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Resiliencia. Capítulo 10: Lo que te mereces

Cuando dos personas se encuentran pueden pasar varias cosas: todo o nada.

Y después está esta historia.

Capítulo 1: Dos semanas antes de la colisión
Capítulo 2: Una semana antes de la colisión
Capítulo 3: Un día antes de la colisión
Capítulo 4: Seis horas antes de la colisión
Capítulo 5: Colisión
Capítulo 6: 30 segundos después de la colisión
Capítulo 7: No solo los aviones vuelan
Capítulo 8: Cuesta abajo y sin frenos
Capítulo 9: Todo contigo

Capítulo 10: Lo que te mereces

– Espero que hayas dejado todo tal y cómo te pedí- Raúl salió de la habitación cuando oyó que Andrés entraba por la puerta.

-Tranquilo. Luces apagadas, chanclas y toallas recogidas y persiana metálica echada. Todo lo demás que llevé está a buen recaudo en la mochila.

-Más te vale. Mi jefe es un hijo de puta y como se entere de que le he dejado las llaves a alguien para echar un polvo, me veo de vuelta al paro.

-Ni te rayes, que no va a pasar- Andrés le dejó las llaves en la mano y le dio una palmada en el hombro-. Mil gracias tio, te debo una.-Se dirigió a su habitación.

-¡Dos si cuentas la moto!- Raúl le siguió a la habitación- ¿No vas a contarme qué tal ha ido?

-Eres una maruja. Ahora mismo solo quiero dormir. Mañana hablamos.

-¿Te ha dejado seco, eh cabrón? Mejor. Me alegro por ti.

Andrés espero a que su amigo volviera a encerrase en la habitación y se tumbó en la cama. Tenía demasiadas cosas en la cabeza después de la velada que habían pasado. Se le aceleró el pulso al recordar como Mia había dejado el bikini por el suelo y se había acercado a él con determinación. No sabía cómo pero habían acabado tumbados en una de las estrechas camillas que se usan para masajes. Mia no había dejado de mirarle a los ojos en cada momento, ni siquiera cuando se puso el condón y entró en ella. Casi parecía que la chica no había querido perderse ni un detalle. Recordó como habían empezado lento para que después Mia se subiera encima de él para deslizarse de arriba a abajo. Sus manos no se habían soltado ni un momento.

Por mucho que se revolvía en la cama no conseguía conciliar el sueño. Quería gritar a los cuatro vientos que se sentía feliz. De pronto se le ocurrió una idea estúpida de esas que solo surgen cuando se está borracho o enamorado. Buscó en su cajón unas latas de spray para maderas que se había llevado del almacén de Sanz Manualidades, para pintar unos estantes del salón, y, procurando no despertar a su compañero, dejó el piso silenciosamente.

Cuando a las doce seguía sin recibir noticias de Mia, Andrés empezó a dar vueltas por el almacén como un animal enjaulado. Odiaba no saber nada de su novia, era algo que le volvía loco. Le sorprendía como todo el amor que le despertaba la chica se convertía en algo amargo que le quemaba en la boca y le recorría cada centímetro del cuerpo. Esta vez ni su Facebook arrojaba una pista de dónde se encontraba. Mia llevaba horas sin poner nada. Se imaginaba que debía de seguir dormida ya que sino no se explicaba no haber sabido nada de ella. Sebas le distrajo con un pedido que tenía que mandar a Segovia, algo que, a lo máximo, le mantendría ocupado unos 30 minutos. Al poco tiempo de empezar a tramitar el envío, sintió vibrar el teléfono. «Mia» pensó automáticamente mientras se llevaba la mano al bolsillo. La chica le había mandado por Whatsapp una versión para piano de Nothing else matters, de Metallica. Sin pararse a escucharla, llamó. Al cuarto toque la chica contestó.

-¿Qué tal?-preguntó entre susurros.

-¿Qué haces? ¿Por qué hablas bajito? ¿Dónde estás?- Andrés se alarmó. ¿Por qué tenía que ser todo tan complicado con ella? ¿Tan difícil le resultaba tenerle al tanto?

-Estoy en las prácticas de televisión, no puedo hablar. ¿Te parece si hablamos luego?

-No, hablamos ahora.- Andrés se puso serio.- ¿Estás segura de que estás en clase? Porque yo creo que me estás mintiendo.

-Andrés, claro que estoy en clase. ¿Dónde iba a estar si no?

-No lo sé, tu sabrás… Lo que no entiendo es que si de verdad estás en clase no me hayas dicho nada de mi sorpresa.

-¡De verdad que estoy en clase y no puedo hablar! Me estás poniendo en un compromiso. No sé de que sorpresa hablas.-Andrés se planteó que quizás la chica le estaba diciendo la verdad.

-Si realmente estás en clase me habrías dicho algo de la sorpresa que te he dejado en la puerta del edificio.-Andrés aguardó la respuesta de Mia mientras la chica guardaba silencio.

-No he visto nada. Me encontré con una compañera de camino y entramos por la cafetería- La chica bajó la voz-. Luego lo miro, te lo prometo.

-No. Si de verdad estás ahí quiero que me lo demuestres, porque esto de tu amiga me suena muy raro a excusa recién sacada de la manga.

-Joder, Andrés. Te estoy diciendo la verdad. La chica no había desayunado y se cogió un café. ¿Puedes dejar de rayarte tanto con todo?

-¡No! No puedo. Porque no paras de hacer cosas raras y no me cuentas nada. Así es imposible tener algo contigo. Si de verdad esto te importara, saldrías de esa clase e irías a ver lo que te estoy diciendo para dejarme tranquilo. Porque salirte un segundo y volver no te cuesta nada y para mi significa mucho. -Andrés pensó la sencillez de su lógica y Mia debió de pensar lo mismo porque la oyó resoplar al otro lado del teléfono.

-Está bien- La chica cedió al fin-. Voy a decir que voy al baño. Luego hablamos.

-Mia, espero que no tardes más de unos minutos porque no quiero pensar que en realidad estás en otro sitio.

-Te estoy diciendo la verdad, Andrés.-La chica sonaba dolida.- Hablamos.

Andrés colgó el teléfono. Sebas le llamó la atención recordándole el envío de Segovia, pero Andrés hizo oídos sordos. Se moría de ganas de que Mia descubriera su sorpresa. Le habría encantado estar ahí viendo la cara de la chica cuando saliera de la facultad y viera las tres palabras que le había escrito con spray en las puertas acristaladas. Había sido demasiado sencillo, aunque haberlo hecho en una zona que solo estaba habitada por estudiantes durante las horas del día había facilitado las cosas. Por fin su teléfono volvió a vibrar. Mia le había enviado una imagen. Andrés la abrió. Definitivamente la frase ganaba de día. Cada letra de «Todo contigo, Caramelo» ocupaba una de las transparentes puertas, por lo que se veía a ambos lados del edificio. Aunque la pintura no quedaba tan lucida en el cristal como en la madera de su salón, era lo más adecuado que había encontrado. Mia había acompañado la imagen con un pie de foto: «¿Sabías que la multa menos grave por pintar un grafiti es de casi 800 euros?». Andrés miró incrédulo el teléfono. No podía creerse que aquella niñata le hubiera puesto eso. La respuesta se le vino a la mente al instante.

