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FUGAZ de Juanma Samusenko en DLRO Live

 

El artista Juanma Samusenko presentará, FUGAZ, una serie de obras llena de estrellas y flores en forma de metáfora, donde se habla del amor y el sexo, las caricias y el tacto, una pequeña muestra que exterioriza lo que la intimidad nos hace sentir. La exposición forma parte del festival cultural de Madrid Orgullo, Muestra t 2024

El artista vincula la reivindicación LGTBIQ+ con la expresión cultural dentro su propia obra así como en sus colaboraciones; ha trabajado además para artistas como Izal y ha diseñado para AMC Networks, El Salto o Muy Interesante. Formado en la Escuela Superior de Diseño de Madrid en el Grado de Diseño de Producto, el artista reúne una serie de habilidades, como la fotografía, la ilustración, el collage o el matte painting, que emplea combinando el proceso analógico con el digital. Participa en exposiciones colectivas en espacios como el CA Tomás y Valiente, el Royal College of Arts o el Museo de AA DD de Madrid, y en 2019 inauguró Antier (Umbral de primavera), su primera exposición en solitario.

Juanma Samusenko (1992) es colaborador en diferentes editoriales como Egales, Flores Raras y Libroscom, autor y diseñador en el libro Vagos y maleantes (Egales, 2019) y de Hasta aquí hemos llegado (Egales, 2021) e ilustrador de Maricones de antaño (Egales 2020) y Los días jueves (Flores raras, 2024).

FUGAZ estará expuesta del 3 de Julio al 4 de septiembre en DLRO Live  Pelayo, 59, Chueca.

 

Sauvage

Por Charo Alises (@viborillapicara)

#CineLGTBI

 

Película francesa de 2018 dirigida por Camille Vidal-Naquet. Léo (Félix Maritaud) es un joven de 22 años que vende su cuerpo por algo de dinero. Los hombres pasan por su vida y él solo busca afecto allí donde pueda conseguirlo.

El director comentó que empezó la historia con un personaje, una energía. Un joven solitario que camina de un encuentro a otro, anhelando el amor, impulsado por una capacidad de amor inextinguible que lo mantiene en marcha, sin importar el mundo violento que lo rodea. Vidal escribió un primer borrador del guión y comenzó a reunirse con jóvenes chaperos en el Bois de Boulogne , un lugar conocido para la prostitución en París, a través de una organización benéfica. Solo pretendía entrar en contacto con unos pocos vagabundos pero noche tras noche forjaró fuertes lazos con las personas que conoció allí y acabó pasando tres años en ese lugar. Todos estos encuentros le ayudaron a impulsar la escritura del guión.

Lo que más llama la atención de la película es que, a pesar de las cosas violentas que Léo soporta, lo envuelve todo en una profunda ternura. El protagonista utiliza trucos para conseguir momentos de dulzura cada vez que tiene ocasión, para besar a alguien, o para tomar a un hombre en sus brazos. No comparte el cinismo o desapego de sus compañeros de trabajo. De hecho, le reprochan su actitud que se percibe como una falta de profesionalidad.

Léo lleva su placer dondequiera que lo encuentre mientras que el resto de hombres que se prostituye lo hace exclusivamente para ganar dinero. A diferencia de los otros, Léo dice: «beso». No le importa el dinero: nunca cuenta el dinero que gana, nunca aparece en la película gastando nada. No está apegado a nada material. Él está en otra parte. Una de las cosas raras que no regala es su nombre de pila… Desde el primer borrador, el realizador no quería nombrar a un solo joven en la calle. Como si su identidad secreta fuera su posesión más preciada. La mayoría de ellos piensan en la prostitución como un actor que interpreta un papel: por unos minutos se convierten en otra persona, en un personaje que es diferente para cada cliente. Cuando Claude, el cliente que vive en Canadá le pregunta su nombre Leo responde: Llámame como quieras, comentaría el realizador.

Leo es un personaje muy solitario, pero esa soledad es también su fuerza. Según el director, Léo goza de absoluta libertad, con todos los aspectos aterradores y admirables que conlleva. Tal libertad es como la de Kerouac cuando escribió: «No había ningún lugar a donde ir excepto a todas partes». Esa libertad es como la de Mona en «Sin techo ni ley» de Agnès Varda (Sans Toit ni loi): al negarse a cumplir con las normas sociales, al negarse a imponerle nada, el personaje experimenta una vida dura en la calle como su propia normalidad. En mi película, Léo nunca se queja de su trabajo o de sus condiciones de vida. Es un personaje enigmático, no sabemos nada de sus antecedentes.

