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Quién teme a lo queer? – Violencia, cobardía y valor.

Por Victor Mora (@Victor_Mora_G ‏)

 

La violencia, nos dijo Hannah Arendt, aparece allí donde el poder está en peligro, y ese peligro, (pienso yo hoy, todavía temblando) se materializa en los gestos pequeños, y cobra vida según el ejercicio de la más leve e insospechada libertad. Cómo saber, cómo intuir que estamos poniendo en peligro a un poder cuando caminamos al sol, cogidos de la mano, cuando nos damos un beso o se nos cae la pluma por la sacudida de nuestra expresión pública. Cuando hacemos lo que queremos hacer porque queremos, porque somos, porque el espacio que habitamos es nuestro. Toda violencia es disciplinaria, toda violencia es ejemplar. Toda violencia se ejecuta en nombre de un poder. Toda violencia en un espacio se produce para advertir que ese espacio tiene dueño, tiene reglas y jerarquía.

Toda violencia se ejerce en nombre de un poder que no permite existencias o expresiones disidentes a sí mismo. Y esa es, precisamente, la tensión sobre la que sí tenemos la obligación de actuar.

Cada palabra que se articula para sostener o apoyar a ese poder es también la violencia, porque es su brazo, su soporte y su condición de posibilidad. Cada palabra que se articula para proteger a esa violencia, para disfrazarla, para decir que sólo es supuesta, es también la violencia, porque permite su continuidad. Porque no la señala, la identifica y la frena con contundencia. 

Quien defiende el poder no es valiente ni cobarde, quien nos raja la boca y el culo no es valiente ni cobarde, quien nos suelta la hostia, nos insulta, nos grita y amenaza, no es valiente ni cobarde. Ni tampoco yo, ni tú ni nadie, somos valientes o cobardes por enfrentarnos a la violencia, por defendernos o paralizarnos, por tener miedo, dolor o rabia. No podemos seguir juzgando la violencia y sus consecuencias con los parámetros del valor y la cobardía, porque nos quedamos en esa mierda del ser más o menos hombres, de la pobrecita y la que lo buscaba, de la que al menos se defendió o la que iba provocando, la que sí supo decirlo bien alto y claro en las redes, o la que calló, no dijo nada y siguió con su vida, la que pudo a pesar de todo, la que, con todo, no pudo más. Basta. Es tan insoportable como el mosaico de casos aislados que han crecido hasta tejer un nuevo mapa sobre el que nos movemos, sobre el que caminamos. Los casos aislados de violencia contra nuestros cuerpos dibujan las baldosas que pisamos todes. No nos acuséis de valientes, no nos digáis que somos algo que nadie quiere ser.

No podemos combatir la violencia con valentía, porque la violencia no es cobarde. No se trata de eso. Se trata de comprender que esa violencia que nos desgarra es la punta visible de un enorme iceberg que está helando poco a poco toda la superficie. Se trata de asumir la gravedad de las palabras y tomar responsabilidad. Se trata de entender de una vez por todas que las palabras que nos deshumanizan se transforman en acciones de violencia física. El lenguaje es acción, ni valiente ni cobarde, es tejido que determina las condiciones del espacio público, de cualquier espacio, y marca la pauta lógica de la jerarquía, los límites y la agresión. 

El absurdo en nuestro contexto ha crecido hasta considerar “muy demócrata” defender el derecho de expresión de posturas antidemocráticas. Somos «tan tolerantes» que no cuestionamos que las palabras que deshumanizan a determinados cuerpos deban tener un legítimo espacio, y esa es la trampa. Porque no se trata de enzarzarnos en la discusión de la libertad de expresión, ni de decir que yo “no estoy de acuerdo con usted, pero defenderé siempre su derecho a decirlo”, ni de seguir con el mantra obsoleto (sí, lo siento, obsoleto) de “en su modelo de país no quepo yo, pero en el mío sí cabe usted”. No. Por lo mismo que la violencia en sí misma no es valiente ni cobarde, cuando hablamos del discurso público no hablamos de libertad o censura de palabras en sí mismas. No combatimos la “libertad de hablar”, combatimos el poder que esas palabras representan, combatimos las palabras que son el brazo, el soporte y la condición de posibilidad de ese poder, de esa violencia supremacista. No combatimos en favor de una censura, combatimos en contra de la supremacía racial, de género, de sexo, binaria, patriarcal, funcional y clasista.

Toda violencia es disciplinaria y ejemplar. Toda violencia se produce como una señal a futuro que quiere recordar de quién es el espacio, y qué cuerpos pueden habitarlo. Las palabras, todas las palabras que deshumanizan unos cuerpos frente a otros, que despojan, cosifican, ridiculizan o estigmatizan, son la génesis de un tejido, de un camino, de un mapa. Las palabras no rajan el culo ni los labios. Las palabras indican que hay cuerpos erróneos, menos válidos, enemigos o incorrectos. Las palabras hacen del terreno político una cartografía donde rajar unos labios y un culo con una navaja sea posible, pueda ocurrir. Y ocurre.

Ojalá poder cerrar el texto con esa rabia transformadora que he visto en redes estos días. Ojalá acertar con la palabra justa de certidumbre puesta en lo colectivo (que es, sigue siendo, como siempre fue, nuestra única esperanza).

Ojalá no tener que ser nunca valientes ni cobardes.

 

 

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¿Quién le da la vuelta al cole?

Por Julián Guerra (@JulenWar)

 

Con el inicio del curso escolar volvemos a reflexionar sobre las carencias del sistema educativo, y entre ellas, las que se dan en el tratamiento de la diversidad afectivo-sexual. Para muchos, estos temas han pasado a cuarto o quinto lugar de importancia por entender que los protocolos anti-Covid deben ser prioritarios. Pero no olvidemos que la falta de atención a esta diversidad en los centros educativos también arrebata vidas y que, sin ningunear a la originaria de Wuhan, la LGTBfobia ha de ser considerada también una pandemia.
Los enfermos de este mal los encontramos en todo el mundo y su poder de contagio parece que aumenta. En España hay variantes muy peligrosas, como la de las tres letras verdes o la de cierta Consejera de Estado, y cuyo peligro ninguna autoridad parece advertir.

Pero seguimos iniciando cursos con esas carencias. El profesorado no aborda, salvo excepciones heroicas, estos temas, bien porque en el diseño curricular de su Comunidad no aparezcan, bien porque, apareciendo, ninguna administración educativa se preocupe de cerciorarse de que se llevan a cabo. O por miedo a padres contagiados de la variante de tres letras verdes; y es comprensible, porque el sistema no parece protegerles, no les invita de forma rotunda a tratar la diversidad afectivo-sexual de manera habitual. No debe seguir siendo este un “tema transversal” del que se habla “si se da la ocasión”, sino que debe formar parte de la rutina escolar.

