Archivo de diciembre, 2023

Lesbianismo para principiantas – Saliendo del armario intento 3 Nochevieja

Viñeta de Teresa Castro (@tcastrocomics)

 

Lesbianismo para principiantas – Saliendo del armario intento 2 Cumpleaños

Viñeta de Teresa Castro (@tcastrocomics)

 

Me dejé amar

Por Sara Levesque

 

Tengo una tragedia particular: mi radar está estropeado; amo lo equivocado. Amo más mi arte, los relatos y escritos que con él compongo. Los escribo con miedo en vez de tinta. Y, a veces, sangro en el papel, retratando sobre él mis viejas heridas, que no son tan viejas. Adoro, amo incluso mi propia cobardía más que a la mujer que provoca esos sentimientos, más que a aquella que inspira cada palabra que me gotea a coágulos del corazón. Nunca he podido perdonármelo. Supongo que por eso le sigo escribiendo. No sé si busco su perdón o el mío.

Me dejé amar por una mujer que no me amaba. Caí yo sola en la suicidante boca del lobo y lo hice con una gran maestría. Su sonrisa no la puedo olvidar. Al mismo tiempo, tampoco la recuerdo. Me pregunto veinticuatro veces al día por qué la sigo queriendo. Qué extraño es esto del amor…

Quise demasiado… Quise tocar esa sonrisa, agarrar la mano que la censuraba y apartarla despacio para que todas las personas pudieran admirar su poder. Para que fueran testigos de una de las maravillas del mundo.

Existió una época en que posábamos felices para aquellas dos fotos, dejando caer con dulzura un brazo por encima de nuestros respectivos hombros, sujetando con la otra mano el ejemplar de un libro en concreto, como si fuéramos un matrimonio y el poemario nuestro hijo único. Un matrimonio del que solo sobrevivieron recuerdos que no se pueden tachar.

Un enlace que ya no es nuestro nexo común porque el tiempo lo deshilachó. Porque ella y yo preferimos casarnos con la escritura en vez de entre nosotras, que sería lo adecuado.

Optamos por tener cada una sus propios libros por el camino.

Cada vez que el cuentagotas permitía que coincidiéramos, nos tapábamos la boca de emoción. Cada una se tocaba su propia sonrisa. Era chocante. No le aguantaba la mirada mucho tiempo, evocarnos de nuevo me resultaba excesivo. Y solo soy capaz de besarle los recuerdos sin poder recordarnos a besos.

Perdí el tiempo mirándola a los ojos a través de los reflejos de los espejos que me iba encontrando. Buscándola en la nada como si fuera una demente. Abandonada en el punto donde la ciudad besa al horizonte. Un beso sin pasión, desperdiciado en un lugar opuesto al mío.

A ella le complace vivir al otro lado del mundo y yo no tendría problemas en darle la vuelta al mío para confundirme junto a su peculiar locura. Pondría patas arriba mi vida encantada, complicándome los días, compartiendo ese desorden a su lado. La vida da muchas vueltas, tantas como veces puedas curvar tu boca en una sonrisa.

Ahora que está tan lejos y yo soy un poco más valiente, me atrevo a observar a las personas del mundo exigiendo sin descanso su mirada en los ojos de los demás. Porque en los espejos solo queda su eco residual. Y yo no soporto volver a perder el tiempo. No soporto bailar sin la melodía de sus latidos. Prefiero hablar con ella y tropezarme con mi propia sinceridad que seguir en silencio sin que sepa a ciencia cierta lo que ocurre en el fondo de mi pecho. Solo siendo testigo de que vivo en equilibrio, como un tentetieso, bailando a veces a un lado y a veces a otro sin dejar de estar en el mismo lugar atascada. Un lugar desde el que vería más claro nuestro futuro si me arrancara los ojos.

Lesbianismo para principiantas – Saliendo del armario intento 1 en Navidad

Viñeta de Teresa Castro (@tcastrocomics)

 

Reseña para un cable que conecta cabeza y corazón (y mucha pedrería)

Por Rubén Frías

 

Atención, Argonautas, que rastreáis incesantemente el vellocino de oro en busca de la felicidad total a través de la liberación (también total). Si os atrevéis a agarrar este remo llamado Mutantes y Divinas en forma de libro para llevar la nave, con vientos favorables o desfavorables, enhorabuena. Pero cuidado, porque no hay que empuñarlo de cualquier manera.

