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¿Cuál es el origen de la famosa expresión ‘Lo prometido es deuda’?

La expresión Lo prometido es deuda’ es una locución ampliamente utilizada y una antigüedad de varios siglos.

¿Cuál es el origen de la famosa expresión ‘Lo prometido es deuda’?

Es utilizada para señalar el cumplimiento de alguna promesa o compromiso adquirido y se dice tanto para recordar a un deudor que debe cumplir con algo prometido como cuando ya se ha satisfecho dicho compromiso, como señal de que ha cumplido con su palabra. No solo hace referencia a una posible deuda económica sino que se utiliza dicho término como ‘obligación moral contraída con alguien’, tal y como recoge el Diccionario de la RAE.

La expresión fue ampliamente popularizada a través de diversas obras literarias de autores españoles del último tramo de periodo conocido como ‘Siglo de Oro’ (primera mitad del siglo XVII), entre ellos Francisco de Quevedo.

Podemos encontrarla en la forma ‘El que promete, en deuda se mete’ y recogida en el Diccionario de Autoridades de 1732 como ‘Quien fía o promete, en deuda se mete’.

Pero cabe destacar que no se trata una frase proverbial originaria del castellano, ya que nos llegó desde la forma italiana ‘Ogni promessa è debito’, de igual significado y de la que hay referencias en obras anteriores al siglo XVII (por ejemplo ‘Eptamerone ouero eptalogi della nobiltà mondana’ de Paolo Luchini publicada en el año 1599).

 

 

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¿Cuál es el origen del término ‘bochorno’?

Conocemos como ‘bochorno’ al calor asfixiante y estado de sofocación (sobre todo en verano con altas temperaturas y un altísimo nivel de humedad en el ambiente) y como referencia al rubor del rostro (a causa de pasar vergüenza o sentirse ofendido).

¿Cuál es el origen del término ‘bochorno’?

Etimológicamente proviene del latín ‘vulturnus’ cuyo significado literal era ‘viento del este’ (también llamado ‘viento solano’) y hacía referencia al viento muy cálido que llegaba a ser molesto y sofocante y que, según los antiguos romanos, provenía de las islas griegas (algunas fuentes lo llaman ‘viento del sureste’).

En el siglo XVII ya aparece mencionado el término bochorno y la primera aparición en el Diccionario de Autoridades es del año 1726,  dándole el significado ‘Vapor caliente y molesto que levanta el viento solano en el estío’. También es recogido en la forma ‘buchorno’, que es como se estuvo diciendo siglos atrás y que estuvo apareciendo en los diccionarios oficiales hasta el año 1936.

Como nota curiosa, cabe destacar que en el Diccionario de Autoridades de 1726 se apuntaba como posible origen etimológico a bochorno a la unión de los término ‘boca’ y ‘horno’, dándole la siguiente explicación: ‘porque el calor que da parece al que despide la boca del horno encendido’.

 

 

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Fuentes de consulta: Diccionario de Autoridades (I) / Diccionario de Autoridades (2) / Nuevo tesoro lexicográfico de la lengua española (NTLLE) / etimologias.dechile / RAE

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¿De dónde surge llamar ‘tragaldabas’ a alguien que come vorazmente?

El término ‘tragaldabas’ ha sido utilizado durante mucho tiempo para referirse a aquellas personas tragonas y que suelen comer vorazmente (los que no dejan ni una miga en el plato), aunque cada vez es menos usada y sustituida por otros vocablos como puede ser tragón, comilón, zampón o glotón.

¿De dónde surge llamar ‘tragaldabas’ a alguien que come vorazmente?

Durante el periodo conocido como ‘Siglo de Oro’ (XVI y XVII) aparecen las primeras menciones a tragaldabas como sinónimo de persona tragona o con un hambre descomunal y nace de juntar los términos ‘tragar’ (acción de ingerir un alimento o líquido) y ‘aldaba’ (pieza de hierro colocada en las puertas que servía para llamar golpeando con ella).

El ingenio de los literatos del Siglo de Oro creó este curioso vocablo con la clara intención de señalas el hambre o buen apetito que tenía alguien y como clara alusión de que ‘se comería hasta las puertas’ (teniendo en cuenta que las aldabas eran de hierro y, normalmente, grandes).

En 1739 el Diccionario de Autoridades incorporó el término ‘tragaldabas’ con la acepción. ‘La persona que come mucho, ò es mui tragón’. Fue a partir del 1925 cuando en el Diccionario de la RAE se le modificó el significado por ‘Persona muy tragona’, que todavía sigue vigente en la actualidad.

 

 

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El curioso origen del término ‘chulo’

El término ‘chulo’ es uno de esos vocablos que, con el tiempo, hemos acabado adaptando en nuestro idioma para referirnos a múltiples y diferentes cosas y personas.