Estamos tan acostumbrados a decir “sistema educativo” como un sintagma cerrado que llegamos a perder la noción de lo que significa la palabra sistema. En un sistema todos los elementos están relacionados entre sí y contribuyen a alcanzar un objetivo común. Por eso es inútil que existan personas o acciones aisladas en un centro, o en un país, que se esfuercen en incluir esta educación. Desde el Ministerio hasta el último conserje de colegio, pasando por consejeros, delegados, inspectores, directivas, profesores y AMPAS forman parte del sistema educativo y la labor de cada uno de ellos debe perseguir los mismos fines, entre ellos el de la educación en diversidad, de forma coordinada y coherente.

Entonces, ¿qué debe cambiar en los centros educativos respecto a este tema para que no tengan carencias? Para empezar, se debe informar a los profesores -y no solo tutores- sobre su obligación de incorporar estos conocimientos de diversidad, impartan lengua o matemáticas. Y, consiguientemente, se debe formar a estos profesionales en esta materia.

Asimismo, las personas al cargo del Departamento de Orientación deben poseer la capacidad necesaria para atender al alumnado en todo lo relativo a estos asuntos. Los profesores del colectivo empezamos a estar hartos de que estas personas nos envíen alumnos, alumnas, e incluso alumnes, porque no están preparadas para comprenderles. Que ayudamos encantados, pero no es nuestro cometido, y en muchas ocasiones nos colocan en situaciones de peligro.

Aparte de esto, ya es hora de que la Administración vele por el cumplimiento de las leyes revisando lo que los libros de texto -la gran mayoría en manos de editoriales filocatólicas- incluyen en sus páginas. ¿Por qué siempre tengo que sumar los caramelos que a Antoñito le da su padre y los que le da su madre? ¿No puede Antoñito tener dos madres alguna vez? ¿Por qué no hay ilustraciones o fotografías que retraten a parejas o familias diversas? ¿Son menos buenas?

Por otro lado, todos los agentes de la comunidad educativa deben estar formados en la legislación. No puede ocurrir que quien debe iniciar el protocolo trans, por ejemplo, espere a informarse de qué es “el protocolo trans” cuando llegan los padres a solicitarlo. No puede ocurrir que se tema al “pin parental” desconociendo su ilegalidad.

Y por último, toda la documentación –física o digital- que emane del centro (formularios, cartas, carteles…) debe incluir a todas las personas receptoras posibles. Las familias homoparentales no queremos seguir teniendo que tachar “padre” o “madre” cuando nuestros hijos nos traen papelitos del cole, y, sobre todo, no queremos que ellos perciban esa falta de consideración para con su modelo de familia.

Adoptar estas medidas no es tan difícil. Hay algunos centros estupendos, todavía muy pocos, donde se hace y bien, aunque tengan poca colaboración institucional. Pero no podemos conformarnos con las excepciones, porque eso se diluye en algo tan grande como un sistema. Necesitamos que se generalicen estas actuaciones, para que todo el alumnado pueda estar protegido frente a esta pandemia. Porque la educación también es una vacuna.

 

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Desmontando prejuicios sobre las personas LGTBI+

Por Charo Alises (@viborillapicara)

 

El rechazo a las personas LGTBI tiene su raíz en los prejuicios que anidan todavía en el imaginario colectivo . Desmontar esos prejuicios es fundamental para erradicar la discriminación por orientación sexual e identidad o expresión de género y garantizar el respeto a la diversidad.

– La homosexualidad no es natural
Se ha comprobado científicamente que más de 1.500 especies realizan actividades homosexuales con diferentes fines de supervivencia.  Entre ellos están los delfines, los leones, gusanos, patos, peces, osos, pingüinos, monos, etc. La homosexualidad ha existido siempre en el reino animal. Además, se van descubriendo nuevos comportamientos entre las especies y existen estudios sobre ellos desde hace muchos años.

– La homosexualidad es una enfermedad y se puede curar
El 17 de mayo de 1990 la Organización Mundial de la Salud (OMS) la excluyó de la Clasificación Estadística Internacional de Enfermedades y otros Problemas de Salud. Este avance fue el fruto de una larga lucha de los colectivos por los derechos de las personas homosexuales, que ya en 1973 habían logrado que la Asociación Norteamericana de Psiquiatría retirase la homosexualidad como trastorno de la sección Desviaciones sexuales de la segunda edición del Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (DSM-II)

– La homosexualidad es un fenómeno occidental.
Existen personas LGTBI en todas partes, en todos los países y todos los grupos étnicos, en todas las comunidades y en todos los niveles socioeconómicos. – Privar a las personas LGTBI de sus derechos humanos puede estar justificado por motivos de religión, cultura o tradición. La discriminación por razón de orientación sexual o identidad de género no puede justificarse por ningún motivo. Los derechos humanos son universales. Todos los seres humanos tienen los mismos derechos independientemente de cualquier circunstancia personal o social. La historia la religión y la cultura son muy importantes pero todos los Estados, tienen la obligación de garantizar el respeto a los derechos humanos de las personas LGTBI.

– La homosexualidad, la bisexualidad y la transexualidad, son modas actuales.
Existe documentación que acredita la existencia de personas con comportamientos asimilables a la homosexualidad, la bisexualidad y la transexualidad en diferentes momentos históricos.

– La relación con personas LGTBI o el acceso a información sobre diversidad sexual y de género, pone en peligro el bienestar de los niños y niñas.
Conocer y pasar tiempo con personas LGTBI y acceder a información sobre diversidad sexual y de género no influencia la orientación ni la identidad sexual de niños y niñas ni perjudica su bienestar.

– Las personas homosexuales no pueden tener relaciones estables.
Quienes no creen en la homosexualidad, piensan que estas parejas no durarían juntas el mismo tiempo que una pareja formada por un hombre y una mujer. Un psicólogo de la Universidad de Washington, John Gottam, realizó un estudio para desmentir este mito. Se realizó una entrevista a 42 parejas, las cuales fueron previamente estudiadas durante 12 años (21 parejas de gais y 21 parejas de lesbianas). Luego de los años de ser estudiados, fue solo el 20% que rompieron durante ese lapso. Con esto se pudo comprobar que esta famosa frase es solo un estereotipo más sobre los homosexuales.

– En las parejas del mismo sexo una de las personas hace de hombre y otra de mujer.
En una relación de pareja entre dos hombres o dos mujeres hay dos hombres y dos mujeres. Las relaciones entre personas del mismo sexo no son imitaciones de las parejas heterosexuales.

