La crónica verde La crónica verde

Podrán cortar todas las flores, pero no podrán detener la primavera. (Pablo Neruda)

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Conoce al latón, el cerdo «ibérico» del Pirineo aragonés

Latones alimentándose en el bosque de La Fueva.

En fabla, la lengua aragonesa, la cría del cerdo se denomina latón. Criados en montanera al estilo de los famosos cochinos ibéricos, en el Valle de la Fueva, en la comarca del Sobrarbe (Huesca), dan lugar a un producto tan singular y exquisito como sostenible: el latón de la Fueva. Los cerdos felices del Pirineo aragonés.

En este vídeo subido a mi canal de YouTube [¿te suscribes] lo cuento con detalle.

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Otra fiesta vergonzante: el lanzamiento de pava de Cazalilla

Pava

La expresión “subírsele a uno la pava” significa en castellano “ponerse colorado”, sonrojarse. Como yo me sonrojo cada 3 de febrero, fiesta de san Blas, pensando en el pueblo de Cazalilla (Jaén) en lugar de en cigüeñas. Allí sus vecinos llevan casi un siglo celebrando al santo patrón de la manera más, como mínimo, curiosa. Tirando una pava desde lo alto del campanario de la iglesia parroquial. ¡A ver quién la coge! ¡El que la pille se la queda! Qué majos son. Bestias pero majos. Lee el resto de la entrada »

Somos palabra, especialmente en Navidad

Phrenologychart

Es el viejo chiste navideño: ¿Qué tal las fiestas? ¿Bien o en familia? En realidad la Navidad es en familia o no es, pues de eso se trata. De vernos al menos una vez al año con padres, abuelos, primos, suegros y cuñados en reuniones que nos sirvan para afianzar nuestros cada vez más débiles lazos de linaje.

Es verdad que son fechas donde entre los excesos verbales de unos y los alcohólicos de otros se puede acabar entrando en esos complejos temas que siempre es importante evitar: política, fútbol y religión. Y acabar a gritos o hasta a mamporros. Pero también es el momento de recuperar, completar o actualizar nuestra historia más íntima, de hablar, de recordar la niñez y, todavía más importante, rehacer nuestro árbol genealógico salpimentándolo con cientos de esas maravillosas anécdotas de antepasados que, a fin de cuentas, son las que marcan nuestro bagaje existencial.

Fue el filósofo Aristóteles quien, hace ya 2.400 años, confirmó lo evidente: el hombre es un animal socialzoon politikon») que desarrolla sus fines en el seno de una comunidad. En su grado más estricto, ese grupo se ciñe a la familia, célula fundamental de la sociedad, aunque no todos estén de acuerdo con ello. Otros pensadores recuerdan cómo, frente a esos amigos que elegimos y descartamos a lo largo de la vida, la familia es inevitable y demasiadas veces se convierte en una terrible fuente de conflictos y sufrimientos.

No les falta razón, aunque esos líos son también nuestras raíces. Y para mí, que aborrezco la Navidad en lo que tiene de tonto consumo irrefrenable, pero amo la historia, estas fechas son el momento perfecto para eso que tantas veces se nos olvida: hablar y escuchar. Disfrutar de la palabra.

Lo reconozco, soy un devoto de las largas, larguísimas pláticas familiares. ¡Cuánto se aprende! ¿No te pasa a ti lo mismo? Si no fuera por estas reuniones ¿cómo conocería las historias increíbles de ese abuelo al que su padre le obligaba a casarse con su hermanastra, nacida de una relación secreta con una vecina del mismo pueblo, y que fue desheredado por negarse a cumplir tan insólita propuesta? ¿O la de ese bisabuelo arriero que colgaba una campanilla de plata en la mula por cada nueva amante para desesperación de su esposa? ¿O la de esas historias de brujas, de fortunas robadas, de sinvergüenzas y algún que otro (escaso) santo familiar?

Porque todavía somos palabra, al menos en Navidad, seguramente también tú has disfrutado de algunos de estos buenos momentos navideños charlando y reconstruyendo tu memoria íntima. ¿Opinas igual que yo o eres de esos que sufren en silencio unas historias que ya no le interesan? Cuenta, cuenta.