Ira Hybris no ha escrito un libro. ‘Pero, ¿qué dice? ¿Qué LA pasa? ¿Qué currículum tiene esta tarántula?’, podéis estar ahora pensando, o incluso gritando en mitad del metro, el bus o la sala de espera del dentista. Pero dejad que me explique, que para eso me lo han pedido. Le autore no ha escrito un libro titulado Mutantes y Divinas (solamente, Sole), sino que se ha extirpado un buen pedazo del alma y otro del cerebro, duplicándolos, porque no puede perderlos, los ha amasado con mimo y amor, con todo el corpus teórico queer y marxista que muy hábilmente ha seleccionado, lo ha cocinado como quien prepara un plato para quienes más hay que cuidar, y nos lo regala como un acto de amor revolucionario. ¿Eso es, sencillamente, escribir un libro? Poca justicia hace esa expresión a la barbaridad que ha acometido (que no cometido) Ira con y para nosotres.

Une abre este título con la actitud de quien comienza otro nuevo volumen de teoría queer y, en parte, es eso lo que encontrará. Pero, entre todos los términos y léxico más o menos asimilables por un público neófito, si sabe rascar, la persona lectora estará recibiendo mucho más. Al surcar las aguas de este volumen van a ir adquiriéndose conocimientos nuevos, afianzando otros, dando algún golpecito en el brazo del sillón donde estés sentade, estando de acuerdo y en desacuerdo con lo que se te cuenta, lo que se te ha cocinado y servido, y a la vez va une a paladear las propias contradicciones que emanan de Ira Hybris y su obra, convirtiéndose estas en un reflejo coherente de las nuestras propias. Nuestra alma revolucionaria no mutará, como mutantes son nuestros cuerpos y nuestras mismas mismidades, sino que se verá transformada y fortalecida. Porque, como ya escribió el poeta marica Constantin Kavafis a principios del útil, caduco y ya lejano s. XX, quien surca el mar muda de cielo pero no de alma.

Ya en la introducción y el preámbulo notamos que salir de puerto es lanzarse a la aventura. Bueno, con el título mismo, porque ese Mutantes y Divinas recuerda forzosamente a esa primavera de 2011 en Madrid, en la que surge la asamblea de la Zorras Mutantes, como contra-patologización de la fluidez de las identidades, los cuerpos, los deseos. Sí, hablo de aquel 15M en el que, por ejemplo, Feminismos Sol plantó bien grande para picazón de muchos (masculino intencionado) que La Revolución será feminista o no será, al tiempo que nuevas células de lucha imaginativa aportaban acción y corazón a esa revuelta, como la Asablea Transmaricabollo de Sol.

Ira Hybris nos ofrece en esta nave para surcar los mares de la revolución un refugio desde el que conspirar, desde su propia experiencia transformada y transformadora. La anécdota de la fiesta de disfraces del cole, que no osaré desvelar aquí, es más que suficiente para que quieras abrazarle antes de seguir leyendo. Ira, ¿puedes pasarte por el rinconcito de lectura de cada une de nosotres cuando lleguemos a esas líneas? NECESITAMOS abrazarte ahí. Tuve que abrazar a mi gata, y no es lo mismo.

Partiendo de reflexiones sobre esa anécdota, y de la premisa de que nos han robado el futuro, esgrime el concepto de feminidad masculina para prenderle fuego más adelante a favor de una sistematización de ideas abolicionistas de género, así como de la sociedad de clases capitalista imperante (TODAS las clases). Y freno un poco, que se me calientan los dedos y os destripo el ensayo.

Se trata ese abolicionismo total desde puntos de partida como el Las lesbianas no somos mujeres de Monique Wittig, con sus ecos maricas como los de Serpentarios maricas (Beto Canseco y Walter Deasis, 2.018), e incluso de servidore, si se me permite, cuando conducía el espacio ¡DIGO! En Twitch y YouTube para La Oficina (asociación cultural almeriense), y abría cada programa con Buenas tardes, yo soy Rubén Frías, y no soy un hombre. Con mi barba, mi pene y toda la imagen de lo que el cisheterocolonopatriarcado capitalista nos empuja gaznate abajo que es un ‘hombre’. ¡Sí, hombre!