– Todos los homosexuales son afeminados y las lesbianas masculinas.
La expresión de género de una persona, esto es, sus actitudes y comportamientos, pueden coincidir con su orientación sexual o no. Esto significa, que un hombre con comportamientos que, socialmente, se asocian a la masculinidad, puede ser heterosexual o gay y que un hombre con comportamientos que, socialmente se asocian a la feminidad puede ser heterosexual o gay. Igualmente, el hecho de que una mujer tenga comportamientos que se asocien a lo femenino no significa que sea heterosexual. De la misma forma, una mujer que tenga comportamientos vinculados a la masculinidad puede ser heterosexual o lesbiana.

– Las lesbianas no tienen una sexualidad completa.
El principal falso mito en la sexualidad femenina es que la relación sexual entre dos mujeres es incompleta, ya que no se produce el coito (sin tener en cuenta los accesorios con los que sí puede darse la penetración). Un informe publicado en los Archives of Sexual Behaviour, realizado por las universidades de Indiana, Chapman y Claremont Graduate, en Estados Unidos, reveló que si bien los diferentes comportamientos de las parejas pueden tener una influencia fundamental en la frecuencia de los orgasmos, la heterosexualidad no es factor determinante para garantizar este hecho. – Las lesbianas se sienten atraídas por todas las mujeres y los gais se sienten atraídos por todos los hombres. Al igual que las personas heterosexuales, las mujeres lesbianas y los hombres gais tienen sus preferencias y sienten atracción por las personas que sean de su agrado, no por todas las personas de su mismo sexo.

– Las personas bisexuales son unas viciosas.
La bisexualidad es una orientación sexual tan válida como las demás. Las personas bisexuales pueden sentirse atraídas por personas de ambos sexos sin que esto sea sinónimo de vicio, promiscuidad o necesidad de tener relaciones, como también se dice, inexactamente.

– Cambio de sexo
Habitual e incorrectamente, se dice que las personas transexuales realizan un cambio de sexo, cuando en realidad no cambian de sexo. Son del sexo que sienten, no del que se le atribuye cuando nacen. Por lo tanto, lo único que hacen es adaptar su cuerpo mediante hormonas y cirugías para que se asemeje a su sexo sentido. El término correcto sería reasignación de sexo.

– Asociar la transexualidad con la prostitución.
Esto es debido a que las personas transexuales, en concreto las mujeres, han tenido un difícil acceso al mercado laboral. Ante esta barrera, algunas de ellas han tenido que recurrir al trabajo sexual. También han tenido que recurrir a ello para poder costear las operaciones cuando aún no las cubría la Seguridad Social.

– La transexualidad es una enfermedad mental.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) ha excluido la transexualidad de su lista de trastornos mentales publicada en junio de 2018. La transexualidad ha pasado a formar parte de un epígrafe nuevo. Lo ha hecho en la nueva actualización de la Clasificación Internacional de Enfermedades (CIE) denominado condiciones relativas a la salud sexual. La transexualidad se ha conceptuado como incongruencia de género. Sin embargo, la meta es que la transexualidad desaparezca completamente de la lista de enfermedades y las personas trans tengan la misma cobertura sanitaria que las mujeres embarazadas.

– Las personas trans son extravagantes y les gusta llamar la atención.
Cada persona es un mundo, y las personas trans no son una excepción. Del mismo modo que no todas las personas trans trabajan en el mundo del espectáculo, la extravagancia no es una característica común a todas las personas trans. También hay personas cisexuales que son extravagantes.

– La transexualidad es lo mismo que la intersexualidad.
Las personas intersexuales son aquellas cuyos genitales no se han formado de una manera estándar, mientras que las personas trans sí tienen desarrollados sus genitales de manera estándar pero no se corresponden

– Todas las personas trans son heterosexuales.
La orientación sexual y la identidad de género son conceptos distintos. Una persona cisexual puede ser lesbiana, gay o bisexual. De la misma forma una persona transexual puede ser lesbiana, gay o bisexual.

 

Las palabras matan tanto como las balas

Por Charo Alises (@viborillapicara)

 

Los discursos de odio anteceden a los delitos de odio. Recordemos que las palabras matan. Las palabras matan tanto como las balas.

Adam Dieng.
Ex asesor de la ONU Prevención del Genocidio

 

¿Qué es un discurso de odio?
Según la ECRI (Comisión Europea contra el Racismo y la Intolerancia), el discurso de odio comprende todas las formas de expresión que propagan, incitan, promueven o justifican el odio racial, la xenofobia, el antisemitismo y otras formas de odio basadas en la intolerancia, entre otras la intolerancia expresada por el nacionalismo agresivo y el etnocentrismo, la discriminación y la hostilidad contra las minorías, los inmigrantes y las personas de origen inmigrante.

El Tribunal Europeo de Derechos Humanos frente al discurso de odio

El Tribunal Europeo de Derechos Humanos (TEDH) articula el discurso de odio a partir de la obligatoriedad que tienen los poderes públicos de combatir expresiones que incida en la estigmatización que ya padecen los grupos vulnerables. El TEDH (sentencia Mariya Alekhina y otras v. Rusia), la Recomendación nº 15 de la ECRI y el Plan de Acción de Rabat de Naciones Unidas, conceden una importancia particular al soporte utilizado y al contexto en el que se difunde el discurso. Establecen la necesidad de examinar los siguientes elementos: el contenido, la forma, el tipo de autor, la intención y el impacto sobre el contexto.

El discurso de odio contra la orientación e identidad sexual
El TEDH , ha estudiado el discurso contra la orientación e identidad sexual en su sentencia Vejdeland y otros c. Suecia, de 9 de febrero de 2012. Los hechos fueron los siguientes:

En diciembre de 2004, los demandantes, junto a otras tres personas acudieron a una escuela secundaria superior y distribuyeron aproximadamente un centenar de panfletos dejándolos en un sobre en las taquillas del alumnado. El incidente finalizó cuando intervino el director del instituto y les conminó a abandonar el edificio. El panfleto provenía de una organización llamada National Youth y los folletos contenían, entre otras, las siguientes declaraciones:

Propaganda Homosexual. En el curso de las últimas décadas, la sociedad ha pasado del rechazo de la homosexualidad y otras desviaciones sexuales a abrazar estas inclinaciones a las desviaciones sexuales. Vuestros profesores antisuecos conocen perfectamente que la homosexualidad tiene un efecto moral destructivo en la sociedad y ellos, voluntariamente, trataran de considerarla como algo normal y bueno. Contarles que el HIV y el SIDA aparecen rápidamente entre los homosexuales y que su estilo de vida promiscuo es una de las principales razones y punto de apoyo de esta plaga moderna. Contarles que las organizaciones homosexuales están tratando de minimizar la importancia de la pedofilia y solicitan que su desviación sexual sea legalizada.

