caso, también en el mundo animal. La hiena, encima, es un mamífero. Y, de la misma forma que las personas intersex, presenta una serie de características en su anatomía sexual y reproductiva que no son las normativas. Por otro lado, la representación en el imaginario colectivo sobre la figura de la hiena por la película de “El rey león” es muy interesante. El rey es un león, los demás animales están en una posición inferior. Y la hiena, además, vive literalmente escondida y relegada a los márgenes. Es mala y peligrosa. No interesa que tome el poder del reino. Algún paralelismo había ahí, ¿no?

¿Este libro ha supuesto para ti un efecto terapéutico?

Yo diría que el libro es el resultado de un proceso terapéutico personal previo. Es decir, era necesario vivir un proceso íntimo de despatologización sobre mi propio cuerpo para sacar adelante este proyecto de la manera que lo he hecho.

Te hemos visto en la Mesa Redonda de la Jornada sobre Intersexualidad del Ministerio de Igualdad el pasado 26 de octubre, ¿cómo fue tu experiencia y qué ha supuesto para la comunidad intersex algo así?

Tenemos que celebrar estos avances a nivel político, a nivel social. Por primera vez, las personas intersex hemos estado ahí, visibles, y hemos utilizado nuestra voz para hablar de las reivindicaciones y las necesidades que tenemos como colectivo. Es un hito que tenemos que celebrar desde el activismo. Pero, ojo, la intersexualidad no solo existe el 26 de octubre. Las personas intersex existimos todos los días del año. Necesitamos ser nombradas, reconocidas y sentir que se está trabajando por nuestros derechos. Cada día, en los hospitales de referencia de nuestro país, se están dando diagnósticos y realizando modificaciones corporales a menores, sin su consentimiento expreso e informado, y por una cuestión estética normativa. Como dice Clara Montesdeoca, de la asociación canaria “Caminar intersex”: «si no hacemos nada, estamos siendo cómplices como sociedad». Y ninguna persona, en ninguna casa, está exenta de sufrir estas violencias.

Este año también has hecho otra incursión por el territorio intersex pero más amplio, más internacional: te hemos visto que has acudido en mayo a un congreso organizado por la Organización Intersex Internacional en Europa (OII), que se ha celebrado en Paris. ¿Qué ha supuesto para ti esta aventura?

Un paso más como activista. Me ha servido, sobre todo, para analizar qué se está haciendo en otros países del mundo. De qué forma se está trabajando, cómo se está incidiendo políticamente, qué pasos se están dando, hacia dónde vamos, cómo tenemos qué actuar desde lo local. Observar todo ese trabajo en red, aprender unos colectivos de otros, es admirable y necesario. A esto tenemos que aspirar, a luchar colectivamente desde cualquier parte del mundo por unos mismos derechos.

¿Se está gestando un nuevo libro de relatos corporales amplificado por nuevos testimonios, nuevos contactos o nuevas hienas?

De momento, acabo de defender una tesis doctoral en la que llevo inmersa más de cinco años y en la que también he trabajado junto a una decena de mujeres intersex. Espero que pronto pueda ver la luz porque, efectivamente, mi propósito es seguir generando referencias. Las necesitamos, como colectivo y como sociedad. Necesitamos narrativas desde otros lugares, que vengan de grupos que hemos sido relegados a los márgenes. Tenemos que ampliar los imaginarios culturales que hablen de cuerpos que cuestionan el binarismo, de identidades, de formas de desear que rompen la cis-heteronorma, de diversidad. Las personas trans, las bolleras, los maricas, las discas, les no binaries, las asexuales, las personas racializadas… Siempre hemos estado ahí, la diferencia es que ahora, por fin, tenemos voz.

¿Por qué crees que las personas deben leer “La rebelión de las hienas”?

