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Podrán cortar todas las flores, pero no podrán detener la primavera. (Pablo Neruda)

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Matan cientos de miles de halcones para comérselos como tapa

«Siempre se hizo así» no es una razón. Las peleas de perros, la caza del zorro o el lanzar la cabra por el campanario son ya por suerte escenas de un pasado en blanco y negro. Los toros lo serán en pocos años. La caza de pajaritos para acabar como raquítica tapa de incultura es igualmente atávica costumbre culinaria del pasado español. Pero en muchos países se mantiene con alegría el triste dicho de «ave que vuela, a la cazuela«.

Como en el noreste de India, en el estado de Nagaland, donde decenas de miles de bellísimos cernícalos del Amur (Falco amurensis) son capturados y sacrificados cada día durante su migración desde Siberia hasta África para acabar como tapas. Un terrible peaje en el lugar donde se concentran en mayor número durante fabulosas migraciones que les llevan a recorrer más de 22.000 kilómetros al año.

Entre 120.000 y 140.000 de estos pequeños halcones insectívoros acaban cada otoño ensartados en espeluznantes pinchos ahumados de comida tradicional india.

En octubre de este año, voluntarios de Conservation India documentaron la masacre y han puesto en marcha una ciberacción para intentar parar tan injustificable matanza.

Sí, ya sé que muchos diréis que es comida. Que las gentes de ese remoto lugar son pobres. Que primero son las personas y después los animales. Pero mirad un momento este vídeo y decidme si no se os ponen los pelos de punta. Porque matar a estas aves no soluciona el hambre de la zona. La caza apenas dura 10 días al año, así que nadie depende de tan escaso recurso. Tan sólo es incultura. Como lo fueron nuestros pajaritos fritos.

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Vuelven los pajaritos fritos

Algo debe de tener lo prohibido que tanto nos atrae. Tenemos los hipermercados repletos de todo tipo de comidas procedentes de todo el mundo, pero las ilegales nos gustan especialmente.

El venado se puede comer en muchos restaurantes, aunque si ha sido cazado por furtivos y logrado de estrangis sabe diferente, mucho mejor. Los cangrejos de río se venden en las pescaderías, pero esos son americanos, y siempre hay gente con tanto dinero como poco seso dispuesta a comprar los últimos cangrejos autóctonos españoles.

¿Se acuerdan de los pajaritos fritos? Fueron durante siglos la tapa más famosa de nuestras tabernas, especialmente de Madrid hacia el sur, tan popular como barata. Cazados con redes y cepos, se atrapaban por millares todo tipo de aves, la mayoría insectívoras como las currucas o los escribanos. Desplumadas y fritas en aceite bien caliente, se comían en cazuelas de barro, cubiertas con sombreretes de papel. Por suerte, la Unión Europea nos obligó a desterrar tan salvaje opción gastronómica.Pero se siguen comiendo.

Sin ir más lejos, Irene Ruiz se encontró este invierno en Posadas(Córdoba) decenas de cepos de costilla bajo los que encontró recién muertos numerosos mirlos, colirrojos y petirrojos.

Y Juan Ramón ha localizado este verano dos mesones en Granada en cuyas cartas de tapas se anuncian sin complejos raciones de pajarillos fritos por 12 euros. Respecto a estos últimos quiero creer que en realidad sean codornices a modo de ecológico sucedáneo, aunque tengo mis dudas.

¿Cuándo nos quitaremos de encima tan perversa atracción por lo prohibido? ¿O será nostalgia de los tiempos del hambre, la cazurronería y el estraperlo? En todo caso, quien come pajaritos fritos es que, definitivamente, tiene el cerebro frito.

En el siglo XVII se preparaban en hatillos de seis «paxarillos» lardeados con tocino y asados todos ellos juntos a la sartén con unos dientes de ajo y algo de pan rallado y perejil finamente picado. Así se puede ver en un antiguo grabado decimonónico que me he encontrado este año en la biblioteca de la Fundación Joaquín Díaz en Urueña (Valladolid) y que os reproduzco bajo estas líneas. Eran otras épocas ¿definitivamente superadas?