Por estos hechos, el Tribunal Supremo de Suecia condenó por mayoría a los artífices de ese panfleto por agitación contra un grupo nacional o étnico. El Tribunal consideró, que la injerencia en la libertad de los demandantes de distribuir los panfletos podía ser necesaria, en una sociedad democrática y proporcionada, con el objetivo de proteger a las personas homosexuales de la violencia que, de ese panfleto, se desprendía hacia ellos. El Tribunal sueco afirmó que, a la luz de la jurisprudencia del TEDH , debería hacerse una valoración exhaustiva de las circunstancias del caso, donde, en particular, debía considerarse lo siguiente: el reparto de folletos tuvo lugar en una escuela, los recurrentes no tenían libre acceso a los edificios, que pueden considerarse como un entorno relativamente protegido en cuanto a las acciones políticas de los intrusos, la colocación de los folletos en y sobre las taquillas de los alumnos significaba que los jóvenes los recibieron sin tener la posibilidad de decidir si querían aceptarlos o no. El propósito de la entrega de los folletos de hecho, era iniciar un debate entre el alumnado y el profesorado sobre una cuestión de interés público, en concreto, la objetividad de la educación en las escuelas suecas y proporcionar argumentos al alumnado. Sin embargo, estas acciones se llevaron a cabo de una forma ofensiva y despectiva para las personas homosexuales como grupo y sin tratar de evitar, en la medida de lo posible, declaraciones que sean injustificadamente ofensivas para otras personas, ocasionando así, una lesión de sus derechos y sin contribuir a ninguna forma de debate público que pudiese ayudar a una comprensión mutua. El objetivo de los folletos se podría haber logrado sin declaraciones que fueran ofensivas para las personas homosexuales como grupo. Según el Tribunal, a pesar de que estas declaraciones no incitaban directamente a las personas a cometer actos de odio, son acusaciones graves y perjudiciales. Entiende el TEDH que la incitación al odio no necesariamente entraña la llamada a un acto de violencia, u otros delitos. Los ataques que se cometen contra las personas al injuriar, ridiculizar o calumniar a grupos específicos de la población son suficientes para que las autoridades privilegien la lucha contra el discurso de odio racista frente a una libertad de expresión ejercida de una forma irresponsable ( Feret vs Bélgica, de 2009). A este respecto, el Tribunal consideró que la discriminación basada en orientación sexual es tan grave como la discriminación basada en la raza. (Fresno Linera, 2019).

El tratamiento del discurso de odio en España

El Código Penal español en el artículo 510, castiga a quienes públicamente fomenten, promuevan o inciten directa o indirectamente al odio, hostilidad, discriminación o violencia contra un grupo o parte del mismo o persona determinada por su pertenencia a aquél por motivos racistas, antisemitas, ideología, religión o creencias, situación familiar, etnia, raza, origen nacional, sexo, orientación o identidad sexual, razones de género o su discapacidad.

Por su parte, el Tribunal Supremo establece que para determinar si unas manifestaciones pudieran ser calificadas como discurso de odio, debe hacerse un riguroso análisis de las expresiones concretas y de la ocasión y el escenario en el que fueron pronunciadas, de la intención de quien las profiere y de todas las demás circunstancias concurrentes

Por último, no hay que olvidar una herramienta imprescindible para erradicar el odio: la educación en el respeto a la diferencia. Al igual que empecé, termino con una frase de Adam Dieng:

Debemos usar la palabra para que se convierta en una herramienta para la paz

Foto: Dean Hochman

 

Lo normal y lo extraordinario de la violencia hacia las personas LGTBI y sus familias

Pablo Morterero (@pabloMorterero)

 

Una reflexión que últimamente comparto bastante es que, en mi opinión, la violencia no es algo puntual o reducido a determinadas acciones u omisiones, sino que nuestras sociedades se han estructurado históricamente sobre la violencia.

Cometemos el error de definir exclusivamente como violencia aquella que produce daños corporales, amputaciones o muerte. Estas son sin duda las más terribles, pero no necesariamente las que a largo plazo sean las más dolorosas e inhabilitantes.

Pero la realidad es que las violencias van mucho más allá. Pero son tan habituales que pasan desapercibidas hasta para el ojo más prevenido.

Existe grandes hechos violentos, como el terrorismo, el asesinato, la violación. Ahí sí somos capaces, como individuos y como sociedad, de detectar rápidamente la violencia y nuestra respuesta por lo general es de severa condena y apoyo a las víctimas.

Pero existen violencia igual o más dañina para nuestra integridad física, social y emocional que no son tan evidentes y en las que no solemos reparar.

La violencia nos rodea. Se ejerce violencia en la pareja, en la familia, en los grupos de iguales, en el colegio, en la Universidad y en la empresa. Se ejerce violencia en las guarderías, en las residencias de ancianos y en los hospitales. Y se ejerce violencia en la política y en los medios de comunicación. No hay espacio de nuestra vida cotidiana donde esté exenta la violencia, a veces de baja intensidad, que adquiera formas de burlas, chantajes y apodos.

En el mundo anglosajón, tan dados a poner nombre a cualquier cosa o situación, los denomina bullying si se da en la escuela, o moobing, si ocurre en el trabajo, por ejemplo. Pero si leemos la prensa vemos las denuncias sobre las violencias obstétricas sobre las mujeres embarazas o parturientas, la violencia de las redes sociales, etc., algunas todavía sin nombre, pero igual de reales, dolorosas e incapacitantes.

Haber nacido, y ser educados y formados en medio de esa violencia de baja y media intensidad, hace que pasen desapercibidas o bien sean calificada de bromas, cosas de niños, asuntos de pareja, tradiciones, estrategias de motivación, cotilleos, etc.

Incluso nuestro refranero popular ensalza la violencia como práctica no solo tolerable sino recomendable: quien bien te quiere, te hará llorar; la letra con sangre entra; etc. son claro ejemplo de ello.

Y para afrontar esta violencia es fundamental tomar conciencia que cualquiera de nosotros somos a la vez ejercitadores de violencia y víctimas de ella. Porque los violentos no son necesariamente los que van embozados al final de una manifestación y portan cócteles molotov. Puede tener la apariencia de una amable abuela, de un joven responsable, e incluso de un atractivo presentador de noticias.

Y sin este paso, sin asumir que al estar educados en un sistema social que se articula sobre las relaciones de violencia y que nos convierte a la vez víctimas y verdugos, cualquier avance en este campo es muy limitado.

Como nos advertía Freidrich Schiller hace casi 200 años en su opúsculo “Sobre lo sublime”, “Nada es tan indigno del hombre, pues, como sufrir violencia: la actitud violenta lo aniquila. El que la ejerce nos disputa nada menos que la humanidad. El que la sufre cobardemente se despoja de su humanidad”.

