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¿Cuál es el origen del término ‘entusiasmo’?

¿Cuál es el origen del término ‘entusiasmo’?

En el diccionario de la RAE podemos encontrar que le da cuatro acepciones al término ‘entusiasmo’:

  1. Exaltación y fogosidad del ánimo, excitado por algo que lo admire o cautive.
  2. Adhesión fervorosa que mueve a favorecer una causa o empeño.
  3. Furor o arrobamiento de las sibilas al dar sus oráculos.
  4. Inspiración divina de los poetas antiguos y de los profetas.

Etimológicamente llegó al castellano desde el latín moderno ‘enthusiasmus’ (que venía a significar ‘exaltación del ánimo’) y a este llegó desde el griego antiguo ἐνθουσιασμός (enthousiasmos), que a su vez derivaba de ἔνθεος (entheos), cuyo significado era ‘poseído por un dios’ o ‘inspirado por un dios’.

Y es que, en la Antigua Grecia, se creía que los dioses podían poseer a los humanos y llenarlos de una energía divina, lo que se consideraba un estado de emoción enardecimiento. Dicho estado se asociaba con la inspiración divina y la creatividad, siendo consideraba una forma de comunión con los dioses.

Con el tiempo, la palabra ‘entusiasmo’  pasó a ser utilizado para referirse a cualquier estado de emoción o excitación, especialmente en relación con una actividad, un interés o una causa.

 

 

Encuentra más curiosidades como esta leyendo otros post de este blog o en mi libro ‘El listo que todo lo sabe ataca de nuevo. Palabras y palabros’

 

 

 

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¿Cuál es el origen del término ‘bochorno’?

Conocemos como ‘bochorno’ al calor asfixiante y estado de sofocación (sobre todo en verano con altas temperaturas y un altísimo nivel de humedad en el ambiente) y como referencia al rubor del rostro (a causa de pasar vergüenza o sentirse ofendido).

¿Cuál es el origen del término ‘bochorno’?

Etimológicamente proviene del latín ‘vulturnus’ cuyo significado literal era ‘viento del este’ (también llamado ‘viento solano’) y hacía referencia al viento muy cálido que llegaba a ser molesto y sofocante y que, según los antiguos romanos, provenía de las islas griegas (algunas fuentes lo llaman ‘viento del sureste’).

En el siglo XVII ya aparece mencionado el término bochorno y la primera aparición en el Diccionario de Autoridades es del año 1726,  dándole el significado ‘Vapor caliente y molesto que levanta el viento solano en el estío’. También es recogido en la forma ‘buchorno’, que es como se estuvo diciendo siglos atrás y que estuvo apareciendo en los diccionarios oficiales hasta el año 1936.

Como nota curiosa, cabe destacar que en el Diccionario de Autoridades de 1726 se apuntaba como posible origen etimológico a bochorno a la unión de los término ‘boca’ y ‘horno’, dándole la siguiente explicación: ‘porque el calor que da parece al que despide la boca del horno encendido’.

 

 

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Fuentes de consulta: Diccionario de Autoridades (I) / Diccionario de Autoridades (2) / Nuevo tesoro lexicográfico de la lengua española (NTLLE) / etimologias.dechile / RAE

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¿De dónde surge el refrán ‘Hasta el cuarenta de mayo no te quites el sayo’?

A través de mi cuenta de Twitter, @jmcruz40 me pregunta sobre el origen del refrán ‘Hasta el cuarenta de mayo no te quites el sayo’ y en qué día cae (9 o 10 de junio).

¿De dónde surge el refrán ‘Hasta el cuarenta de mayo no te quites el sayo’?

Se trata de uno de los dichos populares que, posiblemente más pronunciados y repetidos son durante el mes de mayo, sobre todo por las generaciones más mayores. Con él se quiere advertir que el tiempo frío y las temperaturas inestables de la primavera se alarga hasta pasada la primera semana de junio, aconsejando no desprenderse ni guardar todavía las ropas de abrigo (lo que comúnmente se llama ‘cambio de armario’) debido a que, a pesar de que parezca que ya ha llegado el buen tiempo y los días de calor, todavía tienen que venir jornadas en las que refrescará (sobre todo por la noche y primera horas del día).

