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Podrán cortar todas las flores, pero no podrán detener la primavera. (Pablo Neruda)

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Este fin de semana, escápate al campo sin salir de casa

Pareja de águilas calzadas de Guadarrama aguantan junto al nido la caída de un fuerte chaparrón.

No sé tú, pero yo cada día llevo peor esto de permanecer encerrado en casa. En cuanto pongan fin al confinamiento voy a salir cual jabalí enloquecido hacia el campo, a patear de nuevo mis montañas, tumbarme sobre la hierba y disfrutar del vuelo de las mariposas. Hasta entonces, me tendré que conformar con hacer paseos virtuales, en plan «La ventana indiscreta«.

Es lo que nos ofrecen SEO/BirdLife y WWF, conectarnos a sus cámaras web instaladas en lugares muy especiales para espiar cómo la vida sigue apacible su ritmo en la naturaleza sin molestias de los siempre incordiantes humanos. Lee el resto de la entrada »

¿Amenazan los drones a la cetrería?

drone

Los drones están de moda. Esos aviones no tripulados han revolucionado en muy poco tiempo nuestras vidas (estudios científicos, vigilancia, transporte) y muertes (asesinatos selectivos, ataques militares). Lo que yo no me esperaba era que aspiraran a acabar con la cetrería, ya sabes, esa vieja técnica de caza con rapaces recientemente declarada por la Unesco Patrimonio de la Humanidad.

El caso es que son ya muchas las empresas que ofertan modelos de avioncitos trucados como azores, águilas o halcones, con la finalidad de espantar aves no deseadas en aeropuertos o parques. Incluso emiten gritos grabados de alarma.

¡Si Félix Rodríguez de la Fuente levantara la cabeza!

Fue él quien en 1968 puso en marcha un plan aparentemente descabellado: utilizar aves rapaces para el control de las aves potencialmente peligrosas en los aeropuertos. Empezó en Barajas y rápidamente se vio el éxito de la propuesta. Tanto que todavía hoy en día la mujer del llorado naturalista sigue encargándose de esta función en nuestro principal aeropuerto español.

Se lo comenté el otro día a su hija, Odile Rodríguez de la Fuente, y aunque ella no es una experta en la altanería, rápidamente rechazó la posibilidad de utilizar este tipo de aparatos como halcones teledirigidos contra gaviotas y estorninos. «Para espantarlos es fundamental que las rapaces cacen«, me explicó. «Si no lo hacen, rápidamente se dan cuenta de que son inofensivas y acaban ignorándolas».

Tiene razón. El verano pasado en Dublín me encontré con unas esculturas de halcones colocadas en un club náutico para espantar pájaros de tan distinguido lugar. Cada 10 minutos las maquetas reproducían gritos de halcón, pero las aves se lo habían aprendido. No les hacían el menor caso. Incluso algunas se posaban con descaro sobre ellas.

Lo confieso. No me gusta nada la cetrería. Pero, en el fondo, prefiero ver volar una rapaz viva que gritones drones de plástico. ¿Y tú qué piensas? ¿Crees que esas réplicas teledirigidas acabarán sustituyendo a las rapaces en los aeropuertos?

Curiosamente, el pájaro que ilustra este artículo está diseñado por la empresa española de armamento EXPAL. Así que además de para cetrería, su uso como vehículo aéreo camuflado va a tener mucho más éxito comercial en el campo militar y del espionaje. Desgraciadamente.

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Matan cientos de miles de halcones para comérselos como tapa

«Siempre se hizo así» no es una razón. Las peleas de perros, la caza del zorro o el lanzar la cabra por el campanario son ya por suerte escenas de un pasado en blanco y negro. Los toros lo serán en pocos años. La caza de pajaritos para acabar como raquítica tapa de incultura es igualmente atávica costumbre culinaria del pasado español. Pero en muchos países se mantiene con alegría el triste dicho de «ave que vuela, a la cazuela«.

Como en el noreste de India, en el estado de Nagaland, donde decenas de miles de bellísimos cernícalos del Amur (Falco amurensis) son capturados y sacrificados cada día durante su migración desde Siberia hasta África para acabar como tapas. Un terrible peaje en el lugar donde se concentran en mayor número durante fabulosas migraciones que les llevan a recorrer más de 22.000 kilómetros al año.

Entre 120.000 y 140.000 de estos pequeños halcones insectívoros acaban cada otoño ensartados en espeluznantes pinchos ahumados de comida tradicional india.