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Los biopiratas se aprovechan de los saberes de Panchito

Campesino

Pancho Cárdenes era un viejo yerbero de Gran Canaria. Pasó poco por el colegio, pero tenía unos conocimientos extraordinarios sobre plantas medicinales, ungüentos y tisanas capaces de aliviar las enfermedades más comunes de sus vecinos de Valleseco en unos tiempos en los que llamar al médico era un lujo imposible por lo inalcanzable.

Hoy, solucionado el problema sanitario, esos curanderos han desaparecido. Ganamos en salud, eso nadie lo duda, pero a cambio de perder unos saberes maravillosos capaces de aliviarnos los males más frecuentes y menos graves. De ser autónomos frente a las pequeñas dolencias.

Donde ahora vemos hojas y flores anónimas ellos veían remedios. Aferrados a la botica de diseño ya no nos interesa saber cómo se distingue y para qué sirve la manzanilla, la cola de caballo o la hierba clin. ¿O sí?

Una delegación del Instituto de Medicina Tradicional China de Pekín ha visitado recientemente Canarias para conocer con detalle las aplicaciones terapéuticas tradicionales de las plantas isleñas. Otros, representantes de multinacionales farmacéuticas, escudriñan el campo buscando medicinas donde las gentes del campo siempre supieron que estaban, donde siempre las usaron.

No les empuja la curiosidad. Buscan la rentabilidad económica de un legado que es de todos pero que muchas veces pasa a ser propiedad de unos pocos. Algunas de estas especies autóctonas, únicas en el mundo, atesoran remedios contra el cáncer, la diabetes o el alzhéimer.

Lo lógico sería que fueran investigadores nacionales quienes hiciesen este trabajo, y empresas españolas quienes patentaran el resultado, pero no se hace. ¿Investigar en España? Qué inventen ellos… con lo nuestro.

Si Panchito levantara la cabeza no se lo creería. Todo su saber se lo estamos regalando a los biopiratas.

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Matan cientos de miles de halcones para comérselos como tapa

«Siempre se hizo así» no es una razón. Las peleas de perros, la caza del zorro o el lanzar la cabra por el campanario son ya por suerte escenas de un pasado en blanco y negro. Los toros lo serán en pocos años. La caza de pajaritos para acabar como raquítica tapa de incultura es igualmente atávica costumbre culinaria del pasado español. Pero en muchos países se mantiene con alegría el triste dicho de «ave que vuela, a la cazuela«.

Como en el noreste de India, en el estado de Nagaland, donde decenas de miles de bellísimos cernícalos del Amur (Falco amurensis) son capturados y sacrificados cada día durante su migración desde Siberia hasta África para acabar como tapas. Un terrible peaje en el lugar donde se concentran en mayor número durante fabulosas migraciones que les llevan a recorrer más de 22.000 kilómetros al año.

Entre 120.000 y 140.000 de estos pequeños halcones insectívoros acaban cada otoño ensartados en espeluznantes pinchos ahumados de comida tradicional india.

En octubre de este año, voluntarios de Conservation India documentaron la masacre y han puesto en marcha una ciberacción para intentar parar tan injustificable matanza.

Sí, ya sé que muchos diréis que es comida. Que las gentes de ese remoto lugar son pobres. Que primero son las personas y después los animales. Pero mirad un momento este vídeo y decidme si no se os ponen los pelos de punta. Porque matar a estas aves no soluciona el hambre de la zona. La caza apenas dura 10 días al año, así que nadie depende de tan escaso recurso. Tan sólo es incultura. Como lo fueron nuestros pajaritos fritos.

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El rinoceronte se va al cuerno pero sin sus cuernos

El gran unicornio acorazado se extingue. Su cuerno, duro y erecto como un falo monstruoso, lo está llevando al desastre. En realidad le arrastramos allí nosotros, ávidos de milagrosas medicinas capaces de arreglar con un puñado de dólares la impotencia de nuestras frustraciones.

Increíble. En una sociedad ciega a la realidad del siglo XXI, vuelven con renovadas fuerzas las creencias mágicas, las pseudociencias, las supercherías, como si no hubiéramos aprendido nada en este último milenio de fabulosos avances científicos. ¿Es necesario explicar que el rinoceronte no es una medicina?