El cuarenta de mayo cae en el 9 de junio (teniendo en cuenta que el mes de mayo tiene 31 días). Pero, evidentemente, esa advertencia meteorológica no es exacta y no quiere decir que a partir del día 10 de junio entre el calor y ya se pueda ir desabrigado. Hay que tomarlo como un consejo el cual, dependiendo de muchos factores, puede no acertar y más en los últimos años en los que el cambio climático ha provocado que hayan aumentado varios grados las temperaturas y se produzcan ‘olas de calor’ en épocas del año en las que no les corresponde.

Sobre el origen del refrán, cabe destacar que éste ya se pronunciaba oralmente hace varios siglos atrás. La primera referencia escrita aparece en 1896 en el libro «Los refranes del almanaque» (página 108) del folclorista sevillano Francisco Rodríguez Marín, en la siguiente forma:

“Hasta el cuarenta de mayo
no te quites el sayo;
Y si vuelve a llover,
vuélvetelo a poner”

 

 

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¿Cuál es el origen de la expresión ‘Bailarle el agua a alguien’?

Se utiliza expresiones como ‘Bailar el agua’ o ‘Bailarle el agua a alguien’ para referirse al hecho de halagar y adular a una persona (lo que hoy en día diríamos como ‘hacerle la pelota’).

¿Cuál es el origen de la expresión ‘Bailarle el agua a alguien’?

El origen de este tipo de locuciones proviene del hecho de que, en los días calurosos de verano, las personas del servicio al ver llegar a sus amos a la casa refrescaban ésta echando agua en el suelo y paredes (evidentemente en una época en la que no existían los ventiladores ni el aire acondicionado).

De ese modo el ambiente se refrescaba y era una forma de hacer que los señores de la casa se sintieran a gusto y satisfechos.

El hecho de lanzar el agua sobre esas superficies hacía que ésta, al chocar contra las baldosas y los azulejos, resbalase y saltase dando la sensación de que estuviera bailando.

No se sabe a ciencia cierta en qué momento de originó pero existen varias evidencias escritas de inicios del siglo XVII en la que se menciona dicha expresión. Entre ellas en el capítulo IV de la segunda parte de ‘El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha’ de Miguel de Cervantes en la que Sancho Panza le dice al bachiller Sansón Carrasco (en referencia a su amo Don qujote):

[…]Pero, sobre todo, aviso a mi señor que si me ha de llevar consigo, ha de ser con condición que él se lo ha de batallar todo, y que yo no he de estar obligado a otra cosa que a mirar por su persona en lo que tocare a su limpieza y a su regalo; que en esto yo le bailaré el agua delante; pero pensar que tengo de poner mano a la espada, aunque sea contra villanos malandrines de hacha y capellina, es pensar en lo escusado.[…]

¿Cuál es el origen de la expresión ‘Bailarle el agua a alguien’?

En esa misma época encontramos que el famoso lexicógrafo Sebastián de Covarrubias en su Tesoro de la lengua castellana o española, publicado en el año 1611, incorporó dicha expresión, en la forma ‘Bailar el agua delante’, con la siguiente acepción:

[…]Bailar el agua delante es servir con gran diligencia y prontitud, está tomada esta manera de hablar de las criadas que en tiempos de verano, cuando sus amos vienen de fuera refrescan las piezas, y los patines con mucha destreza, y el agua va saltando por los ladrillos y azulejos, que parece baila[…]

 

 

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El histórico y doloroso origen de la expresión ‘Hace un sol de justicia’

¿De dónde proviene la expresión ‘Hace un sol de justicia’?

Cuando se sufre una ola de calor (ya sea verano o no) suele utilizarse la expresión ‘Hace un sol de justicia’ y con ella referirse a las altas temperaturas y a que el ‘astro rey‘ está quemando más de lo habitual.

La expresión ‘Hace un sol de justicia’ en realidad nada tiene que ver con las predicciones meteorológicas, sino que surgió a raíz de una antiquísima forma de impartir justicia.

Tal y como os comentaba en el post sobre la ‘ordalía’ muchas fueron las ocasiones en las que, antiguamente, se dejaba el dictamen de una sentencia en manos de Dios, por lo que  los acusados se les imponía una serie de durísimas pruebas y torturas y tan solo eran exculpados si las superaban.