Por desgracia, cada día las personas homosexuales (gais y lesbianas), bisexuales, no binarias o de género fluido, trans, intersex y queer, somos noticia por la violencia que sufrimos y que solemos denominar LGTBIfobia. Asesinatos, mutilaciones clínicas, palizas, amenazas, discriminación, etc, que llevan a muchos de los que lo padecen a las enfermedades mentales como la depresión, la adicción al sexo, el abuso de sustancia politóxicas o al intento de suicidio, en demasiadas ocasiones con éxito.

Por eso desde el activismo LGTBIQ debemos responder de forma contundente, coordinadamente y con valentía, ya que, si la sufrimos cobardemente, permitimos que nos despojen de nuestra humanidad.

Pero también debemos no solo ser capaces de detectar las violencias que nos aniquilan, en palabras de Schiller, sino también ser conscientes de aquellas violencias que ejercemos y que sin darnos cuenta despojamos de humanidad a nuestras víctimas.

La plumofobia, el edadismo, la gordofobia, etc. son algunas de esas lacras de violencia de baja y media intensidad que se viven entre las personas LGTBI, pero también la gaifobia, lesbofobia o la transfobia interiorizada, que nos llevan a ser víctimas de ella a la vez que verdugos de otras personas homosexuales y trans.

Incluso en ocasiones, la utilización desmedida de la acusación de homofobia o transfobia hacia los demás esconde una forma torticera de violencia.

La lucha contra esa violencia debe partir desde dentro hacia fuera. Para afrontar con éxito esa batalla, debemos primero analizar como desde nuestra vida cotidiana ejercemos violencia y la padecemos. Detectar los vínculos emocionales de esa violencia e intentar cambiar es fundamental en esta lucha.

Así estaremos realmente dando la batalla a las violencias.

 

Foto: Global Panorama

 


Esas mujeres poco mujeres…

Mar Tornero.
Vicepresidenta del Colectivo GALACTYCO, Cartagena. 

 

No estoy muy segura de escribir este artículo, pero lo voy a intentar.
Una vez escuché a Miquel Missé decir que las mujeres lesbianas masculinizadas teníamos mucho que decir al respecto de la realidad trans. Y sí, es cierto.

Nosotras, esas mujeres “poco mujeres” que crecimos en entornos en donde el género estaba marcado a fuego, tuvimos que lidiar con la violencia establecida que dirimía y juzgaba sin pudor cuándo estabas dentro de los cánones establecidos y cuándo te salías de la norma en cuanto a ser mujer se refiere: chicazos, marimachos, envidiosas del pene y otras lindezas fueron expresiones que tuvimos que soportar demasiadas veces mientras construíamos nuestra personalidad. Y no ya porque desearas ser amante de otra mujer, no. Era porque tu modo de estar en el mundo no cumplía con unas normas sociales inventadas para ser mujer o ser hombre. “Vistes como hombre, montas en bici como hombre, conduces como hombre, trabajas como hombre, llevas el pelo como hombre, y hasta deseas como hombre….”, ¿pero esto qué mierda es? Entonces no les bastaba mi genitalidad…

Si pudiera decir en un artículo “estoy hasta el coño”, lo diría, pero no lo voy a decir. Aunque hablando de coños, diré que estoy muy orgullosa del mío, que jamás envidié un pene, y que si sigo siendo una mujer es porque aprendí a librarme de cuantos estereotipos de género me marcasteis, sociedad en general. Aprendí a ser como soy amando el cuerpo que tengo y mi manera de hacer vida con él, a pesar de todos esos mensajes que pretendían hacerme creer que había algo erróneo en mí.

Ahora, esa sociedad en general, siempre tan empática, se pone a opinar sobre si es apropiada la autodeterminación del género para todas aquellas personas a las que habéis tratado de domesticar sin éxito con vuestros estereotipos artificiales, esos que hunden sus raíces en creencias fantasiosas e irracionales. Y cuestionan su legitimidad, su dignidad, sus derechos y hasta su sufrimiento. Y de todo esto lo peor es el desprecio que cotidianamente me llega de mujeres supuestamente feministas, e inteligentes, que enarbolan la bandera de la disolución del género, como si esto fuera la panacea para acabar con la violencia contra las mujeres. Y para ello han puesto en la diana especialmente a las mujeres trans.

¿Por qué no vais a por todos aquellos que nos han hecho sentir y creer que tener un coño o un pene llevaba implícito una caterva de disparates que nada tienen que ver con nuestra biología? Todos aquellos que consiguieron que el “sexo varón” disfrutara de privilegios frente al “sexo mujer”, y que nos construyó con infinitas características que tanto muchas mujeres como muchos hombres hemos desmontado, TRANSgrediendo los mandatos de quienes los dictaban y de quienes los asumían.

Siempre tuve problemas para “hacer de mujer” cuando las convenciones sociales así lo exigían. Y eso sí que fue violencia contra mi persona: nadie me dijo que era una mujer perfecta tal y como era, nadie me aportó un ápice de empatía y comprensión sobre la clase de mujer que yo he sido. Y muy al contrario, fueron cientos los mensajes que cuestionaban mi ser como mujer. Su mirada sobre mis características biológicas pretendía obligarme a ser una mujer que yo nunca supe cómo ser. Y disfrazarme, como ahora le gusta decir a alguna académica del feminismo, era ir a la sección de mujeres de El Corte Inglés para vestirme con ropa extraña para mí, teniendo como alternativa la sección de hombres, tan extraña como la anterior. ¿Y ahora vais y arremetéis contra quienes piden la autodeterminación del género?

No os entiendo. Ahí tenéis a toda una cultura que nos ha oprimido, arremeted contra ella, y dejad a las personas trans que vivan en paz, reconocedles su derecho a ser con la misma naturalidad que habéis asumido vuestras “feminidades absolutas”, y vuestras “masculinidades perfectas”. Y si de lo que se trata es de disolver los mandatos de género, mirad hacia otro lado, ahí donde se construyen y alimentan: en cada escuela, en cada partido político, en cada comercio, en cada libro de texto, en cada universidad, en cada parlamento, en cada entorno laboral, en cada vecindad, en cada familia, en cada pandilla de adolescentes, en cada expresión cultural. Tirad del hilo de la Historia y del montaje social establecido en ella hasta llegar a nuestro presente, y ahí es donde podéis empezar a lanzar improperios a diestro y siniestro dejando a las personas trans en paz. Aunque sea por honestidad, aunque sea por respeto. Un mínimo de empatía, por favor.