En este libro (que ya hemos quedado en que no es un libro) encontraréis alegatos muy bien justificados en contra de las etiquetas y, a la par, profusos usos de las mismas, y algunas que a lo mejor ni conocemos. Porque es evidente que luchamos con lo que tenemos, jugamos con lo que tenemos y, en la tarea de liberar(nos) y TRANSformar(nos), estamos donde estamos soñando con donde queremos estar.

Propone le autore aquí una revolución, una ruptura, un salto al vacío sin red en triple tirabuzón carpado, que tenga siempre como telón de fondo, no aceptarnos, sino reivindicarnos como torcides. Por lo tanto se plantea un cambio radical total desde lo que la normatividad considera torcido. Vamos a reventar su normalidad con nuestra torcitalidad.

El llamamiento, como grito parrésico, es a salirse de sí misme y la identidad otorgada y asumida. No asumir. Disentir. Explorar en Argos los mares de las realidades corporales, de (no)género y sexo-afectivas. Si las teorías queer pretenden ampliar los márgenes desde los que surgen, hay que empezar a no asumir el cuestionamiento de la disidencia (auto-cuestionamiento, muchas veces, desde la propia trinchera o refugio, en una suerte de fuego amigo), y empezar a cuestionar el centro cis-hetero-colono-patriarcal normativo y disciplinante, hacia donde se dirige la ampliación de nuestros márgenes. ¿Es dejar de considerarnos un margen? Contestarnos esta pregunta para contestarla al mundo es también una revolución en sí misma.

Se nos planta, como ya ocurrió desde Rojo del Arco Iris, el término Marxismo Queer. Probablemente Marx se estará revolviendo en su tumba, pero que se joda. No quiero, que se me calientan los dedos-lengua otra vez, hacer lo que el anglicismo nos impele a nombrar spoiler, pero no puedo dejar de señalar una de las consignas de Mutantes y Divinas, y es que no hay un Marxismo Queer y un Marxismo. El Marxismo, como la revolución y la liberación del mundo, si lo son, son queer. Todo el mundo hacia lo queer en marcha torcitalizante, y si no me vuelvo loca, lo rompo tó y no pago ná. La liberación será queer o no será, como la revolución será feminista o no será.

Este ensayo es, a la vez, una lluvia y una enmienda la totalidad. Por ejemplo, sólo se podrá abolir el género aboliendo el trabajo asalariado, como nos deja ver la Teoría de la Reproducción Social, y que aterriza Ira más claramente desde la militancia crítica del/los marxismo(s) queer(s). Y es que también nos pone Ira por delante la consigna ‘Lo queremos todo. El pan, las rosas y la purpurina’. Un Federico García Lorca de hoy estaría orgullose de ti, hermane.

Hay espacio en este viaje para el riesgo y la empatía, cómo no. El ser humano ha perdido la capacidad de ser el timonel de la historia, dejemos pues que los monstruos se amotinen provisionalmente del barco. Tal vez descubramos, en el proceso, el secreto de que todos los monstruos fueron un día humanos. Pero hay enemigos y no pueden perderse de vista ni bajarse la guardia.

Todo esto se nos ofrece por delante al montarnos en la Argos que supone abrir y abrazar Mutantes y Divinas de Ira Hybris. El bellísimo cierre del Capítulo II, saber que siempre se ha dicho que el rojo y el rosa combinan mal y estar dispuestas a destrozar esa norma, porque a eso hemos venido, a enternecernos con que Itzi Ziga le diga a le autore (y a nosotres) que ‘hay trazas de comunismo, como en los yogures’, y a purpurinizar el recuerdo del Mayo del 68, porque bajo la UIG, está la playa, y debajo de la realidad actual, la playa torcitalizada a la que arribará nuestra Argos triunfante como si fuese el bus de Priscilla Reina del Desierto.

Finalmente bordaremos pájaros en la bandera de la libertad. Ya no más la Loca de Enfrente y siempre, además, la Loca de Enfrente. Un pedazo de cielo rojo, para que podamos volar, con nuestras alitas rotas o restauradas, a placer.