El curioso origen del término ‘chulo’

Por un lado están aquellos personajes que se comportan de un modo fanfarrón, arrogantemente, en plan valentón y desafiante e incluso graciosamente. Conocemos como ‘chulo’, ‘chulapón’, ‘chulapo’ (o chulapona) a los individuos originarios de algunos barrios castizos de Madrid. También se usa el término como sinónimo de proxeneta o rufián (el vulgar macarra).

Hay quien usa el vocablo ‘chulo’ para referirse a alguna cosa que le ha gustado (‘¡Qué chulo es esto!’, ¡Qué chulo ha sido venir aquí!’).

El hecho de que existan tantas acepciones y usos para este término proviene de muy atrás, debido a que antiguamente ya se le dio varios significados.

Etimológicamente llegó al castellano desde el italiano ‘ciullo’, utilizado para referirse a los niños. De hecho, esta voz italiana era apócope del término ‘fanciullo’, de exacto significado.

Existen constancias de que la forma ‘chulo’ ya se utilizaba en castellano en el siglo XVII, aunque no se incorporó al Diccionario de Autoridades hasta el año 1729; donde ya por entonces se le daba diferentes usos y acepciones:

Persona graciosa y con donaire; el que asiste en el matadero para encerrar y matar las reses; y, según la germanía (jerga utilizada por rufianes y malhechores) también se utilizaba para referirse a un muchacho o muchacha.

Y fue precisamente esa referencia a los jóvenes pícaros que solían delinquir y se las arreglaban para sobrevivir mediante el engaño, usando su ingenio, agudeza y gracia lo que dio su acepción más conocida.

 

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¿De dónde surge llamar ‘novela’ a cierto género literario?

Conocemos como novela a un género literario que destaca por utilizar gran parte de ficción en el argumento de la historia que se relata. También es llamado de este modo a las series televisivas (y antiguamente radiofónicas) que se emiten por entrega de capítulos.

¿De dónde surge llamar ‘novela’ a cierto género literario?

El origen etimológico al término ‘novela’ lo encontramos en el italiano medieval ‘novella’ cuyo significado literal era ‘relato inventado breve’ y a su vez provenía de ‘novellus’ (novedoso) y éste de ‘novus’ (nuevo).

En la Edad Media, cuando empezaron a ponerse de moda los relatos novelescos breves se les comenzó a llamar de ese modo, tanto a los libros que se iban escribiendo como los que eran explicados como si de fábulas y cuentos se trataran.

Originalmente el escritor de novelas no fue conocido como ‘novelista’ sino con el término ‘novelador’.

La primera aparición en un diccionario fue en el ‘Vocabulario español-latino’ de Antonio de Nebrija, en 1494, y la primera aparición en el de la Real Academia Española de la Lengua fue en el Diccionario de Autoridades de 1734.

 

 

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El curioso origen etimológico del término ‘acelga’

Conocemos como acelga a un tipo de hortaliza de hoja verde y tallo comúnmente blanco (aunque se puede encontrar en otras tonalidades), considerada como una de las más saludables e idóneas para realizar dietas gracias a ser rica en vitaminas y fibra, su alto contenido de agua (aproximadamente el 48%) y su mínimo aporte calórico.

El curioso origen etimológico del término ‘acelga’

La etimología del término ‘acelga’ es la mar de curiosa ya que llegó al castellano a través del árabe hispánico ‘assílqa’ y a éste desde el árabe clásico ‘silqah’. Pero los árabes no fueron quienes acuñaron ese nombre para dicha hortaliza, sino que ellos la adaptaron desde el griego clásico ‘sikelḗ’ (σικελή) y cuyo significado literal era ‘la siciliana’.

Y es que en la Antigua Grecia se tenía el convencimiento de que esa verdura era originaria de la isla de Sicilia, motivo por el que se referían a la misma de ese modo.

También cabe destacar que los antiguos romanos tenían otro modo de referirse a las acelgas y era ‘Beta’ (su nombre científico es ‘Beta vulgaris var. Cicla’). El hecho de que en latín se le denominase de ese modo era porque cuando sus tallos crecían se doblaba las puntas y quedaba de forma que parecía la letra B (β beta).

El término acelga fue recogido en español, por primera vez, en 1494, en el diccionario ‘Vocabulario español-latino’ del famoso humanista y gramático Antonio de Nebrija. En 1726 aparece en el primer diccionario publicado por la Real Academia Española de la Lengua (conocido como ‘Diccionario de Autoridades’).