Uno de esos ‘juicios divinos’ era el de dejar a un prisionero bajo el abrasador sol durante largas horas (días incluso) sin ningún tipo de protección, alimento ni bebida. Sería Dios, representado en el Sol, quien determinaría el grado de culpabilidad de ese reo, dejándolo morir antes o, por lo contrario, agonizando lentamente, mientras se quemaba por ese ‘sol de justicia’.

Muy pocos eran los que sobrevivían a esta dura prueba, pero de hacerlo demostraba de ese modo, ante los que le habían juzgado, que era inocente.

De ahí a que surgiera la creencia de que cuanto más quemaba el calor del sol más justicia divina se estaba ejerciendo y con el tiempo dio pie a la expresión ‘Hace un sol de justicia’ como sinónimo a los días de calor sofocante.

Una de las referencias que existen y que nombra a Dios como el ‘Sol de justicia’ es el que aparece en la Biblia, donde en el libro de Malaquías 4:2 podemos encontrar:

[…]Pero para ustedes, los que temen mi nombre, nacerá el Sol de justicia, y en sus alas traerá sanidad[…]

 

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El inconveniente de ducharse con agua muy fría cuando hace mucho calor

El inconveniente de ducharse con agua muy fría cuando hace mucho calor

Muchas son las personas que, cuando aprieta el calor, se dan una ducha de agua extremadamente fría con el fin de refrescarse. Pero esta práctica que es tan común en realidad no es nada aconsejable realizarla.

Como ya he explicado en otras ocasiones en el blog, nuestro cuerpo es homeotermo o, lo que es lo mismo, tiene la capacidad de autorregular la temperatura del organismo con el fin de que nuestros órganos internos puedan mantenerse a una temperatura constante de 37 grados; que es la temperatura óptima para funcionar perfectamente: cuando hace frío y baja de esa temperatura se contraen y relajan, rápida y repetidamente, algunos de nuestros músculos (la típica ‘tiritera’) con el fin de entrar en calor o si por el contrario lo que hace es mucha calor provoca la sudoración con intención de refrescar el organismo.

Por tal motivo, al darnos una ducha con el agua excesivamente fría lo que provocamos es que nuestro organismo descienda de golpe la temperatura y que, por si solo, éste intente recuperar los 37 grados a los que debe estar los órganos internos y haga que en cuestión de minutos (después de esa ducha de agua fría) estemos de nuevo sudando: se ha puesto en marcha nuestro regulador interno de temperatura.

El hecho de ponernos de nuevo a sudar provoca que gastemos energía y necesitemos hidratarnos, aprovechando algunas personas para dar un buen trago a una bebida (agua, cerveza, refresco) que está excesivamente helada… otro error, ya que volvemos al mismo punto que la vez anterior (refrescarnos con algo excesivamente frío para, a continuación, volver a sudar).

Por tal motivo, los especialistas recomiendan que en caso de tener mucha calor lo que debemos hacer es ducharnos con agua que esté a una temperatura ambiente, al igual que si bebemos procurar que no esté excesivamente fría (muchos son las culturas en las que se tiene por costumbre beber infusiones muy calientes con el fin de combatir el calor).

También cabe destacar la peligrosidad que hay de introducirse de golpe en el agua (piscina, rio, playa…) tras haber estado largo tiempo expuesto al sol, pues al estar alta la temperatura de nuestro cuerpo y la del agua baja podríamos sufrir un ‘sincope cardiaco’ y si encima estamos recién comidos hay alguna pequeña posibilidad de sufrir un ‘síncope de hidrocución’ (el corte de digestión del que tanto nos avisaban nuestras madres cuando éramos pequeños) aunque, evidentemente, la probabilidad de que esto último nos suceda es infinitamente menor al temor que nos infundían nuestros mayores.

 

 

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¿Cuál es el origen de las bebidas isotónicas?

¿Cuál es el origen de las bebidas isotónicas?