Disfrutad del viaje, y aprovechémoslo bien. Nos vemos a lo largo del arco iris. Buscadme, porque suelo ir por el rojo. Ahí nos cruzaremos con todas las que van asomándose a este ensayo a saludar, como Mario Mieli, Samantha Hudson, Paul B. Preciado, Susan Stryker o Félix Guattari, entre muches otres.

Buen viaje; que los vientos nos sean propicios en nuestras divinas mutaciones transformadas y transformadoras.

Tú a Soria yo a Barcelona

 

Hoy recomendamos Tú a Soria yo a Barcelona, un ensayo de Ignacio Elpidio publicado por Egales.

Un libro sobre el sexilio. El abandono de las personas LGTBI de su lugar de residencia por sufrir rechazo, discriminación o violencia, especialmente en las zonas rurales.

Hay un conjunto de expectativas sobre las grandes ciudades como espacios en esencia mejores para las personas LGBTI.

Tú a Soria, yo a Barcelona busca ser divulgativo, para transmitir ideas teóricas y empíricas sobre cómo la vivencia del espacio cambia en función de nuestra orientación sexual o de nuestra identidad y expresión de género.

Primer libro sobre el sexilio, sobre las dificultades de la población LGTBI en el mundo rural frente a las grandes ciudades. Este autor ha publicado con Egales «Más que visibles», «Bifobia», «Se vende diversidad» y «Cuando muera Chueca». Ignacio Elpidio es un autor con mucha relevancia en el mundo académico.

Así era amarla (parte II)

Por Sara Levesque

 

Amarla implicaba que era imposible olvidarla. Si me llamaba «pequeña», me era imposible olvidarla. Si se acercaba hasta mí con su sonrisa de la mano, me era imposible olvidarla. Si me miraba desde sus ojos inocentes, me era imposible olvidarla. Si escuchaba la canción que tanto le gustaba, me era imposible olvidarla. Si llovía, me era imposible olvidarla. Si, además, me preparaba un café, me era imposible olvidarla. Si cerraba los ojos, me era imposible olvidarla. Si los abría, me era imposible dejar de verla en las caras de los demás.

Qué quieres que te diga, Lector… Me era imposible olvidarla. Pero no dejar de escribirla. Como expresé al inicio, solo soy una escritora a la que no conoce nadie que se pasa los días intentando reescribir su vida. En círculos, dando vueltas a sus errores en bucle. Y poniendo a ese error el nombre de otras mujeres para no recordar el de verdad porque duele demasiado.

Así, ella podría seguir con su vida y yo recuperar el rumbo de la mía. ¿Por qué? Porque solo soy una escritora a la que nadie conoce, que siempre sostiene un pie en el borde del precipicio y el otro en el aire, en duda, sin saber si avanzar o recular.

La verdad es que tengo justo lo que me merezco. SOLEDAD. Noches sin dormir. Durmiendo solo en sueños. Cuando sueño con ella. Por eso no me conoce nadie. Porque solo me quiero para confundirme con mi musa. Porque, sin saber el motivo, cuando la escribo suelto el bolígrafo para seguir trabajando con otro de distinto color, creando así un vaivén de tonalidades que empezó en los matices de su mirada; según le diera la luz, sus ojos eran miel, ocres o café. Todo el espectro de la arena…

No me dejé ser feliz. Siempre quería algo inalcanzable. Parecía necesitarlo para estar contenta. Visitaba sus fotos tres veces al día, como un medicamento que, en vez de curarme, me enfermaba más. Un fármaco del que tenía que tomar el recuerdo de su risa en pequeñas dosis para no desarrollar intolerancia y que no le cayera peor a mi cuerpo.

Era el remedio para no contagiarme de melancolía. Era el auxilio para la tristeza. Si alguna vez me curo, no volveré a pensarla jamás. Ahora, desde esta perspectiva de más de un lustro de distancia, aprecio con precisión que fui una cobarde. Llegué a despreciarme por ello. Casi dolía. Después de un puñado de años solo puedo mirar de lejos sus labios a través de las fotografías que fue dejando por el camino. También esos expresivos ojos. Y acordarme del eco de su voz que se gangoseaba cuando las lágrimas pedían la vez para regar tan otoñal mirada.