Durante el Siglo de Oro (siglos XVII y XVIII) se hizo inmensamente popular la expresión ‘Cara de acelga amarga’, con la que referirse al semblante pálido y macilento (flaco, descolorido) que presentaba una persona por el cansancio o tras haber trasnochado. Con los años la referencia ‘amarga’ desapareció’ de dicha locución y, todavía hoy, sigue siendo utilizada en el modo ‘Cara de acelga’.

 

 

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¿De dónde surge llamar también ‘zaratán’ al cáncer de mama?

Conocemos como ‘cáncer’ a la enfermedad en la que se desarrolla anormal e incontroladamente ciertas células que invaden y destruyen los tejidos orgánicos. Dicho término proviene del latín (escrito del mismo modo pero sin acentuar) y cuyo significado literal es ‘cangrejo’. Hasta allí llegó desde el griego ‘karkínos’καρκίνος– (de significado exacto) y que comenzó a ser utilizado por Hipócrates de Cos (entre los siglos V a.C y IV a.C.) considerado como ‘el padre de la medicina’ y posteriormente por Galeno de Pérgamo (entre los siglos I d.C. y II d.C.) quien se convirtió en el referente médico de la Edad Antigua.

¿De dónde surge llamar también ‘zaratán’ al cáncer de mama?

Ambos, a través de sus diferentes estudios sobre la enfermedad compararon a esta con un cangrejo, más concretamente con las patas del crustáceo.

Varios son los términos con los que, normalmente, nos referimos a un cáncer, entre ellas los más comunes son ‘carcinoma’, ‘tumor’, ‘sarcoma’ y hay uno que, sin ser ampliamente utilizado, encontramos algunos escritos en los que aparece y más concretamente para referirse al ‘cáncer de mama’: ‘zaratán’.

Este vocablo nos llegó a través del árabe hispánico ‘saraṭán’, y éste provenía del árabe clásico saraṭān cuyo significado es el mismo que cáncer: ‘cangrejo’.

Y es que los antiguos árabes (muy avanzados en la medicina durante la Edad Media) tomaron como referencia los estudios sobre la enfermedad de Hipócrates y Galeno y en su presencia en la Península Ibérica dejaron infinidad de términos que acabaron incorporándose a nuestra lengua, entre ellos el mencionado zaratán.

¿De dónde surge llamar también ‘zaratán’ al cáncer de mama?Ante la proliferación de términos y sinónimos para referirse al cáncer, a partir del siglo XVIII el término ‘zaratán’ quedó vinculado exclusivamente al cáncer de mama, pudiendo encontrar que en el tomo VI del Diccionario de Autoridades de 1739 (el primer diccionario oficial publicado por la RAE) con la siguiente acepción: “Un género de enfermedad de cancer, que dá à las mugeres en los pechos, el que les vá royendo, y consumiendo de tal suerte la carne, que por lo regular vienen à morir de esta enfermedad. Covarr. dice es voz Arábiga, que en su Lengua significa lo mismo”.

Cabe destacar que en Castilla también se utiliza el término ‘Zaratán’ para referirse a una ‘cordelería, taller u obrador donde se hacen cordeles’, tal y como recoge el Diccionario de la RAE, aunque indica que dicho vocablo es de origen incierto, no encontrándose relación alguna con el que designa la enfermedad. Incluso existe un municipio en la provincia de Valladolid con dicha denominación, aunque tampoco se sabe con certeza de dónde proviene su toponimia. Algunas fuentes indican que de ‘cangrejo fluvial’, como es el caso de Pancracio  Celdrán en su ‘Diccionario de topónimos españoles y sus gentilicios’ y otros (tal y como indica Lourdes Moro Gutiérrez en el ‘Estudio Etnográfico de Zaratán’) que procede del término árabe ‘Sarita’ cuyo significado es ‘cordel’, quizá por algún artesano que, siglos atrás, se instaló en dicho municipio.

 

 

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¿De dónde proviene el término ‘chanchullo’?

El curioso origen del término ‘chanchullo’

Conocemos como ‘chanchullo’ a aquel acto ilícito que se hace con intención de conseguir un fin, habitualmente lucrativo, como hacer algún tipo de negocio algo turbio. Un ejemplo de su uso en una expresión podría ser: ‘Fulanito se gana la vida haciendo chanchullos’.

El término chanchullo aparece por primera vez en el Diccionario de la Rae de 1853 dándole la acepción de ‘acción de mal género hecho de oculto, estafa y robo’.  El vocablo provenía de ‘chancha’ (Embuste, mentira, engaño. Incorporado en el Diccionario de Autoridades de 1729) y éste de ‘chanza’ (Dicho burlesco, festivo, y gracioso, a fin de recrear el ánimo u de ejercitar el ingenio. Que también fue incorporada por primera vez en el Diccionario de Autoridades de 1729). Aquel que habitualmente hablaba en broma (como los pícaros) era llamado ‘chancero’ (todavía en uso) Al que hace chanchullos se le conoce como chanchullero.

