El miedo que siente una madre de una chica (trans)

Por Marta Márquez (@marta_lakmeescritora y presidenta de Galehi, asociación de familias LGTBI y@ Violeta Herrero(@VioletaHerrero3), vocal de COGAM

Foto: istolethetv

Cuando se acerca el 25 de noviembre no puedo evitar pensar en todos los años de lucha que llevo en el activismo. Muchos años en la espalda tratando de conseguir derechos para el colectivo LGTBI. Sin embargo, la T se mantenía en un discreto segundo plano mientras que las personas LGB cis tratábamos de hacer valer nuestros derechos.

No fue hasta que esa misma T me golpeó en la cabeza cuando realmente fui consciente de que existe una realidad de la cual la mayoría no es consciente. Una personita muy cercana a mí me hizo ver que esa realidad llegaba pisando fuerte, al igual que ella, y que no se marcharían hasta salir de esa sombra y ponerse en primera línea. Junto a ella he aprendido la fuerza del ser humano por luchar por su propia identidad, la resiliencia y la madurez de saber que solo cada quien sabe quién es y que da exactamente igual lo que el mundo opine, seguirán siendo quienes son. Nuestra obligación es ponérselo más fácil, no más complicado.

La cuestión es que ese camino, tránsito o cómo se quiera llamar, en algún momento se vuelve espinoso, sobre todo cuando esas personitas salen de nuestra protección y pasan a ser del mundo. Sientes la responsabilidad de su bienestar como una losa encima de tu cabeza y te ves en la necesidad de tratar de conseguir un mundo mejor. Lamentablemente, existen quienes se llaman feministas y luchan por los derechos de las mujeres, con una salvedad: solo por los derechos de aquellas que ellas consideran dignas de tener el carnet de mujeres; dejando así desprotegidas a las mujeres trans.

Por los derechos, y por los miedos, he querido dar voz a una mujer a la que admiro y que lucha como la que más, pero que también es humana y, lamentablemente, tiene que pasar por tener un doble miedo: Violeta Herrero.

“Este fin de semana mientras mi hija de 16 años sacaba a nuestra perrita escuche un grito. Salí rápidamente al balcón y volví a oír a una chica gritando “mamá”. Me dio un vuelco el corazón. Lo primero que pensé fue que estaban agrediendo a mi hija, hasta que vi que estaba tan tranquila sacando a la perra y que el grito venía de un grupo de adolescentes jugando. Me eché a llorar de angustia.

La mayoría pensará que es exagerada esta reacción, pero sabiendo que el 20 de noviembre fueron agredidas tres mujeres creo que se puede entender este sentimiento. Sé lo que es la violencia machista porque soy mujer y he tenido experiencias desde que tengo conocimiento. He visto y oído el maltrato hacia mujeres de mi familia o vecindario. He tenido que salir corriendo en varias ocasiones para evitar agresiones sexuales siendo menor de edad. He tenido suerte. Lo único que pienso es si mi hija tendrá esa suerte, si las leyes que estamos consiguiendo la protegerán como a cualquier otra mujer. De repente, aparecen las ultras defensoras de algunas mujeres, de la parte más privilegiada, por supuesto, y me da un terror indescriptible porque no solo niegan la identidad de mi hija sino que incitan a ejercer la violencia machista alimentando el odio hacia ella al borrarla como mujer.

Sé que no ganaran. Sé que el feminismo auténtico no dejará a mi hija fuera. Sé que la protegerán con las leyes necesarias porque la violencia ejercida sobre las mujeres, independientemente de sus características físicas, es violencia machista igualmente. Mi hija es una maravillosa mujer de 16 años. Es divertida, inteligente, fuerte y trans (como las agredidas el día 20), y yo una mujer cis y madre orgullosa de ella- Violeta Herrero, vocal familias de Cogam”.

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