Entradas etiquetadas como ‘Queer’

Reseña para un cable que conecta cabeza y corazón (y mucha pedrería)

Por Rubén Frías

 

Atención, Argonautas, que rastreáis incesantemente el vellocino de oro en busca de la felicidad total a través de la liberación (también total). Si os atrevéis a agarrar este remo llamado Mutantes y Divinas en forma de libro para llevar la nave, con vientos favorables o desfavorables, enhorabuena. Pero cuidado, porque no hay que empuñarlo de cualquier manera.

Ira Hybris no ha escrito un libro. ‘Pero, ¿qué dice? ¿Qué LA pasa? ¿Qué currículum tiene esta tarántula?’, podéis estar ahora pensando, o incluso gritando en mitad del metro, el bus o la sala de espera del dentista. Pero dejad que me explique, que para eso me lo han pedido. Le autore no ha escrito un libro titulado Mutantes y Divinas (solamente, Sole), sino que se ha extirpado un buen pedazo del alma y otro del cerebro, duplicándolos, porque no puede perderlos, los ha amasado con mimo y amor, con todo el corpus teórico queer y marxista que muy hábilmente ha seleccionado, lo ha cocinado como quien prepara un plato para quienes más hay que cuidar, y nos lo regala como un acto de amor revolucionario. ¿Eso es, sencillamente, escribir un libro? Poca justicia hace esa expresión a la barbaridad que ha acometido (que no cometido) Ira con y para nosotres.

Une abre este título con la actitud de quien comienza otro nuevo volumen de teoría queer y, en parte, es eso lo que encontrará. Pero, entre todos los términos y léxico más o menos asimilables por un público neófito, si sabe rascar, la persona lectora estará recibiendo mucho más. Al surcar las aguas de este volumen van a ir adquiriéndose conocimientos nuevos, afianzando otros, dando algún golpecito en el brazo del sillón donde estés sentade, estando de acuerdo y en desacuerdo con lo que se te cuenta, lo que se te ha cocinado y servido, y a la vez va une a paladear las propias contradicciones que emanan de Ira Hybris y su obra, convirtiéndose estas en un reflejo coherente de las nuestras propias. Nuestra alma revolucionaria no mutará, como mutantes son nuestros cuerpos y nuestras mismas mismidades, sino que se verá transformada y fortalecida. Porque, como ya escribió el poeta marica Constantin Kavafis a principios del útil, caduco y ya lejano s. XX, quien surca el mar muda de cielo pero no de alma.

Ya en la introducción y el preámbulo notamos que salir de puerto es lanzarse a la aventura. Bueno, con el título mismo, porque ese Mutantes y Divinas recuerda forzosamente a esa primavera de 2011 en Madrid, en la que surge la asamblea de la Zorras Mutantes, como contra-patologización de la fluidez de las identidades, los cuerpos, los deseos. Sí, hablo de aquel 15M en el que, por ejemplo, Feminismos Sol plantó bien grande para picazón de muchos (masculino intencionado) que La Revolución será feminista o no será, al tiempo que nuevas células de lucha imaginativa aportaban acción y corazón a esa revuelta, como la Asablea Transmaricabollo de Sol.

Ira Hybris nos ofrece en esta nave para surcar los mares de la revolución un refugio desde el que conspirar, desde su propia experiencia transformada y transformadora. La anécdota de la fiesta de disfraces del cole, que no osaré desvelar aquí, es más que suficiente para que quieras abrazarle antes de seguir leyendo. Ira, ¿puedes pasarte por el rinconcito de lectura de cada une de nosotres cuando lleguemos a esas líneas? NECESITAMOS abrazarte ahí. Tuve que abrazar a mi gata, y no es lo mismo.

Partiendo de reflexiones sobre esa anécdota, y de la premisa de que nos han robado el futuro, esgrime el concepto de feminidad masculina para prenderle fuego más adelante a favor de una sistematización de ideas abolicionistas de género, así como de la sociedad de clases capitalista imperante (TODAS las clases). Y freno un poco, que se me calientan los dedos y os destripo el ensayo.

Se trata ese abolicionismo total desde puntos de partida como el Las lesbianas no somos mujeres de Monique Wittig, con sus ecos maricas como los de Serpentarios maricas (Beto Canseco y Walter Deasis, 2.018), e incluso de servidore, si se me permite, cuando conducía el espacio ¡DIGO! En Twitch y YouTube para La Oficina (asociación cultural almeriense), y abría cada programa con Buenas tardes, yo soy Rubén Frías, y no soy un hombre. Con mi barba, mi pene y toda la imagen de lo que el cisheterocolonopatriarcado capitalista nos empuja gaznate abajo que es un ‘hombre’. ¡Sí, hombre!

En este libro (que ya hemos quedado en que no es un libro) encontraréis alegatos muy bien justificados en contra de las etiquetas y, a la par, profusos usos de las mismas, y algunas que a lo mejor ni conocemos. Porque es evidente que luchamos con lo que tenemos, jugamos con lo que tenemos y, en la tarea de liberar(nos) y TRANSformar(nos), estamos donde estamos soñando con donde queremos estar.

Propone le autore aquí una revolución, una ruptura, un salto al vacío sin red en triple tirabuzón carpado, que tenga siempre como telón de fondo, no aceptarnos, sino reivindicarnos como torcides. Por lo tanto se plantea un cambio radical total desde lo que la normatividad considera torcido. Vamos a reventar su normalidad con nuestra torcitalidad.

El llamamiento, como grito parrésico, es a salirse de sí misme y la identidad otorgada y asumida. No asumir. Disentir. Explorar en Argos los mares de las realidades corporales, de (no)género y sexo-afectivas. Si las teorías queer pretenden ampliar los márgenes desde los que surgen, hay que empezar a no asumir el cuestionamiento de la disidencia (auto-cuestionamiento, muchas veces, desde la propia trinchera o refugio, en una suerte de fuego amigo), y empezar a cuestionar el centro cis-hetero-colono-patriarcal normativo y disciplinante, hacia donde se dirige la ampliación de nuestros márgenes. ¿Es dejar de considerarnos un margen? Contestarnos esta pregunta para contestarla al mundo es también una revolución en sí misma.

Se nos planta, como ya ocurrió desde Rojo del Arco Iris, el término Marxismo Queer. Probablemente Marx se estará revolviendo en su tumba, pero que se joda. No quiero, que se me calientan los dedos-lengua otra vez, hacer lo que el anglicismo nos impele a nombrar spoiler, pero no puedo dejar de señalar una de las consignas de Mutantes y Divinas, y es que no hay un Marxismo Queer y un Marxismo. El Marxismo, como la revolución y la liberación del mundo, si lo son, son queer. Todo el mundo hacia lo queer en marcha torcitalizante, y si no me vuelvo loca, lo rompo tó y no pago ná. La liberación será queer o no será, como la revolución será feminista o no será.

