Viñeta de Teresa Castro (@tcastrocomics)
Por Charo Alises (@viborillapicara)
#CineLGTBI
Coproducción cubano-española-mexicana de 1993, Fresa y chocolate está codirigida por Tomás Gutiérrez Alea y Juan Carlos Tabío. Protagonizada por Jorge Perugorría y Vladimir Cruz, es una de las primeras películas de temática LGTBI realizadas en Hispanoamérica.
La cinta narra la relación de amistad entre David (Vladimir Cruz), un comunista convencido que estudia sociología en la Universidad de La Habana y Diego (Jorge Perugorría), un artista homosexual acosado por la homofobia del régimen castrista.
Esta película fue nominada a los Premios Oscar de 1994 en la categoría de Mejor Película Extranjera. Fresa y Chocolate obtuvo el Premio Goya al mejor largometraje extranjero de habla hispana en la edición de 1995. Además estuvo presente en los certámenes de Berlín y Chicago, entre otros festivales de cine internacionales.
Está considerada uno de los primeros ejemplos positivos en mostrar la homosexualidad en el cine realizado en Cuba. También se destaca de esta cinta, la importancia y perdurabilidad de su mensaje
Ángel Fernández-Santos, escribió en El País que la cinta es «una desesperada invocación a la esperanza, al mismo tiempo que una estremecedora comedia sobre la supervivencia de la amistad, la tolerancia, el amor, la solidaridad y la libertad en medio de un sofocante clima de opresión y derrumbe histórico«. Nigel Andrews, en Financial Times, la describió como «Una soberbia película cubana de 1993, un pequeño clásico sobre la libertad, la homosexualidad y sus aspiraciones frente a Fidel Castro y el marxismo«. Carlos Boyero, en el diario El Mundo, la calificó de «sorprendente, honesta, deliciosa, triste y necesaria»
Jorge Perugorría afirmó que el impacto de Fresa y Chocolate se produjo por la necesidad del país y del cine cubano de abordar un tema que hasta ese momento había sido tabú. Éramos conscientes de que estábamos haciendo una película necesaria y ese era nuestro combustible. Para el actor, el resultado cinematográfico fue una película entrañable. Con motivo del vigésimo aniversario del estreno de la película, en el año 2013, Perugorría contó a la BBC News:
Nunca se me olvidará el estreno en el Festival de Cine del 93, fue una proyección mágica, ahí yo descubrí hasta dónde el arte podía conectarse con el espectador. Y después cuando presentábamos la película en Europa, en EE.UU., en Japón y la gente se asombraba de que hubiéramos podido hacerla en Cuba. Hasta ese momento nos habían percibido como un bloque, como los coreanos o como la peor etapa del estalinismo.
Según el actor, la película rompió esquemas y demostró que Cuba estaba llena de contradicciones, de personas que pensaban diferente, practicaban religiones distintas, y, aunque tuvieran sus problemas, esa gente existía y constituían una sociedad llena de matices.
Para Perugorría, sacar adelante la película, no fue fácil, pero fue determinante que el proyecto lo dirigiera Tomás Gutiérrez Alea, el maestro del cine cubano. El proyecto nace de a poco y se hace muy difícil de censurar después de la publicación de la novela de Senel y la premiación del guión en el Festival de Cine de La Habana. De todas formas, durante la filmación, cuando tocábamos temas difíciles, nosotros preguntábamos en broma, ¿ustedes creen que pongan esto en los cines?
Hoy recomendamos Anarquía relacional. Una novela gráfica publicado por Continta me tienes.
La anarquía relacional aplica los fundamentos políticos del anarquismo a la forma en que nos vinculamos. Este libro, estructurado en torno a las grandes cuestiones que atraviesan lo emocional, lo familiar y lo político, recorre por otras sendas los guiones de la cultura amorosa, lo natural, los estigmas o la monogamia obligatoria.
Esta obra —teórica, narrativa y visual— abre las puertas de la casa de Rúa, Ara, Dani, Eme, Roma, Estrella y Digger, quienes encarnarán los conflictos que aborda esta propuesta revolucionaria de las relaciones.
En palabras de Laura Casielles, autora del prólogo: «Abrir este libro es abrir una ventana a la vida de un grupo de personas —uno cualquiera, uno como cualquier otro— […]. Lo que se hace es mostrar unas vidas que transcurren con el telón de fondo de un modo distinto de hacer ya puesto en marcha. Así, lo que está en el centro —centro múltiple, centro descentrado— es todo lo que viene con el vivir: el cuerpo, el trabajo, la precariedad, las prisas, la maternidad, la escuela, la salud —mental y de la otra—, los cuidados, la vivienda, el dinero, los estreses de cada día. Y el amor y el sexo también, claro. Pero la clave es el también».