No perdono a los asesinos de Samuel

Juan Andrés Teno (@jateno_)

Hay momentos en los que hay que dar un golpe de sobre la mesa y actuar. Hay situaciones que te obligan a no dar un solo paso atrás y negar ante la posibilidad del diálogo y del convencimiento. Hay momentos de hartazgo, de no poder más, de plantarte ante la vida y mantener una postura inamovible.
Siempre he escrito desde el corazón a través del entendimiento, pero hoy me nace hacerlo desde las tripas, desde el dolor de la realidad y con el convencimiento de que aplicar paños calientes ante la violencia sólo genera más violencia y la sensación de impunidad ante quien la ejerce.
Por todo ello:
No perdono a quienes gratuitamente durante las últimas semanas han agredido físicamente a jóvenes por su orientación sexual.
No perdono a quienes han posibilitado que los segundos tipo de delitos de odio que más aumentan en España sean los cometidos contra personas LGTBI.
No perdono a VOX y a la extrema derecha que siguen negando derechos y realidades del colectivo.
No perdono a quienes desde el PP acceden a cargos institucionales gracias a negociar nuestros derechos con VOX.
No perdono a quienes desde Ciudadanos desarrollan políticas LGTBI en gobiernos que son posibles gracias al apoyo de VOX y a que el PP negocia nuestros derechos fundamentales a cambio de aprobar unos presupuestos.
No perdono al PP que quiso impedir el matrimonio igualitario y que ahora se hace fotos junto a una bandera arcoíris.
No perdono a los gobiernos autonómicos que aprueban leyes LGTBI para no implementarlas jamás.
No perdono a los políticos que sólo se acuerdan del colectivo LGTBI para hacerse una foto el 28 de junio.
No perdono a las mujeres del PSOE que se han hundido en la caverna negando las realidades trans.
No perdono a las feministas que claman al cielo por que una ley va a conceder a las personas trans el derecho a ser sin tutelas ajenas.
No perdono a quienes niegan las infancias trans.
No perdono a las feministas que mienten al afirmar que la ley Trans-LGTBI posibilitará hormonas y cirugías a la infancia trans.
No perdono a quienes conscientemente siguen nombrado a las personas trans con el nombre que le pusieron al nacer.
No perdono a quienes hablan de hombres transfemeninos y transgenerismo cuir.
No perdono a quienes niegan la existencia de personas no binarias.
No perdono a quienes quieren separar a las personas trans del colectivo LGTBI.
No perdono a quienes demonizan a la teoría queer por que no tienen valor de hacerlo con el colectivo LGTBI.
No perdono a los gobiernos que desde el año 2015 han seguido manteniendo que las parejas de mujeres, ya sean lesbianas o bisexuales, tengan que casarse obligatoriamente para poder filiar a sus hijos.
No perdono a los gobiernos de izquierda y de derecha que ha mantenido cerrada la sanidad pública a las mujeres solas o en pareja que optan por las técnicas de reproducción asistida.
No perdono a quienes consideran que “lo LGTBI” es una ideología partidista.
No perdono a quienes no comprenden que el movimiento LGTBI utiliza herramientas políticas en pos de una sociedad más diversa, plural y democrática.
No perdono a quienes quieren imponer el pin parental para que la infancia y la adolescencia no conozcan los valores de igualdad y diversidad.
No perdono a las familias que niegan que uno de los fines de la escuela pública sea la educación en valores.
No perdono a los adultos que adoctrinan a menores, que terminan haciendo bullying a sus iguales por su orientación sexual, identidad de género, expresión de género o pertenencia grupo familiar.
No perdono a madres y padres que rechazan a sus hijas, hijos o hijes por su orientación sexual o identidad de género.
No perdono a las autoridades educativas que siguen sin posibilitar que la educación afectivo sexual, familiar y de género sea obligatoria en los centros educativos.
No perdono a las autoridades educativas que siguen permitiendo que las editoriales de libros de texto solo reflejen un tipo de familia en sus páginas.
No perdono a los médicos y padres que mutilan a bebés intersexuales.
No perdono a los activistas LGTBI que acusan a las familias homoparentales de perpetuar una sociedad neoliberal y capitalista, cuando ellos lo hacen a diario en su vida personal.
No perdono a quienes siguen negando a las infancias LGTB y las hijas e hijos de personas LGTB el derecho de expresar sus opiniones y que estas sean tenidas en cuenta en la petición o desarrollo de políticas que les afectan a ellos directamente.
No perdono a quienes vulneran la dignidad de las hijas e hijos de personas LGTB independientemente de cual sea su origen.
No perdono a quienes, por rechazar la gestación subrogada, utilizan un lenguaje violento y mutilador que acaban dañando a los seres más vulnerables de las familias creadas por este proceso: las personas menores de edad.
No perdono a quienes siguen afirmando que las personas LGTBI tienen los mismos derechos de las heterosexuales.
No perdono a quienes utilizan la palabra “maricón” como un insulto.
No perdono las empresas que rechazan las demandas de empleo de las personas trans.
No perdono a quienes por sus palabras o acciones impiden que las personas LGTBI puedan mostrarse libremente en sus centros de trabajo.
No perdono a la jerarquía de la iglesia católica que sigue afirmando que dos hombres o dos mujeres con hijos no pueden conformar una familia.
No perdono a la iglesia católica que afirma “aceptar” a las personas LGTB siempre que no mantengan relaciones afectas y/o sexuales.
No perdono a quienes “aceptan” a gais y lesbianas siempre que “no se les note” lo que son.
No perdono a quienes son testigos de un agravio a una persona LGTB y miran hacia otro lado.
No perdono a homosexuales que rechazan a otros homosexuales por no tener una expresión de género normativa.
No perdono a quienes siguen abogando por las terapias de conversión.
No perdono la LGTBIfobia.
No perdono a los asesinos de Samuel.
Y no perdono porque el perdón debe ser un ejercicio íntimo y veraz de la persona que comete un acto vil hacia una persona y debe hacerse sin esperar que la víctima acepte ese perdón. Y esto no está ocurriendo.
No perdono y en la ausencia del perdón hay una aspiración infinita por seguir luchando por la dignidad lesbianas, gais, bisexuales y personas trans, no porque uno se crea un superhéroe capaz de cambiar el mundo, si no por es posible crear espacios personales libres de LGTBIfobia en la familia, en las amistades, en la vecindad, en los centro de trabajo… pequeñas burbujas que pueden unirse a otras burbujas para posibilitar una sociedad más libre.
No queda otra que seguir luchando, no callarse, no permanecer inmóvil, no declararse imparcial. Ya no vale que no seas activista o que seas heterosexual. Ya no vale, por que la vida de un joven ha sido derramada en A Coruña a causa de nuestra pereza y falta de compromiso como sociedad democrática.
Levantemos las piernas e iniciemos la lucha:

We are the Stonewall girls
We wear our hair in curls
We have no underwear
We show our pubic hairs

 

JUAN ANDRÉS TENO

Periodista y activista LGTBI especializado en Diversidad Familiar

Cuenta en Twitter: @jateno_ 

Blog: https://familiasdecolores.wordpress.com/

 

No cabe duda: una nueva ola de odio LGTB+ se está extendiendo por el mundo

Fernando Alvaro. Periodista Independiente

 

La conmoción que generó el vil asesinato de un joven gay en España no tiene precedentes. Este es uno de los mejores países para vivir siendo gay, pero los ataques de los últimos días muestran que, quizás, ningún país es realmente seguro. Lo ocurrido recientemente en Turquía y Georgia, donde los desfiles del Orgullo fueron interrumpidos brutalmente o incluso cancelados, representan un aterrador resurgimiento del odio LGTB+.