La película no te invita a tratar de entender cómo y por qué Léo ha terminado aquí, sino a vivir con él, a compartir los momentos vertiginosos de su viaje. Es una experiencia bastante sensorial: lo que el director quería era reproducir su cabeza y hacer que el público experimentara la sensación de deslumbramiento y desorientación que provoca la exclusión.

A la hora de escribir el guión, el realizador, según contó, tuvo en mente a Mona en Sin techo ni ley, también pensó en Paul Newman en La leyenda del indomable: Este tipo soñador, fuera de contacto con la realidad, que se encuentra en la cárcel entre matones reales. Luke es un inadaptado, un poeta de otro tipo, pero es intrépido, soporta la violencia y las humillaciones y siempre se recupera. Hay una cualidad radiante alrededor de él que ilumina ese ambiente sombrío. Me impresionó este personaje que nunca pierde el corazón. Parece frágil, no apostarías por él, pero eventualmente aguanta hasta el final, a diferencia de los otros, que no tienen su capacidad de resistencia. Su fuerza proviene de su humanidad y de la alegría que difunde a su alrededor. Del mismo modo, en «Sauvage», Léo, con su inocencia y su comportamiento a menudo infantil, está fuera de sincronía en este ambiente donde todo el mundo se ha endurecido y está luchando por sobrevivir. Al principio pensamos que no lo logrará, pero su resplandor, su fortaleza lo convierten en uno de los tipos más duros que hay.La película aborda la relación con nuestros cuerpos: como los maltratamos, como los cuidamos. Cuerpos, piel, manos están siempre presentes en la cinta.

Comentaba el realizador que ,a diferencia de los acompañantes que trabajan en Internet, los jóvenes que viven y se prostituyen en la calle no tienen fácil acceso a la higiene, la comida ni al sueño. Por lo tanto, sus cuerpos a menudo sufren dolor, están dañados, carecen de la atención y el cuidado necesarios. Sin embargo, sus cuerpos siguen siendo objetos de deseo. El reto era reconciliar estos dos aspectos de manera efectiva en la película.

Sobre el tratamiento del color , dependiendo de las escenas, las sombras de la piel, su calidez y textura están armonizadas con precisión, a veces empujando hacia el erotismo y otras en cambio, dirigiéndose hacia pieles raídas, casi enfermizas porque la piel de los actores cuenta mucho de lo que ocurre en la historia.

El director quería filmar la desnudez y hacerla parecer normal. Estos jóvenes exponen sus cuerpos simplemente porque son sus herramientas de trabajo. Durante la fase preparatoria, antes del rodaje, Valven pidió al coreógrafo Romano Bottinelli que preparara los cuerpos de los actores para que aprendieran a utilizarlo como una herramienta, sin mostrar ningún signo de vergüenza o vacilación. Y sobre todo, para el director, era crucial que su lenguaje corporal fuera diferente al de los clientes, por eso los actores que les dan vida no recibieron ningún entrenamiento físico antes del rodaje. De esta forma, en la película, los clientes son mucho menos elegantes que los chicos de la calle, sus cuerpos se ven más pesados, más torpes.

El cuerpo de Léo es a menudo maltratado, muestra lo difícil que puede ser la vida en la calle. Sin embargo, a él se le ve fuerte, poderoso y libre en la película. A propósito de esto, el realizador comentaba que cuando Léo baila y suda, en escenas de club, podemos sentir su energía, su resistencia, esa fuerza viva interior.

La intención de Valven era retratar la vida cotidiana de los trabajadores sexuales callejeros y cómo el ritmo de esa vida diaria está determinado por una sucesión de actos sexuales. Estos jóvenes son trabajadores invisibles, nadie los quiere ver y sin embargo no se puede prescindir de ellos. La película muestra como es la vida de estos chicos que subsisten gracias a su sexualidad. Ellos son los que tienen que lidiar con las violentas fantasías de los habitantes de la ciudad. Conocen las preferencias sexuales de los clientes, sus frustraciones, su soledad y también las formas de sexualidad invisibles como las de los hombres con discapacidad o los ancianos.

Esta diversidad revela la ternura de Léo, su tendencia a ser desplazado fácilmente, a entregarse, pero también a veces su imprudencia, su falta de discernimiento, su lado infantil, que parece tan fuera de lugar respecto a su trabajo. Cuando conoce a Claude, Léo intenta parecerse a algunos de sus colegas. Se comporta de forma mecánica, fría, cínica. Trata de ser un auténtico profesional, como sus compañeros de oficio.

