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¿Cuándo tengo que deshacerme de la ropa vieja?

En la vida había tardado tanto en hacer el cambio de armarios como este año. Se me ha hecho más largo que cuando intento comprar billetes del AVE en la web de Renfe.

Sin embargo, esta vez iba con mentalidad minimalista de hacer una limpieza bastante intensa. Pero, ¿cómo hacer para saber si una prenda está lo bastante gastada como para desterrarla del armario?

CENICIENTA

Si tiene pelotillas permanentes (no de esas que salen de vez en cuando, sino constantes) el tejido ya ha llegado al límite de su uso.

Otro indicativo es el color de la parte de las axilas. Si se asemeja al amarillo tirando a marrón, poca solución (y sin haberlo pensado me ha salido un pareado).

Esas manchas desconocidas que no has conseguido sacar ni con todos los trucos de Youtube también suelen significar que es el momento de poner fin a vuestra relación.

También cuando una prenda a la que hemos salvado la vida con un remiendo sigue descosiéndose del uso que le das, es más que probable que esté al borde de la muerte inminente.

El cuerpo cambia, y ya te lo dije aquí, no tiene sentido que conserves eternamente prendas que no te sirven.

Disfruta de tu cuerpo en cada momento y céntrate en mejor en buscar ropa que te favorezca en vez de estresarte porque no entras en los que eran tus vaqueros estrella.

Seguro que tienes una prima/hermana pequeña de tu amiga/vecina/X que agradece esa ropa y a la que le puede sentar como un guante. 

Pero si no se da el caso, antes de tirarla directamente a la basura, hay muchas asociaciones que recogen ropa y colocan contenedores en la calle (asegúrate antes de echarla, ya que las hay que se encargan de revenderla haciéndose pasar por organizaciones sin ánimo de lucro de ayuda a personas necesitadas). También puedes preguntar en la parroquia de tu barrio o donarla a un albergue.

Tu armario agradecerá la limpieza, tendrás todo más ordenado y aumentarás la vida de esas prendas (que no está el planeta como para tirar al tuntún las cosas).

Roland Garros y Serena Williams: «Mi reino por unas mallas»

[¿Cómo que todavía no me sigues en Instagram? @meetingmara]

«Se está perdiendo la elegancia del tenis» decía alguien en Twitter. «Hemos pasado a lo vulgar». «No es femenino» o «No se sabe si va a jugar al tenis o a bucear».

GTRES

Lo vulgar o antifemenino, según estas personas, fue un traje de cuerpo entero, decorado con una cinta roja a la cintura, con el que Serena Williams se clasificó para la tercera ronda de Roland Garros.

En las redes sociales, los videntes estaban anonadados de que ella pudiera competir con esa ropa. Porque claro, por todos es sabido que un mini vestido o una falda-pantalón microscópica tipo braguita son mucho más manejables que ropa deportiva específicamente pensada para moverte (y para mejorar la circulación en su caso).

Pero nada, debe ser que, por lo visto, el traje era de hormigón armado y yo no me di cuenta.

Lo mejor es que ante tanta sorpresa estilística, la deportista remontó un set a su competidora australiana. Ganó en la cancha y ganó en las redes proclamándose vencedora entre aquellos que consideraban que a dónde iba así vestida.

Lo que realmente, a mi entender, escuece, es que el tenis ya no sea sobre faldas (una traducción con un corte bastante cosificador que creo que no hace falta que os explique), algo que ya criticó Garbiñe Muguruza en una entrevista a El Mundo: «Es lo que más tira todavía, esa parte más morbosa. Las piernas, las faldas… Eso vende más que el deporte

Y si bien yo puedo permitirme hablar al respecto con toda tranquilidad, a fin de cuentas este es un espacio pensado para opinar sobre moda y belleza, que los medios dieran más importancia a su atuendo que a la victoria del torneo, demuestra el tipo de importancia mediática que se le da a muchas deportistas.

El traje de Serena Williams representa muchas cosas: representa el poder de Wakanda, el país en el que se sitúa la trama de Black Panther, representa que las mujeres podemos ser superheroínas y representa, también, el reto que ha sido para ella volver a la cancha después de haber dado a luz hace nueve meses con las complicaciones que le ha supuesto, como la aparición de coágulos.

«A todas las madres que han tenido un duro embarazo y que han tenido que regresar y estar al 100 % en medio de la tormenta y tienen la confianza de volver a ser ellas mismas. Eso es lo que representa mi vestido» declaraba la tenista.

Representa que podemos ser madres, guerreras y vencedoras y claro, por mucho que Wonderwoman venda lo contrario, las heroínas reales prefieren pantalones y zapatillas para combatir que falda y tacones.

Las tendencias en sandalias que amarán tus pies este verano

Has visto que ya viene el buen tiempo y estás como cuando las inglesas vienen de vacaciones a España: con ganas de sacar los dedillos de los pies a plena luz solar.

PIXABAY/ALMA EN PENA

De hecho yo lo hice (a medias el otro día) en mi Instagram (que digo yo que ya que estáis, podéis aprovechar para seguirme o simplemente cotillear mis stories a ver qué me cuezo).