-¿Sabías que eres una zorra?

Aunque al segundo de mandar el mensaje se había arrepentido y no había tardado en disculparse, se ganó el enfado de Mia. Nada más terminar la jornada cogió el coche para ir a buscar a la chica. Aparcó en el mismo lugar donde la había esperado por primera vez. De camino había comprado en una gasolinera un par de snacks de chocolate. Sabía que eran la debilidad de Mia y esperaba que ayudaran a la chica a olvidarse del mal trago. Por mucho que ella le había dicho que no quería verle, acabó bajando a donde se encontraba aparcado. Andrés la vio aparecer subida a unas sandalias de tacón y con un vestido demasiado ligero para una primavera en la que todavía apretaba el fresco.

-¿A dónde vas?- Preguntó sin saludarla.

-Tengo fiesta en casa de Fer. Nos ha invitado a los del grupo y no sé si luego saldremos de fiesta. ¿No tienes nada más que decirme?

-Ya me he disculpado cincuenta veces. Si no pillas una broma no es mi culpa. Y no entiendo por qué tienes que ir a esa fiesta precisamente hoy que nos ha pasado esto.

-Que me insultes no es una broma ¿sabes? A mi me ha sonado muy en serio. Y aunque lo hubiera sido no me gusta que me digas eso de ninguna forma.- La chica no había dicho nada del plan de la noche y Andrés no lo dejó pasar.

-¿De verdad vas a salir de fiesta estando mal con tu novio?

-Andrés, no estamos mal. Estamos hablándolo. No tiene más vueltas.

-Pues para mi si las tiene. Si fueras una buena novia entenderías que ahora te necesito a mi lado- Andrés trató de convencerla de buenas acercándose a ella.-. Estás preciosa. ¿Por qué no dejas que te invite a cenar a un sitio especial y hacemos después las paces en el asiento de atrás del coche?

-No, ya he dicho que iba a ir. No voy a darle plantón a mis amigos por una tontería. De verdad, no te preocupes.

-No es una tontería. ¿Prefieres a tus amigos antes que a mí? Dice poco de tus sentimientos.

-Dice menos de ti que me hagas elegir.-La cabezonería de Mia sacó a Andrés de sus casillas.

-No me quieres una mierda. ¡No me puedo creer que vayas a dejarme tirado en un momento así!

-¡A mí no me eches la culpa de esto! Has sido tú el que me ha llamado «zorra».

-¡Era de broma! ¿Por qué eres tan imbécil?

-¡Dios! ¿Lo ves? ¡Otra vez me insultas! -Mia se alejó de él y bajando el tono se puso seria.- Yo no quiero esto Andrés. Así no. Así que espero que esta noche pienses en cómo me estás tratando- Echó un vistazo al móvil.-. Me marcho ya, no quiero llegar tarde a casa de Fer.

-Eso suponiendo que realmente vayas a esa supuesta fiesta con todos tus amigos y no me la estés liando.

-Ya basta, Andrés -La chica intentó darle un beso pero él apartó la cara. La rabia que tenía dentro amenazaba con desbordarle y liarse a puñetazos con todo lo que le rodeaba. Trató de contenerse pero no pudo evitar soltar una última granada.

-Ojalá cojas un sida, que es lo que te mereces.

Amor. MARA MARIÑO

Amor. MARA MARIÑO

Resiliencia. Capítulo 2: Una semana antes de la colisión

Hace años me instaron a escribir esta historia. Aunque, cuando me lo dijeron, esa historia no era esta historia. Así que supongo que, aunque no he elegido que sea de esta manera, he elegido compartirla tal cual es ahora. No es una historia personal aunque algunas vivencias son propias. Si he decidido escribirla es porque, si a mi me sirve de terapia, quizás a ti te pueda servir de ayuda.

Resiliencia te puede haber pasado a ti, a tu madre, a tu compañera del trabajo, a tu prima pequeña, a tu mejor amiga. Puede sucederle a tu hija. Es la historia de superación del mayor trauma de una vida. El maltrato puede adoptar muchas formas, pero, sobre todo, puede adoptar muchas caras.

Capítulo 1: Dos semanas antes de la colisión

Capítulo 2: Una semana antes de la colisión

La voz de Leiva salía de los cuatro altavoces del coche, era tan clara que si cualquiera cerraba los ojos, habría jurado estar escuchándola en directo. O eso le gustaba pensar a él. Mientras esperaba poder atravesar una rotonda usó sus dedos como baquetas para acompañar sobre el volante la percusión de la canción. Había un riff en la melodía que le encantaba. Tenía que usarlo para alguna canción suya. Solo de imaginar que dentro de poco podría hacerlo, le aleteaba el corazón en el pecho. Y la culpa la tenía aquella que ya tendría que haber llegado, la que tenía curvas suaves y le enloquecía con su sonido: su nueva guitarra española. Cuando por fin encontró sitio para aparcar, apagó el coche y subió un poco más el volumen. Cerró los ojos y movió sus dedos marcando los acordes de la canción en una guitarra invisible. Sol sol do fa…

-¿Pero dónde coño estabas? ¡Te he esperado más de veinte­­­ minutos!

Un portazo le devolvió a la realidad. En el asiento estaba su novia echando chispas.

-Andrés, ¿me estás escuchando? ¿Qué estabas haciendo? Visto desde fuera pareces gilipollas, ¿lo sabías?

Por lo visto hoy iba a ser uno de esos días.

-¿Qué tal el día, Mimi?-preguntó él conciliador, tratando de darla un beso.

-Aparta, déjame en paz. ¡Me tienes contenta! Te pasas el día en las nubes, ya podrías estar un poco más centrado.

-Tengo novia desde hace cinco años,-empezó a enumerar Andrés- un trabajo con un sueldo fijo con su respectivo horario de ocho horas, vehículo propio y prácticamente independencia económica. ¿Qué puede haber más centrado que eso a los 28 años?

-Sustituir novia por mujer-replicó ella convencida.

Andrés, sin mediar palabra, arrancó el coche y emprendió la ruta a casa de su novia pretendiendo que la discusión se diluyera en el camino.