El rodaje se hizo con un equipo pequeño. El director quería tener completa libertad para filmar desde diversos ángulos durante las tomas. Su intención era que la cámara fuese parte del equipo. A pesar de esa forma de rodar que el propio realizador calificaría de salvaje, Valvan pretendía que todo fuera preciso, con muy poca improvisación durante la filmación. El director indicó a los actores que dijeran sus líneas sin modificarlas para que coincidieran con la idea que él tenía en mente. Por otra parte, la intención era conciliar esa meticulosidad a la hora de rodar con momentos de energía fuera de control.

Sobre la elección de Félix Maritaud para el papel de Léo, el realizador comentó que lo que más le impresionó de él es que no tenía miedo de nada. Es un actor capaz de hacer cualquier cosa, perderse por completo en su personaje, cualquiera que sea la escena. Según Valven, Félix posee mucho instinto y determinación.

Para Maritaud, la libertad de Leo implica también una forma de soledad. Decía el actor que la libertad de su personaje reside en el hecho de que su cuerpo no está atado por un sistema productivo, ya sea la educación superior, un trabajo, una hipoteca, etc. Su soledad se debe a su pertenencia a un sector de la sociedad marginado y precario. Hoy nadie vive de una manera tan primitiva. No necesita un teléfono móvil para ponerse en contacto con la gente, se las arregla solo con su cuerpo, su presencia, su suerte. Con Camille hemos trabajado mucho su animalidad. Léo agarra las cosas casi como si fuera siempre la primera vez. La forma en que reacciona físicamente es muy directa. Hay una especie de conciencia instantánea sobre él, nada es calculado, manipulado o sistemático.

Sobre la relación que su personaje tiene con su amigo Ahd, Maritaud comentaba que puedes sentir que están unidos por la misma historia, se conocen desde hace mucho tiempo. Léo está asombrado de Ahd, de una manera algo enfermiza, mientras que Ahd no sabe lo que quiere. De alguna manera son personajes opuestos: Léo es siempre abierto y totalmente desinteresado, mientras Ahd sigue repitiendo que no es gay, él siempre está ahí controlando.

Respecto a la importancia de las drogas en la vida de Léo, para Maritaud era tan simple como que estaban allí a su alrededor y una vez que las prueba se convierte para él en un hábito.

Sobre la preparación de su personaje Felix Maritaud comentó que en la escuela de arte, había trabajado mucho en el uso del cuerpo y la sexualidad con fines políticos, no sólo en términos teóricos, sino también a través de actuaciones reales. Esta forma de liberar al cuerpo de sus inhibiciones le ayudó a acercarse al personaje. Al final del rodaje, el actor tuvo una pequeña fase rebelde. Esto vino después de seis semanas cuando había pasado la mayor parte del tiempo siendo manipulado, rechazado, manoseado… Maritaud experimentó el mismo tipo de saturación que sintió el propio Léo,

Para el actor, el desafío con este personaje era como tomar un paisaje devastado y encender una llama en el medio que aligeraría el resto. Se podría decir que lo que es insondable viene del exterior, y que Léo rompe esto haciendo todo completamente humano. Cuando empezamos a trabajar en el personaje, sentimos que teníamos que hacerlo absolutamente radiante, de lo contrario habría sido demasiado deprimente para todos. Y políticamente, habría sido un error idealizar a un personaje que hubiera sido el arquetipo del tipo que se siente mal. Lo que hicimos fue lo contrario: todo va mal en la vida de este tipo, pero sigue siendo luminoso.

 

La sociedad no binaria

«Les autores te guían en un viaje a través y más allá del género, utilizando un riguroso rango de textos académicos y testimonios personales para ampliar nuestros horizontes… Enriquecedor para casi cualquier persona».

Dr. Vincent, profesor asociado en Sociología, Universidad de York.

 

Hoy recomendamos La sociedad no binaria. Vivir en ambos géneros, más allá y en el medio, un ensayo de Alex Iantaffi y Meg-John Barker, publicado por Egales.

Gran parte del pensamiento de la sociedad opera de una manera muy rígida y binaria: algo es bueno o malo, correcto o incorrecto, un éxito o un fracaso, etc. Desafiando esta limitada forma de pensar, este innovador libro analiza cómo los métodos de pensamiento no binarios pueden aplicarse a todos los aspectos de la vida y ofrecer nuevas y mejores formas de entendernos a nosotres mismes y de relacionarnos con les demás.

Utilizando experiencias de género bisexuales y no binarias como punto de partida, este título aborda las cuestiones clave del pensamiento binario acerca de nuestras relaciones, cuerpos, emociones, bienestar y nuestro sentido de la identidad, y establece una selección de prácticas que pueden ayudarnos a pensar de forma no binaria.

Esta original y reveladora guía fomenta la reflexión sobre cómo vemos y entendemos el mundo en el que vivimos y cómo doblamos, desdibujamos o rompemos los códigos binarios de la sociedad.