Sobre las autoras:
Textos teóricos de Roma de las Heras; argumento y guion de Beatriz Herzog; dirección de arte e ilustraciones de Belo C. Atance; línea final de Nazareth Dos Santos.
Hoy recomendamos Lo nuestro sí que es mundial. Una introducción a la historia del movimiento LGTB en España, que ya va por su segunda edición. En este texto Ramón Martínez realiza un recorrido por la historia del movimiento LGTBIQ+.
En apenas cuatro décadas el «Movimiento LGTB» ha transformado España. Un país que en 1975 se declaraba mayoritariamente favorable a la eliminación de la homosexualidad a través de leyes represivas es hoy, gracias a la reivindicación política de lesbianas, gais, bisexuales y transexuales, uno de los Estados que más derechos y libertades garantiza a las personas no heterosexuales, y que en 2013 defendía en un 88% que la diversidad sexual y de género debe ser reconocida e integrada en la sociedad.
¿Cómo ha sido posible esta transformación radical? Los partidos políticos de todas las ideologías no siempre se interesaron tanto por los derechos LGTB como ahora lo hacen –o fingen hacerlo–, y durante muchos años lesbianas, gais, transexuales y bisexuales tuvieron que organizarse para conseguir, primero, la eliminación de la legislación represiva y, después, el paulatino reconocimiento de derechos que llevó hasta la consecución del Matrimonio Igualitario. Pero queda mucho trabajo por hacer hasta la erradicación de la homofobia, transfobia y bifobia, y la mejor forma de comprender el presente y elaborar una reivindicación adecuada con vistas al futuro es conocer nuestro pasado: responder a la pregunta ¿de dónde venimos? puede ofrecer las claves necesarias para afrontar otras cuestiones como quiénes somos y hacia dónde nos dirigimos.
Este libro ofrece un análisis del desarrollo histórico del «Movimiento LGTB» en el Estado español a través de numerosa documentación y bibliografía y de los testimonios de sus protagonistas; y recupera la genealogía de la lucha social de lesbianas, gais, bisexuales y transexuales en defensa de sus derechos como herramienta para seguir elaborando un discurso reivindicativo que, más allá de un WorldPride, pueda seguir diciendo con la voz bien alta que lo nuestro sí que es mundial.
«El trabajo de Ramón Martínez traza con encomiable precisión una genealogía compleja de lo que es el movimiento. […] El inmenso valor de Lo nuestro sí que es mundial es entrar en los callejones sin salida, en los atajos y en los terrenos pedregosos, en los errores y en los triunfos, contar cómo se ha llegado hasta aquí y rescatar una historia casi olvidada, dando nombres, resucitando voces.» Alberto Mira
La Fundación 26 de diciembre comparte este texto hoy 17 de mayo, día internacional contra la homofobia, la transfobia y la bifobia.
A pesar de que ya en 1973 la Asociación Americana de Psiquiatría (APA) retiró la homosexualidad de la lista de enfermedades mentales, no fue hasta el 17 de mayo de 1990 que la Organización Mundial de la Salud (OMS) hizo lo propio. Por este reconocimiento se escoge esta fecha, el 17 de mayo, como el día internacional contra la violencia LGTBIfóbica. ¿Por qué es importante conmemorar este día? ¿Por qué hay un día internacional contra la violencia del colectivo, y en qué medida se relaciona aquel 17 de mayo con nuestro presente y con eso que llamamos autodeterminación?
Como bien sabemos existen muchos tipos de violencia, tipos que deben destaparse, identificarse y combatirse específicamente. Sin embargo, hay algo importante en el hecho de mirar la violencia en toda su complejidad, no como un acto aislado y concreto, sino como un conjunto de procesos que se dan dentro de una estructura social, o dentro de una cultura, podríamos decir. Los imaginarios culturales, los que dan un sentido narrativo y comprensible a nuestro entorno, a nuestra vida, son también los que sostienen la normatividad y los que generan estereotipos. Quizá es interesante preguntarse si los estereotipos (asociados en este caso a la orientación del deseo y a la identidad de género disidentes) son en realidad las piezas que, dentro del imaginario cultural, provocan la violencia, o legitiman al menos algún tipo de violencia. De la misma manera que habitar un estereotipo social ridículo y risible legitima la humillación pública sin consecuencias para quien agrede, ser consideradas personas enfermas conectaba nuestras identidades con los elementos culturales de la contagiosidad y la peligrosidad. Elementos que, como sabemos, tenían graves consecuencias políticas y se traducían en diferentes tipos de violencia. Violencias como el ostracismo, la marginación o el encarcelamiento, pero también el rechazo directo de entornos tan centrales como el laboral o el familiar, se sostienen detrás de la peligrosidad, que a su vez se sostiene por la contagiosidad y la desviación entendida como enfermedad. El tejido del imaginario es denso y frondoso, por eso a veces cuesta tanto identificar de dónde parte esa violencia concreta que hemos sufrido en un episodio de nuestra vida.
