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Disobedience

Por Charo Alises (@viborillapicara)

#cinelgtb

 

Película inglesa estrenada en 2017 y dirigida por Sebastián Lelio (Gloria, Una mujer fantástica). Protagonizan la cinta Rachel Weisz (Ronit), Rachel McAdams (Esti) y Alessandro Nivola (Dovid).

El guión es de Sebastián Lelio y Rebecca Lenkiewicz y está basado en la novela del mismo título escrita por Naomi Alderman.

Ronit (Rachel Weisz) abandonó la comunidad judía donde nació y se crio cuando su padre, respetado rabino, la descubre manteniendo relaciones sexuales con Esti (Rachel McAdams), su mejor amiga de la infancia. Asentada en Nueva York y dedicada profesionalmente a la fotografía, Ronit vuelve a Londres dos décadas después para asistir al funeral de su padre. Se reencuentra con Esti y la atracción resurge entre ambas.
Weisz, que además de protagonizar la cinta ejerció como productora, estaba buscando una historia de amor entre dos mujeres. Según comentó, leyó mucha literatura lésbica hasta que encontró Disobedience.

Adquirió los derechos del libro y, con la productora Frida Torresblanco, decidió poner en marcha el proyecto. La actriz envió en guión a Sebastián Lelio. Rachel Weisz había visto Gloria y admiraba el tratamiento que Lelio daba a las mujeres en sus películas, por eso pensó que Sebastián seria la persona más indicada para orquestar la cinta.

Ronit, mujer fuerte e independiente, rompió los lazos de la encorsetada moral en la que fue educada. Fotógrafa de profesión, su elección laboral choca con las normas judías ultraortodoxas sobre la representación de imágenes. Vive sin ninguna de las restricciones que su educación religiosa le había impuesto desde la infancia. Fuma, consume alcohol, mantiene relaciones sexuales cuando y con quien le apetece y se niega a cumplir con el pretendido deber de formar una familia y tener descendencia. Su relación con Esti no le supone ningún tipo de diyuntiva moral. Solo le preocupa la repercusión que su regreso pueda tener en la vida de su recobrado amor.

Liberada del peso de las tradiciones, Ronit no comprende como Esti se ha plegado a seguir unas normas que considera “medievales”. Sus relaciones familiares se deterioraron a raíz del conflicto surgido por el descubrimiento de su relación proscrita. El exilio a Nueva York marcó una distancia, no solo física sino también social y cultural, con la comunidad que la desterró. Su madre había fallecido años atrás y la relación con su padre era inexistente hasta que tuvo noticias de su muerte y regresó para el funeral. Al llegar se encuentra con un medio hostil que la rechaza.

Cuenta Rachel Weisz que ella, a pesar de que su padre era judío y su madre se convirtió a judaísmo al casarse, no recibió una educación religiosa. Decía la actriz, que la película se rodó muy cerca de donde vivió en su infancia pero que, a pesar de tener esa proximidad con la comunidad judía ortodoxa, nunca supo nada sobre sus costumbres porque son personas muy reservadas. Como su personaje hacía años que había abandonado las tradiciones judías, Weisz no tuvo que documentarse sobre ese aspecto para interpretar su papel.

A diferencia de Ronit, Esti, mujer de un carácter más dócil, permanece en la comunidad donde nació y creció. Tras la marcha de Ronit, queda profundamente abatida y, por recomendación del rabino, termina casándose con Dovid, su mejor amigo de la infancia. Parece un buen matrimonio, aunque se nota una relación falta de pasión por parte de Esti. Ocupa su tiempo entre su trabajo como profesora en una escuela para chicas judías y el cuidado de la casa. Aparentemente se encuentra satisfecha con su vida y con su profesión, pero su atracción únicamente hacia las mujeres y en concreto hacia Ronit, le acaba pesando. Tiene que hacer frente a un conflicto interno que le obligará a decidir entre vivir en libertad su sexualidad o seguir perteneciendo a la comunidad donde siempre ha vivido. Se define como una mujer muy devota y siente vértigo ante el dilema que la vuelta de Ronit le ha planteado.

Para preparar el papel, Rachel McAdams entró en contacto con una comunidad judía y así poder asimilar sus costumbres, muy alejadas de su educación protestante. Según cuenta la actriz, la acogieron muy bien y su trabajo de documentación se reflejó en la construcción del personaje de Esti.