 

El banquete de bodas

Por Charo Alises (@viborillapicara)

#CineLGTBI

 

Ang Lee dirigió esta película taiwanesa en 1993. El guión lo firman el propio Lee junto a James Schamus y Nelll Feng. Simon y Wai-Tung son un pareja gay que vive en Manhattan. Ante la inminente llegada de los padres de Wai-Tung, organizan una boda de conveniencia entre Wai-Tung y Wei-Wei, una joven inmigrante que necesita la carta verde de inmigración para poder permanecer en los Estados Unidos. Todo se complica cuando los padres de Wai-Tung llegan a Nueva York y pretenden organizar el banquete.

Lee es un punto medio entre Woody Allen y Eric Rohmer. El cineasta consigue tener una objetividad sobre los personajes que hace que en sus películas no haya ni buenos ni malos. Esa objetividad no es indiferencia, sino una suerte de simpatía hacia los personajes que recuerda a Renoir. Destaca en el realizador su capacidad para rodar desde la distancia justa, la habilidad para colocar la cámara en el lugar adecuado, la cotidianeidad que imprime a sus escenas y la utilización de elementos cómicos que , a veces, resultan totalmente disparatados pero siempre dentro de un enorme realismo y espontaneidad. Estos toques de comedia el director los mezcla hábilmente con un cierto melodrama para tratar cuestiones de familia y de convenciones sociales. que es común denominador en todas sus películas. Por otro lado señalar el toque oriental de la cinta, que recuerda a El Viaje a Tokio de Ozu . Sobre los puntos en común de ambas películas, señalar que utiliza el mismo material: las relaciones dentro de una familia que está en estado de dispersión .’En este caso la dispersión es cultural y geográfica. En la película, Ang Lee trata a los personajes con objetividad pero siempre con una actitud positiva. Esto hace que la cinta tenga una gran frescura.

El Nueva York de Ang Lee es muy personal y así se refleja en las escenas de esta película con las calles y los restaurantes que filma. Hay una escena, cuando están comiendo, en la que se ve el río y podemos sentir la humedad a través un plano inusual de la gran manzana. Y todo ello sin una impronta orientalista de las localizaciones. Por otro lado, la escena en la que los dos protagonistas hablan por teléfono está cargada de emotividad y afecto. A ello contribuye la planificación que nos muestra una relación pura y consistente llena de amor. El director va subiendo la escena de tono poco a poco hasta que termina en un abrazo. La economía de medios se nota en los planos largos que rueda el director. La forma en la que los actores se mueven por los espacios imprime a las escenas de esa cotidianeidad que, como se ha mencionado anteriormente, caracteriza a Lee. Con esa misma impronta de lo cotidiano , el realizador describe la relación de amor entre los dos hombres de la misma manera que hubiese contado una relación heterosexual.

Las situaciones que se `producen con la organización de la boda están rodadas con gran frescura. La fiesta es una locura que tiene planos de comedia disparatada. Sin embargo también se filma con normalidad lo que permite que cualquier persona que vea la película, independientemente de su nacionalidad o su cultura, se pueda identificar con esos momentos. Hay un momento en la preparación de la boda, cuando están peinando a la novia, en el que esta parece tener la ilusión de que al final se quedará con Simón, lo que nos hace pensar en su soledad. Esta circunstancia también se plasma en la escena de la bienvenida en el aeropuerto. Wei Wei quisiera que esa fuera su familia también.

Un tema que trata la película es la problemática de las personas que están en situación administrativa irregular en Estados Unidos y la frustración que muchas veces les provoca esa circunstancia vital. Es esta circunstancia, la que lleva a Wei Wei a aceptar el matrimonio de conveniencia. Sin embargo hay un instante en la que la chica dice: Quizás no haya merecido la pena tanto esfuerzo para esconderse en Estados Unidos. La cuestión es que hay millones de personas que buscan un lugar estable que difícilmente les llega porque nunca serán como las personas nativas que tienen unas posibilidades de prosperar que les vienen dadas por el nacimiento.

La cinta trata con habilidad la relación entre Taiwan y la China continental. Con destreza nos describe la necesidad que tienen todos los personajes de entenderse a pesar de pertenecer a culturas distintas. La escena de la presentación en el aeropuerto recuerda a Ozú. También destaca la escena del hospital en la que Wai Tung , de espaldas, le cuenta la verdad a la madre y va sintiendo una liberación a medida que habla. Cuando el joven termina, la madre le espeta: Tu padre no debe saberlo, eso le matará. Esta frase describe a la perfección el trauma que, a veces, supone para algunos padres el hecho de que sus hijos tengan una orientación sexual o una identidad de género no normativa.