El anuncio de la OMS del reconocimiento de las orientaciones disidentes como partes de la diversidad y no como enfermedades, trastornos o “errores”, fue tremendamente importante por dos cuestiones. En primer lugar por lo que supuso para la vida particular y la dignidad de millones de personas, que contaban de pronto con el respaldo de un organismo institucional de esas características. Y en segundo lugar porque reconocimientos como éste interfieren directamente, además, en lo colectivo, ya que respaldan igualmente la modificación paulatina de los imaginarios culturales. Podemos decir hoy, cuando han pasado 33 años desde aquel anuncio, que en muchos contextos el imaginario de la enfermedad, la contagiosidad y la peligrosidad han quedado atrás, aunque de forma todavía muy desigual (y con intermitentes amenazas de reaparición).
Convivimos con varios imaginarios en disputa a nivel general, pero también dentro del colectivo se producen enormes desigualdades y sabemos muy bien que las siglas que componen lo LGTBI+ son muy distintas entre sí. Además, tampoco estamos ajenas a reproducir las discriminaciones sociales que se dan a nivel general, como el edadismo, el racismo o el capacitismo. Desde luego aquel anuncio de la OMS no fue absoluto ni determinante, es decir, no colocó un banderín desde el cual podemos claramente identificar el fin de la violencia, nada más lejos. Sin embargo sí sentó unas bases de soporte institucional que apoyarían el cambio en el imaginario, social y cultural, que ya se estaba produciendo en nuestro contexto desde hacía décadas. ¿De dónde viene esta lucha, esta disputa cultural por la dignidad de las disidencias de género y sexo, y cómo se relaciona con lo que hoy llamamos autodeterminación?
Desde finales de los años 60 y principios de los 70 del siglo XX, es decir, pocos años antes de que la APA retirase la homosexualidad de la lista de enfermedades mentales y pocos después de las revueltas de Stonewall, comienzan a crearse agrupaciones por la emancipación homosexual. Desde el primer Gay Liberation Front estadounidense, los frentes de liberación gay comienzan a proliferar y a organizarse en distintos países de los continentes europeo y americano. Los frentes se componían por varones y mujeres, gays, lesbianas, bis, travestis y trans, que se oponían a la normatividad de género y sexo que los condenaba al margen y a la violencia. Una normatividad que se sostenía en el imaginario, entre otras cosas, por los discursos de la medicina y la psiquiatría que nos definía como enfermos. “Enfermos” en general, de toda índole, la literatura al respecto es muy amplia, desde psicóticas y agresivas con tendencias criminales hasta paranoides obsesivas, contagiosas por contacto o por proselitismo, siempre peligrosas. Respecto a estos discursos, los frentes de liberación organizaban protestas, textos de respuesta combativa y resistían en colectivo. Los frentes revolucionarios reivindicaban el gozo del deseo disidente, la alegría de ser quienes somos de verdad y públicamente, la feliz rebelión contra el patrón regulativo patriarcal y cishetero, que clasificaba como error y enfermedad peligrosa todo lo que se salía de su estrechez normativa.
Cuando en la historia de los activismos hablamos de “los años revolucionarios” hacemos referencia a la lucha de aquellos frentes, que plantaron cara a discursos normativos, como el de la psiquiatría, y que comenzaron a romper definitivamente los imaginarios para crear otros nuevos, más justos y más libres. Comenzaba un camino, el de quitarse de encima a la institución médica y psiquiátrica de nuestros deseos e identidades disidentes. Es decir, comenzaba a organizarse ese colectivo que hoy conocemos como LGTBI+ y que se enunciaba por derecho propio, sin tutelas, sin autorizaciones institucionales ni diagnósticos psiquiátricos, fuera de los agravios de los discursos médicos y jurídicos. Comenzaba un lugar, en ese sentido, de autodeterminación.