Este ensayo es, a la vez, una lluvia y una enmienda la totalidad. Por ejemplo, sólo se podrá abolir el género aboliendo el trabajo asalariado, como nos deja ver la Teoría de la Reproducción Social, y que aterriza Ira más claramente desde la militancia crítica del/los marxismo(s) queer(s). Y es que también nos pone Ira por delante la consigna ‘Lo queremos todo. El pan, las rosas y la purpurina’. Un Federico García Lorca de hoy estaría orgullose de ti, hermane.

Hay espacio en este viaje para el riesgo y la empatía, cómo no. El ser humano ha perdido la capacidad de ser el timonel de la historia, dejemos pues que los monstruos se amotinen provisionalmente del barco. Tal vez descubramos, en el proceso, el secreto de que todos los monstruos fueron un día humanos. Pero hay enemigos y no pueden perderse de vista ni bajarse la guardia.

Todo esto se nos ofrece por delante al montarnos en la Argos que supone abrir y abrazar Mutantes y Divinas de Ira Hybris. El bellísimo cierre del Capítulo II, saber que siempre se ha dicho que el rojo y el rosa combinan mal y estar dispuestas a destrozar esa norma, porque a eso hemos venido, a enternecernos con que Itzi Ziga le diga a le autore (y a nosotres) que ‘hay trazas de comunismo, como en los yogures’, y a purpurinizar el recuerdo del Mayo del 68, porque bajo la UIG, está la playa, y debajo de la realidad actual, la playa torcitalizada a la que arribará nuestra Argos triunfante como si fuese el bus de Priscilla Reina del Desierto.

Finalmente bordaremos pájaros en la bandera de la libertad. Ya no más la Loca de Enfrente y siempre, además, la Loca de Enfrente. Un pedazo de cielo rojo, para que podamos volar, con nuestras alitas rotas o restauradas, a placer.

Disfrutad del viaje, y aprovechémoslo bien. Nos vemos a lo largo del arco iris. Buscadme, porque suelo ir por el rojo. Ahí nos cruzaremos con todas las que van asomándose a este ensayo a saludar, como Mario Mieli, Samantha Hudson, Paul B. Preciado, Susan Stryker o Félix Guattari, entre muches otres.

Buen viaje; que los vientos nos sean propicios en nuestras divinas mutaciones transformadas y transformadoras.

Desfile de leyendas

 

Plankton Press publica en español Desfile de leyendas. Un siglo de Historia Queer a través de RuPaul Drag Race, de Tom Fitzgerald y Lorenzo Márquez.

Como advierten sus autores, este es un libro para leer con una sola mano… con la otra querrás buscar videos, canciones o más información en Google sobre los formidables personajes que desfilan por sus páginas.

Asistimos a los disturbios de Stonewall de la mano de la mítica Marsha P. Johnson, la reina que paseaba por Nueva York con flores en el pelo, y de Stormé DeLarverie, el drag king que patrullaba Greenwich Village en traje de chaqueta. Escuchamos a Crystal LaBeija, fundadora y madre de la formidable Casa de LaBeija, alzar la voz para reivindicar la belleza negra en el certamen de Miss Gay America. Nos colamos en los salones de Harlem donde nació el vogue, el baile que popularizó Madonna, y en los clubs del Londres de los 90 con Leigh Bowery y sus looks imposibles. Todo ello con la música de The Rocky Horror Picture Show de fondo.

Es la clase de historia que no te dieron en la escuela.

Sobre los autores: Tom Fitzgerald y Lorenzo Marquez son pareja desde hace un par de décadas. En 2006, dejaron sus respectivos trabajos para volcar todo su conocimiento de cine, música, moda y publicidad en una página web de vocación queer inicialmente centrada en la televisión y bautizada Project RunGay. Quince años después, la web Tom & Lorenzo, donde hacen crítica de televisión, cultura popular y moda, atrajo a una audiencia que hoy se mide en millones. Tom y Lorenzo colaboran con distintos medios como People, Forbes o The Huffington Post. En 2014 publicaron su primer libro Everyone Wants to Be Me or Do Me.

 

E.l. Queer: vampiros fortuitos, espacios compartidos y muchas ganas

Juan Manuel Garcés Cabanillas

 

Del pasado jueves 14 al sábado 16 de abril, “E.l. Queer” sucedió en Madrid. El primer encuentro de literatura queer organizado por la librería Mary Read y el Museo Reina Sofía. Un programa lleno de pluralidad, con ponentes diversas dialogando sobre temas que han basado el transfeminismo que conocemos en la actualidad y sigue en constante transversalidad. No pude acudir a todas las sesiones, sólo a tres. Pero en esas tres ocurrieron varios hechos que me dispongo a narrar. Y para contextualizar esto un poco ya que el cuerpo desde el que se viven las cosas es importante, soy Juanmo, no-binarie, uso todos los pronombres y estoy haciendo mi primer año de tesis doctoral sobre vampiros queer. Dicho esto, comienzo.

Empecé con la sesión II “Identidades queer” compuesta por Ángelo Néstore, Fefa Vila Nuñez y Gad Yola, moderando Víctor Mora. Llegué bastante ajustado de tiempo, sentado casi en la última fila de esa sala tan curvilínea del Reina Sofía, sin cuaderno de notas, sintiendo esa sensación de ser ajeno, una especie de síndrome del impostor queer, que no me dejaba escuchar del todo bien. Entonces Gad Yola rompió mi burbuja de un taconazo al pronunciar estas palabras: “venimos de un linaje vampiresco, casi de otra raza”.

Por un momento me quedé en completo silencio mental. Sí, había dicho linaje vampiresco, seguido de la importancia de dar créditos a su amigue Germain Machuca y yo no voy a ser menos. Ella contó su relato sobre la importancia de los ancestros, de su conexión con lo divino y lo andrógino perteneciente a un pasado anterior, lejos de la mirada queer desde lo colonial, creando con cada palabra y silencios entre estas una hoguera común en la que escuchar el cuento de la sacerdotisa. Una leyenda transmitida de boca a boca, leída desde su móvil mientras yo, desde el mío, escuchaba y escribía, a veces por separado y otras a la vez. Terminó con una sentencia disfrazada de profecía: “Vamos a seguir chupando sangre, sangre y sangre.”

A la siguiente sesión que acudí fue dos días después, la sexta: “Deseos e imaginarios bibolleros”. En ella estaban Carla Berrocal, Laura Casielles, Alana Portero y Gabriela Wiener, y moderaba Nerea Pérez de las Heras. Entre muchos otros temas interesantes y divertidos, porque la diversión tiene cabida en el activismo, Alana habló del creador gay, cis y blanco como un cishetero más, acogido por la blanquitud del sistema, creando referentes bastante ajenos a los deseos bibolleros como “la lesbiana femme fatale que vende secretos de estado”, hecha para satisfacer al público normativo y no a las heterodisidentes. Mi línea de pensamiento saltó directamente hacia Sheridan Le Fanu con su Carmilla y a Ryan Murphy con su American Horror Story: Hotel. Dos hombres separados por siglo y medio creando relatos bibolleros vampíricos. Siguieron hablando sobre la conquista de personajes como Xena la Princesa Guerrera, Silke o Lobezno incluso. Podría haber seguido horas en ese patio de butacas, en primera fila, escuchando atentamente todo como si fuera un cotilleo cruzado en una mesa de café, un espacio íntimo y espontáneo.