El guión sabe alternar la comedia de equivoco con el drama. Planea siempre el miedo de que el padre , que está enfermo del corazón, se entere de la relación entre su hijo y Simon. Los secretos familiares que provocan el drama se mezclan con los momentos de comedia de enredo.

Dentro de los personajes principales solo hay un occidental, Simon que aparece habitualmente en un segundo plano sin embargo siempre eso no disminuye su peso en la historia. Es un personaje muy bien tratado. El joven americano tiene un gran encanto, se enfada en un par de ocasiones, pero con motivo. En la despedida, el padre le dice a Simon que cuide de Wai-Tung, mostrando así su aceptación a la relación entre el joven americano y su hijo.

El director dedica la película a una pareja de amigos suyos que cuando vienen los padres tienen que cambiar la decoración de su casa para que no se diesen cuenta de la relación que ambos tienen.

No binarie

Viñeta de Teresa Castro (@tcastrocomics)

 

Reloj de arena

Por Sara Levesque

 

A través del cristal empañado por mi vaho, en el retiro de la noche, podía observar la luna, ese gran globo de porcelana al que cada velada le confesaba mis secretos. No necesitaba de un diario de papel, como la gente corriente. Yo no soy así, no soporto seguir el guion. Por eso me desahogaba con la luna. Ella era la única que quería escucharlos. La única que podía sostenerlos.
Aquella pelota de luz iluminaba el dormitorio, eliminando la profunda oscuridad y haciendo entrar en calor mi ánimo. Una esfera albina con sus virtudes y defectos. Con su verdad y su reverso. Un astro de perla en aquel pedacito de firmamento que era, para mí, mi cielo privado. Es donde sigo guardando con cariño su encanto. Aunque yo me sienta más sola que su cara oculta.

Qué horrible eso de que te duela alguien a quien quieres porque ese alguien nos ha dejado de querer, ¿verdad? O prefiere querer a otra que es más alegre, está más cerca o más viva. Otra que no sufre sus días dando un paso atrás. Otra que no huye hacia adelante.
El rechazo de alguien a quien amas es un tipo de muerte en la que no llegas a morir del todo. Solo agonizas entre estertores hasta que el de la guadaña se apiada de ti.
Y cuando mi musa duele, en cierto modo es bonito. Está bien. Durante mucho tiempo, en un reloj de arena que contabilizaba desiertos a los que dar la vuelta, taché con tinta invisible en un calendario que no acababa nunca los días que faltaban para su regreso sin saber si ese día había nacido. Si existía. Como si estuviese tan solo a unas semanas. A la vuelta de la esquina. En este caso, la esquina era circular. Se me antojaba un bucle sin fin.

Visité de continuo sus fotografías. Esas en las que salimos juntas. En realidad, solo son dos. El motivo era porque experimentaba confort al comprender que, en algún momento, le apetecía sentirme cerca. A mí, ese momento me dura todavía. Así deduzco que mereció la pena el dolor que dejó.
Y a lo mejor se acaba de poner a llover para que tengamos frío y la excusa perfecta para abrazarnos. Eso no tiene sentido… Porque cuando aquí llueve, yo miro al oeste desde mi ventana, preguntándome por qué no nos mojamos juntas. Miro al oeste porque ahí es donde ha elegido vivir. Al oeste de Madrid. Al oeste de Portugal. Al oeste del océano. Y mucho más al oeste del mundo.
Me quedaría abrazada a la boca de la primera mujer que me sonriese, con tal de volver a sentir algo del calor que se llevó. A veces olvido lo imposible que fue.

Muchas veces pensé en hacer las cosas mal, para variar. En dejar de ser políticamente correcta y matar a la niña buena. Permitir que mi lado salvaje la estrangule y poder sacar las garras. En no negarme más placeres para que los demás se sientan bien, aunque eso suponga que yo me quede hecha una mierda. En ser feliz por una vez en mi atormentada vida, por si acaso me muero mañana o dentro de un par de horas. Solo por eso.
A pesar de todas las dudas, miedos, inseguridades y lo que coño vaya a pasar, me cansé de guardar silencio o esperar a que ella diera un paso. Comprobar cómo su relación avanzaba mientras yo permanecía en la retaguardia viéndola marchar.
¿Por qué me encerré en mi habitación ante el ordenador para escribirla, intentando engañarme diciéndome que estaría pensando en mí cuando al despedirse no me veía al mirarme? Podría compartir una copa con ella, un cigarro olvidado de la época en que las dos fumábamos o, simplemente, charlar a través de las pupilas. No. Muchas miradas secretas y mucha tontería, pero no sonó redoble de las trompetas anunciando mi valentía…

 

Vidas no binarias

«Hay cuerpos que están inventando otras formas de vida».
Paul B. Preciado

Hoy recomendamos Vidas no binarias, el nuevo lanzamiento de la editorial Continta me tienes, con prólogo de Ángelo Néstore.

