Propósito de vidas felices para Año Nuevo

Por Marta Márquez (@marta_lakme) escritora y presidenta de Galehi, asociación de familias LGTBI

Foto: MUMS

La Navidad. Ese momento del año en el que todo se vuelve alegría, color, risas, quedadas, amistades, familia, cenas, regalos… ¿De verdad? ¿En serio nos olvidamos de todos nuestros problemas y somos mejores personas? ¿Acaso creemos que todo el mundo es feliz en la Feliz Navidad? Pues no. No lo es. Hay gente que en Navidad se siente más infeliz que nunca.

En estas peculiares navidades estaba yo paseando por Netflix sin saber qué ver cuando vi una portada llena de colores (y llena de Meryl Streep) y dije “esta, esta” y ¿sabéis qué? ¡ES UN MUSICAL! Me fascinan los musicales. Pensé que un musical era perfecto para el momento, que un musical no puede hacerte daño. Así que ahí estaba yo, dispuesta a ver The Prom. Argumento rápido con spoiler: va a ser el típico baile del instituto. Todo muy cuqui, vestidos de fiesta, limusima y una bollera a la que nadie quiere dejar ir. Fantástico el estado de Indiana. Un grupo de estrellas de Brodway deciden utilizar a la chiquilla para promocionarse y parecer mejores personas. Se plantan en el pueblo y la lían parda. Al final: baile, luces, amor, besos…blablabla.

La cuestión es que, más allá de la crítica cinematográfica que pueda hacerle, trata de cómo una adolescencia sin apoyo puede marcarte la vida, de cuánto de importante es tener referentes y de que la aceptación de la diversidad es el camino. Todo esto de la mano de Nicole Kidman, Meryl Streep y James Corden en un hipócrita Estados Unidos.

Esta muchacha elige Twitter para expresar cómo se siente, haciendo un gran ejercicio de resiliencia. Tiene claro quién es, lo que siente y por quién, pero no deja de ser fruto de sus vivencias. Y esas vivencias son que vive con su abuela porque sus padres decidieron echarla de casa con apenas 16 años porque les contó que era lesbiana.  Las personas que le dieron la vida y que la criaron con todo su amor durante toda su vida, de repente, sintieron vergüenza, asco, incomprensión y eligieron dejarla de querer.

Lo eligieron cuando ella no podía elegir ser lesbiana o no serlo. Lo eligieron sin pararse a pensar qué iba a ser de ella, si tendría un techo para vivir, si tendría comida o si podría continuar con sus estudios. Lo eligieron haciendo caso omiso a todo lo que habían pensado para su futuro. Olvidaron que le enseñaron a andar, que curaron sus heridas al caerse, que secaron sus lágrimas de miedo mientras le juraban que siempre la protegerían y lo orgullosos que se sentían cuando sacaba las mejores notas. En tan solo un segundo su amada y adorada niña se ha convertido en El monstruo de Amstetten y de alguna manera se merece todo su desprecio. Todo esto no aparece en la película, es una libertad literaria que yo me tomo, pero que probablemente no esté muy alejado de lo que vive a diario mucha gente, jóvenes y no tan jóvenes.

Adolescentes que no se atreven a contar nada en su casa por miedo a las reacciones, jóvenes que lo han contado y les han despreciado y tienen que aguantar comentarios homófobos o que a sus hermanas y hermanos les dejen llevar a casa a sus parejas y a elles no, personas adultas que no pueden acudir a casa de sus familias a pasar una Feliz Navidad porque ni siquiera acudieron a su boda o conocen a sus hijos. Pero luego la gente me pregunta por qué me indigno con comentarios que son “bromas”, por qué se sigue organizando la manifestación del Orgullo, por qué soy activista, por qué la mayoría de mis textos tienen personajes homosexuales, por qué necesitamos leyes específicamente LGTBI.

Pues aquí tenéis la respuesta. Es por esto. Porque quiero que nadie tenga que salir de su “Indiana” para ser feliz. No quiero que nadie tenga que emigrar a San Francisco, a Berlín o a Madrid para poder vivir su vida como prefiera y con quien prefiera. No quiero que exista nadie en el mundo que piense que ha hecho algo malo por amar a otra persona, ni que es un castigo de alguna clase de dios, ni que ha fallado a esos padres que con tanto amor le criaron ni que acabe viviendo en la calle, malviviendo o al amparo de asociaciones con pocos recursos que tratan de hacer lo que pueden con unas monedas y mucha voluntad.

Y, sobre todo, me gustaría que ninguna persona tuviese que sufrir por algo que a nadie más que a ti te importa, y es cómo te vistes, cómo te expresas, qué persona eres y a quién amas. Sé que es un sueño muy a lo grande, pero es mi propósito, no de año nuevo sino un propósito de vida.

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