El cuerno del rinoceronte es tan sólo queratina, una gran uña que la evolución colocó en su hocico como curiosa arma disuasoria. Pero nos gustan los mitos, especialmente los sexuales y los asiáticos. Resulta muy cool volver la vista hacia medicinas tradicionales chinas basadas en la superstición, donde se antepone una triste erección a la protección de la biodiversidad, suponiendo que esos cuernos son increíbles afrodisíacos por simplón paralelismo imaginario.

Para desgracia del animal, un nuevo mito se ha forjado en estos últimos años alrededor de su cornamenta: curar el cáncer. ¿Ridículo verdad? No tanto.

Desde que tamaña tontería se ha popularizado, los rinocerontes son cazados por cientos con el único interés de arrancarles su apéndice nasal. El resultado es terrible. La población mundial de rinocerontes se ha reducido un 90% en los últimos 40 años. De las cinco especies reconocidas de rinoceróntidos en el planeta, los de Java, Sumatra y negro se encuentran en peligro crítico de extinción, el de la India en peligro y el blanco muy amenazado. Sólo en Sudáfrica, donde se concentra la mayor población de rinocerontes del mundo, han sido cazados este año 340 animales. Y el último que quedaba vivo en Vietnam apareció hace un par de semanas muerto y con el cuerno arrancado. De nada le valió vivir en un parque nacional, las mafias trafican con sus restos como lo hacen con cualquier tontería ilegal que dé dinero.

Al tigre le ocurre lo mismo. Los furtivos los matan para arrancarles el hueso peneano, pues por la misma ilógica explicación pseudomedicinal mejora la potencia sexual de quien lo consume pulverizado. “Estoy como un tigre”, le dirá emocionado a su amante el grotesco instigador de la matanza de tan formidables animales.

A este paso, y por la misma razón, acabaremos todos bebiéndonos la sangre de las aves para no envejecer, pues como ya os he explicado en otra ocasión, éstas parecen haber descubierto el secreto de la eterna juventud. Bellos como un pavo real. E idiotas como nosotros mismos.

En la espectacular imagen superior, miembros del Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF, por sus siglas en inglés) transportan en helicóptero a 19 rinocerontes negros a un nuevo hábitat protegido de Sudáfrica. Un épico viaje de más de 1.500 kilómetros desde la provincia Oriental del Cabo hasta su nuevo hogar en la provincia de Limpopo. Lo hacen para evitar que los furtivos los maten para arrancarles los cuernos. (Foto: Michael Raimondo / WWF). En este vídeo puedes ver todo el increíble proceso de traslocación. Más información sobre el proyecto en la página de WWF España y en Saving the Rhinos.

 

Black rhinos moved to new home by helicopter from WWF on Vimeo.

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Lanzan una pava desde lo alto del campanario «por tradición»

Unos, los más jóvenes y enamorados, pelan la pava, y otros, los más bestias, la tiran desde lo alto del campanario. Estos últimos son los vecinos de Cazalilla (Jaén), quienes cada año, por San Blas (3 de febrero), lanzan desde los 35 metros de la torre de la parroquia un pobre animal que, incapaz de volar, aterriza como puede entre las manos de una enfervorizada multitud de vecinos que esperan la caída de la pava para llevársela a casa, ahora sí pelarla, y comérsela.

Saben que es ilegal pero les da igual. Cada año la Junta de Andalucía sanciona con 2.001 euros a la persona que arroja al animal al vacío, por maltratador, pero antes todo el vecindario ha depositado el dinero en una cuenta bancaria donde ingresan donativos o el resultado de la compra de colgaduras como las que este año lucían diversos balcones de las casas en las que se leía «Cazalilla con la tradición y la pava«.

Es más. Repiten la salvajada en agosto, durante la ‘Fiesta del Emigrante’, para que los cazalilleros que viven fuera y regresan de vacaciones también puedan disfrutar de la fiesta. Aunque este verano debieron suspender el lanzamiento porque no se había recaudado suficiente dinero. Y una cosa es mantener las tradiciones y otra muy diferente palmar pasta.