En este libro una treintena de autorxs narran cómo viven su identidad fuera de los rígidos límites de lo binario, hombre y mujer, cis o trans. Les coordinadores de este libro parecen haber prendido un fuego alrededor del que se sientan personas de muy diversos orígenes —desde Borneo a Reino Unido, pasando por Vietnam o Malta— para hablarnos de su infancia, su adolescencia, la manera que tienen de vivir el género y la neurodivergencia o el embarazo. Para contarnos también de qué se desprendieron para ser más libres y más felices, para hablar de sus familias y pronombres elegidos. Estas historias son un lugar donde mirar cómo será el futuro que deseamos: un futuro donde no existe una manera correcta o incorrecta de vivir el género.

 

 

Más sobre este libro en este enlace.

Aquí cerca, allí lejos (parte II)

Por Sara Levesque

Enroscada sobre su pecho. Ese sería mi refugio. Donde me sentiría más segura, abrigada. Acariciando sus duras y rosadas perlas, mi cuerpo iría acoplándose con sus labios más australes. Me relajaría, padeciendo la calma del perfume de su cutis. Las perlas de sus pechos. Un dueto que nunca me cansaría de besar y mimar. De tocar y mirar. De sentir y excitar. Adornos turgentes que no llegarían a saciar mi lengua, porque siempre tendría el mono. Realces de piel, realces de miel, a los que deseaba ser fiel.
Las perlas de sus pechos. Un tocado que engalanaría ese busto suyo tan provocador. Me hipnotizarían tanto como sus pupilas, intensas y tentadoras. Sus perlas y sus pupilas.

Pensando en ese cóctel de sensaciones, me rendiría ante ella. No sin antes susurrarle al oído lo feliz que me hacía por añadir las perlas de sus pechos a mis complementos.

—Te quiero —comentaría.

Sabría que bromeaba. Que lo diría en otro contexto. Que me querría, pero solo carnalmente. Yo también la querría, la quise, de más maneras. Guardaría la esperanza de que me quisiera amándome. Anhelando esa creencia y hechizada por su seducción, nos moriríamos de éxtasis con cada caricia regalada. Gastaríamos nuestros cuerpos y, recostadas, nos iríamos calmando, inhalándonos a la par.

Cuando el mundo real y mi fantasía entrelazaron sus dedos, esta mujer formaba un conjunto raro, pero atractivo. Una fusión repleta de tonalidades: negro azulado de la noche, dorado de su piel, el marrón ennegrecido del pelo y el blanco de la luna. Lástima que yo fuera ciega a los colores por su culpa.
Permanecería en vela viéndola dormir, incapaz de hacerlo yo. Oiría ruidos extraños por todas partes. Pensaría en el más extraño de todos: su respiración. La besaría mientras soñaba, sintiendo el milagro de sus labios para poder tranquilizar mi mente y descansar abrazándola por la cintura.

Apenas podría echarme una cabezada. Me despertaría entumecida y agotada. Demasiadas emociones juntas. Demasiada excitación para mi cuerpo tan acostumbrado a que no le pase nada.

Me tiraría por encima un jersey y abriría la puerta. Amanecería. La brisa sería espesa. Todo estaría mojado; yo ya no. Habría llovido durante la noche, lo normal en otoño. Me volvería desde el umbral para mirarla. Aún dormiría. La observaría un momento, de esos que son tesoros. Ella era un tesoro inasible, como un comienzo para que ocurriera algo a continuación. El principio de una historia que nunca dejaré de contar porque da para eternizarla de mil maneras diferentes. Querría retenerla junto a mí, pero no me estaría permitido. Se marcharía.

—No se puede sujetar algo tan libre como tú, tesoro —le querría decir.

Iría a despertarla con café recién hecho, tostadas con mermelada, fruta y, por qué no, algo con chocolate. Me saludaría, medio adormilada. Sus movimientos serían pausados. Tropezaría con sus propios pies, tambaleándose ––a decir verdad, hasta en la imaginación era entrañable––. Envolvería su somnoliento cuerpo con mi chaqueta. Saldría al porche y yo podría apreciar cómo temblaba bajo el madrugador sol de finales de año.

Entonces, el perfume de su cuerpo aparecería para recordarme su aroma y enloquecerme un poco más, envolviéndome con su tacto, tan suave como un susurro.

—Pequeña, pronto será de día. Tengo que marcharme.