50 años después del anuncio de la APA, y 33 años después del anuncio de la OMS, la despatologización de las identidades trans* es una continuación de esas luchas emancipadoras. La continuación de una lucha por el derecho propio a la enunciación, por quitarnos de encima a las instituciones (médicas, psiquiátricas, jurídicas) que pretenden clasificar a los cuerpos disidentes y, en última instancia, autorizar la existencia de determinadas identidades. La autodeterminación tiene una genealogía de liberación extensa, una historia y una memoria. La autodeterminación, que hoy se asocia a las existencias trans* despatologizadas, encuentra su base en aquellos años revolucionarios, cuando comenzaron a escribirse las líneas que hoy continuamos. Las líneas que dicen que sobre nuestros cuerpos, identidades y deseos no hay más autoridad que nosotras, nosotres y nosotros. Celebremos el día contra la LGTBIfobia con memoria, con un diálogo entre generaciones que nos haga comprender la importancia de continuar. Porque el fantasma de la peligrosidad tiene unos brazos extensos, la despatologización es un ejercicio contra la violencia. La libre autodeterminación de género y sexo es un derecho fundamental. Feliz y combativo 17 de mayo, a todas, todes y todos.
Por Charo Alises (@viborillapicara)
#CineLGTBI
Película estadounidense dirigida en 2022 por Todd Field. La prestigiosa directora de orquesta Lydia Tár, está en proceso de alcanzar el zénit de su carrera pero la noticia del suicidio de una antigua miembro de su orquesta empañará su vida familiar y profesional.
La cinta deja entrever aspectos turbios en la vida de la directora. Aunque se intuyen matices oscuros en su relación con la becaria que se ha suicidado, la acción transcurre por otros caminos: las dudas con su asistente, la atracción que siente por su violonchelista o el empeño por desprenderse del subdirector
Tár es una radiografía del poder. En concreto, del ejercicio abusivo del poder. Se puede leer como una reflexión sobre la cultura de la cancelación , ya que nos plantea la cuestión de hasta qué punto se puede separar la obra de la artista para valorar sus creaciones con independencia de su catadura moral. Otro tema que se vislumbra en la cinta es si la maldad de la directora se puede atisbar en su arte.
Con Tár, Field nos adentra en la ritualidad de un mundo desconocido. El director ofrece toda una escala de grises en un mundo polarizado entre el blanco y el negro sin gamas intermedias. Lydia Tár es un personaje complejo y completamente humano que, si bien tiene buenas intenciones con su hija , su equipo o algunos colegas, también utiliza su poder para alimentar su ego y sus fantasías. Tar nos hace cuestionarnos cómo utilizamos el poder cuando lo detentamos. La manipulación y la obsesión presentes en la cinta ya estuvieron presentes en los dos trabajos anteriores del director: » Juegos secretos» y «En la habitación«.
En la primera secuencia del film, la protagonista se somete a una exhaustiva entrevista. En la conversación, Tár ya da muestras de su carácter dominante al mencionar cómo controla el tiempo cuando está dirigiendo una orquesta. Estamos asistiendo a su presentación ante el público. La cámara, de una forma meticulosa, lenta y profunda , se adentra en las respuestas de Tár. A partir de ahí Cate Banchet se erige como solista para llevar el peso de toda película.
La actriz contó que para preparar su personaje tuvo que tomar clases de alemán y de dirección de orquesta. La cuestión del idioma la solventó con la ayuda de su amiga, la cantante de ópera Franziska Roth, que le ayudó a saber cómo hablar en alemán a una orquesta, en concreto el vocabulario técnico. Roth le enseñó a comunicarse en alemán de una manera musical. Respecto a su personaje, Blanchet afirmó que el hecho de que en la historia, el poder lo detente una mujer hace que el público no vea a Tár y sus acciones desde una posición cómoda. Para Cate Blanchet dirigir una de las mejores orquestas de Alemania fue una experiencia increible que nunca pensó vivir,
La directora de orquesta más conocida del mundo, Marin Alsop, reveló sentirse «ofendida» por su contraparte ficticia más conocida: Lydia Tár. «Tener la oportunidad de interpretar a una mujer en ese papel y convertirla en una abusadora para mí fue desgarrador. Creo que todas las mujeres y todas las feministas deberían estar molestas por ese tipo de representación porque no se trata realmente de mujeres directoras, ¿verdad? Se trata de mujeres como líderes en nuestra sociedad. Me ofendieron como mujer, me ofendieron como directora, me ofendieron como lesbiana»