Imaginé otra situación en la que dije lo que quería escuchar en vez de repetírmelo en silencio, rebotando sin parar dentro de mi cabeza. Le demostraba lo que llevábamos meses gritando con discreción. Era un secreto a voces. Era un murmullo a veces. Sostener su barbilla con mucha delicadeza, como si sujetase aire, y unir mis labios a los suyos, que tan bonitos versos recitaban. Versos que enamoraban, y así me quedé yo. Tal vez, acabar en su casa o la mía. Y si no, no pasaría nada. La eternidad ha decidido apropiarse aquella velada, aquellas miradas furtivas y apresuradas, casi vergonzosas.

Tuve pánico al espanto de perderla y al final pasó lo que tenía que pasar. Si estuviéramos cara a cara, la abrazaría de manera tan intensa que podría llegar a deshacerla con mi soledad.

Ahora ya no me interesa saber la hora, el día o el mes en que estamos. Me da bastante igual que haya otra en su vida, otra a la que ama y le recita toda la poesía que ha escrito.

Es la musa encarnada de nuestra vida pasada. Desde que se marchó tengo el corazón a dieta. Aquel secreto gutural fue igual que uñas rasgando una pizarra, o un tenedor arañando un plato con mucha rapidez. Como si el plato fuese mi cerebro y los silencios en voz alta, el odiado utensilio.

Joyland

Por Charo Alises (@viborillapicara)

#CineLGTBI

 

Esta película pakistaní dirigida en 2022 por Saim Sadiq, cuenta la historia del amor imposible entre una estrella trans y un joven perteneciente a una tradicional familia de Pakistán . La cinta obtuvo el premio del jurado Una cierta mirada en el Festival de Cannes y la Palma Queer de ese certamen en el año 2022.Es la primera película paquistaní que desfila por la croissete. Joyland también obtuvo el premio Independent Spirit a la mejor película extranjera de 2022. Además consiguió una mención en la Seminci y fue preseleccionada por Pakistan para participar en los Óscar.

Joyland (la tierra de la alegría), es el nombre de un parque de atracciones de Pakistán, sin embargo el país que describe la cinta es un lugar donde se reprimen las libertades individuales. Por esto, no es de extrañar que la película fuese censurada debido a las quejas que sectores conservadores pakistaníes formularon ante el Ministerio de Información y Radiodifusión. El senador Mushtaq Ahmed Khan, perteneciente al partido Jamaat-e-Islami, afirmó sobre Joyland:

Va en contra de los valores sociales y estándares morales de nuestra sociedad y es claramente repugnante a las normas de la decencia y la moralidad.

La presión mediática ejercida por su director, el elenco y figuras públicas como Malala Yousafzai, consiguió que el 16 de noviembre de 2022 se revocara la censura y, finalmente, se estrenase el 18 de noviembre.

Sadiq cursó sus estudios en la universidad de Columbia y quizás fue allí donde aprendería que para tener éxito debía de contar historias que, aunque locales, pudiesen trasladarse a cualquier tiempo y lugar. Su primer cortometraje, ‘The Caretaker’ (2017), se proyectó en numerosos festivales de todo el mundo. En 2018 dirigió ‘Nice Talking to You’, finalista en los BAFTA dentro de la categoría mejor película estudiantil y ganadora del primer premio de la Kodak Student Scholarship. Su cortometraje ‘Darling’ (2019) fue la primera película pakistaní que se estrenó en el Festival de Cine de Venecia, y ganó el Premio Orizzonti al mejor cortometraje.

El cuidado por los detalles no impide a Joyland ser una película que denuncia el sistema patriarcal vigente en el país. Con un comienzo ligero cercano a la comedia, la trama se va desplazando hacia el drama conforme avanza la historia. A través de las vivencias de Haider, Sadiq disecciona la existencia de la familia tradicional paquistaní cuyos miembros viven una mentira para cumplir con las asfixiantes tradiciones del país. El joven Haider, pasa sus días cuidando de sus sobrinas y de su padre enfermo al tiempo que se dedica a las labores del hogar. Las presiones de su padre y de su hermano para que se convierta en el hombre que manda la ley islámica hace que empiece a trabajar como bailarín exótico en el espectáculo de Biba, una diva trans. El film comienza con un inocente juego infantil. El protagonista aparece cubierto con una sábana, ocultando su identidad como un fantasma.