Las horas que pasaba en el almacén le daban la impresión de no acabar nunca. Incluso al viejo reloj de la pared parecía costarle consumir los segundos. El tic tac del mecanismo acompañaba el ritmo de las canciones de Youtube. De no ser por el ordenador, habría dejado el trabajo. Durante ocho horas hacía pedidos, revisaba inventarios, cotejaba las cuentas y escuchaba a los Rolling Stones, Los Ramones, The Beach Boys o cualquier grupo de pop o rock que tenía la suerte de caer en sus listas de reproducción. Entre las innumerables cajas de coberturas de sabores Sanz, se encontraba él, el rockero de almacén.

Andrés repasó la última lista de clientes. Cada vez le estaban comiendo más mercado a Sweet&Sweets, su enemigo acérrimo en el campo de guerra de los proveedores de suplementos de repostería creativa. La culpa del éxito la tenía su producto estrella, la cobertura de sabor Sanz. Al poco de que se pusieran de moda los cupcakes y la decoración de galletas y bizcochos todo el mundo se percató de algo: el fondant es incomible. Incluso había corrientes puristas de repostería que pretendían que se volviera a poner de moda el sabor por encima de la estética. Toni Sanz, el director jefe de Sanz Manualidades, vio una oportunidad única de hacerse un hueco aprovechando la crisis del fondant y empezó a vender su cobertura de sabores. No era tan maleable como el fondant, pero tanto su textura parecida al chocolate, como su sabor, se hicieron con el público contrario al fondant. Su máxima era presentarlo como el “chocolate de sabores, más rico y sano que el fondant”.

“Si todos mis clientes supieran…”-pensó Andrés mientras completaba el formulario del último pedido del día. En su primera semana en el almacén de Sanz Manualidades se había atiborrado de las coberturas, en especial de las de caramelo, frutas del bosque, menta y mora. Tal había sido su posterior empacho, que la simple visión de la etiqueta de las cajas le producía náuseas. En su segunda semana se dedicó a investigar los componentes de las coberturas, lo cual contribuyó a que las náuseas fueran aún mayores. Más de una vez su madre le había pedido que llevara a casa alguna de las coberturas, pero Andrés, con conocimiento de los ingredientes, se había negado en rotundo.

-¿Qué pasa Andresito?- retumbó una voz al final del almacén al mismo tiempo que se cerraba una puerta.

Andrés minimizó corriendo la página de Youtube mientras ampliaba el Excel lleno de tablas con datos de la empresa que tenía preparado para esos casos.

-Buenas tardes, Toni-contestó Andrés. No sabía hasta que punto era bueno tener a Sanz en el almacén, él no solía ir allí a no ser que fuera estrictamente necesario.

-Pues nada, macho, que tenemos otra feria.-empezó Sanz como si el tema hubiera salido a colación con el escueto saludo- Además esta es de las tochas, va a ir todo el mundo, incluido Sweet&Sweets. Tenemos que estar allí. He movido al de los stands y tendremos todo listo en la furgo para montarlo allí la próxima semana, así que resérvamela, que es importante que vayas.

– Lo miraré, no te preocupes-contestó tratando de parecer, al menos, la mitad de emocionado de lo que parecía estar su jefe.

– Además vamos a estar en los talleres, he hablado con el hermano de Loli para que haga cakepops con niños y gilipolleces de esas. No creo que saquemos mucho de ellos, pero al menos nos sirven para hacernos publicidad con las madres. Va a estar guapo.-remató haciéndose el moderno.

Esa era una de las cosas de Sanz que más irritaban a Andrés. Odiaba que su jefe cuarentón con pelo casi blanco se comportara como si tuviera veintiún años. Mientras Sanz seguía parloteando sin parar sobre las ventajas que acarrearían a Sanz Manualidades la asistencia a la dichosa feria, Andrés veía como las posibilidades de escaquearse de ella y tener el fin de semana libre se alejaban cada vez más y más de él. Sin embargo había algo que no podía quitarse de la cabeza, la fecha de la feria le resultaba extrañamente familiar, como si la hubiera oído antes o ya tuviera algo que hacer ese día.

-Perdona, Toni, ¿de qué día a qué día me has dicho que era?- interrumpió el monólogo de su jefe.

-Del 24 al 27, Andrés. ¡Que no te enteras tío! Mas te vale subrayarlo en el calendario porque para mí es fundamental…

De pronto recordó. ¡La operación de su abuelo! ¿Cómo había podido olvidarse? Su madre llevaba más de un mes hablando del dichoso 24 de abril. Esperaba que Toni fuera un poco comprensivo, aquello era serio, además era el único nieto de su abuelo por parte de madre. Él iba a ser el encargado de llevar a su abuelo al hospital.

Con la música más baja esta vez, Andrés esperaba en el parking del centro comercial. Convencer a Sanz había sido un juego de niños en comparación con lo que le tocaba hacer ahora. Sabía que por muchos “Mimis” y “Te quieros” que usara, no habría manera de que a Miriam le pareciera bien que trabajara en fin de semana. Cuando la vio salir por las puertas acristaladas, se preparó. Esbozando una sonrisa le dio las luces para que ella le localizara.

-Hola, Mimi, ¿qué tal el día?

-Hola-contestó ella mientras se acomodaba el cinturón.- ¿A dónde vamos?

-¿Qué te parece si nos quedamos por aquí cerca? Quiero que hablemos de una cosa.

Ella le miró con cara de pocos amigos. Algo le hacía sospechar que no iban a ser precisamente buenas noticias.

-Bueno, ¿me vas a decir de una vez qué pasa?-preguntó Miriam rompiendo el silencio que casi llegaba a los siete minutos.

Andrés, viendo que no iban a tener tiempo a llegar a casa de su novia antes de que estallara la tormenta, puso el intermitente y paró a la derecha de la vía.

-Hoy vino Toni al almacén…- empezó mientras cogía aire.

-¿Y bien?- preguntó ella.- ¡Espero que sea un ascenso! Llevas ya un tiempo trabajando en su empresa.

-No, Mimi, no es eso. Este fin de semana hay una feria y Toni quiere que vaya.

La cara de Miriam cambió súbitamente de una expresión avinagrada a preocupación. Frunció el ceño y se puso a suplicar. A fin de cuentas, eso con Andrés siempre le había funcionado.

-¡¿Qué?! No vayas por favor Andrés, iremos a dónde sea. ¡Vámonos de viaje! Invito yo. Nos vamos a París, que sé las ganas que tienes de conocerlo.

-Mimi, cariño, no puedo hacer otra cosa. Es mi jefe

-¿Eres gilipollas? Te estoy diciendo que nos vamos a París, así que llámale. Que no cuente contigo, en esta feria tendrá que apañarse sin ti.