El coloquio terminó y esperé paciente a la última sesión. No conocía a nadie allí así que me empujé a hablar con los que me sonaban, gente de redes sociales, de algún encuentro en la Mary Read. Pero aun así mi burbuja de humo empezó a formarse y esta vez no iba a venir ninguna drag queen a explotarla. Entré con cierto temor a “Los montes son vuestros”, el final, una performance literaria de Alberto Cortés, Claudia Faci y Alejandro Simón Partal. El público se sentó en el suelo del escenario, sobre cojines y sacos de dormir. A dos almohadas de mí había un grupo de hombres que conocía de twitter, todos guapos de manera canónica, con cuerpos que pasan por el gimnasio a menudo y barbas cuidadas, conectados en la red queer madrileña. Aunque me considero una persona con un buen recorrido en la deconstrucción, tengo recaídas en el deseo de la normatividad siendo esta dentro del contexto LGTBI+. Y quiero ser ellos, quiero su mirada, quiero estar en sus espacios. En mitad de esa neblina cerebral, Alberto Cortés dijo frente a la audiencia “soy un vampiro” después de pedirle al Estado Español tiempo, auto-proclamándose ser inmortal ajeno al sistema. Y más tarde se dirigió a mí, me señaló y dijo “qué guapo”. No me percaté de cómo salí de mis pensamientos, disfruté, contemplé, participé y lloré pensando en maricas vibrando sobre las playas de Málaga.

Aun así, tiendo a ser muy terco y salí de la sala con la firme convicción de escribir sobre lo ajeno que me suelo sentir en entornos queer sin entender muy bien el porqué. Estaba tan absorto entretejiendo mentalmente ese escrito que no percibí a uno de los hombres que tan fuera de lugar me hacen sentir sujetándome la puerta. Antes de poder decirle gracias, dijo “¿nos seguimos en twitter, verdad?” y tuvimos una conversación muy agradable. Ese texto mental cambió al que ahora estoy redactando.

Si cuento todo esto es porque la necesidad de este tipo de encuentros es imperiosa. No para educar sino para no perder el punto de foco, disfrutar de nosotras desde la individualidad y también desde la pluralidad. Es importante generar arquitecturas para el colectivo, orientando su construcción a nuestras necesidades, anhelos y placeres como disidentes de la normatividad. En “E.l. Queer” encontré vampiras maricas y motivación para seguir hablando de ellas, cuidados propios tanto del cuerpo como de la mente desde el más trabajado cariño, trabajado porque no sale natural, se va aprendiendo. Topé de lleno con mis prejuicios, con ciertos aspectos en los que sigo construyéndome. Sentí esa sensación de casa, de libertad para escuchar y ser escuchado. Pero sobre todo experimenté ganas, muchísimas ganas. Ganas de hacer, escribir, ocupar. Ganas de seguir.

Antes de terminar lo que sea que sea esto, me gustaría dar las gracias a Ana y Óscar, por el esfuerzo de arriesgar, por dejarme ser y tirarme mucho rato hablando con ellas (hablo mucho y nunca me han cortado) en la librería Mary Read. Y recalco: estos espacios son necesarios para todas nosotras, para la disidencia, para aliadas, para mí misme hablando desde el egoísmo. Justo por eso he redactado esto desde mi faceta más protagonista, sin tener que exigir que me den el papel principal, porque me permito ser egoísta. Porque quiero y merezco sitios así como realidad que soy y somos frente al sistema, le pese a quien le pese.

 

 

Juan Manuel Garcés Cabanillas.

Doctorando en Bellas Artes por la UCLM.

Gad Yola, Ángelo Nestore, Fefa Vila y Víctor Mora en «E.L.Queer». Fotografía de Librería Mary Read.

Hoy recomendamos: El feminismo queer es para todo el mundo

Redacción 1 de cada 10

 

Gracia Trujillo publica este ensayo con Catarata, sobre el feminismo queer.

¿Qué es “lo queer”? ¿Cuáles son sus orígenes y herramientas teóricas? ¿Cuáles son sus discrepancias con un sector del feminismo que lo considera un caballo de Troya dentro del movimiento? En un momento en que estos debates parecían haber pasado, la reacción del llamado sector trans-excluyente y la ultraderecha los han traído de vuelta, alimentando no pocos malentendidos. “Lo queer” no es un producto neoliberal ni las personas queer eligen su sexo/género/identidad así, sin más. Las teorías queer aportan muchas claves para entender de forma más fluida cuestiones relativas a los géneros, las sexualidades, identidades y corporalidades, más allá de los binarismos. Además, tienen en cuenta cómo se entrecruzan el género, la clase, la sexualidad, la edad, la capacidad, la raza, la etnia, el estatus migratorio… cuestiones clave para cuestionar los propios privilegios de blanquitud, clase o ciudadanía, entre otros.

Gracia Trujillo reivindica también que las pedagogías queer lleguen al ámbito educativo, que se conozcan y valoren los recorridos activistas, las coaliciones entre la lucha feminista y la de los colectivos LGTBI+ y queer. Recuperar estos pactos, centrarse más en objetivos comunes y menos en identidades, adquiere ahora especial relevancia.

Biciosas o la necesidad de queerizar lo queer

Redacción 1 de cada 10

La editorial Kaótica Libros presenta Biciosas o la necesidad de queerizar lo queer, un libro recoge por primera vez la historia de la bisexualidad en el contexto español.

La investigadora, educadora y activista Ana M. Amigo-Ventureira (Ferrol, 1989) aporta con esta obra una nueva investigación para desmontar los prejuicios a los que se enfrentan las personas bisexuales. En Biciosas. O la necesidad de queerizar lo queer, Ana Amigo-Ventureira reflexiona sobre los discursos acerca de la bisexualidad en España desde los años setenta hasta principios de los dos mil, la invisibilidad de esta opción sexual en general, y la ausencia de activismos organizados hasta la última década, intentando explicar sus causas y consecuencias.

La socióloga e historiadora Gracia Trujillo señala en el prólogo de la obra que «este libro desmonta muchos lugares comunes, estereotipos y prejuicios hacia la bisexualidad que seguimos oyendo a día de hoy, como que todo el mundo es bisexual, es una fase, no es política, etc. Ana muestra sus dudas, plantea preguntas, contradicciones, limitaciones… y las pone sobre la mesa, compartiéndolas con la persona que lee. Esto es algo muy valioso de este libro: son estos los ingredientes necesarios para seguir pensando de manera crítica y avivando la reflexión colectiva, frente a las ortodoxias, las intransigencias, y los actuales marcos discursivos del conmigo o contra mí… vengan de donde vengan.»