Y para encontrar el origen del término chanza debemos dirigirnos al italiano, ya que derivó del vocablo ‘ciancia’ de idéntico significado. Al italiano llegó desde el germánico ‘zänseln’ utilizado para referirse a aquel que habla con familiaridad.

 

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El curioso e histórico origen del término ‘Mamotreto’

El curioso e histórico origen del término ‘Mamotreto’

Suele utilizarse el término ‘mamotreto’ para referirse a algo (armatoste) que resulta un estorbo debido a su gran tamaño y peso, además de la poca utilidad que se le puede dar (habitualmente a cierto tipos de libros muy voluminosos pero insustanciales en su contenido). Algunos ejemplos de expresiones en los que se puede usar este vocablo son: ‘A ver cuándo me quitas este mamotreto de enmedio que no nos podemos ni mover’, ‘El último libro que me he comprado además de aburrido es un mamotreto que no me cabe en ningún estante del mueble’.

En su origen este término nada tenía que ver con objetos o libros sino con personas: aquellos niños que crecían grandes y rollizos. Y es que se tenía la convicción de que este tipo de niños salían así porque habían sido criados por sus abuelas o, mejor dicho, malcriados, pues se creía que aquellas que se ocupaban a la crianza de sus nietos les daban excesivamente de comer (de ahí que estuvieran regordetes) y les permitían todo tipo de caprichos (por lo que solían salir bastante vagos e inservibles para cierto tipo de labores cuando se hacían adultos).

Durante la Edad Media hubo una gran producción literaria en la que se escribieron libros que tenían una larga extensión y eran de gran volumen, motivo por el que se les acabó llamando mamotreto.

Este término se acuñó en la Antigua Grecia a raíz del vocablo ‘mammóthreptos’ (μαμμόθρεπτος) cuyo significado literal era ‘criado/alimentado por su abuela’ (mámme: abuela – thretos: criar). De ahí pasó al latín tardío ‘mammothreptus’ y posteriormente se extendió a otros idiomas con influencia latina.

En castellano la palabra mamotreto se registró por primera vez en el Diccionario de Autoridades de 1734 y donde se le dio como única acepción a este término: ‘El libro o quaderno que sirve para apuntar y annotar las cosas, que se necessitan tener presentes para ordenarlas después’.

 

 

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Fuentes de consulta: Diccionario de Autoridades de 1734 / Fundeu / etimologias.dechile / Rae
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El curioso origen del término ‘proxeneta’

El curioso origen del término ‘proxeneta’

Se utiliza hoy en día el término ‘proxeneta’ para referirse a aquel hombre o mujer que obtiene algún beneficio económico a través de la prostitución ejercida por otra persona.

Para encontrar el origen del término (que no de la acepción, ya que ésta es relativamente moderna) debemos ir hacia atrás hasta los tiempos de la Antigua Grecia en el que se conocía como ‘proxenētēs’ a aquel que mediaba en algún asunto o negocio, sobre todo que tenía que ver con personas extranjeras. Venía a ser como una especie de cónsul encargado de intermediar. También se le llamaba de ese modo a algunos de los comerciantes o comisionistas dedicados al negocio de la esclavitud.

En la Antigua Roma también se llamó ‘proxenēta’ al que se llevaba una comisión por realizar trabajos de mediación entre personas que necesitaban cerrar un negocio o acuerdo.

A partir de la Edad Media los proxenetas ampliaron sus negocios, siendo también intermediarios en arreglar casamientos. No aparecía con tal acepción en el Diccionario de autoridades, donde se usaba el término para dar significado a la palabra ‘corredor’ (en relación al que se dedica a la compra y venta de todo género de cosas).

No fue hasta 1788 cuando apareció por primera vez el término ‘proxeneta’ en un diccionario (concretamente en el de Esteban de Terreros y Pando) y lo hacía dándole el significado de ‘especie de oficio en la antigüedad romana, casamentero o intérprete. Intermediario para ventas, compras y casamientos’.

De hecho fue a partir de 1895 (en el Diccionario enciclopédico de la lengua castellana de Elías Zerolo) cuando aparece por primera vez únicamente con el significado de ‘alcahuete’.

Ya en el siglo XX, se comenzó a señalar como proxenetas a aquellos que se dedicaban no solo a intermediar entre quienes estaban interesados en contraer matrimonio sino también entre quienes ejercían la prostitución y sus clientes, desapareciendo la acepción de ‘casamentero y alcahuete’ en el Diccionario de la RAE y dándole únicamente el significado: ‘Persona que obtiene beneficios de la prostitución de otra persona’.

 

 

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