-No puedo, Miriam

-Dios… ¡te odio! Pues así te pudras en la feria de mierda

Como un tornado y con toda la fuerza que su corta estatura le permitía, Miriam salió del coche y cerró la puerta furiosa. Mientras Andrés la veía alejarse estuvo tentado de preguntarle “¿Has cerrado?” irónicamente, pero sabía que no estaba el horno para bollos. Al menos había conseguido decírselo. Sabía que lo que quedaba de semana se lo pasarían discutiendo, y, posiblemente, sin sexo. Por eso fue por lo que le extrañó que Miriam le llamara al día siguiente a invitarle a merendar a su casa como si nada hubiera pasado. Andrés aparcó el coche y llamó al timbre. Miriam fue a abrirle mientras un sonido suave se colaba por la puerta. Jazz. Su novia siempre se ponía jazz para cocinar. Mientras Miriam le invitaba a sentarse con demasiada amabilidad para tratarse de ella, Andrés trató de relajarse. Sin embargo no podía evitar estar en guardia. La tensión, por mucho que Miriam se esforzara en disimular, estaba ahí, tan palpable que casi podía sentirla arremolinándose a sus pies. Se sentía en la típica escena de película en la que de repente entra el loco con una metralleta y mata a todos los que, un segundo antes, habían estado hablando animadamente sin sospechar lo que pasaría a continuación. Tuvo que interrumpir sus pensamientos en el momento en el que Miriam entró con una fuente de cristal. La apoyó sobre la mesa ceremoniosamente.

-Tarta de Donetes, Nocilla y Huesitos- dijo con el orgullo de quién presenta a un hijo- Tu favorita- remató mientras Andrés sentía como su boca se hacía agua. Su novia tenía el peor genio del mundo, no en balde se refería a ella delante de sus amigos como “El dóberman, pero a la hora de cocinar Miriam era un ángel. Tenía un don entre los fogones, y eso era innegable. Partió un trozo más grande de lo normal y empezó a comerlo con avidez, no fuera que Miriam cambiara de idea y se llevara la tarta. Ella le observaba con evidente satisfacción. Y eso solo era el principio de la merienda. Cuando su novio dejó el plato impoluto, se levantó del sofá y le condujo a su habitación.

-Y ahora el postre…-dijo ella mientras bajaba las persianas y se quitaba la ropa.

Andrés no podía creérselo, aquello era demasiado bueno para ser cierto. Y él que se veía a pan y agua hasta después de la feria. Tras un breve polvo, su novia se tumbó a su lado.

-¿A que ya no quieres ir a esa feria?-dijo ella con picardía

Fue entonces cuando Andrés se dio cuenta de que había caído en la trampa. Miriam no pretendía hacer las paces por la discusión, sino chantajearle para que no fuera a la feria. Por un momento se sintió asqueado, jamás pensó que su novia fuera capaz de utilizar el sexo como moneda de cambio. Aquello le repugnó.

-No, Mimi, no quiero ir. – empezó el acariciándola el costado tratando de elegir con cuidado las palabras- Pero tengo que hacerlo, es mi trabajo.

Todo rastro de dulzura o amabilidad que hubiera estado mostrando Miriam se borró de golpe.

-¿Cómo que tienes que hacerlo? ¡Te he hecho tarta! ¡Y te he dejado que me hicieras eso que te gusta!- vociferó ella presa del enfado. Aquello no iba a acabar bien.

-Pero ¿cómo iba yo a saber…?

-¡Que te calles!- gritó ella. – ¡Eres un mierda! Y que sepas que te acabas de perder la oportunidad de ir a París conmigo gratis. Dicho eso empezó a pegarle golpes en el brazo.-Vete de aquí imbécil. ¡Que te largues te digo!

Andrés recogió su ropa lo más rápido que pudo y salió de la casa vistiéndose sobre la marcha mientras dejaba la furia draconiana de su novia a la espalda. Una vez a salvo en el coche, se miró el cuerpo de arriba abajo. Parecía que había salido ileso.

Vista de Gran Vía. GTRES

Vista de Gran Vía. GTRES

 

 

Alta costura en París (II): Elie Saab y Zuhair Murad ganan la liga

Segundas partes nunca fueron buenas. Creedme. Ni siquiera cuando Valentino o Gaultier están en el cartel. La sensación que tengo, tras haber seguido la semana de la Alta Costura, es de que las casas han ido a medio fuelle, como cuando vas a spinning y sales de la clase sin haber sudado una gota. Diseños atrevidos, apuestas arriesgadas y tendencias cuestionables que, en la mayoría de los casos, no puedo imaginarme en la alfombra roja. ¿Creéis que exagero?

Maison Margiela

Cosas indefinibles y un homenaje a Bowie de Maison Margiela. GTES

De verdad que por mucho que llevo un rato dándole vueltas a la colección de Maison Margiela no sé como describirla. ¿Es un pájaro? ¿Es un avión? ¿Es punk? ¿Es rock? ¿Y por qué desfila una modelo con un arrecife como abrigo? Y lo que es más importante: ¿dónde está la otra manga? Por favor, si conocéis algún desencriptador que pueda ayudarme a entender qué se le pasaba a Galliano por la mente cuando ideó este desfile, os estaría agradecida.

Elie Saab

La india parisina de Elie Saab. GTRES

La versión fashion de El libro de la selva es la propuesta de Elie Saab para la alta costura de primavera verano 2016. Pero a diferencia del estruendoso colorido del país, el diseñador libanés se queda con los colores más fríos aderezándolos con abalorios y pedrerías. ¿Lo mejor del desfile? Los bolsos inspirados en las maletas de la época colonialista. Francia encaja otra goleada de la selección visitante.

Jean Paul Gaultier

Le Palace de Gaultier. GTRES

Soy fan de Gaultier. El tío es único. ¿Que las faldas son para las mujeres? Pues él se las pone a los hombres. ¿Que hay que hacer una colección de Alta Costura? Pues el enfant terrible de la moda se inspira en la discoteca parisina Palace y te monta una fiesta disco que, de no ser por la ausencia de drogas, ya habrían querido en 1983. Y aunque sigo pensando que es una colección más de Semana de la Moda que de Alta Costura, tiene mérito que se inspirara en el famoso club. No descarto que en 20 años algún diseñador español sacara una colección inspirada en los modelitos que llevan algunas en Copérnico, Penélope, la Inn o algún sitio de mala muerte madrileño.

Viktor & Rolf

Picasso&Viktor&Rolf. GTRES

No es muy difícil adivinar el artista que los diseñadores holandeses han usado como inspiración. Creo que la colección de Viktor&Rolf plantea un debate interesante, ¿hasta que punto la moda es arte? Porque a decir verdad, la mayoría de los diseños podrían formar una exposición perfecta para cualquier museo de arte moderno, pero ‘ponibles’, lo que se dice ‘ponibles’…pues no son. O al menos no los que llevan en la cara esas máscaras gigantescas que parecen salidas de un desfile de Gigantes y Cabezones.