La obra ha sido editada por Kaótica Libros en su colección de ensayo Teorías del Caos, donde han aparecido otros títulos de gran relevancia actual como Transfeminismo o barbarie (VV.AA.) o Feminismos fronterizos de la filósofa Carolina Meloni.

Ni un paso atrás, etc. (de ampliaciones horizontales, cuerpos urgentes y alianzas queer).

Por Victor Mora (@Victor_Mora_G ‏)

 

El término queer no alude a la identidad de una persona, sino a su alianza
Judith Butler.

 

Me pregunto si merece la pena un balance del año basado en dos columnas de lo bueno y lo malo, de logros y derrotas, como si fueran equiparables los eventos, como si enumerarlos y hacer listas pudiera hacer también que el número más alto gane. No es posible unlance en esos términos porque el dolor y la violencia, como la alegría, no son resultado de sucesos que puedan contraponerse o equipararse y, por demás, no es útil ni realista pensarnos así. Hay cosas que están cambiando, otras que permanecen, emergen nuevas violencias que se superponen y asimilan a viejos fantasmas, como también brotan insólitas formas de resistencia y protesta. Ocurren, como todas las demás cosas, en paralelo. No hay pasos hacia atrás ni hacia delante, porque todo está ocurriendo a la vez, en sincronía. El fin de año y las listas nos invitan a hacer resumen para comenzar de nuevo, como si el año plantease un reseteo, una línea de salida, y así visto no hay, quizá, cosa más absurda, porque parece que es entonces asunto nuestro decidir cuándo y cómo podemos plantarnos y volver a comenzar. ¿Es así?

Yo este fin de año sigo preguntándome, también, qué nos hace falta para comprender el nexo entre la teoría y la práctica, entre lo abstracto de una reflexión y la conexión necesaria que ésta tiene con la realidad física, inmediata, con los cuerpos a los que esas teorías (o esos abstractos que dejan, entonces, de ser abstractos) atraviesan. Todavía cuesta entender que lo simbólico (por ejemplo, el lenguaje) tiene efectos materiales sobre las vidas que nombra y distribuye, que la violencia verbal carga con todo el peso político del estigma, y que todo ello condiciona los espacios que habitamos (virtuales y no virtuales). No se hace la relación. En otras palabras: no bajamos a tierra lo que tan felizmente transitamos en terrenos simbólicos, como si no fuera unido, como si no fuera «real».

No hay nada de casual en el incremento de la violencia contra determinadas realidades, como no hay nada de inocente en elegir hacer “chistes” sobre unas vidas y no sobre otras, o sobre unos dolores y no sobre otros, sobre dolores ajenos que no se comprenden porque no son los propios. Eso ya lo sabemos. Y lejos de hacer el ejercicio continuo de ver (ver) a ese otro cuerpo que no es el mío, que tiene otras condiciones y que precisa de otras herramientas, parece que, como conjunto, hemos optado por la competición, y estamos, pues, en el más triste de los mapas.

El resumen sería que mi opresión sí que vale y la tuya no, o la mía vale más, o la mía va primero. La cartografía de la competición no permite otro resultado que el binario, el nosotros/ellos; el fatal conmigo o contra mí que impide, efectivamente, la convivencia. Y una vez convertidos en enemigos, qué. ¿Qué hacemos ahora? ¿Cómo vamos a imaginar el futuro? ¿Qué futuro es el que imaginamos? ¿Quiénes imaginamos qué cosas? Si hemos llegado a este punto de atomización sólo nos queda pensar en reconstruir las alianzas, en repensarlas y cambiar de foco. Lo cierto es que aunque el día 1 se parezca tanto al 31, como se parece cualquier día al anterior, siempre estamos ante un posible territorio nuevo, que podemos construir con esperanza. Pero ¿cuál es ese terreno que imaginamos? ¿Hay acaso un nosotros, un nosotras, un nosotres común? Perder, como hemos perdido, el sujeto colectivo desde el que enunciar el horizonte, nos ha devuelto a lugares de violencia que, aunque conocidos, dibujan una realidad que parece más distópica que presente y tangible. ¿Es acaso posible, o necesario, un sujeto colectivo? ¿Cómo configurarlo?

Si el año que termina nos ofrece una oportunidad de resumen para un “nuevo comienzo”, por absurdo que suene, en realidad es un espacio tan bueno como cualquier otro para hacer una reinterpretación crítica de nuestro lugar, que deje atrás las listas de logros y derrotas, es decir, que abandone la lógica ridícula de la organización binaria que contamina toda visión del mundo, toda pregunta y todo posicionamiento, y comencemos a hacernos otras preguntas. Es un momento tan bueno como cualquier otro para pensar en las alianzas. Porque, quizá, algo que sí hemos hecho y nos ha hecho perder mucho (honestamente: mucho) tiempo, es señalar hasta la extenuación a quienes se aliaban con el fascismo, a quienes elegían hacer chistes sobre dolores ajenos, a quienes temiendo por su redistribución eligieron deshumanizar a otres. Sin dejar, evidentemente, de denunciarlo, un buen propósito sería dejar de alimentar con atención inagotable a quienes quiebran la convivencia y enfocar nuestra mirada (y nuestro cuidado más atento) a la reconstrucción prospectiva de una alianza en aumento, una alianza queer que deje atrás (esto sí) la relación binaria con el mundo.

Aliarse no significa, recordemos, ser un grupo homogéneo, un colectivo homogéneo (no existe tal cosa como un ‘colectivo homogéneo’); aliarse significa (al menos en este texto) compartir espacios de lucha y escucha desde la inclinación al cuidado. Aliarse significa incorporar las diferencias como aquello que explica en qué consiste la convivencia y lo común. Las alianzas son, en definitiva, lo que va a delimitar el mapa de lo posible. Es evidente que cualquier persona que se alce como voz de un proyecto (por muy emancipatoria que asegure ser) que establezca alianzas con el fascismo es, desde luego, cómplice de ese mismo fascismo. Es evidente que cualquier persona que se autodenomine feminista, antirracista (o pro LGTBIQ+, signifique eso lo que signifique) y que a la vez defienda una jerarquía discriminatoria y excluyente, únicamente defiende esa jerarquía discriminatoria y excluyente. 2021 ha sido el año en el que el fantasma de la peligrosidad social asociado a nuestros cuerpos ha resucitado definitivamente, pero, ¿qué cuerpos son, entonces, esos que decimos nuestros