Creo que las intersexualidades nos pueden enseñar –a todas las personas independientemente de si están atravesadas o no por esta realidad– a comprender las vivencias corporales, las categorías sexo-género y la sexualidad desde un punto de vista más flexible, de una forma más sana y más libre. Siempre digo lo mismo, ¿quién no ha sentido alguna vez presión por no adecuarse a los cánones estéticos sobre dos tipos de cuerpos muy concretos?, ¿por tener más o menos vello?, ¿por el tamaño de sus genitales?, ¿por la forma de sus pechos? No existe un binarismo estricto, eres esto o eres lo otro. La cuestión intersex debería ser una responsabilidad social. Todas las personas deberíamos tener derecho a decidir sobre nuestro propio cuerpo, derecho a la información, derecho a la integridad corporal. La cuestión intersex es una cuestión de derechos humanos.

¿Qué ha sido lo más importante del libro para ti?

Que, por fin, las personas intersex nos hemos atrevido y hemos roto el silencio recetado. Y que sí, que ya estamos haciendo la rebelión intersex.

¡Muchas gracias!

 

Otoño

Por Sara Levesque

 

Recuerdo recitar uno de mis latidos a su zona más íntima:

Al pensar en su otoño mojado de placer me enrojecía como se enrojece septiembre con la llegada de la estación. Un jardín privado con los matices propios de la etapa más madura.

Conocí sus voluminosas cordilleras al norte de su panorama, cada una con su propia cima sonrosada y sedosa; picos apacibles, esponjosos, cercanos. Fue entonces cuando me dio por el alpinismo. Y armada de valor trepé hasta el monte más hermoso que me quiso desvelar: el de Venus. Un lugar recogido y misterioso que guardaba en secreto. Aquella loma contaba con su propio otoño, envuelto por un denso seto color café.

Qué hermoso resultó curiosear entre su prado e ir descubriendo, paso a paso, lugares cada vez más acogedores. Hasta llegar, a través de un pasadizo oculto, a la abertura que daba acceso a un mundo subterráneo. Su mundo subterráneo. Con el carmín de mis labios le dejé claro lo lindo que me parecía su paisaje.

Después de tres meses explorando zonas tan espléndidas, decidió que había llegado la hora de marcharse a un lugar más frío y borrar la huella que dejé en su tierra cuando la escalé a besos. Ahora creo que el color castaño de su piel se ha difuminado, tornándose blanca. Sus sendas son níveas. Aun así, no me parecen pálidas, sino puras, de lo claras que son.

Y yo, desde entonces, me paso los días buscando horizontes inéditos, visitando nuevas praderas, siempre encharcadas, de tonos ocres o cobrizos, con intención de encontrar otro monte tan auténtico como aquel suyo.

Recuerdo lo que pensé antes de que mudara de época: para ser otoño no le hacía falta olmo, roble, arce ni ningún miembro arbóreo. Tan solo con su follaje marrón oscuro, raso o acolchado, pero siempre cálido, se convertía en la estación más completa y sabrosa del año.

Le confesaré algo: Siempre he querido comérmela a versos. Y así se lo diré para que le llegue mejor, pero, sobre todo, para que lo sienta mejor:

Adoro el otoño
del color del madroño.
Mi ánimo es algo ñoño,
cada día, más de ti me encoño.
Con mis propios lamentos me escoño,
me tienen hasta el moño.
Al contemplarte entre el cambroño,
recuerdo lo que más me abrigó: tu otoño.

Y recuerdo que repetí curso hasta la saciedad durante toda mi edad para aprender a olvidar por completo la bondad del latir de su mirar. Ni septiembre, ni el otoño ni ninguna otra franja trimestral le sirvieron a mi corazón para limpiar la suciedad de su silencioso recuerdo espectral.

Me dejé engañar por una fantasmal segunda ocasión de sentir su complicidad. Porque sus palabras fueron una cruel casualidad. Y yo, que nunca he sido valiente para cruzar nuestro umbral, solo me restaba escribirle en la oscuridad en vez de sujetar sus pupilas y repetir mi verdad.

Aún me pregunto por qué no nos concedimos una oportunidad, lluviosa Musa veraz… Una y nada más. Y si no sale bien, ella podrá seguir con sus idas y venidas y yo prometo que, durante una vida, le dejaré en paz.

© Sara Levesque