 

Valentino

Diosas griegas y un kimono en Valentino. GTRES

A Valentino, las lecciones de geografía se la vienen a traer un poco al fresco. ¿Que se nos queda la colección que parece salida del vestuario de Troya? Metemos un kimono y aquí no pasa nada. Está preocupado el italiano con sus yates y su bronceado anaranjado que le dura todo el año. Y ojo, que aunque la colección de los vestidos griegos me encanta (me recuerda a la versión de Amanda Seyfried de Mamma Mia) la veo más de hacer turismo por Mykonos con el «jroña que jroña» que de photocall de Oscars.

Y para acabar, otro de la selección libanesa que arrasa con la ciudad de la moda. ZUHAIR MURAD (así, en mayúsculas) convirtió el miriñaque en la prenda para llevar por dentro dejándose ver por fuera. Diría aquello de «su colección parece salida de un cuento» pero mentiría como una bellaca. Su colección parece salida de todos: tenemos el vestido rosa de la Bella Durmiente, el amarillo de Bella, el azul con cristales de Cenicienta, el verde de Tiana…si me apuras tenemos el de Elsa de Frozen y hasta de María Antonieta. En definitiva, si quieres acabar con buen sabor de boca de lo que ha sido la Semana de la Alta Costura no te pierdas echarle un ojo (y litros de babas que se caen viéndolo) al desfile de Zuhair Murad.

Abdominales y oblicuos: las tendencias nos quieren en forma

La cuestión es que a mí esto llevaba un tiempo oliéndome a chamusquina. Llamadme perspicaz si queréis.

Al poco de empezar las semanas de la moda con las colecciones de primavera verano, me fijé en que, no solo había más tripas al aire que en el Aquópolis, sino que la mayoría de las modelos tenían una tripa que ríete tú de los abdominales de Jacob en Crepúsculo. Pero ¿qué más daba? Es la pasarela, la mayoría de las cosas nunca llegan a colecciones reales y no se acaban convirtiendo en tendencia.

ALEXANDER WANG Y LOUIS VUITTON

ALEXANDER WANG Y LOUIS VUITTON

Lo que yo no sospechaba era que estaba viviendo mi versión particular de Señales de Mel Gibson, solo que en vez de ‘aliens’, nos invadían los abdominales.

A la moda, esa niña caprichosa que quiere todo y al rato se cansa y pide otra cosa, ya no le basta con que seamos delgadas, ahora tenemos que estar EN FORMA. Y ojo que, como buena friki del fitness, soy partidaria de estar en forma pero por salud y para verte bien, no porque sea imprescindible para que puedas llevar el modelito de turno, eso no.

¿Os acordáis de los Globos de Oro? Obviamente, fueron el domingo y llevamos una semana entera de bombardeo post-gala. Bien, en los Globos de Oro Kate Hudson lució un crop top con unos abdominales que, si hubiera estado presente en el asesinato de John F. Kennedy, su tripa habría repelido las balas que atentarían contra la vida del presidente.

Nos sentíamos seguros cuando el corte solo se llevaba en la pasarela. MARA HOFFMAN Y LORENZO SERAFINI

Nos sentíamos seguros cuando el corte solo se llevaba en la pasarela. MARA HOFFMAN Y LORENZO SERAFINI

«Los abdominales son el nuevo escote» rezaban las periodistas de moda. Y claro, una cosa es que tú o tu vecina del quinto llevéis escote en el pecho ( porque quieras que no, ser mujer, por lo general, implica que tienes tetas) y otra muy distinta llevar un modelito que necesite una tripa lisa, tonificada y bronceada como si llevaras un mes haciendo surf y comiendo pescado azul mientras te bronceabas bajo el sol caribeño. Ni tú, ni yo ni la del quinto tenemos abdominales como tenemos tetas. Bueno, tenerlos los tenemos, otra cosa son las capas que los cubran.

Pero ahí no acaba el asunto. Los abdominales fueron solo los círculos en los campos de maíz, los primeros avisos. Esta primavera verano el corte que será tendencia es el corte sobre los oblicuos. Toda inocente, viendo los desfiles de Mara Hoffman o de Lorenzo Serafini, confiaba en que el corte pélvico se quedase ahí, pero no. Al igual que los ‘abs’ de Kate Hudson, abrió la alfombra roja de los Globos de Oro en el vestido de Jennifer Lawrence. Que si lo hubiera llevado cualquier otra invitada, pues todavía, pero tío, ¡Jennifer Lawrence no! ¡No! No se lo pongáis a una actriz en la que todo el mundo tiene el ojo puesto porque se llevó premio. JLaw, nos la has jugado sin darte cuenta.

GTRES

GTRES

A los dos días, el corte, como si fuera una epidemia de ébola, llegaba a España en las caderas de Berta Vázquez que lo lució en los Premios Forqué. Aunque es innegable que a las actrices les sienta maravillosamente, al resto de los mortales, si queremos llevar el escote pélvico, no nos queda otra que machacarnos en el gimnasio a base de bien.

Pero mi pregunta es qué pretende la moda. ¿Utilizar las tendencias como excusa para que cambiemos nuestros hábitos y vivamos de manera saludable o es otra nueva forma de esclavizarnos en la guerra de insatisfacción que quieren que tengamos contra nuestro cuerpo? Abro el debate.

Somos mujeres y tenemos pelos, pero ni uno de tonta

Estamos en guerra. Así lo suelto, sin vaselina ni nada. No hablo del Estado Islámico, hablo de algo mucho más cercano. Tan cercano que posiblemente encontrarás mirando debajo de tu axila: el vello coporal.

Hablar de pelo es como hablar de Miley Cyrus, o estás totalmente a favor o estás radicalmente en contra, pero es un tema que a nadie le resulta indiferente.

Modelo de &OtherStories

Kelsey Lu McJunkis, modelo de &OtherStories

(Y ahora a ver cómo lo abordo para que no me friáis a comentarios negativos.)

Nunca me he sentido acomplejada por mi vello corporal aunque también haya mujeres a las que no les ha tocado. En mi ADN, el vello late con fuerza (‘Vello’ es uno de mis apellidos, solo que un antepasado mío cambió la ‘V’ por la ‘B’). Era algo que me iba a tocar por narices, vaya. Estaba en mi herencia de apellidos y en mi herencia genética. Desde pequeña he tenido pelos, pero afortunadamente, la familia de la que vengo, nunca le dio importancia a ese tipo de cosas por lo que mi guerra no empezó hasta el colegio.