Un buen día se anunció que la Comunidad de Madrid iba a derogar las leyes LGTBI y Trans. Era evidente, se dirá entonces, que iba a ser exactamente así. Era evidente que no hay derechas, por lo visto, que no vayan a tener felices encuentros entre sus extremas partes, en lo que refiere al menos a recortes (tanto económicos como sociales). También era evidente que lo que dijo la Presidenta (como lo dijeron antes otros muchos políticos conservadores), era cierto: que no le importa lo que cada uno haga en su cama; y claro está, faltaba más, qué simpática es en las distancias cortas. Las leyes LGTBI y Trans se derogarán, o no, o se “corregirán sus excesos”, como ocurrirá con las de violencia de género… las manifestaciones en contra (y las manifestaciones en general) les importan lo mismo que nuestras camas, es decir, menos que nada, y al final lo mismo da derogarlas que no, ¿verdad? ¿Qué importa si con no cumplirlas es suficiente? Lo triste de nuestras camas (en soledad o en compañía) es que nada tienen que ver, en realidad, con la cartografía política que organiza y distribuye a los cuerpos según condiciones estructurales de derechos, subordinación, redistribución de recursos, privilegios y opresiones. Ya lo sabemos, ya sabemos que lo personal es político. Y ya nos sabemos también lo que hay que hacer cuando se publica en los periódicos que quieren derogar nuestros derechos, que no se negocian, que nos tendrán en frente, que ni un paso atrás, etc. (y nuestra respuesta, por cierto, está más que medida y sopesada).

Era evidente que al final la derecha haría lo que dijo que iba a hacer, era evidente que lo iba a disfrazar de cualquier excusa, de las más tonta que se te ocurra, la que quieras, cógela. Que la violencia hacia nuestros cuerpos está en la cabeza de la izquierda, o que es esa misma izquierda malvada la que quiere colectivizarnos. Que ya somos iguales por ley, que qué privilegios queréis, que lobby x que tal y cual… en fin, decíamos: era evidente que el recorte progresivo iba a ocurrir y que habrá violencia y cuerpos que quedarán en el camino, y así se dirá, sin embargo, cuando haya pasado el tiempo suficiente. Cuando podamos mirar con distancia. Era evidente y así se dirá cuando ya sea tarde para todos los cuerpos que hoy se quedan sin tiempo. ¿Son los cuerpos que se quedan sin tiempo nuestros cuerpos?

Este gobierno de Madrid pasará a la Historia, entre otras cosas, como aquél que abandonó a su muerte a miles de personas en residencias, y como aquél que dejó sin acceso sanitario (y sin previo aviso) a decenas de miles de personas, como aquél que resucitó el estigma del VIH para instrumentalizarlo en favor de un nosotros/ellos xenófobo, como aquél que inclinó la balanza y sopesó que dejar morir era más conveniente. La necropolítica, como cualquier estrategia de gobierno, escribe un imaginario que se utiliza para hacer sólida una idea de lo común. Aquí, que hay cuerpos válidos y otros que no lo son. Que hay vidas llorables y otras, las migrantes, en este último caso, que conviene eliminar, eso sí, con la conciencia tranquila porque no son problema nuestro. Esa es la imagen de lo común que se dibuja, y  ha llevado el debate y la atención hacia otro lado.

Pero ¿qué cuerpos son nuestros cuerpos? ¿Qué cuerpos son, efectivamente, nuestro problema? Lo común (lo nuestro) es precisamente el imaginario que está en juego, es el espacio social del reconocimiento y la redistribución. Hay que luchar por mirar hacia los lados, hay que luchar por ampliar lo común, sobre todo, porque el lugar del reconocimiento político (es decir, el lugar social de agencia, autonomía, libertad y derecho a tener derechos), es un lugar móvil, que va cambiando. Si no luchamos por conseguir que cada vez sea más amplio, ese lugar mengua. Por eso tenemos que apostar por una dirección opuesta, de ampliación de espacio, de hacer colectiva la diferencia, la diversidad, una alianza queer. La amenaza de recortes de derechos en Madrid y los casos de violencia extrema, desde las agresiones callejeras hasta el terrible asesinato de Samuel, nos han puesto en guardia porque es una violencia contra cuerpos sobre los que no esperábamos que hubiera tal violencia. Sin embargo esos casos son el extremo de un mapa de violencias que ya ocurrían, que estaban (y están) ocurriendo delante de nuestros ojos, en un régimen de invisibilidad, quizá, ¿por qué?  ¿Porque se producían contra cuerpos no nuestros? ¿Quién es el sujeto colectivo, el nosotros, nosotras, nosotres, quién imagina lo común, para quién? ¿A quién apela el ‘ni un paso atrás’ cuando hay cuerpos que no están siquiera en los parámetros proyectados por el antes y el después? ¿A quién apela el progreso? 

El término queer, en palabras de Butler, “no alude a la identidad de una persona, sino a su alianza” y por su propio significado de anómalo, extraño, torcido, nos inclina también hacia las alianzas impredecibles en la lucha por la justicia social, política, económica y cultural. Quiero decir que, quizá, para protestar contra la imposición de un nosotros/ellos excluyente y violento, hemos caído en la trampa de una contraofensiva en los mismos términos, sin mirar hacia los lados, sin coger a quien estaba ya quedándose atrás. Y probablemente nos hemos preocupado más de responder rápidamente dentro de un marco argumentativo que era en sí mismo el engaño, el cepo. Nos ha atrapado la fuerza centrípeta de lo concreto y la personalización, en lugar de ampliar y ver la estructura, lo complejo del mapa a vista de pájaro.

Esa es la trampa de evaluarlo todo según el antes y el después, esa es la trampa de pensar que “ni un paso atrás” significa que hay una línea de progreso, de avance, en la que todo funciona bien de facto. No. No hay un antes homogéneo en las violencias, como no hay un ahora homogéneo, como no hay tal cosa como un colectivo homogéneo. Lo que sí hay es una posibilidad de empezar a pensarnos horizontalmente, donde no quepa un binarismo que excluya, donde no haya un nosotros/ellos que dinamite toda posibilidad de convivencia. Lo que sí hay es un nuestro inclinado a la escucha, al afecto y al cuidado de la diferencia. Donde entendamos las diversidades y cada necesidad específica como necesidades colectivas, donde nos comprendamos, por fin, como la suma que articula la vida en común, la comunidad.

Feliz sincronía, feliz alianza queer. Feliz año nuevo, etc.

 

‘¿Quién teme a lo queer?’

Reseña por Alberto Poza

@Linkedin @IG

¿Quién Teme a lo Queer?
Victor Mora, Continta Me Tienes, 2021

 

¿Quién teme a lo queer? es un ensayo que hay que leer como si fuera una película de ciencia ficción. Una en la que les personajes han perdido la memoria y se enzarzan en batallas tribales por ocupar el lugar central de representación política en un futuro utópico (queer) que no termina de llegar. La historia transcurre en un mundo que ya no existe, en un lugar ordenado por categorías que cada vez son más incapaces de representar y hacer felices a los cuerpos que lo habitan.

