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Podrán cortar todas las flores, pero no podrán detener la primavera. (Pablo Neruda)

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Cien nidos de rapaces para acabar con la plaga de topillos

Colocación de una caja nido para cernícalo en Fuentes de Carbajal (León). Foto: GREFA

Un centenar de cajas nido para lechuza común, cernícalo vulgar y mochuelo europeo, depredadoras naturales del topillo campesino, han sido instaladas en los campos de Fuentes de Carbajal y Carbajal de Fuentes, en la provincia de León. Forman parte del Proyecto del Control Biológico promovido por GREFA en municipios agrícolas de la gran comarca meseteña de Tierra de Campos.

Esta actuación viene precedida de una similar realizada en la primavera de 2023, gracias a la cual se ubicaron cien cajas nido en otro municipio leonés, Escobar de Campos. Ante la actual situación de plaga de topillos en algunas zonas de Castilla y León, este tipo de intervenciones debe permitir a medio y largo plazo recuperar las poblaciones reproductoras de aves rapaces, imprescindibles depredadoras de dicho roedor, que tantos daños genera a la agricultura regional.

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Un pueblo de Burgos lucha contra los topillos criando lechuzas

Una lechuza común sale de una caja nido instalada en Villafruela (Burgos) para el control biológico del topillo. Foto: Daniel Álvarez / GREFA.

Villafruela, un pequeño pueblo cerealista de Burgos cercano a Lerma, apenas 200 habitantes, se está haciendo famoso por luchar contra la plaga de topillos con lechuzas y cernícalos. Una revolución agraria que en realidad tan solo fomenta lo que tradicionalmente se hizo, fomentar que las rapaces controlen las plagas. Se llama control biológico, es ecológico, sencillo, muy barato no contamina y alegra los campos. Lee el resto de la entrada »

Cernícalos y lechuzas se convierten en el mejor veneno contra los topillos

Un cernícalo ceba a su cría en un nido artificial con un roedor recién cazado.

¿Te acuerdas de la plaga de los topillos? Tuvo su momento álgido en el verano de 2007, siendo las zonas más afectadas las provincias de Valladolid, Segovia, Palencia y Zamora, especialmente en Tierra de Campos. A la Junta de Castilla y León se le fue la pinza y, haciendo más caso a los agricultores enfadados que a los científicos, se lió a regalar toneladas de veneno que mataron a todo bicho viviente pero no lograron controlar la plaga. Tarde y mal, se invirtieron inútilmente unos 24 millones de euros. Sólo sirvió para acabar con liebres y zorros, entre otros animales inocentes.

Al final, como los expertos habían predicho, el invierno favoreció la autorregulación de la población de topillos campesinos (Microtus arvalis), que desde entonces se mantiene en niveles normales, con ciertos repuntes de momento poco significativos.

Por supuesto, ni eran híbridos de laboratorio, ni los criaron los ecologistas y los lanzaron desde helicópteros para dar de comer a las águilas, como me aseguraban mis convecinos leoneses ese verano.

La mejor manera de evitar este tipo de plagas es con prevención, controlando su número cuando las densidades todavía no son alarmantes. Y el mejor sistema es el que diseñó hace millones de años este planeta: control biológico. Fomentando que los depredadores naturales de los topillos, especialmente lechuzas y cernícalos, se pongan las botas cazándolos en el campo. Lee el resto de la entrada »

Matan cientos de miles de halcones para comérselos como tapa

«Siempre se hizo así» no es una razón. Las peleas de perros, la caza del zorro o el lanzar la cabra por el campanario son ya por suerte escenas de un pasado en blanco y negro. Los toros lo serán en pocos años. La caza de pajaritos para acabar como raquítica tapa de incultura es igualmente atávica costumbre culinaria del pasado español. Pero en muchos países se mantiene con alegría el triste dicho de «ave que vuela, a la cazuela«.

Como en el noreste de India, en el estado de Nagaland, donde decenas de miles de bellísimos cernícalos del Amur (Falco amurensis) son capturados y sacrificados cada día durante su migración desde Siberia hasta África para acabar como tapas. Un terrible peaje en el lugar donde se concentran en mayor número durante fabulosas migraciones que les llevan a recorrer más de 22.000 kilómetros al año.

Entre 120.000 y 140.000 de estos pequeños halcones insectívoros acaban cada otoño ensartados en espeluznantes pinchos ahumados de comida tradicional india.

En octubre de este año, voluntarios de Conservation India documentaron la masacre y han puesto en marcha una ciberacción para intentar parar tan injustificable matanza.

Sí, ya sé que muchos diréis que es comida. Que las gentes de ese remoto lugar son pobres. Que primero son las personas y después los animales. Pero mirad un momento este vídeo y decidme si no se os ponen los pelos de punta. Porque matar a estas aves no soluciona el hambre de la zona. La caza apenas dura 10 días al año, así que nadie depende de tan escaso recurso. Tan sólo es incultura. Como lo fueron nuestros pajaritos fritos.

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