Uno de los temas de la película es el rechazo de la comunidad judía ultraortodoxa a la relación lésbica de Esti y Ronit. La posición del judaísmo respecto a la homosexualidad hace que sea complicado la integración de las personas LGTBI en esa comunidad religiosa

Hay una escena que fue particularmente comentada tras el estreno de la cinta: el reencuentro sexual entre las protagonistas. Considerada el corazón de la película, en esta escena Ronit libera sentimientos que había encerrado durante muchos años. Sebastián Lelio solo contaba para rodar con una indicación en el guión: hacen el amor. Ante esta escueta información, el director optó por dibujar cada uno de los planos de esa parte y plantear la escena como una coreografía. Al ser un momento tan íntimo, el día del rodaje solo estuvieron presentes las actrices, el director y el personal técnico imprescindible. No hay desnudos. Las emociones se transmiten a través de los rostros y las demás partes del cuerpo se imaginan, dotando a la escena de una especial sensualidad. Las actrices hablaron bastante sobre ese momento en particular, de esta forma, adquirieron confianza a la hora de rodar. Weisz y McAdam coinciden en que hubo mucho cariño y ternura en ese momento .

Disobedience es una historia de amor entre mujeres que desafían las convicciones morales y religiosas de su entorno.

Un poquito de amor, humor y reflexión: desvelando identidades no binarias

Por Nieves Gascón, (@nigasniluznina), la cuentista de nuestro refugio

 

Hace un par de meses que no escribo para vosotres, lectores y lectoras de 1decada10. Me parece mucho más tiempo, quizás porque en el mientras llegó 2022, en el continúa el vertiginoso contagio de Omicrón, que aunque nos pille vacunadas en este privilegiado lado del mundo, nos agota por la constante incertidumbre en la que vivimos desde hace dos años. Les echaba de menos y espero que no sea demasiado tarde para desear un 2022 más generoso de inversión en gasto social, sanitario y garantía estatal de derechos humanos para los colectivos LGTIB+.

No se me olvidará el final de 2021, en concreto el 27 de noviembre, día en el que perdimos a Almudena Grandes, a la que quisiera rendir un pequeño homenaje recordando a uno de sus personajes, un hombre homosexual y superviviente de la novela Las tres bodas de Manolita (2014, Editorial Tusquets): Francisco Román Carreño conocido como “La Palmera”, bailaor que entabla amistad con una chica vulnerable de barrio, a la que bajo su influencia, se transforma en una exótica bailaora. En el mundo de la farándula y los tablaos, antes, durante y después de la Guerra Civil Española (de 1936 a 1939), sus integrantes sobreviven en un contexto de violencia, permitiéndose pequeñas licencias de excentricidad, debido a que en este mundo del espectáculo con el que “coquetean” los fascistas, permite la supervivencia de personas de sexualidad y reputación “dudosa”, no exentas de riesgo de poder ser represaliadas, torturadas, abusadas o asesinadas en cualquier momento. También es un lugar donde se ocultan republicanos perseguidos o un ambiente propicio para el espionaje. Pero mejor lean esta fascinante novela y si me apuran, todas las que conforman estos Episodios de una Guerra Interminable de la grande Almudena Grandes. Se congeló el tiempo en el que nos dejaste. No podemos olvidar una obra tan brillante y trayectoria tan valiente, a la vez tan reparadora con nuestra memoria histórica.

 

También perdimos a Verónica Forqué, una de las mejores actrices de nuestra escena. En uno de sus últimos trabajos encarnó una mujer lesbiana en la película Salir del Ropero (2019), donde es la pareja de la también desaparecida Rosa María Sardá. Ambas hacen un tándem insuperable, tan tierno y romántico que llegan a lo más hondo de nuestros corazones mostrando que el amor no tiene edad, ni identidad sexual ni de género, y que es una enorme satisfacción el poder encontrarlo.

Sin más preámbulo y para recuperar pilas, paso a recomendar dos publicaciones estupendas para adolescentes en adelante: Del Otro Lado de – vivencias en cómic de mujeres trans de aquí y de allá, edición coordinada por nuestra compañera de blog Teresa Castro, y Paty Ortiz de Zárate, editado por las ONGs Mugen Gainetik y Gethiu, en octubre de 2021, y otra segunda recomendación: Más puta que las gallinas, y otras animaladas machista, de Luis Amavisca y Sonia Pulido, editado a finales de 2021 por NubeOcho, de la colección NubePimienta.