Naturalmente —¿naturalmente?— estos cuerpos se rebelan contra las categorías que los oprimen mientras que, casi sin saberlo, declaran su amor a otras formas de opresión. En muy pocas páginas, Víctor Mora nos coloca a todes en escena, a quienes temen a lo queer y a quienes creíamos encarnarlo. Aparecemos todes al borde del precipicio, tal y como nos habían hecho imaginarnos, batallando en los márgenes del presente por el monopolio de la utopía queer: Los LGTBeros sobre las carrozas de sus patrocinadores, las feministas con el puño cerrado blandiendo rosas como espadas, y les queers de uñas afiladas amenazando con veneno pa’ tu piel. Y en mitad de este jaleo —perdonadme el spoiler— Víctor Mora nos abre el archivo.

Antes de la publicación de este ensayo ya podíamos intuir quién teme a lo queer. Nos habían hecho imaginarnos en bandos como si esto fuera una guerra y sabíamos que desde algunos sectores del feminismo y del movimiento LGTBI+ había reticencias hacia la teoría queer—o temores si queremos— precisamente porque lo queer propone desnaturalizar las categorías sobre las que estos movimientos se han construido. Unas categorías que aunque invisibilizan las realidades que no llegan a nombrar, evidentemente son muy queridas para aquellos colectivos a los que han acercado a su liberación. Lo que quizá no habíamos intuido con tanta facilidad —o habíamos preferido olvidar— es qué teme lo queer.

Afortunadamente, justo después del interludio —porque este ensayo tiene interludio y artistas invitadas— en la segunda mitad del texto, se abre el archivo de sentimientos de los movimientos disidentes y por la liberación sexual para ofrecernos respuestas y advertirnos de que lo queer no es inmune a la tendencia hacia la rigidez que hemos visto en otros movimientos sociales. Basta una mirada atrás para ver cómo lo queer va poco a poco solidificándose en formas que le impiden alcanzar todo su potencial subversivo, formas de las que el matrimonio igualitario o un orgullo/pride totalmente sometido al mandato del capital son sólo un par de ejemplos evidentes. Este ensayo nos viene a decir que, quienes creíamos encarnar lo queer parece que también hemos cultivado, sin querer ser del todo conscientes, una especie de amor hacia ciertas formas estables de ordenar nuestras vidas que, aunque son poco liberadoras, nos son muy apreciadas y nos sujetan a nuestros privilegios impidiendo que éstos se universalicen. Y es que, ¿quién no ha querido, después de una adolescencia gris, participar de la ficción del amor romántico, o incluso casarse? Que levante la mano quien nunca se ha querido imaginar amado dentro de la forma del amor romántico monógamo. Y si alguien ha levantado la mano, que la sostenga alzada sólo si ha concebido la posibilidad de una relación íntima y romántica que no requiera de encuentros sexuales. Efectivamente, todes nos equivocamos constantemente y encontramos la felicidad in hopeless places que diría Rihanna. Al final, lo que teme lo queer es lo mismo que teme cualquiera de quienes aparecemos en esa escena bélica con la que arranca este texto, porque ningune quiere caer por el precipicio, que caerse de boca en el futuro, y perder por completo las formas que organizan nuestra vida, da miedo.

El uso que hace Víctor Mora del archivo de sentimientos convierte este ensayo ya no en uno de los mejores repasos que se le han dado a la teoría queer en castellano: con profundidad teórica, asequible, pedagógico y con la mayoría de sus fuentes bibliográficas citadas en español y/o de autores nacionales, sino que también consigue hacer del texto un mapa utópico hacia un futuro posible para les que están por llegar. ¿Quién teme lo queer? alimenta un uso crítico de la memoria, nos recuerda que no estamos solos, nos hace conscientes de nuestra vulnerabilidad y nos permite seguir imaginándonos llenos de esperanza al borde de ese precipicio que hay a los márgenes del presente.

Quién teme a lo queer? – Violencia, cobardía y valor.

Por Victor Mora (@Victor_Mora_G ‏)

 

La violencia, nos dijo Hannah Arendt, aparece allí donde el poder está en peligro, y ese peligro, (pienso yo hoy, todavía temblando) se materializa en los gestos pequeños, y cobra vida según el ejercicio de la más leve e insospechada libertad. Cómo saber, cómo intuir que estamos poniendo en peligro a un poder cuando caminamos al sol, cogidos de la mano, cuando nos damos un beso o se nos cae la pluma por la sacudida de nuestra expresión pública. Cuando hacemos lo que queremos hacer porque queremos, porque somos, porque el espacio que habitamos es nuestro. Toda violencia es disciplinaria, toda violencia es ejemplar. Toda violencia se ejecuta en nombre de un poder. Toda violencia en un espacio se produce para advertir que ese espacio tiene dueño, tiene reglas y jerarquía.

Toda violencia se ejerce en nombre de un poder que no permite existencias o expresiones disidentes a sí mismo. Y esa es, precisamente, la tensión sobre la que sí tenemos la obligación de actuar.

Cada palabra que se articula para sostener o apoyar a ese poder es también la violencia, porque es su brazo, su soporte y su condición de posibilidad. Cada palabra que se articula para proteger a esa violencia, para disfrazarla, para decir que sólo es supuesta, es también la violencia, porque permite su continuidad. Porque no la señala, la identifica y la frena con contundencia. 

Quien defiende el poder no es valiente ni cobarde, quien nos raja la boca y el culo no es valiente ni cobarde, quien nos suelta la hostia, nos insulta, nos grita y amenaza, no es valiente ni cobarde. Ni tampoco yo, ni tú ni nadie, somos valientes o cobardes por enfrentarnos a la violencia, por defendernos o paralizarnos, por tener miedo, dolor o rabia. No podemos seguir juzgando la violencia y sus consecuencias con los parámetros del valor y la cobardía, porque nos quedamos en esa mierda del ser más o menos hombres, de la pobrecita y la que lo buscaba, de la que al menos se defendió o la que iba provocando, la que sí supo decirlo bien alto y claro en las redes, o la que calló, no dijo nada y siguió con su vida, la que pudo a pesar de todo, la que, con todo, no pudo más. Basta. Es tan insoportable como el mosaico de casos aislados que han crecido hasta tejer un nuevo mapa sobre el que nos movemos, sobre el que caminamos. Los casos aislados de violencia contra nuestros cuerpos dibujan las baldosas que pisamos todes. No nos acuséis de valientes, no nos digáis que somos algo que nadie quiere ser.

No podemos combatir la violencia con valentía, porque la violencia no es cobarde. No se trata de eso. Se trata de comprender que esa violencia que nos desgarra es la punta visible de un enorme iceberg que está helando poco a poco toda la superficie. Se trata de asumir la gravedad de las palabras y tomar responsabilidad. Se trata de entender de una vez por todas que las palabras que nos deshumanizan se transforman en acciones de violencia física. El lenguaje es acción, ni valiente ni cobarde, es tejido que determina las condiciones del espacio público, de cualquier espacio, y marca la pauta lógica de la jerarquía, los límites y la agresión. 