Ahí es cuando te toca el compañero hijo de puta graciosillo que empieza a decirte que te afeites el bigote y que te depiles los brazos mientras los demás le ríen las gracias. Llegas a casa en un mar de lágrimas (y pelos) por supuesto mientras tu madre, viendo que no hay más alternativa, te introduce en el ‘rosado’ y ‘maravilloso’ mundo de la depilación. Ese que en los anuncios parece tan genial como un club exclusivo femenino y que, a la hora de retirar tu primera banda de cera, solo puedes pensar en que, ni siquiera en Sing Sing, habrías sufrido tanto.

En ese preciso instante en el que la cera arranca tus primeros y microscópicos pelos prepúberes, los vendedores de ceras, cuchillas y cremas depilatorias prorrumpen en aplausos y descorchan botellas de Champín (que aún eres menor de edad) a tu salud.

He hecho las cuentas: entre cera facial, cera de axila, cuchillas y cabezales de cuchilla, mi gasto al mes de depilación es aproximadamente de 33,10 euros. 33 para los amigos. Lo que supone que gasto al año 396 euros en depilarme. Y como llevo depilándome desde los 14, si en vez de depilarme me hubiera dejado crecer todos mis vellos corporales cuan Yeti, tendría ahora mismo la friolera de 3.564 euros. Esto significa que mis pelos y yo podríamos pasear felizmente en una moto por Madrid o ver juntos El Diario de Bridget Jones en una televisión Super High Definition de 4K.

Pero en vez de eso he dedicado 9 años de mi vida y más de 3.500 euros a eliminar algo que producía mi cuerpo y que iba a volver a salir tarde o temprano (más bien temprano).

La depilación es algo tan íntimo y respetable como tu creencia religiosa o tus ideologías políticas y nadie debería criticarte por ello.

Que en el pelo hay negocio no es algo que solo sepan aprovechar los señores de Veet, Venus y Taki, sino que algunas marcas que buscan ensalzar lo diferente, se están apuntando a la defensa del pelo con campañas y modelos con los pelos bien puestos, como es el caso de los maniquíes de American Apparel o la última campaña de &OtherStories.

Estas marcas, (que aunque lo que buscan es hacer negocio, lo sé) querían alejarse de los estereotipos de belleza y mostrar una representación más realista de la mujer. Ambas dieron mucho de qué hablar en los medios y en Internet (#sobaquember es el hastag oficial de pelos en las axilas, por si os interesa) pero no todas las opiniones fueron positivas.

En un mundo tan encorsetado dentro de un tipo de belleza tan idealizada como artificial, me resulta inexplicable encontrar cierto tipo de afirmaciones en artículos que, no son sino, la prolongación de esta guerra que nos llevan vendiendo desde que alguien descubrió que podía sacar algún beneficio.

Trendencias, una web a la que sigo desde hace tiempo, publicaba que las imágenes de &OtherStories, en vez de invitar a comprar la colección, invitaban «a salir corriendo». Y yo me pregunto, ¿no es acaso una mujer la que escribió esto? ¿Una mujer con pelos en sus axilas, en su bigote y en su entrecejo (por mucho que los depile quiero decir)?

«El vello no es bello«, remata dándole un bofetón a la visita de mi antepasado al registro civil, que tanto se esforzó por cambiar la dichosa letra del apellido.

No nos equivoquemos. El vello es tan natural, en algunas mujeres, como carecer de él en otras. El vello es femenino. El vello es personal y tú y solo tú (ninguna blogger, periodista, anuncio o web) decides si lo llevas largo, corto, en trenzas, con rastas o si no lo llevas. Tenemos pelos, pero ni uno de tonta.

http://feministvs-m0dernvs.tumblr.com/post/132100375435

 

El armario de Jennifer Lawrence: The Carpet Games

Razones para amar a Jennifer Lawrence me sobran: tiene tendencia a la torpeza (como yo), le encanta la comida y no se avergüenza de ello (como yo) y tiene la capacidad para reírse de sí misma sin perder una pizca de estilo (como a mí me gustaría). En definitiva, es puro amor.

Este viernes estrena la última parte de Los Juegos del Hambre y, como no sé cuánto tiempo tardará en volver a aparecer en una alfombra roja como protagonista (esperemos que poco), he querido hacer un repaso de su estilo. La actriz ha ido de alfombra en alfombra desde antes de convertirse en Katniss Everdeen (si hacéis los cálculos, esas son muchas alfombras). Y aunque como veis me considero J.Lawyer hasta la médula, me duele en el alma admitir que no siempre ha acertado a la hora de pasearse por las red carpets.

Pero primero, ¡la calle! Ese lugar alejado de las peluquerías y los conjuntos de miles de dólares que nos permiten regocijarnos en las combinaciones más monstruosas de las famosas. Pero no hay manera de pillarla. La actriz aprovecha para ir cómoda pero siempre a la moda sin cometer atentados estilísticos.

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Streetstyle de Jennifer Lawrence. GTRES

Aunque la mayoría de la gente que ve a Jennifer Lawrence en una alfombra roja está más pendiente de si se cae que de lo que lleva puesto, hay varios modelos que bien podrían haber sido retocados por Cinna, su estilista en la saga, para evitar patinazos innecesarios.

25 años, 1,75 cms de altura y posiblemente menos de 60 kilos. Con estas medidas, hasta un niño de seis años podría encontrarle ropa favorecedora por lo que me parecen un crimen las anchuras y cortes de los siguientes vestidos.

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¡Hola, somos los vestidos menos favorecedores del mundo! GTRES

Cuando encuentra vestidos que sí le favorecen, la lía parda con el estampado…y así pasa. Que cuando te quieres dar cuenta estás en una gala con un vestido que parece de la colección choni de Pimkie en 2009.

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Estampado feo, estampado horrendo y ¿un ramillete de flores? GTRES

Y para cerrar la galería de cosas extrañas que quemaríamos sin dudar, tres elecciones que, francamente, no sé qué pasaba por su cabeza a la hora de elegirlas. Especialmente el mono palabra de honor salido del Tártaro del estilo.

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Elecciones estilísticas extrañas que quemaría sin dudar. GTRES

Pero es Jennifer Lawrence, le perdonaríamos todo en esta vida, desde que nos robara el novio hasta que nos copiara la tesis doctoral. Afortunadamente, sus aciertos son mucho mayores que sus patinazos. La actriz ha lucido vestidos increíbles que a día de hoy, hacen que se nos siga cayendo la baba.

Los vestidos sueltos blancos con fruncidos son una de sus elecciones fetiche. Palabra de honor, con tirantes, sin tirantes, con pelo suelto, con pelo recogido…anyway!