Centrémonos primero en Del Otro Lado de- vivencias en cómic de mujeres trans de aquí y de allá, segunda publicación tras Viñetas de tortas y bollos- Cómic lésbicos desde dos orillas, primer trabajo recopilatorio de relatos de diferentes artistas gráficas de España y Latinoamérica, que ya comentamos en este espacio tras su publicación en 2018. De entonces ahora, nos consta que Teresa Castro ha continuado trabajando sus tiras e historias con un sentido del humor inteligente, a modo de microrrelatos o escenas que ponen de manifiesto tanto el activismo por la defensa de los derechos de las mujeres lesbianas y colectivos LGTBI+, con una visión crítica y personal de nuestra sociedad, aún insoportablemente heteropatriarcal y de imposición de género binario propio de una concepción arcaica y negadora de una realidad diversa.

Esta segunda publicación se trata de una preciosa edición de diseño en tapa blanda, algo más rígida que la anterior, con estupendas portadas bilingües en castellano y euskera, sin contraportada, en la que disfrutamos de nuevo de relatos gráficos de diferentes artistas que nos describen la vivencia transexual, visión necesaria para poder conocer cada vivencia variada, concreta, y tan puesta en tela de juicio y debatida en el proceso de elaboración del proyecto de ley trans en España, e incluso atacada tanto por parte del colectivo feminista (el más institucional), como por las ideologías más conservadoras. En definitiva y una vez más, esta edición reúne a autoras españolas y latinoamericanas, en concreto a Teresa Castro, María José Manzano, Susanna Martín, Sydney Hilton, Amalia Darien, Estuarda Recinos, Catalina Parra, Elsa Ruiz, Sara Soler, y Xulia Vicente, cada una con su propio estilo e influencias, todas interesantes y sobre todo, con una forma de relatar muy especial.

No se pierdan este diseño de edición en el que la mitad del libro está en un sentido en castellano, y girándolo en sentido contrario, ciento ochenta grados, la otra mitad está en euskera.

Cabe señalar que desde los escenarios de fondo de Donosti en la primera página, hasta la última historia de imagen en un estilo más manga, cada uno de los relatos son absolutamente diferentes, sorprendentes, y nos hacen reflexionar explorando emocionalmente experiencias trans diferentes entre sí. Un gran trabajo y colaboraciones absolutamente brillantes.

Volviendo a nuestra segunda recomendación, Más puta que las gallinas, y otras animaladas machista, y después de La perra, la zorra y la loba, primer álbum ilustrado de la colección NubePimienta, tanto el escritor Luis Amavisca y la ilustradora Sonia Pulido realizan en esta ocasión, un repaso a dichos populares machistas que relacionan a las mujeres de forma peyorativa y sin sentido, con animales, atribuyéndoles cualidades y características absurdas, basadas en prejuicios y estereotipos.

El relato es una sucesión de escenas que en su desarrollo desmontan cada expresión o dicho, como Más puta que las gallinas, Más pintada que una mona, ¡Menuda loba!…, dándoles la vuelta desmontando este imaginario popular de atribuciones despectivas e insultantes hacia las mujeres, y en definitiva, manifestaciones de una cultura de violencia de género absolutamente asimilada e instalada en las relaciones sociales de forma reductiva, caduca, con perspectiva de género exclusivamente binario, patriarcal y represivo. El lenguaje es un claro reflejo de ideología y manifestación de las relaciones de poder.

Este álbum ilustrado combina una obra gráfica impresionante, cuidada, colorida, y que en relación al texto, se complementan en cada una de las ideas y audaces críticas a estas formas de definir el rol de las mujeres, guiadas por ideas estereotipadas que en definitiva sostienen un orden social de privilegios masculinos.

Espero que ambas publicaciones les hagan reflexionar y analizar la sociedad en la que vivimos y que a todas luces requiere y necesita un cambio absolutamente viable de relaciones de poder, un orden social mucho más justo y coherente con la realidad social, cada vez más visiblemente diversa.

Pero sobre todo lean y disfruten.

¡Hasta pronto!

 

 

 

Tove Jansson y sus tiernos troles

Por Charo Alises (@viborillapicara)

#Mujereslesbianas

 

Escritora, Ilustradora, historietista y pintora finlandesa, Tove Marika Jansson nació en Helsinki (Finlandia) el cuatro de agosto de 1914 en el seno de una familia de artistas. Su padre, Viktor Bernhard Jansson, era escultor, y su madre, Signe Hammarsten, diseñadora gráfica e ilustradora. Sus hermanos también se decantaron por el arte: Per Olov  se dedicó a la  fotografía y Lars se convirtió en escritor e historietista. Jansson se crió en un entorno hogareño excéntrico y ruidoso. Su mascota fue un mono tití y tuvo una niñera que leía a Platón.