En 1965, Dewayne Douglas, asistente del entrenador del equipo universitario de fútbol americano ‘Florida Gators’ (más conocidos como ‘the Gators’), se dio cuenta que la mayoría de sus jugadores acababan exhaustos tras cada partido, algunos incluso ya mostraban signos de fatiga en la media parte del encuentro en días de calor intenso (no olvidemos las altas temperaturas de Florida) y además observó que apenas podían orinar tras la finalización debido a la pérdida de una gran cantidad de líquido a través de la sudoración.

Decidió realizar una consulta a James Robert Cade, uno de los profesores de la Universidad de Florida y doctor en nefrología, por si éste podía darle alguna explicación lógica y científica sobre qué era lo que le pasaba a sus jugadores.

El Dr. Cade investigó y comprobó que tras la disputa de cada partido, y debido al gran esfuerzo físico que realizaban, los deportistas perdían una gran cantidad de carbohidratos, sales minerales y componentes químicos vitales para el organismo y el buen rendimiento durante del mismo.

Junto a su equipo médico se puso a trabajar en una bebida que aportase todos los componentes necesarios para recuperarse de inmediato. Tras las primeras pruebas comprobaron que el resultado era óptimo, pero aquella bebida sabía a mil demonios, motivo por el que la Dra. Dana L. Shires propuso añadirle zumo de limón con el fin de que tuviera un sabor más agradable.

El invento fue todo un éxito y muchos los partidos que a partir de entonces, y fuera de toda expectativa, ganó el equipo de los Gators gracias a que sus jugadores recuperaban fuerzas sorprendentemente de una manera casi inmediata.

La compañía Stokely-Van Camp, Inc., de Indianápolis, no tardó en interesarse en este producto y llegó a un acuerdo con el Dr. Cade y sus socios para comercializar la bebida isotónica bajo el nombre de Gatorade en honor al equipo universitario.

 

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Post escrito como colaboración para Naukas
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¿Sabías que una manta, en realidad, no calienta?

¿Sabías que una manta, en realidad, no calienta?

El motivo principal por el que una persona tiene frío es porque su organismo pierde calor, un hecho que hace que nos abriguemos con más ropa o nos echemos una manta por encima. Pero abrigándonos lo que en realidad conseguimos es conservar el calor para que así no se escape de nuestro cuerpo.

Como ya os he comentado en otros posts, somos seres homeotermos o, lo que es lo mismo, nuestro organismo se ocupa de regular nuestra temperatura con el fin de que nuestros órganos internos y vitales se mantengan a una temperatura constante de, aproximadamente, 37 grados centígrados.

Si esa temperatura es superior nuestro organismo se refresca a través del sudor que produce. Por el contrario, si hace frío extrae el calor de nuestras extremidades a través de un proceso que se conoce como vasoconstricción (de ahí que lo primero que se nos enfría cuando bajan las temperaturas son las manos y los pies) o bien se pone a tiritar para hacernos entrar en calor.

Pero todo ese proceso para conservar el calor corporal no puede hacerlo nuestro organismo solo, por lo que debemos echar una mano y abrigarnos con alguna pieza más de abrigo o resguardarnos bajo una manta (además de encender algún calefactor o estufa) con ello conseguimos no seguir perdiendo más de ese vital calor corporal.

Pero, al contrario de lo que algunas personas piensan, esa ropa de abrigo o la mencionada manta no nos calientan (a no ser que sea eléctrica, evidentemente), sino que la función de éstas es la de conservar y hacer de aislante para que el calor no se escape y el frío no penetre.

El no dejar que el frío entre proporcionará que, cuando nuestros órganos estén en la temperatura idónea, expulse el exceso de calor que tenga hacia nuestro exterior, dándonos la sensación de haber entrado en calor (algunas veces hasta con un exceso del mismo).

 

 

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¿Qué hay de verdad en el consejo que indica que debemos beber ocho vasos de agua al día?

¿Qué hay de verdad en el consejo que indica que debemos beber ocho vasos de agua al día?

Numerosas son las publicaciones en las que a la hora de señalar la cantidad de agua que necesita diariamente nuestro organismo indican que debemos beber ocho vasos de agua al día (correspondiente a dos litros) y lo dejan como una norma a aplicar forzosamente.