En octubre de este año, voluntarios de Conservation India documentaron la masacre y han puesto en marcha una ciberacción para intentar parar tan injustificable matanza.

Sí, ya sé que muchos diréis que es comida. Que las gentes de ese remoto lugar son pobres. Que primero son las personas y después los animales. Pero mirad un momento este vídeo y decidme si no se os ponen los pelos de punta. Porque matar a estas aves no soluciona el hambre de la zona. La caza apenas dura 10 días al año, así que nadie depende de tan escaso recurso. Tan sólo es incultura. Como lo fueron nuestros pajaritos fritos.

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Un halcón logra volar a 293 kilómetros por hora

Nuestro tren más rápido, el AVE, tiene un duro competidor, otra ave, pero ésta auténtica: el halcón peregrino.

¿Es posible que un pájaro logre superar los 240 kilómetros por hora de la famosa locomotora?

Un grupo de cetreros lo han demostrado en Estados Unidos, forzando al máximo las posibilidades biológicas de la especie. Para llevar a cabo su experimento eligieron una espectacular hembra, siempre más robustas y fuertes que los machos, y en una avioneta la subieron a 12.000 pies, 3.658 metros de altitud, donde la propia respiración se ve comprometida por la falta de oxígeno. Un detector de velocidad instalado en una de las plumas de su cola enviaba los datos a un ordenador central. Un paracaidista se tiró y, desde el aire, lanzó el cimbel, una bola de cuero con un pequeño trozo de carne, a modo de presa.

El halcón no se lo pensó dos veces. Como podéis ver en este espectacular vídeo de National Geographic, se lanzó como una bala, a tumba abierta. Y no falló. ¿La velocidad de caída? Impresionante, 293 kilómetros por hora.

Por suerte para todos, estas auténticas saetas con plumas son cada vez más habituales en España. Y no sólo en agrestes risqueras y apartados cortados montañosos.

También en las ciudades e incluso grandes urbes. Como Madrid, donde acaban de anillarse los pollos de una pareja que por segundo año consecutivo cría en la torre del Museo de América. O como Barcelona, donde gracias a un proyecto de reintroducción están criando incluso en las torres de la Sagrada Familia. Son los halcones urbanitas, de los que ya os hablé en una ocasión, el más bello sistema de lucha biológica contra palomas y tórtolas.

En toda España la población se estima entre 2.400 y 2.700 parejas pero realmente nunca, hasta ahora, se había abordado un censo nacional. Por eso este año cerca de 300 voluntarios, coordinados por SEO/BirdLife, están realizando el I Censo Nacional de halcón peregrino. Todo indica que sus poblaciones han aumentado, para satisfacción nuestra y terror de sus tradicionales presas.

Si estos días miras al cielo, es muy posible que puedas ver algún ejemplar de tan fabulosas rapaces, ahora enfrascadas en la cría de su prole. Fíjate bien en su vuelo raudo. Son auténticas flechas lanzadas al cielo.

En la imagen superior, los dos pollos de halcón anillados este año en el Museo de América (Madrid). Sobre estas líneas, un peregrino sobrevuela en Barcelona la Sagrada Familia.

Naturaleza gore

(ADVERTENCIA: ESTE ARTÍCULO INCLUYE IMÁGENES CUYA DUREZA PUEDEN HERIR LA SENSIBILIDAD DE QUIEN LAS VEA)

En el mundo más friki de las leyendas urbanas tiene un puesto de honor Mike, la gallina que logró vivir 18 meses sin cabeza. Su dueño la decapitó para comérsela, pero al ver cómo el animal seguía corriendo tan tranquilo por el corral decidió mantenerla con vida. Al carecer de pico, la daba de comer metiendo directamente el pienso por el esófago. Y si murió fue sólo por un accidente, al atragantarse con el bolo alimenticio.

Pero lo que les voy a contar ahora no es una leyenda. Es la pura realidad, fiel reflejo de la dureza de un mundo natural donde la vida y la muerte es tan sólo una lucha sin cuartel por la supervivencia. Ocurrió la semana pasada en Sonderborg, en la costa sureste danesa. Allí la fotógrafa de la naturaleza Christine Raaschou-Nielsen captó una escena estremecedora. El ataque de un halcón peregrino (Falco peregrinus) a una gaviota cana (Larus canus). El excepcional documento gráfico obtenido y colgado en la página de la Dansk Ornitologisk Forening (DOF) pone los pelos de punta. La rapaz se asustó y abandonó a la presa dejándola malherida. ¿A dónde va esa gaviota descarnada? Pobre animal. Acabó como la gallina Mike.