 

La policía turca dispersa la marcha del Orgullo de Estambul

En Turquía, la policía antidisturbios dispersó la marcha del Orgullo de Estambul del pasado mes de junio utilizando gases lacrimógenos y pelotas de goma contra los manifestantes. Después del desfile, un grupo de asistentes sufrió el ataque homofóbico de una multitud de 30 hombres mientras dejaban el evento. Estos hechos son consecuencia de la creciente hostilidad y discriminación contra el colectivo LGTB+ promovida por el gobierno de Erdogan en los últimos años.

La marcha del Orgullo de Estambul está prohibida desde 2015 y la policía reprime con violencia y realiza detenciones arbitrarias entre los que se manifiestan de forma pacífica. Estas medidas van acompañadas de una retórica homofóbica que defiende que los desfiles constituyen una vulneración de la moral pública.

Sin ir más lejos, en marzo de este año, Erdogan anuló la ratificación del Convenio de Estambul, un acuerdo del Consejo de Europa para combatir la violencia contra las mujeres. Desde el 1 de julio, Turquía está fuera del convenio y una de las razones aducidas para esta salida es que este promovería la homosexualidad, un pretexto para seguir promulgando el discurso discriminatorio contra el colectivo LGTB+.

 

La violencia de la extrema derecha impide la celebración del Orgullo LGTB+ en Georgia

El pasado 5 de julio, la Marcha de la Dignidad por los derechos LGTB+ en Tiflis, capital de Georgia, tuvo que ser cancelada por los propios organizadores debido a los actos violentos provocados por la ultraderecha y la Iglesia ortodoxa.

Una multitud violenta y homófoba arrasó la sede del Orgullo de Tiflis el mismo día en el que se iba a celebrar la marcha. Escalaron el edificio hasta el balcón y vandalizaron lo que encontraron a su paso, incluidas las banderas arcoíris. Mientras tanto, en otros lugares, se produjeron ataques a varios periodistas a los que les destrozaron las cámaras.

Ante estos hechos y la pasividad del gobierno, los organizadores decidieron cancelar el evento por motivos de seguridad. El Primer Ministro de Georgia, Irakli Garibashvili, culpó de estos sucesos al evento en sí mismo, que había calificado de inapropiado, y a los propios organizadores por incitar a la violencia convocando la manifestación en un lugar público en donde se podía generar confrontación. Los activistas consideran esto un ataque a los derechos sociales y valores democráticos por parte del gobierno georgiano.

 

Un joven gay es brutalmente asesinado en España

España sigue conmocionada por el asesinato homófobo del joven de 24 años Samuel Luiz el sábado 3 de julio en la ciudad de A Coruña. Samuel salió de un pub con una amiga sobre las tres de la madrugada y, ya fuera, hicieron una videollamada a otra persona. Un grupo de chicos que pasaba por allí interpretó la videollamada como que los estaban grabando y, tras proferirle insultos homófobos, comenzaron a golpear a Samuel hasta provocarle la muerte.

El vídeo de la brutal agresión salió a la luz el pasado 7 de julio y en él se puede ver como el asesinato fue un linchamiento propinado por un número indeterminado de agresores. De momento hay seis detenidos, tres de los cuales ya han ingresado en prisión y la policía mantiene varias líneas de investigación abiertas.

El trágico suceso desató una oleada de manifestaciones de repulsa contra el asesinato y defensa de los derechos LGTB+ en todo el país. En el caso de Madrid, se produjeron cargas policiales contra los manifestantes que pedían justicia para Samuel. Mientras en la calle se sucedían las protestas, la presidenta madrileña, Isabel Díaz Ayuso, se desmarcó de la motivación homófoba del crimen y en la sesión de control de la Asamblea de Madrid el día 8 de julio se refirió dos veces a Samuel como “el chico de Galicia”, evitando decir su nombre.

En la misma línea, el presidente de la Xunta de Galicia, Alberto Núñez Feijóo, rechazó que se tratara de una agresión homófoba. Sin embargo, el asesinato de Samuel no es un hecho aislado, se enmarca dentro de un creciente auge de ataques contra el colectivo LGTB+ en España.

 

Repunte del odio LGTB+ en el mundo

Estos sucesos, ocurridos en diferentes países, muestran que se está produciendo una nueva ola de odio y violencia contra la comunidad LGTB+ ante la pasividad de gobiernos y autoridades. La brutalidad policial utilizada en la marcha del Orgullo de Estambul y las cargas contras los manifestantes en Madrid, así como la ausencia de protección para el desarrollo de la marcha en Tiflis, ponen de manifiesto la discriminación institucional hacia este colectivo.

Ante esta nueva oleada de odio, en parte alentada por los discursos de la extrema derecha, y la vulnerabilidad a la que está expuesto el colectivo LGTB+, las reivindicaciones y protestas son más necesarias que nunca.

 

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La LGTBIQFOBIA también va contigo aunque seas hetero

Pablo Morterero (@pabloMorterero)

El asesinato de Samuel ha provocado, entre otras cosas, que la situación de las personas LGTBIQ también se comenten en espacios donde generalmente no suele ocurrir.

Uno de esos comentarios me lo ha hecho un colega de trabajo y amigo, que a pesar de todo lo que sabemos e intuimos no ha dejado de sorprenderme.

Este amigo, hetero y padre de un hijo, me cuenta que un amigo suyo, también hetero, iba por la calle cogido de la mano con su hijo, y fue increpado y calificado calificado de “maricón viejo que iba con niños” por un viandante. Esta anécdota había impactado tanto a mi amigo, que desde entonces evitaba ir de la mano de su hijo de 13 años por temor a ser agredido.

Y es que la LGTBIQfobia no solo destroza la vida de las personas LGTBIQ y sus familiares, sino que también supone una losa terrible para las personas que no se identifican con el acrónimo.

Como bien saben los y las que trabajan en materia de delitos de odio, da igual si eres o no eres, solo basta con que el agresor o la agresora piense (a veces fantasee) que lo eres.

Con la LGTBIQfobia nadie está a salvo. Ni disimulando la pluma, ni ajustando tu expresión de género a lo que se espera de un hombre o una mujer, ni siquiera siendo un hetero o una hetera de manual.