Con esta infancia no es de extrañar que la artista creara un mundo de ficción poblado de personajes soñadores y filósofos.

Tove se formó en  Konstfack, la Escuela Superior de Arte, Artesanía y Diseño de Estocolmo, entre 1930 y 1933 y posteriormente en la Escuela de Artes Gráficas de la Academia Finlandesa de Bellas Artes entre 1933 y 1937. Janson completaría su formación en L’École d’Adrien Holy y L’École des Beaux-Arts de París en 1938. Participó en exposiciones colectivas y realizó su primera muestra en solitario en 1943.

Durante la Segunda Guerra Mundial, Jansson decidió sacudirse el sentimiento de depresión que la embargaba creando algo inocente y tierno. Así nacieron los Mumin, una familia de troles blancos y redondos parecidos a los hipopótamos. Unos seres generosos y sabios que recorren montañas y mares del mundo. Amantes del sol y de la sopa de verano, viven en familia rodeados de sus amistades. Los Mumin tienen elementos de la literatura nórdica —como los seres fantasiosos, las brujas, los dragones y, en especial,  los troles— vistos desde un prisma más tierno donde la naturaleza tiene un papel fundamental. Con los Mumin, Jasson aportó una visión distinta de los troles que, hasta ese momento, en la tradición Nórdica, eran descritos siempre como seres tontos y temibles.

En 1945 aparece el primer libro de los MuminSmåtrollen och den stora översvämningen ( Los Mumin y la gran inundación). Alcanzó la popularidad con los dos siguientes, Kometjakten (La llegada del cometa, 1946)Trollkarlens hatt (La familia Mumin, 1948). Escribió seis libros más de los Mumin, varios libros de ilustraciones y tiras cómicas. Su fama se extendió con rapidez convirtiéndose en la escritora finesa más leída en el extranjero. ​En 1966 obtuvo el Premio Hans Christian Andersen de literatura infantil, por el conjunto de su obra. ​

Desde principios de 1970 espació sus historias sobre los Mumin. Incursionó en la literatura para adultos con  Bildhuggarens dotter (La hija del escultor), un libro semiautobiográfico escrito en 1968. Después vieron la luz otras novelas suyas, entre las que destaca Sommarboken (El libro del verano, 1972), y cinco colecciones de historias cortas.

Tove vivió gran parte de su vida con su pareja, la artista gráfica Tuulikki Pietilä, en una pequeña isla llamada Klovharu, en el golfo de Finlandia, junto a la ciudad de Porvoo. En el 2020 se estrenó la película finlandesa Tove , dirigida por Zaida Bergroth, biopic de la artista que indaga en sus relaciones personales y en la creación de los populares libros de Los Mumin.

 

Soy Luisa, la monstrua

Juan Andrés Teno (@jateno_)

Soy Luisa la Monstrua, vieja, fea y pobre; aunque hace muchos años fui un niño guapo que jugaba, feliz, saltando la espuma del mar. Tuve una madre con manos impregnadas en jabón que me abrazaba y me llenaba de besos y un padre que me incrustó la plancha ardiendo en la cara cuando me sorprendió vistiendo las enaguas de mi hermana. Alcancé la madurez con el golpe y supe quien era buscando la causa de las quemaduras.

Un día de primavera robé los ahorros de mi casita marinera y me planté radiante en una Barcelona que creía me daría la oportunidad de ser lo que siempre fui y nunca me dejaron ser. Aunque cantaba y baila como la que más, mi deformidad facial me vomitó directamente a la noche del barrio chino, a los abrazos de veinticinco pesetas y al sexo no deseado de hombres oscuros.

Mi dinero de puta de calle me procuró las primeras hormonas y, años más tarde, muchos años más tarde, una operación clandestina que me robó cualquier placer en la cama, pero que me devolvió la dignidad plena de mujer que nunca deberían haberme negado.

Pasé por la cárcel, como muchas otras, no por vender mi cuerpo, sino por ser un peligro social en un país que estaba enfermo. Lloré mucho hasta ser una mujer reconocida por todas y cuando lo tuve en mis manos supe que seguiría sufriendo por no ser hombre y perder privilegios.

Un 26 de junio, en año 77 del siglo pasado, me lancé a Las Ramblas con mi pancartita de puta feliz, soñando con un país más amable para quienes apenas salíamos a pasear al sol y derretíamos nuestro futuro en sábanas usadas de miserables pensiones.