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El blanco, uno de sus colores favoritos para acudir a las galas. GTRES

Aunque le hemos visto en menos ocasiones con vestidos color en la alfombra roja, las veces que lo ha llevado también ha acertado de pleno. El primer modelo rojo os resultará familiar de esta caída.

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¿Quién ha dicho que nunca lleve nada de color? GTRES

Y si os suena el vestido del centro no es por ser el Dior con el que recogió el Óscar, no, sino de esta otra caída.

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El tropezón con el vestido de los 4 millones de dólares. GTRES

Por muchas veces que se caiga o por muchos vestidos horribles con los que nos dañe las retinas es imposible no amarla.

Lo que deberías saquear del armario de tu abuela (o de tu madre)

Estamos acostumbradas a verlas con la bata de franela, algún que otro rulo en el pelo y las zapatillas de borreguito. Pero es la misma mujer que aparece en las fotos de Torrevieja en 1976 con un conjunto playero que no tendría nada que envidiar a Brigitte Bardot en sus años mozos. Tu abuela era ‘fashionista’. Qué digo era…¡es ‘fashionista’! Solo tienes que echarle un vistazo a su colección de lacas de uñas, sus innumerables pañuelos o a cómo le gusta arreglarse el pelo.

Es por eso que en los roperos de nuestras abuelas se encuentran auténticos tesoros. Su fondo de armario vale su peso en foie gras. ¿Recuerdas ese modelito tan mono con el que tu abuela sale en las fotos? Es el momento de preguntarle por él, porque ahora, esa prenda es vintageVINTAGE! Que es casi como decir que algo es tan sagrado como las vacas en la India).

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Posando muy casual. Tumblr Foreverblog

Si tienes la suerte de que tu abuela fuera una fashion victim en los 70 hay tres cosas básicas que tuvo que llevar: un mono, unos acampanados y un bolso.

El mono es algo que todas han usado, por lo general sin sujetador, que te permitirá ir felizmente libre sin sentirte oprimida (una filosofía muy setentera). Los pantalones acampanados posiblemente estarán como si hubieran salido de la fábrica ayer, ya que antiguamente la ropa era tan buena que habría resistido radiación nuclear si se hubiera dado el caso. Por último, pídele un bolso, te va a dar igual el estilo o el color, ¡Estamos hablando de un bolso setentero auténtico! Va con cualquier cosa que vayas a ponerte.

Las tres prendas eran un básico de la época y aunque en España no necesitaron un Woodstock para abrazar las tendencias hippies, algunas abuelas conservan estas perlas en sus armarios. Así que corre a su casa, distráela con la telenovela y cuando hayas terminado con el saqueo pregúntale si te da esas prendas que ya no se pone (son abuelas, con un pucherito y besos te van a dar hasta su rosario más preciado).

¡Pero ojo! Que nuestras madres también vivieron una época de la que podemos rascar. De los ochenta podemos rescatar también prendas en previsión de la moda futura. En primer lugar, deberías hacerte con unos buenos pendientes ochenteros, esos tan grandes que te dejaban los lóbulos de las orejas como un Buda. Si tu madre era una ochentera auténtica posiblemente tendrá pendientes de clip. Aunque en un primer momento parecen una buena idea, a la media hora de llevarlos te palpitan las orejas y te provocan una jaqueca con náuseas incluidas (true story).

Otra prenda representativa de la época es un pantalón de cintura alta. Creedme, lo que llamamos ahora ‘cintura alta’ es, en comparación a los ochenta, un pantalón de cadera. Cuanto más sobaqueros y más te marquen el ‘asunto’ más trendy. Y por último, TODAS LAS MADRES QUE VIVIERON LOS OCHENTA CONSERVAN ALGO CON HOMBRERAS, por hortera que sea hoy en día (menos mi madre, que más que ‘algo’ conserva un 80% de las prendas con hombreras que lanzaron al mercado en esa época. Gracias, mamá). Cuánta más hombrera, mejor. Que aunque ya la vimos volver hace un par de años y ahora están de capa caída, como todas las modas, las hombreras regresarán algún día a la pasarela (y por tanto a nuestros armarios).

Abuelas, madres, tías…GRACIAS.

British Fashion Awards: de «mejor vestidas» a «gracias por participar»

Cuando unos premios se llaman «British Fashion Awards» (Premios Británicos de la Moda) te esperas que los asistentes estén a la altura del nombre. En la alfombra roja de una gala, que premia las mayores contribuciones del año al diseño de la moda británica, nos encontramos con looks para todos los gustos:

Las que acertaron de lleno fueron las tres supermodelos que apostaron por colores claros. Mientras que Arizona Muse fue la que más se arriesgó combinando una falda alta con un crop top, Jourdan Dunn optó por el clásico binomio B&W. Rosie Huntington-Whiteley eligió un vestido rosa claro cubierto de brillantes con escote hasta el ombligo (literalmente).

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Las mejores vestidas: Arizona Muse, Jourdan Dunn y Rosie Huntington-Whiteley. GTRES

En segundo lugar, encontramos los vestidos que me gusta englobar en la categoría «Juzguen ustedes mismos«. La modelo Georgia May Jagger lució un vestido nude con tul negro que sorprende con el adorno de la serpiente de coral a su espalda (en mi opinión no va ni con cola con el estilo del vestido). La actriz Kate Bosworth lleva también un original diseño de tul en azul claro que no termina de apasionarme (especialmente cuando al hacer zoom he descubierto que lleva los bajos algo deshilachados). Y por último, Naomi Campbell, la tercera del ‘club del tul’, forma parte de ese grupo de celebrities que insisten en presentarse a una alfombra roja en saltacamas.

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Juzguen ustedes mismos: Georgia May Jagger, Kate Bosworth y Naomi Campbell. GTRES

Con la categoría «Lo siento pero un 4,75 es un 4 y no un 5» abro la lista de suspensas de la gala. El vestido con detalles tipo cómic de Salma Hayek me parece ‘salao’ aunque poco apropiado para el evento al que asistía. Respecto a la cantante Mollie King, el vestido no estaría mal si la raja fuera un poco menos brasileña y especialmente si no sobrara tanto la lazada blanca de la cintura ya que parece que se le ha quedado papel higiénico pegado al zapato. En cuanto a Lady Gaga, me sorprende para bien su vestido (teniendo en cuenta con lo que ha aparecido puesto otras veces) pero me horrorizan los guantes tipo colmena de abeja que por mucho que hagan juego…NO.