Evidentemente, si la Junta, en lugar de multarles con 2.000 euros, les pusiera una multa de 200.000, se les acababa la tradición y la tontería. Es lo que tienen estas sanciones ridículas. Las pagas gustoso con tal de demostrar lo bestia que son los de tu pueblo.

Con este vídeo de Canal Sur os podéis hacer una idea de los argumentos que exhiben los defensores de la «tradición».

30 años con Félix

Un 14 de marzo, hace ahora 30 años, Félix Rodríguez de la Fuente perdía la vida en Alaska el mismo día en que cumplía 52 años. Tres décadas ya, y cuando TVE decide reponer sus documentales como homenaje al naturalista burgalés, más de 800.000 espectadores vuelven a quedarse enganchados diariamente a esa melodía que corre tan ágil hacia el sol como el lobo ibérico. Es el “efecto Félix”, un milagro de comunicación tan atemporal como su mensaje, tan profundo como su personalísima voz.

No es esta fama fruto de la nostalgia de los cuarentones. Veo ahora a mis hijos contemplando los mismos reportajes de mi niñez y reconozco en sus expresiones los idénticos sentimientos de dulzura, miedo o asombro que yo experimentaba entonces ante «la aventura de la vida».

Es verdad, Félix era un fabuloso contador de historias, último heredero de los juglares castellanos, depositario de esa añeja tradición oral aprendida de los pastores del páramo, del zapatero de Poza de la Sal, de sus abuelos. Pero sus cuentos, además de enseñar, siempre llevaban una moraleja innovadora: la necesidad de respetar profundamente a una naturaleza en equilibrio, donde el hombre dejara de ser depredador y pasara a convertirse en benefactor. Ése fue su gran acierto. Pensar en el planeta como un todo integrador, promover una nueva conciencia de armonía entre ‘El Hombre y la Tierra’. Hoy lo llamamos desarrollo sostenible, pero lo inventó Félix.

30 años ya y seguimos arrastrando idénticos problemas. El veneno emponzoña nuestros campos, las escopetas persiguen a los lobos, los linces están aún más cerca de la extinción que entonces, los espacios naturales más acorralados que nunca. Y el mundo rural, ese gran mantenedor de la biodiversidad biológica y cultural, languidece en una sangría de gentes, paisaje y tradiciones. No son 30 años sin Félix. Son 30 años con Félix y con su mensaje. Tan actual y vivo como aquel lejano 1980.

No te pierdas el especial de RTVE. Allí están disponibles todos los documentales de ‘El Hombre y la Tierra’ y algunos de sus programas de radio. Podrás dejar en una página diseñada al efecto tus textos, fotos, vídeos o recuerdos de homenaje al naturalista, e incluso versionar la famosa sintonía de sus documentales. También puedes leer el encuentro digital con Odile, la hija de Félix y directora de la Fundación Félix Rodríguez de la Fuente.

Precisamente esta Fundación se ha lanzado a las redes sociales tratando de recuperar todas esas vivencias y emociones que magistralmente nos transmitió el gran comunicador. Te puedes hacer fan de la página oficial de Félix Rodríguez de la Fuente tanto en Facebook como en Twitter.

Por que al final Félix nos cambió a todos. Para mi fue fundamental a la hora de profundizar en el estudio y la defensa de la naturaleza. ¿También a ti te cambió Félix?

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Toneladas de pan acaban en la basura

Los españoles no podemos comer sin pan. Es nuestro alimento estrella, el más natural y básico. También el más diverso, pues sólo en España tenemos más de 300 variedades diferentes de todos los tamaños, formas y texturas.

No por casualidad, su consumo ha estado siempre rodeado de un aura de sacralidad. ¿Recuerdas? Nuestras abuelas lo besaban si se caía al suelo, nunca se podía poner boca abajo («Llora la Virgen»), se le hacía una cruz al amasarlo y se guardaba en bolsa blanca. “Está bendito”, nos decían. Si se tiraba al fuego se alimentaba al diablo, y si se le pinchaba con el tenedor se atraían desgracias a la casa.