El absurdo en nuestro contexto ha crecido hasta considerar “muy demócrata” defender el derecho de expresión de posturas antidemocráticas. Somos «tan tolerantes» que no cuestionamos que las palabras que deshumanizan a determinados cuerpos deban tener un legítimo espacio, y esa es la trampa. Porque no se trata de enzarzarnos en la discusión de la libertad de expresión, ni de decir que yo “no estoy de acuerdo con usted, pero defenderé siempre su derecho a decirlo”, ni de seguir con el mantra obsoleto (sí, lo siento, obsoleto) de “en su modelo de país no quepo yo, pero en el mío sí cabe usted”. No. Por lo mismo que la violencia en sí misma no es valiente ni cobarde, cuando hablamos del discurso público no hablamos de libertad o censura de palabras en sí mismas. No combatimos la “libertad de hablar”, combatimos el poder que esas palabras representan, combatimos las palabras que son el brazo, el soporte y la condición de posibilidad de ese poder, de esa violencia supremacista. No combatimos en favor de una censura, combatimos en contra de la supremacía racial, de género, de sexo, binaria, patriarcal, funcional y clasista.

Toda violencia es disciplinaria y ejemplar. Toda violencia se produce como una señal a futuro que quiere recordar de quién es el espacio, y qué cuerpos pueden habitarlo. Las palabras, todas las palabras que deshumanizan unos cuerpos frente a otros, que despojan, cosifican, ridiculizan o estigmatizan, son la génesis de un tejido, de un camino, de un mapa. Las palabras no rajan el culo ni los labios. Las palabras indican que hay cuerpos erróneos, menos válidos, enemigos o incorrectos. Las palabras hacen del terreno político una cartografía donde rajar unos labios y un culo con una navaja sea posible, pueda ocurrir. Y ocurre.

Ojalá poder cerrar el texto con esa rabia transformadora que he visto en redes estos días. Ojalá acertar con la palabra justa de certidumbre puesta en lo colectivo (que es, sigue siendo, como siempre fue, nuestra única esperanza).

Ojalá no tener que ser nunca valientes ni cobardes.

 

 

«No Siempre Se Gana» by infamecless is licensed under CC BY-NC-ND 2 0

 

Escena con niñe queer

escena con niñe queer. exterior, día.

Por Victor Mora (@Victor_Mora_G ‏)*

 

mientras yo era niño y niña hablaba como un niño y niña
sentía como un niño y niña razonaba como un niño y niña pero cuando
me hice hombre y mujer y ángel dejé a un lado
las cosas de niño y niña y hombre y mujer y ángel.
Berta García Faet.

 

¿Me dejas que me siente aquí, a tu lado en la acera? Venga, un rato, vamos a hablar. No te preocupes y no te de vergüenza, que yo también he estado ahí y aún estoy cada tanto. Ojalá pudiera decirte que el mundo no es un lugar horrible, pero a veces lo es. Y mira, hay cosas que no, pero hay otras muchas (muchas) cosas que sé sobre ti. Qué raro, ¿verdad? Nada me gustaría más ahora mismo que meterte la mano en el pecho y cogerte la herida, sacarla, ponerla delante de ti y sostenerla entre los dos, para que veas que así pesa menos. Pero no puedo. Vamos a hablar.

Yo sé que te han dicho palabras extrañas, que seguro ni sabes lo que son, o no lo sabías al principio. Aunque eran insultos, algo malo, eso sí lo sabías. Lo has visto en televisión y en autobuses, lo han dicho los niños y los mayores. Y de alguna manera has pensado que tenían razón y que eres decepcionante, y eso es mentira. Y has pensado que si te lo gritan tanto es porque es verdad que eres otra cosa, lejos de la una cosa que tú no cumples; que eres diferente, y eso es verdad, pero no como tú piensas, porque tú eres muchas cosas. Yo sé que eres lista y tonto, bueno y mala, que estudiar no te interesa, o sí, y que lees mucho o poco, sé que eres valiente y a veces cobarde, sé que tienes pensamientos increíbles, que eres vulnerable y fuerte, que deseas y odias, que te enfadas y que lloras, que te meas de la risa hasta que te duele el estómago, y que lees poemas y miras fotos y pelis con cara embobada, y que te hacen sentir mucho mucho y luego, a lo mejor, te hacen sentir idiota, y todo eso, esa mezcla extraña, es una combinación única. Eres únique. Y así con todo lo demás, con todo lo que quieras meter, lo que eres y no, o no siempre o casi nunca. Pero hay quien busca diferencias para estigmatizar, que es algo así como señalar a alguien por algo para sentirse superior, para hacer daño. Ojalá pudiera decirte que el mundo no da miedo, pero a veces lo da.

Yo sé que te han dicho que eres demasiado gorda, flacucho, débil, bruta, afeminado, fea, chicazo, nenaza, flojo, mandona, loca… y a lo mejor bollera, maricón, puta, travelo, zorra… y si no, ya te lo dirán, porque te lo van a gritar un día, más pronto que tarde. Pero es que todo viene de lo mismo, ¿sabes?, de esta mierda que es el mundo a veces. Oye, que no estoy aquí para engañarte, eso no sirve de nada, porque tú ya sabes que no es fácil. Estoy aquí para decirte que tengo la edad suficiente para saber que el mundo no es ese lugar pequeño que tú crees que es ahora. El mundo es enorme y está lleno de dimensiones que aún no ves.

Yo sé que te piensas sole. No todo el día, claro, porque también te ríes y juegas, pero sí todos los días un poco. Sé que te has creído invisible, invisibilizade, que quiere decir que eres algo así como un fantasma. Pero no uno de esos fantasmas que dan miedo, sino de los que deambulan solos por la casa sin que ningún miembro de la familia que vive allí lo pueda ver. Y, ¿sabes por qué no pueden verte? Porque en realidad sí eres un fantasma de los que dan miedo. Algunas personas te temen y otras, incluso esas que te quieren de veras, a veces temen por ti. Y el miedo nos hace ciegos a todo, incluso al amor. Y piensas que si no te reconocen es porque no te quieren, y a veces es verdad. Y te parece entonces que no es tu casa, que no es al menos tu hogar, ese que es un espacio seguro, ese al que siempre debes tener ganas de volver. A lo mejor vas creciendo, tienes suerte y tu familia (sanguínea, política, putativa… da igual, son palabras de mayores para organizar el mundo) crece contigo y te ve y te abraza, antes o después, y será un viaje muy bonito. Pero también puede que no sea así. Es verdad, puede que nunca consigan verte (o peor), pero eso no quiere decir que no tengas familia, porque ¿sabes qué? vas a aprender pronto que el hogar es otra cosa. Vas a conocer el hogar en la escucha de personas, en su pecho, y volver a ellas será volver a casa, y escucharlas y amarlas será crear tu propio hogar y tu propia familia. Yo soy tu familia.