Pero este consejo no es del todo correcto, debido a que debemos tener en cuenta muchos factores a la hora de hidratarnos y no todas las personas ni edades necesitan ingerir la misma cantidad de agua.

Beber agua es muy beneficioso para nuestro organismo. Gracias al agua que ingerimos podemos eliminar toxinas e hidratarnos, consiguiendo tener una piel mucho más tersa e incluso ayuda a evitar algunas cefaleas. Hasta ahí estamos de acuerdo.

Pero algo tan inocuo como puede parecer el agua también tiene sus riesgos cuando se abusa de ella y se bebe en exceso…

Por una parte hay que pensar que no es lo mismo aplicar esta norma, de los ocho vasos de agua diarios, al verano (y los días muy calurosos) que al invierno. También depende del lugar donde vivamos y la humedad ambiente que hay o si estamos haciendo deporte. Cada persona, lugar y situación requiere de una cantidad mayor o menor de líquido.

Algo que hemos de tener presente es que a lo largo del día vamos comiendo ciertos alimentos que de por sí ya llevan una importante cantidad de agua incorporada (hortalizas, frutas, lácteos, el pan fresco (pero no las tostadas), la pasta hervida y deshidratada, huevo, carne, pescado, marisco…). Si exprimiésemos todo eso que hemos ido ingiriendo al licuarlo comprobaríamos que lleva una considerable cantidad de líquido que bien podría sustituir a dos o tres de los vasos de agua aconsejados y, por lo tanto, ya no son dos litros (por poner la media) lo que necesitamos, sino 1,5 o incluso menos.

Así que el consejo que indica que debemos beber ocho vasos de agua al día no hay que seguirlo a pies juntillas.

Evidentemente, en un día de mucho calor y con una humedad alta en la que estemos sudando abundantemente por todos nuestros poros es aconsejable que nos hidratemos bien y bebamos mucha más agua que cualquier otro día en el que la temperatura es más baja y que apenas transpiramos.

Pero no, no debéis preocuparos si además de lo que coméis (rico en agua) también os bebéis algún día (de forma excepcional) esos ocho vasos de agua mencionados e incluso alguno de más, porque no os va a pasar nada grave (si no lo tomáis como costumbre, evidentemente). Nuestro organismo es lo suficientemente sabio para saber cuándo tiene más líquido del que debería y lo expulsa a través de la orina y el sudor, pero tampoco es aconsejable forzar la maquinaria (sobre todo los riñones, encargados del filtrado)

Otra cosa a tener en cuenta es que beber mucho con el pretexto de sudar más no es nada bueno, porque podemos ocasionarle problemas a nuestras glándulas sudoríparas.

También es frecuente el error de pensar que bebiendo más agua y sudando más cantidad de líquido se pierde peso más fácilmente.

 

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¿Sirve un ventilador para enfriar el aire?

¿Sirve un ventilador para enfriar el aire?

Muchas son las personas que, cuando llegan los días de calor, encienden un ventilador en una habitación vacía (por ejemplo en el dormitorio antes de ir a acostarse) con la intención de que se enfríe y baje algún grado la temperatura de la estancia. Pero en realidad lo que hace el ventilador no es enfriar aquel lugar sino mover el aire del interior.

Un ventilador es efectivo si estamos nosotros dentro y, sobre todo, si esa corriente de aire que mueve nos toca ya que ese es el modo de que podamos sentirnos más frescos. Si el aire del ventilador no nos da de poco sirve para quitarnos el calor.

Cuando hace calor y estamos en una estancia nuestro sudor hace que el aire que nos rodea sea húmedo. Si ponemos un ventilador enfocando hacia nosotros lo que hace es reemplazar esa humedad por otro aire seco, evaporándose nuestro sudor y haciendo que tengamos la sensación de estar más fresquitos; pero en realidad la temperatura de aquel lugar no ha descendido ni un grado. Es nuestra sensación térmica la que varía gracias a ese aire sin humedad que nos da.

Si pusiéramos el ventilador enfocado hacia otro punto al que estamos nosotros y no nos alcanzase el aire nos podríamos dar cuenta que, con la ayuda de un termómetro, pasado un buen rato la temperatura de aquel lugar seguiría siendo la misma que antes de haber encendido el aparato.

 

 

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