El director describe con delicadeza la relación entre Haider y Biba pero sin victimizar a la estrella trans del baile. El realizador convierte a la diva en el centro del espectáculo. Biba protagoniza los números musicales de tintes bollywoodienses. El vestuario, las luces y el escenario donde la artista protagoniza sus bailes no esconden la situación de marginación que sufre por el hecho de ser trans. La mujer de Haider, tercer vértice de la historia, vive su propio drama personal al tener que abandonar su trabajo y encerrarse en casa cuando su marido encuentra una ocupación. Por otro lado Haider está a punto de mantener una relación sexual con Biba, pero la confusión del joven frustra ese encuentro carnal entre ambos.

La película tiene un ritmo pausado y su formato de cuatro tercios es hábilmente utilizado por el director. La pantalla cuadrada en la que se encuadra el film, transmite el ambiente de ahogamiento que respira la familia de Haider. La fotografía en tonos pastel con una cambiante paleta de colores, dota a la cinta de luminosidad alejándola del melodrama que le ronda cerca . El desenfadado naturalismo de las interpretaciones permite conectar con los personajes y con la historia de forma fluida.

Saim Sadiq , además de que no se sintió suficientemente hombre en una sociedad heteropatriarcal, en su juventud conoció más de cerca, en un barrio colindante, a la comunidad trans. El director convierte su lucha interna en una película que invita a la reflexión a través de personajes que desean abrir sus mentes pese a las restricciones sociales. Joyland es un homenaje a todas las personas trans que cada día pagan un alto precio por vivir en una sociedad como la paquistaní. Según afirmó el realizador:

Empecé a escribir esta historia en 2015, era la historia que quería contar. En esos años hasta que rodé ha cambiado el guion, pero no la esencia de la historia, más bien la estructura. El primer germen de la idea que se me ocurrió fue tener una historia sobre un hombre, una mujer y una mujer trans. Con un hombre, una mujer y una mujer trans quería decodificar lo que el patriarcado hace a los seres humanos y a las relaciones humanas. Ellos me daban la oportunidad de explorar de manera integral. También creo que la existencia de una mujer trans en la película fue un gran estímulo para la historia, porque su misma existencia como ser humano desmantela todo lo que representa la familia tradicional. Las personas trans siempre han tenido mucha presencia y antes de la colonización de los británicos eran personas muy respetadas, a las que no se discriminaba como hoy. Pero después de la colonización, se criminalizó ser trans y ser gay en India y en Pakistán. Es una discriminación heredada. Pero las personas trans son un colectivo visible de nuestra sociedad. Hay asociaciones que luchan por sus derechos porque hoy se enfrentan a violencia y a muchas dificultades, pero estas personas saben cómo unirse y movilizarse. En el país se han aprobado leyes sobre sus derechos. Pakistán es uno de los pocos países del mundo que los reconoce como un tercer género y eso es algo importante, sobre todo en una sociedad conservadora.

Como Comida. Un festín de bollerapps

«Sobre las sábanas. Con la obstinación del corcho. Abandonas el fondo. Te impulsas hacia la superficie»
Sara Torres

 

Hoy recomendamos Como Comida: Un festín de Bollerapps, una novela gráfica con idea original de Flor M. Yustas y Lidia Toga publicada por Continta me tienes. Combina narrativa e ilustraciones antropomórficas inspiradas en Bojack Horseman, Mouse y el furry art, salpicadas de gemidos y fluidos.

La protagonista ha roto con su novia tras diez años de relación y parece que la única opción plausible es rodearse de clínex y helados. En contra del criterio de sus amigas, decide apostar por las apps de citas como laboratorio de experimentación para transitar el duelo a través del deseo. Aunque únicamente pretendía olvidarse del dolor mediante el sexo, en el camino se enfrenta con las diferentes tensiones derivadas de la cosificación y el consumo de cuerpos, el racismo, el clasismo o la lesbofobia. Todos estos temas estarán presentes en sus conversaciones, citas y (des)encuentros. Una celebración del placer no exenta de vulnerabilidad, que nos permite adentrarnos en territorios tradicionalmente vedados para las mujeres, incluidas las bibolleras.