Esa España de libertad, que me metió en las venas un chico rubio del FAGC, llegó, pero lo hizo demasiado tarde para mi. Es cierto que puede adoptar con orgullo el nombre mi madre en mis papeles oficiales. Sí, ya era Luisa, aunque nunca dejé de ser La Monstrua. 

Fui joven y alegre y tuve un novio alto y fuerte, un toro azul que me bebía la vida en cada mirada. Besaba mis cicatrices con pasión y en sus brazos era una diosa inmaculada y pura. En sólo tres años el sida me lo robó lleno de llagas y terriblemente delgado. A él le dediqué todos mis ahorros en un entierro maldito al que no quiso acompañarme nadie. Con mis lágrimas aboné una tumba de margaritas que nunca pude olvidar.

Me lancé de nuevo a la calle y seguí amando mentiras y mojando camas que no eran la mía, soñando siempre con aquel hombre joven que seguía susurrándome versos al oído. Crecieron cicatrices en mi espalda y el sudor y el olor a tabaco de hombres ajenos me envolvían día y noche mientras devoraba todos los libros que caían en mis manos, libros que me llevaban a otros lugares y otros destinos donde poder ser feliz.

Se hizo una luz catódica en nuestro camino. A mis compañeras de calle las entrevistaban periodistas sedientas de otra Veneno en el chino barcelonés, pero mi cara quemada y las inyecciones baratas de silicona clandestina me hacían imposible reivindicar ante una cámara, aunque fuese la que más había leído, la que más sabia: seguía siendo Luisa la Monstrua.

Una mañana de invierno tuve que llorar a mi madre muerta en la puerta de la iglesia, primero, y tras la verja del cementerio, después, porque mi padre me negó la entrada y me zarandeó entre insultos y amenazas policiales. Dos años después, fui yo, sola, la que le limpió los últimos humores y la que lo amortajé con el triste y raído traje de su boda. Acaricié sus nervadas manos no queriendo olvidar las tardes de otoño en las me enseñó a pescar mientras acariciaba mis rizados cabellos. Supe que tenía que perdonarle para poder seguir viviendo.

Me llegó la vejez y la acepté plácidamente, pero seguía trabajando con mi cuerpo, ya agrietado por los años, frio, casi inerte, siempre suspirando por aquel novio joven que me envolvió en sonrisas durante tres veranos. Mi esfuerzo era intentar ahorrar para que cuando mis huesos se quebrasen pudiera comer, aunque fuera una vez al día. Sólo tenía a mis queridas amigas de la calle, con quienes compartía el chocolate caliente en el que mojábamos nuestras lágrimas y regábamos con carcajadas estruendosas antes de volver a las esquinas.

Hace unos meses escuché en la radio que nos llaman mutantes, que abusamos de los niños, que lo nuestro sólo es un deseo, que no es real. Ese no es el feminismo que he leído y la sororidad que he practicado en las calles. Me levanto, me miro al espejo y las cicatrices me recuerdan lo mucho que me ha costado llegar y que no puedo claudicar. Mi dolor no pueden heredarlo las que vienen detrás, ni los golpes, ni las zonas oscuras… Nunca, nunca renunciaré, aquel chico del FAGC me lo inoculó y mi activismo durará siempre.

Tengo la alacena de mi pequeño piso del Raval llena de lentejas y arroz. Vivo en cuarentena constante y no es la pandemia lo que me preocupa sino que no haya nadie que me cierre los ojos cuando todo acabe. He tenido la triste suerte de cumplir demasiados años y ver morir, una a una, a todas mis amigas del Chino. A todas las maquillé dentro de su ataúd, todas volaron guapas y lloradas. Pero para mí no habrá lágrimas.

La semana pasada salí por última vez de la casa y una chica que se ofreció a llevar mis bolsas hasta la casa me dijo “señora”. En 95 años era la primera vez que lo oía: “señora”, “señora”, “señora”.

Hace dos días que no puedo levantarme a hervir arroz, el único alimento que ingiero desde el martes. Sólo tengo fuerzas para manejar este lapicero que brinca desbocado entre reglones.

Las persianas están bajadas y no sé si es de día o de noche.

Tengo sueño, mucho sueño.

A veces creo que veo amanecer desde la casita de mi infancia.

Siento que el sol y la brisa acarician mi rostro.

Oigo que me llama mi madre.

Huelo sus manos.

Tengo sueño

Soy tu hija, mamá ¿dónde estás?

JUAN ANDRÉS TENO

Periodista y activista LGTBI especializado en Diversidad Familiar

Cuenta en Twitter: @jateno_ 

Blog: https://familiasdecolores.wordpress.com/