Con estos calores, es el momento de hacer espeleología en tu armario hasta que des con las sandalias del año pasado.

Pero si las tienes destrozadas porque las usaste de festival en festival y andas tanto con ellas que su suela no tiene nada que envidiarle a las de los peregrinos del Camino De Santiago, estas son las tendencias que vienen de la pasarela directas a ponerse a tus pies:

  • Ugly shoes: el patito feo del armario, pero es tan cómodo que ahora por fin entiendes por qué tu padre no se las quiere quitar de los pies cuando hacéis turismo.

CROCS/STEVE MADDEN/CARMELA

 

  • Mules: Los zapatos semi abiertos ya nos sedujeron el año pasado. ¡Es tan tentador eso de que el calzado no te haga rozadura en el talón! Escógelos en colores vivos para darle (introducir voz de Samantha Vallejo-Nágera aquí) «saboooor» a tus estilismos.

AU REVOIR CINDERELLA/CARMELA

 

  • Sandalias joya: ¿Brilli brilli? Sí, gracias. ¿Quién dijo que las lentejuelas eran solo para Nochevieja? Perfectas para salir de noche cómoda a la par que elegante (y poder bailar sin el miedo de romperte la cadera por bailar con los tacones)

DESTROY/AZAREY/ALMA EN PENA

 

  • Chanclas modernas de inspiración retro: tiraste las tuyas de los 90, vale. No seas tan dura contigo misma ¿Cómo ibas a saber tú que volverían a estar de moda?

STEVE MADDEN/CROCS

 

  • Sandalias de guiri: No, no se me ha ocurrido otro nombre. Sí, tú también estás visualizando a guiris rubias con la piel blanca y los mofletes sonrosados llevando estas sandalias.

CARMELA/STEVE MADDEN

 

  • Estilo Hermes: el modelo de 480 euros que tienen todas las blogueras te lo puedes agenciar mucho más barato, pero igual de bonito, en otras tiendas. Eso sí, cuidado que huele a diseño estacional a kilómetros.

STEVE MADDEN/HERMES/GENUINS

Y ahora a darlo todo con faldas (o sandalias) y a lo loco.

Las normas de vestimenta que deberíamos recuperar de nuestros abuelos

Me encanta que vivamos en la comodidad constante en lo que a prendas se refiere. Lo de ir una vez a la redacción de 20 Minutos con ropa del gimnasio (quería ir a entrenar después) y que nadie me dijera nada, fue una auténtica maravilla.

GTRES

Pero por otro lado me da un poco de urticaria interior pensar que ya nos da absolutamente igual lo que cogemos de la percha por la mañana. Vale que la mayoría de nosotros vamos con el ojo pegado, pero ¿ya esta? ¿No hay vida más allá de los vaqueros y zapatillas de todos los días?

No pido volver a la camisa almidonada y a que los hombres no salgan de casa sin sombrero (que ojalá porque me encantan los complementos masculinos) pero, ¿qué tal un punto medio?

Parece que desde que usamos zapatillas de cordones las 24 horas del día, y no solo para hacer deporte, han desaparecido el resto de zapatos de la vista y de la memoria. Especialmente en el de ellos. Creo que quitando alguna boda y graduaciones, no he visto a mis amigos con zapatos.

Nuestras abuelas no tenían ni la mitad del armario que tenemos nosotras, eran más ecológicas, se comían mucho menos la cabeza y las prendas eran buenas, de esas que todavía tendrás alguna colgada (si las has tratado con cuidado).

Me encantaría que volviera no solo esa calidad por las prendas en vez de las fibras, sino esa conciencia colectiva de no gastar en cada temporada un pastizal. No hablo de volver a lo de tener un vestido en todo el año, pero encontrar un punto medio que no le pese al planeta.

Lo que antes era elegancia, el largo de una falda, un color oscuro o un maquillaje discreto para no empañar la belleza natural, ha evolucionado ahora a cosas extrañas que difícilmente puedo considerar elegantes (no, por mucho que todas mis coetáneas opten por el hialuránico me negaré a ver esas bocas de pato como algo fino, ni a las pestañazas postizas de muñeca de porcelana una cosa bonita).

El “saber estar” adecuando las prendas a las circunstancias es algo que también hemos perdido, Incluso puedo recordar un compañero diseñador de mi escuela que acudió en chandal negro y gorra a su propia graduación.

Echo de menos (y eso que no lo he vivido) el concepto de “vestirse de domingo”, ese que me cuentan mis padres de cuando eran pequeños, la idea de arreglarte una jornada a la semana porque era un día especial.

Extraño, también, el joyero de mi abuela (seguro que recordáis bien el de las vuestras). Ese que de pequeña veía casi con devoción, como si guardara un tesoro en sus cajones. El mismo del que ahora, guardo solo algunas piezas que tanto me recuerdan a ella.

No dejo de pensar que, en un futuro, mis nietas no recibirán más que esas mismas piezas, porque mi bisutería de tiendas low cost (el sueldo de los millennials no da para más de momento) estará machacada, destrozada, o con el baño dorado desaparecido por el paso del tiempo.

Pero igual es que soy solo una melancólica de la vestimenta, y, (¿por qué no admitirlo de paso?) una que echa de menos a sus abuelos.