«Romper con las expectativas impuestas es un acto de resistencia que merece ser celebrado, ya sea en la colectividad de las calles, en la intimidad de la cama o en el desvanecimiento de lo público-privado del playroom. Como Comida logra todo esto», Catia Faria.

Así era amarla (parte I)

Por Sara Levesque

 

Imagino que fue tarde para ser sincera, pero al final me atreví. Le dije «te quiero». Es la verdad, la quiero. La quiero pedir perdón, la quiero amar, la quiero soñar, la quiero follar, la quiero sentir, la quiero hacer feliz, la quiero de mil maneras y cada una es más mortal que la anterior.

Imagino muchas cosas, entre ellas, que tiene a otra que se lo dice y su voz suena más convincente que la mía. Madrid, tal y como lo conocía paseando a su lado, ha desaparecido para convertirse en el escenario de una guerra que libramos mi corazón y yo por sobrevivir a nuestro propio pasado.

Había una vez una calle al final de una bifurcación. Era una calle en la que amanecimos, por la que nos perdimos hasta que quisimos. Una calle que conocí tras una cena, una de tantas cenas. Pero no fue una cena como las demás. Ni tampoco una calle igual que el resto. Una calle tras una cena. No sé en cuál de los dos lugares me enamoré.

Está lloviendo y me acuerdo de ella. Lo hago demasiado. Más de lo que debería.

Antes de conocerla no esperaba nada de nadie. Empezaba mi rutina deseando que acabase pronto y pasar al día siguiente para vivir el bucle otra vez. Apenas salía de casa. Cuando no me quedaba más remedio, mis pasos de muerta en vida parecían no querer llegar nunca a su destino. Me arrastraba por la calle, cabizbaja. Me deslizaba con el balanceo del metro, cabizbaja. Y en casa, sobrevivía cabizbaja.

No era por un problema en las cervicales. Simplemente, no tenía ganas de volver a mirar a nadie a los ojos. Ni siquiera a los míos, ante el espejo. Observaba mi pelo, la ropa, los dientes… Lo justo para estar presentable. Todo, menos a los ojos. Me avergonzaba lo que transmitían. Y es que aún me cuesta perdonarme por mi cobardía aquella noche, tan llena de energía y que, al acabarse, acabó también con mi esperanza. Una noche que ella habrá olvidado, pero yo no lo consigo…

Me dolían los ojos de tanto bochorno que escondían. Por eso iba cabizbaja. Un mal día, comenzó a chispear. Llegué a dudar de si llovía en la calle o en mis ojos, empañados por su propio aguacero. Levanté la vista, hecha un nudo, y me encontré con ella. Fue sin querer. Vi cómo sonreía y ya no puedo volver a cerrar los ojos sin que su imagen parpadee flotando. Los días que nos veíamos, me saludaba con una carcajada y así aprendí a hacerlo de nuevo. Por repetición. Porque cuando lo hacía ella quedaba bonito y quise probar a enseñar a mi boca a expresar ese gesto. Al principio, las comisuras de mis labios chirriaban. Luego, se fueron engrasando; en especial, con la lluvia.

Adoro que llueva, como ahora mismo. Algunas chispas de agua me saltan a la cara cuando tengo la ventana abierta para oler el agrisado del clima. Los vecinos me miran raro desde el refugio de sus casas, pero me resbala como resbala el agua por mi rostro. Me relaja sentir el frescor del aguacero en el ambiente. Lo deja todo limpio.

Desde el cielo gotea, pero no hace frío. Sé que nunca más podré sentir las bajas temperaturas mientras me siga calentando con su recuerdo. Mientras me siga durmiendo sintiendo el aroma de su pelo revuelto, anhelando conciliar el sueño con una mano sobre su pecho. Más que por tocarle las tetas, pretendería tocarle el corazón a través de la piel.

Una piel que es la mejor manta que una podría echarse por encima. Una piel exquisita y perfumada, suave, caliente y entregada, como una carretera por la que no me importaría volver a coger el coche para extraviarme.

Esa era ella. Y así era amarla. Era como abrazar el vacío. Un vacío equivocado, un vacío con /b/. Un vacío en el que solo existe la hostia que te das cuando llegas al suelo. Porque la cruda realidad es que no hay nadie abajo para amortiguar tu caída. A nadie le importa que revientes.