Inés y Roberta, mamá, la prima Paloma, Susi y Violeta, Toni, el niño del rincón, la Prohibi, Rodrigo, Leo, las de los tecnoafectos, la colla de Valencia, los Rompemetas, la chica del campamento, Iria, las de Sección Invertida, el chaval del pendiente, las del bloque de verano y las del Umbral de Primavera, la Lore y el Javi, Arianne, Rebe y Loren y las de Cuir Madriz, el amado Daniel, la Megane y el guapo del brillis, Alana, Marta y Pal, Manu y Antonio, Jordan, las de Continta, Carmen y Virginia, Gracia, Federico, Paco y Fefa, Karmen con ‘k’, las Genderlexx, las Sin tu permiso… y muchas otras. Personas que aún no conoces, y que a lo mejor no conoces nunca, somos tu familia. Yo las conocí una noche, una hora, 3 meses o 39 años. Qué raro, ¿verdad? Pues sí. Hay una cosa parecida a familia que se llama red, como esa que usan para pescar, pues parecida la usan en los circos, y parecida se teje entre todas estas manos. Sobre esa red las equilibristas pueden caer sin miedo, no importa desde cuántos metros de altura. Y tú, y todes nosotres, fantasmas en equilibrio a punto de caer al vacío, siempre vamos a estar a salvo cuando caigamos. Porque caemos, ya te lo digo, muchas veces a lo largo de la vida. Pero somos red, niñe, tu red.

Yo sé que tienes miedo. ¡Vaya cosa un fantasma miedoso! Pues sí, pasa. Yo también lo tuve y no te voy a mentir: aún lo tengo. Yo también fui y soy un fantasma con miedo. Yo también lloraba por temor a decepcionar, por ser demasiado o muy poco, por encarnar eso que me gritaban, por ser diferente. Yo también quise vender mi alma por ser como el resto, y deseé tener superpoderes para aniquilar a quien me hacía daño. Yo también me odié. Yo tampoco fui capaz de responder ni de hablar sobre ello. Yo también me equivoqué y me equivoco continuamente. Y, ¿sabes lo peor? Que no puedo darte un “buen consejo”, ojalá supiera. Y es que también sé que tu historia, aunque se parece tanto tanto a la mía, es a la vez muy distinta, y no hay una fórmula mágica universal, no hay una manera de hacerlo bien. Ojalá pudiera meterte la mano en el pecho y sacar tu herida, pero no puedo. Lo que sí puedo decirte es que cogida entre varias manos pesa menos, y que hoy quizá aún no lo sabes pero, cuando caigas al vacío, tienes debajo tu red.

 

 

*Este texto forma parte del libro ‘Quién teme a lo queer?‘ de Víctor Mora, que será publicado por @ContintaMeTienes en septiembre de este año.

 

CRÓNICAS DEL MARGEN – CUIR MADRIZ

Por Victor Mora (@Victor_Mora_G ‏)

 

 Dado que lo líquido, al final, es un contexto por el que moverse y escribirse con otros parámetros, los propios formatos narrativos también han ido fluctuando hacia lugares fluidos, casi gaseosos, desde la instalación de lo social digital como forma de expresión y vía hegemónica de comunicaciones. Y eso sí, convengamos, hay veces  que nos agota y otras, claro está, que se pierde por el camino. La rapidez implacable del contenido digital nos desborda y nos somete a una frecuencia que no es fácil habitar, o para la cual simplemente no siempre hay ganas.

Con todo, podremos convenir que hay solideces que sí nos gustan y que no son, desde luego, las del género y el sexo. Nos gustan las que siguen contra viento y marea habitando, a la vez, la tangente de lo efímero fuera de lo digital, las que nos bajan al suelo con fotocopias y grapas, las que nos invitan a sentarnos a leer con imperdibles y cromos, las que son un tesoro perdurable y dan forma al archivo de la disidencia. Objetos de contraedición limitada que poseen, para el caso, un aura mágica por ser tangibles y exclusivos. Nuestra genealogía se escribe también en fanzines, de forma autogestionada e independiente, y además de leerla tantas veces como queramos, podemos tocarla con las manos. 

Hoy, en Crónicas del Margen, CUIR MADRIZ.

Hablé con las Cuir Madriz hace dos años, para publicar una entrevista que ya no está disponible, precisamente, por estos barridos inesperados que ocurren a veces en el universo digital. Me contaron que surgen de esta visión autogestionada para lanzar un discurso crítico sobre las realidades y experiencias cuir, filtradas por una mirada transfeminista. Hoy siguen en pie  y mejor que nunca después de varios años de eventos, pinchadas, textos, ilustraciones y alianzas fanzineras. El mes pasado asistí a la segunda presentación en la Villana de Vallekas de su cuarto número (que es el #3 porque empezaron por el #0, como no se cansan de repetir para las pazguatas como yo, que nos seguimos liando). 

Marikas, bi y bolleras, cis y trans, binarias y no binarias, provincianas y urbanitas, han (hemos) pasado por ser plumas de Cuir Madriz que, al final, se ha convertido en un archivo fotocopiado de muchas voces de la disidencia coetánea. Plumas maribibollo, transfeministas y antifascistas, que a golpe de palabra, ilustración o diseño, reivindican la memoria del margen combativo.

 

En este número podréis encontrar, entre sus 50 páginas, fotografías y carteles, ilustraciones, narrativas y referentas aliadas. Desde preciosos homenajes a Divine y a Cocó Cielo hasta reflexiones sobre cómo la arquitectura distribuye a los cuerpos cuir en el espacio. Desde un ejercicio disidente de escritura automática hasta un repaso por referentes tecno-pop de la escena queer-punk de la Yugoslavia socialista. Experiencias en verso y muchos más temas de plumas editoras como Lorenzo Romanista o Rebe Kämpfer, o invitadas como Andrea Galaxina (o servidora, que para el caso contribuyó con un texto sobre Elliot Page y el cuerpo en tránsito). 

Cuir Madriz es un flujo sólido, un torrente narrativo de imágenes y formatos poliédricos. No es extraño, por tanto, encontrarse entre las páginas de Cuir Madriz con poemas y dibujos, con repors y posters, el cuiróscopo y, por supuesto, con la colección de CROMAS cuir. Ya advirtieron las artífizas fanzineras que para el próximo encuentro es posible que encontremos un álbum para pegarlas, que las guardemos con cuidado, que las podremos intercambiar como lo hacíamos de peques, (a mí en este número me ha tocado, entre otres, el guapo de Miquel Missé). 

Podéis encontrar los fanzines, también, en la librería Mary Read, nuevo espacio aliade transfeminista del que hablaremos aquí muy pronto… De momento, sigue a las CUIR MADRIZ en redes y no faltes a sus citas:

https://cuirmadrizcom.wordpress.com/

Fb @cuirmadriz

Ig @cuirmadriz

 

Larga vida a la escena antifascista fanzinera, al punk disidente y a las Cuir Madriz!