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Casi, pero no: Salma Hayek, Mollie King y Lady Gaga. GTRES

Para acabar, encontramos la categoría «Lo importante es participar» encabezada por Rita Ora (Noooooooooooo, Rita, ¡¿Por qué?! ¡Con lo bien que lo hiciste en la alfombra roja de los Premios Bambi! Me haces sufrir) que lleva una especie de mono cowboy con detalles en plateado (la verdad es que no me puedo imaginar una sola ocasión en la que alguien se pondría ese vestido a no ser que esté siendo chantajeado o apuntado con un arma). Al outfit de la fashion blogger Susanna Lau no trates de buscarle explicación. Es como un cuadro de Miró, es así y punto. No intentes entenderlo. No sé si es vestido, sudadera y falda, vestido y sudadera o una creación de Desigual para destruir secretamente nuestras concepciones de la moda. Por último, la cantante FKA Twigs lleva una especie de vestido/mono/pantalón con un tirante aquí pero no allá que parece haber sido cosido con la luces apagadas en el sótano de una fábrica con retales de trajes de nazareno.

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Lo importante es participar: Rita Ora, Susanna Lau y FKA Twigs. GTRES

 

Por qué deberías hacerte con un sombrero (si todavía no tienes ninguno)

Suena el despertador. Te levantas de la cama. Vas al baño y allí está una mañana más esperándote en el espejo la criatura ojerosa que sería la envidia de Kristen Stewart en Crepúsculo. Alzas la vista y…¡oh Dios mío! ¿Qué es ese matorral despeinado floreciendo encima de tu cabeza? Imposible que sea la bonita melena que tenías anoche cuando te metiste en la cama. Estás teniendo lo que es conocido como ‘Bad hair day‘ (‘Día malo de pelo’ en castellano, aunque claro, no suena tan sofisticado).

Tienes tres opciones: te quedas en casa fingiendo un ataque de gastrointeritis aguda (o mejor algo que no haga que al día siguiente tus compañeros te miren raro), te rapas el pelo por muy largo y cuidado que lo tengas o recurres al gran aliado de los bad hair day…el sombrero (también hace el apaño cuando tienes el pelo sucio y no tienes tiempo de lavártelo)!

Esta temporada, los sombreros no solo son la respuesta a tus plegarias de pelo revuelto, sino que forman parte de los básicos otoñales y su reinado se extenderá hasta más allá del invierno. Tienen el superpoder de convertir el conjunto más anodino, simplón y poco original que se te ocurra en un look de fashion blogger:

http://neahssadness.tumblr.com/post/133665345342/follow-for-more-bxw-happy-stuff

Te protege del sol, va con todo, da cierto aire de misterio, los llevaba Audrey Hepburn… sobran motivos para hacerte con uno de ellos. Además, los sombreros, como las gafas de sol, valen para todo el mundo, lo único que tienes que tener en cuenta es la forma de tu cara a la hora de elegirlo.

Si tienes la cara alargada elige uno de copa baja; para las caras acorazonadas el ala mediana equilibra la frente; los sombreros de ala grande y formas redondeadas matizarán los rostros cuadrados y por el contrario, el ala corta con copa alta le darán forma a los rostros redondos. Si tienes la suerte de que la forma de tu cara es ovalada, puedes experimentar con todos.

Pero el auténtico secreto para llevar bien un sombrero es la seguridad. Sin sombrero puede haber actitud, pero sin actitud no hay sombrero.

Los 10 mandamientos de la alfombra roja en los Premios Prix de la Moda

Mi conclusión después de cubrir varios photocalls como prensa es que las celebrities tienen una especie de código no escrito sobre comportamiento en alfombras rojas. Aunque desde fuera nos parece tan fácil como llegar fabulosa a un lugar, posar y ‘chimpún’, hay mucha más enjundia detrás. Quitando las horas ‘en el taller’, los invitados deben saber posar con el cuerpo y la cara, tener paciencia para dar todos los planos que buscan los innumerables fotógrafos repartidos a lo largo del photocall y, en ocasiones, atender a los redactores que se encuentran también reunidos. ¡Y todo eso sin cagarla meter la pata en ningún momento!

A la hora de elegir qué ponerse, algo que no es fácil si acuden a menudo a este tipo de eventos (y sino basta con echarle un vistazo a los vestidos elegidos por algunas), hay una serie de cosas que, como pude ver en la XIII edición de los Premios Prix de la moda, parecen ser las claves para salir de la alfombra roja ileso.

1.Amarás la simplicidad sobre todas las cosas: el menos es más y no es necesario llevar un vestido más barroco que las colecciones de Dolce&Gabbana para acertar.

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La actriz Mirian Giovanelli. MARA MARIÑO

2.No llevarás joyas en vano: como demuestra la bloguera, solo hace falta llevar las justas y necesarias. Sino corres el riesgo de lucir el efecto ‘árbol de Navidad’.

 

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La blogger Paula Ordovás. MARA MARIÑO

3.Santificarás a los fotógrafos: la pareja tenía muy claro como dar el lado bueno a todos los fotógrafos e hicieron un barrido girándose de izquierda a derecha.

 

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Jorge Benguria y Carla Goyanes. MARA MARIÑO

4.Honrarás lo que lleves puesto: ya sea un vestido, una falda o unos pantalones, como Paz Vega. La clave está en sentirse bien dentro de lo que hayas elegido.

 

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Paz Vega. MARA MARIÑO

5.No matarás (estilísticamente hablando): no es necesario ponerse todo tu joyero, sobre todo cuando el vestido luce por sí solo.

 

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La diseñadora Teria Yabar. MARA MARIÑO

6.No cometerás poses forzadas: todos tenían perfectamente aprendida la manera correcta de colocarse para salir con un gesto natural, sobre todo la modelo italiana (que yo con llegar a los 40 como está ella a los 55, me doy con un canto en los dientes).

 

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La modelo italiana Antonia Dell’Atte. MARA MARIÑO

7.No te olvidarás de las tendencias: ya que son una apuesta casi segura. La italiana eligió un vestido de transparencias vaporoso que, junto a las ondas desechas de su melena, son dos de las tendencias de este otoño.

 

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La socialité Bianca Brandolini. MARA MARIÑO

8.No llevarás algo desfavorecedor: y te sacarás el máximo partido con lo que te pongas. Aunque en el caso de Ariadne, estoy segura de que si se hubiera puesto una funda de almohada también habría estado estupenda.

 

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La modelo Ariadne Artiles. MARA MARIÑO

9.No consentirás que el frío arruine tu modelito: vale que en los photocalls de invierno hace un poco de frío. La alternativa, como la que eligió Carmen, puede ser llevar una estola furry (no sabemos si auténtica o no) para evitar la piel de gallina.

 

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Carmen Lomana. MARA MARIÑO

10.No subestimarás el peinado: el pelo, al igual que el maquillaje o los complementos, forma una parte muy importante del conjunto. La modelo Andreja eligió una trenza de raíz sencilla que contrastaba con los elaborados bordados de su vestido.

 

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La modelo transgénero Andreja Pejic. MARA MARIÑO