La LGTBIQfobia es una hidra de mil cabezas, que puede descargar su furia contra cualquiera, nadie está a salvo. No basta con que sepas que tu hijo es hetero, no es suficiente que como mujer te atraigan los hombres, no te salva que te guste el futbol y que todos conozcan que estás enrollado con una trabajadora de la empresa de enfrente.

La LGTBIQfobia no solo puede condicionar tu vida, limitar tu libertad y obligarte a comportarte como no quieres, como lo ha ocurrido a mi amigo hetero (y muy hetero) si no que también puede hacer que te agredan, te lesionen o te maten.

Porque la LGTBIQfobia no va de maricones, ni de bolleras, ni de travelos, ni de bichos raros. Va de la libertad para ser y vivir plenamente sin que nadie te cuestione, te agreda, te viole o te mate. Va, incluso, de que un padre hetero pueda, o no, ir por la calle de la mano de su hijo de 13 años.

 

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Lo que te llaman mientras te matan importa

Por Charo Alises (@viborillapicara)

 

Dice la OSCE ( Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa, que un delito de odio es toda infracción penal, incluidas infracciones contra las personas y contra la propiedad, cuando la víctima, el lugar o el objeto de la infracción son seleccionados a causa de su conexión, relación, afiliación, apoyo o pertenencia real o supuesta a un grupo que pueda estar basado en la raza, origen nacional o étnico, idioma, color, religión, edad, discapacidad física o mental, orientación sexual u otros factores similares, reales o supuestos.

Cualquier delito de los contemplados en el Código Penal puede ser considerado un delito de odio si está motivado por un prejuicio.

La consecuencia de calificar una infracción penal como delito de odio es que se producirá un agravamiento de la pena.

La gravedad del delito de odio radica en que no solo afecta a la víctima sino que lanza un mensaje de intolerancia a todo el colectivo al que la víctima pertenece.

Cuando nos encontramos frente a un posible delito de odio, el principal objetivo de la actividad probatoria debe ser acreditar la motivación discriminatoria del hecho punible ya que, solo así, se podrá aplicar al tipo básico la agravante del artículo 22.4 del Código Penal.

Uno de los medios para acreditar la motivación discriminatoria del delito son los llamados indicadores de polarización. Los indicadores de polarización son indicios que señalan que estamos ante un delito de odio:

-Percepción de la víctima.
Siguiendo las recomendaciones de la Comisión Europea contra el Racismo y la Intolerancia (ECRI), la sola percepción de la víctima de haber sufrido un delito por motivos discriminatorios, debe llevar a las autoridades a emprender una investigación para confirmar o descartar la naturaleza discriminatoria del delito. Esta percepción no conlleva la automática consideración de los hechos como constitutivos de un delito de odio pero si compele a las autoridades a realizar las diligencias indagatorias que sean necesarias para averiguar el posible móvil discriminatorio del hecho punible.

-Pertenencia de la víctima a un colectivo o grupo minoritario.
Víctima de un delito por motivos étnicos, raciales, religiosos, de orientación o identidad sexual, discapacidad, etc. También puede ocurrir, que una persona no perteneciente a un colectivo vulnerable sea víctima de un delito de odio, bien por asociación (relación de la víctima con ese colectivo por motivos familiares, profesionales o de otra índole) o por error (víctima percibida como miembro de un colectivo vulnerable sin serlo).

-Expresiones o comentarios al cometer el hecho.
En este caso, se recomienda que sean recogidas con toda su literalidad en las declaraciones de la víctima o testigos y destacadas a ser posible usando letras mayúsculas y en negrita.

-Tatuajes o la ropa
La ropa o los tatuajes del autor de los hechos en muchas ocasiones estarán, por su simbología relacionada con el odio, muy gráficos para acreditar el perfil del autor y la motivación del delito. En este sentido, la policía deberá aportar informes fotográficos incorporados a los atestados que reflejen todos estos datos.

– Propaganda, estandartes, banderas, pancartas etc de carácter ultra.
La propaganda, estandartes, banderas, pancartas y otros objetos de carácter ultra que porte el autor o que puedan ser encontrados en su domicilio, son también indicadores de que los hechos denunciados pueden ser constitutivos de un delito de odio. Todos estos efectos deben ser filmados o fotografiados para su incorporación al atestado. El análisis de estos efectos, requerirá un conocimiento por parte de los investigadores de lo que se denomina la simbología del odio.

– Relación de la persona sospechosa con grupos ultras del fútbol.
En este caso, será necesario cruzar los datos de que dispongan los coordinadores de seguridad de estadios de fútbol en aplicación de la legislación de violencia en el deporte.

– Antecedentes policiales de la persona sospechosa.
Es también un indicador el hecho de que la persona sospechosa haya participado en hechos similares o por sido identificado anteriormente en la asistencia a conciertos de carácter neonazi de música RAC/OI, asistencia a conferencias, reuniones o manifestaciones de carácter ultra caracterizadas por su hostilidad a colectivos minoritarios. En este supuesto, se recomienda solicitar estos datos a los grupos de información de los cuerpos policiales.

– Lugar donde se comete el delito (proximidad centro de culto, bar de ambiente LGBT etc.).

-Relación del sospechoso con grupos o asociaciones caracterizadas por su odio, animadversión u hostilidad contra colectivos de inmigrantes, musulmanes, judíos, homosexuales.

-Fecha de comisión señalada para el colectivo afectado (Día del Orgullo LGTBI), o para el autor de los hechos (día del nacimiento de Hitler).

– La aparente gratuidad de los hechos denunciados.

La aparente gratuidad de los hechos denunciados, particularmente si son violentos y la víctima pertenece a un colectivo minoritario, es el indicador más potente de que nos encontramos frente a un delito de odio. Cuando una agresión o unos daños intencionados no tienen explicación verosímil y la víctima pertenece a un colectivo minoritario por su origen, etnia, religión, orientación o identidad sexual, el color de su piel o sus rasgos físicos, es muy probable que nos encontremos frente a un delito de odio y que la verdadera motivación del delito sea la pertenencia de la víctima o su relación con dicho colectivo.

Ahora bien, la presencia de dichos indicadores no demuestra por si sola la existencia de un delito de odio. Los móviles de odio solo quedarán demostrados tras una investigación rigurosa y exhaustiva cuyo resultado sea ratificado por un órgano judicial.

Si se dan los indicadores de polarización, el hecho debe quedar registrado como un delito de odio y se ha de emprender una investigación más profunda sobre el móvil del delito.

Por tanto, son importantes las expresiones proferidas a la víctima durante una agresión para calificar un hecho como delito de odio. Lo que te llaman mientras te matan importa.

 

«Luta contra a Homofobia. Foto: Guilherme Santos/Sul21» by Brasil de Fato is licensed under CC BY-NC-SA 2.0