Retrocedería, devanándome en hebras de emoción, como alguien enmarañado.

—¿A dónde? ¡¿A dónde vas?! —preguntaría.

Ella se encogería de hombros.

—Aquí cerca, allí lejos… Ni tan cerca, ni muy lejos. Y según sople el viento, a cualquier otro lugar.
Y yo, como la eterna idiota que soy, hasta en utopías, dejaría que se marchara, convenciéndome de que algún día volvería. Nos daríamos dos besos y ahí acabaría todo, como si nunca hubiera empezado. Después de tantas caricias espirituales yo acabaría con la piel en carne muerta…

Pura fantasía.

Puta fantasía.

 

© Sara Levesque

Aquí cerca, allí lejos (parte I)

Por Sara Levesque

Hubo un tiempo, mientras me armaba de valor para formar las palabras que esculpía mi corazón, en que fantaseaba mucho con una idea. Incluso había diseñado un escenario idílico y armonioso que a ambas nos atraía. Un entorno solitario elegido a conciencia. Una casita de madera en medio de la nada, sin vecinos, sin visitas inesperadas, sin ruidos urbanos, sin murmullos mundanos… El lugar perfecto para gozar a solas de lo que hubiera que gozar, ya fuera una copa, una charla, una caricia, un orgasmo o una deliciosa macedonia de todo ello.

Me imaginaba sirviendo la cena sobre una mesa de madera sintiendo hambre, también muchos nervios. Sin querer asustarla. Sin querer asustarme. Cenando bien. Poniéndonos al día de nuestras expectativas. Mis temblorosos dedos se acostumbrarían a su cercanía, poco a poco, casi con parsimoniosa actitud. Al acabar, se levantaría tomándome de la mano para salir al porche con mi copa de vino y su cerveza; por su parte, saboreando el bosque nocturno; por la mía, relamiendo la fortuna de un momento tan pleno como era mirarla y verla de verdad.

Al entrar, la oscuridad se adueñaría de la habitación. La luz de las bombillas sería muy tenue, lo suficiente como para enternecer la velada, para crear ambiente. Me pondría las manos sobre los hombros y yo dejaría resbalar las mías por su espalda. Como soy de natural torpe, vería tan cerca el desastre que soltaría la copa. En vez de devolver la mano a su cuerpo, la introduciría en su pelo desordenado. Siempre adoré su estilo caótico. Era casi anárquico. Al sentir ese desorden, mis dedos dejarían la timidez para otra ocasión. Me entretendría saboreando el tacto de sus locos cabellos ––aún sigo yendo a terapia de grupo por su culpa, por su pecado de mujer maravillosa––. Al momento de besarnos, me pondría de puntillas apreciando la travesura en su cara. Soltaría también su vaso y me conduciría hasta el rincón secreto de la cama.

Con gracia, se desharía de las botas y después los pantalones. Daría un paso para salir de sus prendas y, acto seguido, me besaría de nuevo. En parte lo esperaría, en parte no. Me privaría del aliento y yo querría seguir asfixiándome por ella. Manejaría su cuerpo con absoluta libertad. Su cuerpo, su libertad. Y a mí me entraría un vértigo dependiente que no querría superar.
Acabaría de desnudarse. Diría algo que mi mente no sería capaz de retener. Ya no me quedaría sangre en la cabeza. Contemplaría sus esbeltas piernas tostadas por el sol reptando sobre el colchón y las seguiría, admirando de paso el resto de su cuerpo.

Se colocaría sobre mí. Lamiéndome, no le costaría encontrar mi zona más profunda. Con una mano de perfumada y fina piel bajaría hasta mi sur, encharcado de placer. Una tierra húmeda, la mejor zona para que se sumergiera.

—Me encanta saberte excitada —le susurraría.

Como toda respuesta, me miraría sonriendo.

Tan preciosa. Tan imposible. Sentirla debía ser auténtica magia. Y ella, una deliciosa maldición. A las dos nos encantaría enredarnos con besos eternos que yo creería sin sabor a despedida. Besos inagotables, voraces, insaciables, succionadores. Siempre quise comerme el mundo, empezando por su boca…

Continuará…

© Sara Levesque

XXY

Por Charo Alises (@viborillapicara)

#CineLGTBI

 

-Álex, vos no sos…
-Soy las dos cosas
-Pero eso no puede ser
-Vos me vas a decir a mí lo que puede o no puede ser -¿Pero te gustan los hombres o las mujeres?
– No sé. Perdóname lo que te hice
– No me hiciste nada, no me molestó. Me gustó
– ¿En serio? A mí también
– ¿En serio? Terminemos, no terminamos.
– No voy a hacerlo con vos.
– Yo quiero otra cosa
– ¿ Ah si, qué querés?
– ¿ Vos qué querés?
– Alex, va a ser nuestro secreto, no le cuento a nadie.
– Salí, andá, decile a todo el mundo que soy un monstruo