En los pueblos se cocía a lo sumo un par de veces a la semana y, a decir de nuestros mayores, cuanto más duro se quedaba más rico estaba. Nunca se desperdició un solo mendrugo, por lógica y por que hacerlo daba mala suerte. El sobrante, si es que alguna vez sobraba, se usaba para empanar carnes, hacer torrijas o dar consistencia a las sopas, tanto las de leche de los desayunos como las de ajo de las comidas. Pero todo eso era antes.

Ahora seguimos comiéndolo, aunque ajenos a supersticiones ya no lo reverenciamos. En realidad lo desperdiciamos. Al día siguiente de comprado lo consideramos duro y lo tiramos. Da igual que caiga hacia arriba o hacia abajo. Como resultado, miles de toneladas de pan fresco acaban todos los días en el vertedero. Según las estadísticas más conservadoras, un 30 por ciento de todo lo que se elabora al año en España, 660 millones de kilos de los 2.200 producidos, terminan en el cubo de la basura.

Pienso en el hambre en el mundo, en la tragedia de Haití, y se me cae la cara de vergüenza. Con todo este despilfarro podríamos ayudar a mucha gente, reciclándolo, repartiéndolo, pero no lo hacemos. Preferimos comprar todos los días el pan calentito.

Pero seamos positivos. Aportemos entre todos soluciones.

Una fantástica es la de la ONG francesa Pan contra el Hambre. Sus voluntarios recogen por las panaderías todo ese pan duro, lo preparan como comida para animales, y el dinero de la venta lo destinan a proyectos de ayuda al Tercer Mundo.

Seguro que se pueden hacer otras muchas cosas para acabar con este despilfarro. ¿Qué ideas se te ocurren a ti para no desperdiciar el pan duro? Por ejemplo, nosotros en casa hacemos unas crepes y un puding buenísimos.

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Abuelas tres estrellas Michelin

Tras la Navidad nos queda el dulce recuerdo de las comidas familiares. Dice el famoso cocinero Sergi Arola que la mejor cocina del mundo es la de las abuelas y tiene toda la razón. Pero no porque nuestras abuelas sean unos chefs de rango internacional, nada de eso.

Su secreto culinario reside en algo tan intangible como es la tradición. En ese patrimonio oral heredado casi siempre de madres a hijas y nietas, en esos platos adaptados como un guante a nuestros gustos, entornos y culturas, enraizados en los productos de la zona, eso que ya damos en llamar biodiversidad agrícola y ganadera. Platos locales pero también mestizos, enriquecidos con las aportaciones propias de cada generación, de cada viaje, de cada experiencia, apoyados en la dieta mediterránea, la más equilibrada del mundo. Por eso no existen dos casas donde se prepare igual un mismo plato.

En los fogones las abuelas manejan con arte algo cada vez más difícil de conseguir: tiempo y cariño. Olorosos potajes borboteando a fuego lento durante horas. Largas elaboraciones. Despensas bien abastecidas en los surtidos mercados populares. Donde todo se aprovecha y nada se tira no por ecologismo, sino por lógica.

Desgraciadamente, toda esta sabiduría se está perdiendo a una velocidad de vértigo. Las abuelas de antes ya no son las de ahora. La comida rápida, el microondas, la olla exprés y el hipermercado están arrinconando a los platos “de toda la vida”, esos que todos guardamos como un tesoro en la memoria de nuestras pituitarias, en los recuerdos de la niñez. ¿Te acuerdas del bacalao de la abuela? ¿Y de esas patatas a la importancia que parecían ternera? ¿O de las torrijas?

Pero todavía estamos a tiempo de impedir esta terrible simplificación gastronómica que es la comida rápida. ¿Cómo? Muy fácil, entrevistando a nuestros mayores para redactar, con su colaboración, ese libro de recetas familiares que siempre querríamos tener en casa. Ponernos a su lado cuando cocinan friéndoles a preguntas, tomando buena nota de todo. Incluso grabando en vídeo su trabajo y explicaciones. Ellos estarán encantados y nosotros más, pues habremos rescatado del olvido este auténtico Patrimonio de la Humanidad tres estrellas Michelin, las recetas de nuestra familia.

¿Cuál es el plato que más recuerdas de tu abuela? Seguro que había uno especial para Navidad, cuéntanoslo.