Este es un fragmento de la película XXY que corresponde a la conversación entre la protagonista intersex – Alex- y Álvaro, el hijo del médico que quiere operarla. La cinta, dirigida en 2007 por Lucía Puenzo, está coproducida por Argentina, Francia y España ,

XXY, cuenta la historia de Alex (Inés Efron), una adolescente intersex. Cuando nació, sus padres, Kraken (Ricardo Darín) y Suli (Valeria Bertuccelli), decidieron dejar Buenos Aires y mudarse a una cabaña de madera al lado del mar para que su hija creciera feliz, protegida de prejuicios hasta que decidiera qué camino seguir. La película comienza con la llegada de unos amigos desde Buenos Aires con su hijo adolescente, Álvaro. El padre de Álvaro es cirujano plástico y muestra un interés médico en Alex . La inevitable atracción entre los jóvenes, hace que los adultos se enfrenten a una situación complicada.

En el pueblo, Alex es observada como si fuera un fenómeno. La fascinación que produce puede ser peligrosa.

El guión, firmado por la directora del film, se basa en un cuento de Sergio Bizzio titulado ‘Cinismo’.

Nada es peor que tenerle miedo a tu propio cuerpo, dijo un chico que alguna vez fue ‘normalizado’. Creció con las marcas de las cirugías en el cuerpo. En esa castración el miedo a la ambigüedad genital se convierte en metáfora de las amputaciones que genera el miedo a lo diferente, comentó Lucía Puenzo. A la directora le interesaba mucho la adolescencia que para ella es un momento en el que las personas saben quiénes son pero no lo han descubierto todavía. Para Puenzo la película es una historia de amor antes que todo que revoluciona la vida de dos adolescentes y en especial de Alex, que va a descubrir quién es.

La cinta supuso el debut en la dirección de Lucia Puenzo. XXY obtuvo varios premios y entre ellos, el Gran Premio de la crítica cinematográfica del Festival de Cannes, el Premio Ariel a la mejor película latinoamericana y el Goya a la mejor película iberoamericana.

La película aborda la intersexualidad visibilizando sus aristas. Dificultades que son producto del rechazo de una sociedad binarista que coloca en la otredad a la disidencia sexogenérica.. El morbo y la violencia afloran ante un cuerpo distinto cuya realidad es ignorada y por ello, despreciada e incluso temida. Las expectativas sobre el sexo y el género basadas en la dicotomía de lo masculino y lo femenino, saltan por los aires ante la presencia de personas intersexuales y conllevan la urgencia social de “normalizar” los cuerpos con el fin de que respondan al mandato binarista.

Alex no quiere elegir: ¿Qué pasa si no tengo que elegir?, ¿Qué pasa si no quiero elegir? ¿Qué pasa si me quiero quedar así? Ante estas preguntas, la adolescente se encuentra con el silencio de unos padres que no saben qué responder.

Para su padre Alex es perfecta: Cuando la vi para mí era perfecta, cuando la quisieron operar no quise, para mí siempre fue perfecta. Desafortunadamente, en la vida real, no siempre es así, a veces, se somete a los bebés intersex, a cirugías innecesarias, que pretenden determinar el sexo de la persona sin otro criterio que la mera preferencia de los progenitores o por elección médica , con los graves problemas que eso puede causar a la persona intersexual.

Con el fin de aclarar sus dudas y calmar la preocupación por su hija, el padre de Alex se abre a conocer a una persona adulta intersexual. Esto muestra la importancia de referentes para las personas intersexuales y sus familias.

Alex se enamora de Álvaro. Mantienen una relación en la que Alex adopta un rol activo. Esto desconcierta a los adolescentes que están empezando a explorar su sexualidad. Después de estar con Álvaro, Alex se ducha con su amiga, lo que puede hacer pensar que siente atracción hacia ella, pero solo le lava el pelo. La película plantea así la diferencia entre orientación sexual, identidad de género y diversidad corporal. Todas estas cuestiones están expresadas en los diálogos, que son la base de esta cinta.

Durante toda la película, se observa que son las personas adultas quienes están preocupadas por la intersexualidad de Alex, quien, por el contrario, decide aceptar su cuerpo tal y como es, por lo que abandona el tratamiento hormonal que seguía para reafirmar sus caracteres sexuales femeninos. Se siente cómoda tal y como está:

No quiero más pastillas, operaciones ni cambios de colegio, quiero que todo siga igual.